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Re:Born Invocated

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Chapter 1 - Capítulo 1: Invocados

"… Y así, el día de hoy empieza el nuevo ciclo escolar. Además, como último anuncio, los postulantes para presidente académico serán Masami Hutaka y Hideaki Satoru. Les recuerdo que dentro de una semana iniciarán las elecciones de este nuevo año.

Sin más que decir, bienvenidos nuevos estudiantes, y que sea un gran año para los que se graduarán."

Qué discurso más "inspirador".

Por un instante, pensé que esas palabras serían suficientes para hacerme soportar este infierno llamado escuela. Pero no. Prefiero que todo esto termine de una vez y desaparecer en el salón, lejos del ruido.

Honestamente, no quiero estar aquí, pero no me queda opción. Si me atrevo a faltar, mis padres me echarán de la casa.

Ellos siempre han sido estrictos. Cuando notaron que estaba a nada de convertirme en un ermitaño, comenzaron a presionarme más de lo que podía soportar.

—Akihiro, hijo, no volverás a la casa hasta que termines de graduarte. Debes hacer amigos y, al menos, empezar a salir con alguna chica. Por ahora, vivirás con tu hermano en Tokio. Él viajó para recibir una educación de primera, así que te hospedarás en su habitación. Lleva tres años allí, no lo hagas quedar mal. ¡¿Entendido?!

Grandes expectativas, grandes problemas. Así son mis padres. Todo lo que quieren de mí es que cumpla sus ridículos estándares. Es fácil para ellos, ¿no? Después de todo, tienen éxito, prestigio y dinero. ¿Por qué no heredan todo eso y ya? ¿Por qué complicarme la existencia?

Y aquí estoy… sentado, escuchando este sermón de bienvenida en una escuela que no me interesa. Vine temprano porque mi hermano, el idiota perfeccionista, me obligó.

(Awwwhh…) —bostezo.

Al menos podría haberme dejado dormir un poco más. Anoche me quedé despierto probando un RPG que encontré en internet. Era una beta para un juego de realidad virtual que saldrá más adelante, y fui uno de los pocos elegidos para jugarlo. Un logro personal insignificante, pero mío al fin.

—Estimados compañeros de clase, soy el postulante a la alcaldía, Hideaki Satoru. Me presento para dar unas últimas indicaciones…

Y ahí está mi hermano.

Hideaki, el perfecto. Cabello oscuro, piel impecable, postura elegante. Un modelo de "excelencia" que tanto admiran mis padres. Lo odio. Siempre me ha opacado, siempre ha sido mejor en todo. Matemáticas, comunicación, deportes, tú dilo; él lo dominaba. Yo, en cambio, fui una sombra constante en su camino.

Con el tiempo, dejé de intentar impresionarlos. Me sumergí en el mundo del anime y los juegos. Al menos ahí no podía superarme.

"… Muchas gracias a todos por escucharme. Sé que este año me graduaré, pero deseo que todos aquí tengan un próspero año."

¡Presumido de mierda! Apuesto a que no durarías ni cinco minutos en un RPG como Dark Spirits.

Ignorándolo, me levanté del asiento y me dirigí hacia la salida.

No pienso volver a este lugar. Jamás.

Sin embargo, apenas di tres pasos, algo me golpeó en la cara.

---

Un golpe seco me detuvo. Me llevé una mano a la nariz, esperando sentir sangre, pero no. ¿Qué fue eso?

Parpadeé varias veces, tratando de enfocar. Todo a mi alrededor comenzó a brillar con una intensidad cegadora. Mis pies estaban rodeados de extraños símbolos que parecían moverse, como si estuvieran vivos. De pronto, un sonido eléctrico llenó el aire, y lo último que escuché antes de perder el equilibrio fue una voz profunda, casi solemne:

"Petición aceptada. Yo soy Astros, y te doy permiso para ir y ayudarlos en su desgracia. Buena suerte."

Mi visión se distorsionó por completo. La luz quemaba mis párpados, y un temblor ligero empezó a recorrer el suelo.

—¡Mierda! ¿Qué está pasando?

Intenté moverme, pero mi cuerpo no respondía. Todo se desvaneció en una negrura absoluta, acompañada por el eco de la voz de Astros.

Cuando volví en mí, el dolor había desaparecido. Mi cuerpo se sentía liviano, extraño.

Lo primero que noté fue el aroma a pasto fresco. Moví las manos, sintiendo la textura suave y fría de la hierba. Abrí los ojos lentamente y vi un cielo más azul de lo que jamás había imaginado.

Me incorporé, sacudiendo el polvo de mi ropa. A mi alrededor se extendía un páramo desolado, con colinas onduladas y montañas majestuosas a lo lejos.

Esto no es Japón. Esto no es la Tierra.

Me levanté por completo, observando a mi alrededor. No había carreteras, edificios ni señales de vida humana.

—¡Que mal inicio para un isekai! —bufé, cruzándome de brazos. —Si voy a ser el héroe, al menos podrían haberme enviado a una ciudad.

Miré hacia abajo, notando que los mismos símbolos que vi antes seguían visibles en el suelo, brillando tenuemente. Entonces lo entendí.

Fui invocado a un mundo paralelo.

Una risa amarga escapó de mis labios. Todo este tiempo había soñado con algo así, pero la realidad era mucho más cruda.

Extendí los brazos y observé el horizonte, inspirando profundamente. El aire era puro, y por primera vez en mucho tiempo, sentí una chispa de emoción.

—Me agrada este mundo… —murmuré. Luego, levanté la voz. —¡Me agrada! ¡A la mierda mi vida anterior! ¡Papá, eres un hijo de perra, espero no volver a verte jamás! Y tú también, Hideaki… ¡Jódete!

El grito resonó en el valle. Por primera vez en años, sentí una libertad que no podía describir.

Di vueltas sobre mí mismo, celebrando mi "victoria".

—¡Nada puede arruinar esto!

…O eso pensé, hasta que escuché una voz conocida detrás de mí.

—Oye… hermano… ¿qué dijiste exactamente sobre mí?

El mundo pareció detenerse. Mis músculos se tensaron, y mi celebración se desmoronó como un castillo de naipes. Giré lentamente para enfrentar a la persona que había hablado, con la esperanza de que fuera solo una ilusión.

Pero ahí estaba él.

—Hideaki…

Mi voz salió como un susurro.

—Hideaki… ¿qué haces aquí? —pregunté, sin molestarme en ocultar mi incredulidad.

Él me miró con esos ojos que siempre parecen juzgarme, incluso sin decir nada.

—Akihiro Satoru, ¿se puede saber qué dijiste sobre mí?

Tragué saliva, girándome lentamente. En su rostro se dibujaba una mezcla de irritación y superioridad. Una de mis peores pesadillas acababa de hacerse realidad: por que también lo habían traído a él.

—Esto debe ser una broma… —murmuré, retrocediendo un paso.

—¡Idiota! ¡Ten más respeto por tu hermano mayor! —rugió.

Antes de que pudiera defenderme, sentí su puño conectando directo en mi nariz. Mi cuerpo salió despedido, aterrizando en el suelo con un golpe seco.

Genial. Nuevo mundo, mismas humillaciones.

Me quedé allí unos segundos, mirando el cielo, mientras gotas de sangre caían de mi rostro.

—Por supuesto… —dije entre dientes. —Por supuesto que tenía que ser tú.

—¿Qué has dicho?

—Nada, hermano. Nada que valga la pena repetir —dije mientras me incorporaba, limpiándome la sangre con la manga de mi camisa.

Hideaki se cruzó de brazos, mirándome con esa superioridad innata que tanto detestaba.

—Madura, Akihiro. Estamos en una situación que ninguno de los dos entiende, y lo último que necesitamos es tu actitud inmadura.

Rodé los ojos, ignorando su regaño. Siempre con sus sermones, como si fuera algún tipo de líder iluminado.

—¿Y qué sugieres que haga, oh sabio Hideaki? ¿Me arrodille y te agradezca por estar aquí para salvarme?

—No —respondió, calmadamente, lo que solo logró irritarme más—. Sugiero que uses tu cerebro por una vez en tu vida.

Abrí la boca para responder, pero una voz femenina interrumpió nuestra discusión.

—¿Ustedes también acaban de llegar?

Ambos nos giramos hacia un grupo de estudiantes que se acercaban. Eran cinco chicas, todas vistiendo el mismo uniforme escolar que nosotros. Una de ellas nos miraba con nerviosismo.

—¿Más estudiantes? —pregunté, levantando una ceja.

—Parece que no fuimos los únicos transportados —respondió Hideaki, con un tono serio.

Genial. Esto es peor de lo que pensaba.

Las chicas se presentaron una por una. La primera era Vania Mitsura, una chica de primer año que parecía salida de un anime moe. Luego estaba Amelia Namiko, seria y reservada, quien aparentemente conocía a Hideaki de competencias deportivas asta incluso podría decir que está enamorada de él. Nami Arika, la tercera, tenía una actitud claramente tsundere, y no parecía emocionada por cooperar con nadie. Lia Akane, en cambio, compartía un aura similar a la mía; se veía tan perdida y desinteresada como yo. Finalmente, Akane Kira, la última en hablar, parecía distraída, como si estuviera en su propio mundo pero había algo en ella que me hacía despertar un sentimiento de nostalgia.

Cuando Hideaki se presentó, las chicas lo miraron como si fuera un héroe salido de un cuento de hadas. Por supuesto.

Yo, en cambio, no puse mucho esfuerzo en mi introducción.

—Akihiro Satoru. No esperen mucho de mí.

Nadie respondió, excepto Hideaki, que suspiró con decepción.

—Bien, ahora que sabemos quiénes somos, necesitamos un plan —dijo él, adoptando su tono de líder natural—. Alguien debe conocer este lugar o saber cómo regresar a casa.

—No estamos en la Tierra —interrumpió Lia, con seguridad.

Hideaki la miró, confundido.

—¿Qué quieres decir?

—Observa el entorno —continuó ella—. Las montañas, los cielos, las criaturas voladoras… Nada de esto existe en nuestro mundo.

Todos seguimos su mirada hacia el horizonte. En el cielo, una criatura alada con alas como cuchillas y un pico serrado surcaba los cielos. No era algo que pudiera encontrarse en ningún zoológico.

—Es un mundo distinto —añadió Vania con un tono emocionado—. ¿No les parece como un RPG?

Mi interés despertó al escuchar esa palabra.

—Exactamente lo que estaba pensando —dije, sonriendo por primera vez. —Si esto es un RPG, debe haber un pueblo cercano. Y si hay un pueblo, tal vez podamos empezar a subir de nivel.

Hideaki me lanzó una mirada de incredulidad.

—¿Hablas en serio?

—¿Por qué no? —respondí encogiéndome de hombros—. Si nos trajeron aquí, debe haber una razón.

Todos se miraron pero no tomaron importancia a lo que dije.

Habían pasado unas horas desde que comenzamos a caminar, y aunque el grupo intentaba mantener una actitud positiva, la tensión se hacía evidente. Hideaki lideraba al frente, como siempre, jugando al líder.

—Chicos, ¿pueden seguir caminando? —preguntó, deteniéndose para mirar a todos.

Algunos asintieron, mientras otros parecían estar en su límite. Yo, como de costumbre, iba al final del grupo, sin prestar demasiada atención. Habíamos estado siguiendo al sol poniente, esperando encontrar algo antes de que anocheciera.

No estábamos desesperados por agua o comida todavía, pero el cansancio mental comenzaba a pasar factura.

—Bueno, no está tan mal. Al menos tenemos esa sensación de que vamos en la dirección correcta —dijo Lia, rompiendo el silencio.

Asentí, aunque no estaba completamente convencido. Todo estaba demasiado tranquilo. Nada de caminos, nada de monstruos… ni siquiera un simple slime que pudiéramos usar para "subir de nivel".

Mientras descansábamos, me aparté un poco del grupo. Saqué mi celular y comencé a tomar fotos de unas flores brillantes que sobresalían entre la vegetación. Eran hermosas, con un resplandor casi mágico. No sabía si serían útiles, pero en los juegos RPG, las hierbas siempre tenían su valor. Mejor prevenir que lamentar.

Cuando retomamos la marcha, seguimos el sol que se ocultaba en el horizonte. Finalmente, después de un rato, apareció un pequeño pueblo en el horizonte.

—¡Un pueblo! —gritó Hideaki.

El alivio fue inmediato. Finalmente, algo de civilización.

Cuando llegamos, el lugar era exactamente lo que esperabas de un RPG: casas de madera, caminos de tierra, y personas con ropas medievales que nos miraban con curiosidad.

Un hombre robusto se nos acercó, con una sonrisa amable pero intrigada.

—Vaya, parece que tenemos visitantes. Su ropa es… interesante. ¿De dónde vienen?

Hideaki se adelantó, como siempre.

—Somos estudiantes de Tokio. ¿Podría decirnos qué lugar es este?

El hombre frunció el ceño, claramente confundido.

—¿Tokio? Nunca he oído de un lugar así.

—Tokio… es la ciudad de donde venimos —añadió Hideaki, intentando sonar diplomático—. No importa, ¿cómo se llama este lugar?

El hombre asintió, todavía desconcertado, pero decidió seguir el hilo de la conversación.

—Este es el pueblo de Brings. Si necesitan orientación, pueden hablar con el alcalde. Vive al final de la calle principal, en la casa más grande.

Hideaki inclinó ligeramente la cabeza en agradecimiento, y el hombre nos dejó continuar.

Sin embargo, lo que llamó mi atención fue una tienda con un letrero que tenía un dibujo de hierbas.

—Voy a investigar algo —dije, señalando la tienda.

Hideaki frunció el ceño.

—¿Qué vas a hacer?

—Vi unas plantas en el camino. Quiero saber qué son.

—Akihiro, no es momento de separarnos —dijo con su tono autoritario habitual—. No sabemos nada de este lugar.

—Déjame en paz, Hideaki. No necesito que me cuides.

—No te vas a ir —dijo, colocándose frente a mí con una expresión seria.

—¿Qué harás? ¿Golpearme? —me burlé.

—Akihiro, no seas idiota.

—¿Y tú no puedes dejar de jugar al héroe por cinco minutos? ¿O es que te gusta impresionar a tus "admiradoras"?

Mi mirada se desvió intencionadamente hacia Amelia, quien no apartaba los ojos de Hideaki.

—¡Cállate, Akihiro! —gritó Amelia, pero ya era demasiado tarde.

Hideaki me miró con una furia que no veía desde que éramos niños. Antes de que pudiera reaccionar, su puño conectó con mi rostro, enviándome al suelo.

—Eso es lo que te mereces por ser un imbécil —gruñó, mientras las chicas miraban en silencio.

Me quedé allí unos segundos, el dolor punzante extendiéndose por mi mejilla.

—Haz lo que quieras, pero no vengas llorando si algo te pasa —dijo Hideaki, dándome la espalda y regresando con el grupo.

Me levanté con esfuerzo, frotándome el rostro. Aún con el dolor, me dirigí a la tienda, sin mirar atrás.