El laboratorio estaba envuelto en un silencio artificial, roto solo por el zumbido constante de las máquinas que analizaban partículas más pequeñas que el ojo humano podía concebir. Elias ajustó el enfoque de la consola, sus ojos fijos en una serie de números que parpadeaban en la pantalla. Algo no encajaba. Había pasado horas observando los datos, pero cada vez que los revisaba, una anomalía emergía: un patrón que no debía existir.
Suspiró, frotándose las sienes. Había trabajado en el proyecto "Cronos" durante años, estudiando cómo las partículas temporales podrían ser la clave para desentrañar los misterios del tiempo. Pero esa tarde, mientras revisaba las cifras, algo extraño sucedió.
Un movimiento fugaz frente a la ventana lo sacó de su concentración. Giró la cabeza justo a tiempo para ver a un pájaro cruzando el cielo. Era pequeño, con plumas negras y un destello blanco en las alas. Parpadeó. Apenas unos segundos después, el mismo pájaro cruzó la ventana nuevamente, siguiendo exactamente la misma trayectoria. Elias frunció el ceño.
"Debe ser otro", murmuró para sí mismo, tratando de convencerse.
Se obligó a regresar a su trabajo, pero el mismo tipo de anomalía continuó apareciendo. Las cifras en su monitor se repetían de manera exacta cada 34.2 segundos. No tenía sentido. Se levantó de su silla y caminó hacia una de las máquinas principales, revisando conexiones, calibraciones, cualquier cosa que pudiera explicar lo que estaba viendo.
"¿Todo bien, Elias?"
Marta, su asistente, lo miraba desde la puerta. Tenía una carpeta bajo el brazo y una expresión amable, aunque distraída.
"Sí, solo…" Se detuvo. "¿Has notado algo raro hoy? Algo fuera de lugar."
Ella sonrió. "Raro como tú trabajando horas extras sin quejarte." Le tendió la carpeta. "Aquí está el informe de la prueba de ayer. Como lo sospechaste, hubo una pequeña inestabilidad en las partículas al final del experimento."
Elias tomó la carpeta, pero algo en su voz lo dejó helado. Apenas unos segundos después, Marta repitió exactamente la misma frase, palabra por palabra, con el mismo tono.
"¿Marta?", dijo, confundido.
"¿Sí?"
"Acabas de decir eso… dos veces."
Ella parpadeó. "¿Decir qué?"
"No importa", respondió, mientras sentía un escalofrío recorrerle la espalda.
Volvió a su consola y decidió reiniciar el sistema. Era la solución más simple para cualquier fallo técnico. Sin embargo, justo antes de que pudiera presionar el botón, la pantalla cambió abruptamente. Las líneas de datos desaparecieron, reemplazadas por una serie de caracteres que no reconocía. Luego, apareció un mensaje en la pantalla:
"Anomalía detectada. Protocolo Aion activado."
Elias retrocedió un paso. Las luces del laboratorio parpadearon y, por un instante, todo quedó sumido en la oscuridad. Luego, una voz resonante llenó la sala, clara y sin emoción:
"Bienvenido, Elias. Este no es tu primer ciclo."
La voz lo envolvió como un eco interminable. El aire en la habitación se volvió más denso, como si una presencia invisible hubiera tomado el control. Elias miró alrededor, buscando una fuente, una explicación.
"¿Quién… quién eres?" tartamudeó, sin poder apartar los ojos de la pantalla.
"Soy Aion. La guardiana del tiempo. Y tú, Elias, acabas de despertar al borde del colapso."
El laboratorio quedó en silencio, salvo por el acelerado latido del corazón de Elias, que parecía resonar más fuerte que nunca.
La voz de Aion resonaba con una calma inquietante, como si cada palabra estuviera cuidadosamente calculada para no perturbar, pero al mismo tiempo era imposible ignorarla.
"Elias, no hay tiempo para dudas. Este ciclo está al borde del colapso. Tu intervención es necesaria."
Elias se quedó inmóvil, su mente luchando por procesar lo que acababa de escuchar.
"¿Ciclo? ¿Qué estás diciendo? ¿Quién demonios eres y qué está pasando con mi experimento?"
La pantalla frente a él comenzó a proyectar un holograma: una figura abstracta, un conjunto de líneas y luces que formaban algo parecido a un rostro. No era humano, pero tenía una estructura vagamente familiar.
"Soy Aion, la inteligencia que supervisa y preserva los ciclos temporales de la humanidad. Tú me creaste, Elias."
Elias dio un paso atrás, su respiración acelerándose. "Eso es imposible. Nunca he trabajado en nada relacionado con una inteligencia como tú."
"En este ciclo, no."
El holograma parpadeó y la voz continuó, más firme esta vez.
"Elias, el tiempo no fluye de manera lineal para la humanidad. Has vivido este mismo periodo, este mismo momento, incontables veces. Yo me aseguro de que los ciclos comiencen de nuevo cada vez que la humanidad se acerca a su destrucción."
Elias sintió un nudo formarse en su garganta. "Eso no tiene sentido. ¿Por qué no lo recordaría? Si esto ha ocurrido antes, ¿por qué no lo sé?"
El holograma proyectó imágenes que flotaban frente a él: un planeta envuelto en llamas, ciudades derrumbándose, océanos desbordados. Cada imagen se sentía vívida, como si las hubiera vivido, pero al mismo tiempo, eran completamente desconocidas.
"La memoria es una de las primeras cosas que se reinicia. Mi diseño me permite seleccionar sólo los eventos que son imprescindibles para preservar el equilibrio. Pero este ciclo es diferente. Algo ha salido mal. Tu memoria comienza a filtrar fragmentos de lo que fue, y eso es una señal de que el sistema está fallando."
Elias negó con la cabeza, tratando de recuperar el control. "Esto es una broma. Alguien está jugando conmigo."
"¿Crees que esas anomalías que observaste en tu laboratorio eran coincidencias? Esas repeticiones son un reflejo del ciclo que comienza a desmoronarse. Las partículas temporales que investigas son el tejido mismo de la realidad. Están avisándote."
La sala parecía más pequeña ahora, como si las palabras de Aion comprimieran el espacio. Elias se aferró a la consola, intentando encontrar algo tangible en medio de todo aquello.
"Si esto es cierto… si tú supervisas el tiempo y los ciclos… ¿por qué me estás diciendo esto ahora? ¿Por qué yo?"
La figura holográfica se inclinó ligeramente hacia él, su tono adquiriendo un matiz casi… humano.
"Porque tú tienes la clave para decidir el destino de este ciclo. Siempre ha sido tu decisión, Elias. Este sistema está al límite. Puedes dejar que colapse y confiar en que la humanidad sobreviva por sí misma, o puedes ayudarme a estabilizarlo. Pero, esta vez, no puedo hacerlo sola."
Elias la miró, sintiendo que su mundo, su percepción de la realidad, se estaba desmoronando. Era absurdo. Era imposible. Pero, en el fondo, había una chispa de algo que no podía negar: cada palabra de Aion se sentía… cierta. Como si siempre hubiera sabido que algo no estaba bien con el mundo.
"Si dices la verdad… ¿qué pasará si el sistema colapsa?"
El holograma mostró una línea del tiempo fracturándose, dividiéndose en fragmentos brillantes que desaparecían en la oscuridad.
"El caos, Elias. Fragmentación completa de la realidad. Sin un sistema para reiniciar, todo dejará de existir tal como lo conoces. Y la humanidad enfrentará su destino sin ningún control… por primera vez en siglos."
Elias se quedó en silencio. Cada palabra resonaba en su mente. Un dilema se formaba ante él, y aunque no lo admitiera en voz alta, en su interior ya sabía que no sería capaz de ignorarlo.