Ma Fangfang sintió un escalofrío en la columna vertebral y retrocedió algunos pasos.
El disgusto en sus ojos se volvió más intenso.
Luego, enderezó las cejas y reprendió:
—Deja a Mamá fuera de esto. No eres digno. Eres un hombre adulto, pero todo lo que haces a diario es comer, beber, apostar y coquetear con mujeres. Derrochas el dinero ganado con esfuerzo por Mamá pero no das nada a cambio.
—Un hombre como tú es solo escoria humana y basura. ¡No eres digno de ser mi padrastro! Ahora, quiero que te pierdas. Yo, Ma Fangfang, no tengo ninguna relación contigo, Huang Haijiang.
—Tú... —Huang Haijiang se enfureció al instante. Sus ojos eran como campanas de bronce y su expresión era desagradable.
Miró a Ma Fangfang con una sonrisa maliciosa, luego empezó a sonreír con suficiencia:
—Tú, perra sucia, ¿crees que puedes deshacerte de mí solo porque ya has crecido? ¡Ni de coña! ¡Sigo siendo tu padrastro!
Luego, se giró y miró a su alrededor.