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Chapter 3 - Nos está quitando lo que somos

Mateo sintió el frío de su propia respiración mientras la gota de sudor descendía por su espalda, pegando la tela de su camiseta a la piel. Las palabras de su padre seguían rebotando en su cabeza como un eco implacable: "Una guerra."

—¿Una guerra? —repitió, apenas un murmullo, como si decirlo más alto fuera a convertirlo en realidad.

Tomas levantó la vista desde el televisor y miró directamente a Mateo. Había algo en su mirada, algo que Mateo no podía descifrar del todo: una mezcla de preocupación, cansancio y una sombra de miedo que no le había visto nunca. Finalmente, Tomas asintió, despacio, casi como si le doliera confirmar lo que acababa de decir.

Clara, sentada al borde del sofá, intervino con una voz que intentaba sonar calmada, pero que temblaba en los bordes. —No sabemos si eso va a pasar. Y si pasa… los soldados se encargarán de eso. No tienen que preocuparse.

Pero sus ojos no se movieron de la pantalla del televisor, donde las imágenes seguían repitiéndose en un bucle interminable: calles llenas de humo, gente corriendo, titulares alarmantes que se actualizaban cada pocos segundos. La palabra "caos" aparecía una y otra vez.

Sofía, sentada al lado de Mateo, extendió la mano y le apretó suavemente el brazo. —Sí, es cierto —susurró, con una voz que parecía dirigida más a tranquilizarse a sí misma que a él.

Mateo asintió lentamente, pero el nudo en su garganta no desapareció. Miró a sus hermanas, luego a su madre, y finalmente a su padre. Buscaba algo, cualquier señal de que esto era solo una exageración, que todo se calmaría con el amanecer. Pero todo lo que encontró fue el reflejo de su propio miedo en sus rostros.

En la pantalla, un titular nuevo llamó su atención: "ALERTA: ZONA DE EXCLUSIÓN DECLARADA EN EL DISTRITO SUR."

—Deberíamos ir a dormir por ahora —dijo Gabi, rompiendo el pesado silencio. Su tono era firme, casi autoritario, como si quisiera tomar el control de la situación. Pero Mateo notó la forma en que su mandíbula se tensaba, traicionando su propia inseguridad.

—Sí, tienen razón —añadió Sofía, soltando el brazo de Mateo y poniéndose de pie. Apretó los labios y respiró hondo antes de continuar—. Vamos a descansar. Mañana sabremos más.

Clara asintió, intentando una sonrisa que apenas logró esbozar. —Vayan a dormir. Su padre y yo nos quedaremos un rato más viendo las noticias.

Mateo dudó por un momento, sus ojos todavía pegados a la pantalla. Las imágenes eran casi hipnóticas, como si no pudiera apartar la vista aunque quisiera. Finalmente, se dio la vuelta con esfuerzo. —Bueno… mamá.

Mientras subían las escaleras, Gabi pasó un brazo por los hombros de Mateo. Su contacto era firme, reconfortante, aunque él podía sentir la tensión en su hermana mayor.

—No te preocupes demasiado —dijo en voz baja, casi en un susurro—. Siempre exageran en las noticias. Ya lo sabes.

Mateo no respondió. Su mente seguía atascada en los titulares y en las imágenes. Sabía que Gabi intentaba calmarlo, pero no podía ignorar lo que había visto: humo, gritos, cuerpos tendidos en las calles.

En su cuarto, cerró la puerta y se dejó caer sobre la cama. Las sombras de los árboles afuera proyectaban formas extrañas en las paredes, y los murmullos de la televisión desde abajo se filtraban a través del suelo. ¿Cómo empezó esto? ¿Y qué va a pasar después? La pregunta lo atormentaba mientras fijaba la vista en el techo, incapaz de dormir.

En la sala, Tomas apagó el televisor, dejando el cuarto en un silencio inquietante que solo era roto por el zumbido del refrigerador.

—¿Deberíamos decirles algo más? —preguntó en voz baja, su tono grave, como si temiera que alguien más pudiera escucharlo.

Clara negó con la cabeza, cruzando los brazos sobre el pecho como si intentara protegerse del peso de sus propios pensamientos. —No. Es mejor que no sepan hasta que sepamos más nosotros.

Tomas suspiró, pasándose una mano por la cara. Su mirada estaba fija en la ventana, donde el reflejo de la luna iluminaba débilmente el patio trasero. —Espero que esto no sea lo que creo que es…

Clara no respondió. En lugar de eso, se acercó y tomó su mano, entrelazando sus dedos con los de él. Su agarre era fuerte, casi desesperado, como si intentara encontrar algo de consuelo en el contacto físico.

Ambos se quedaron así, en silencio, mientras las sombras de la noche parecían volverse más largas, más pesadas, envolviendo la casa en una atmósfera de incertidumbre y temor.

Mateo estaba en su habitación, las sombras de la noche envolvían la casa en un silencio inquietante. A pesar de la preocupación que invadía su mente, el agotamiento mental y físico terminaron por vencerlo. Sus ojos, pesados como el plomo, se cerraron lentamente hasta que el sueño lo reclamó. Había pasado semanas acumulando tensión, y esta noche no era diferente. El peso de la incertidumbre era una carga abrumadora.

En la sala, Tomás sostenía a su esposa, Clara, en un abrazo que intentaba ser reconfortante. Sentía sus manos temblar levemente contra su espalda mientras ella susurraba entre lágrimas:

—Tengo miedo, Tomás. Miedo de que Mateo tenga que ir a la guerra… o algo peor.

Él la estrechó más fuerte, apoyando su barbilla en el cabello de Clara. Trataba de ser la roca que ella necesitaba, pero su propio corazón también latía con desesperación.

—Todo va a estar bien, te lo prometo. Los protegeré a ti y a los chicos. Nadie les hará daño mientras yo esté aquí.

Clara enterró su rostro en el pecho de Tomás, buscando refugio en sus palabras, aunque ambas sabían que no había garantía de seguridad en un mundo que se estaba desmoronando.

En otra habitación, Sofía navegaba frenéticamente en internet. Cada página cargada solo alimentaba su ansiedad. Las noticias oficiales ofrecían poco más que evasivas, pero en los rincones oscuros de las redes sociales, los rumores se apilaban como un torrente de pánico.

Mientras tanto, en su propia habitación, Gabi hacía lo mismo. El brillo de la pantalla iluminaba su rostro cansado, y sus dedos temblaban mientras pasaba de un post a otro. Las palabras parecían parpadear frente a sus ojos: "ataque terrorista", "gas alucinógeno", "personas violentas".

No pudo ignorar un sonido en el pasillo. Levantó la mirada y, tras un momento de duda, se dirigió a la habitación de su hermana.

—Sofía, ¿estás despierta?—susurró.

—Sí. ¿Qué pasa?—respondía Sofía mientras se levantaba a abrir la puerta. El rostro preocupado de Gabi la recibió.

—¿Puedo pasar?

Sin decir nada, Sofía asintió y retrocedió para dejarla entrar. Cerró la puerta tras ella mientras Gabi se sentaba al borde de la cama.

—¿Encontraste algo?—preguntó Gabi, rompiendo el silencio.

—Solo teorías locas… aunque hay algo que me pone nerviosa.— Sofía giró la pantalla hacia su hermana. Había encontrado un grupo de teorías conspirativas llamado Zero Point World Alert.

Los videos en la pantalla eran una mezcla de grabaciones caseras, imágenes borrosas y titulares alarmantes. Una grabación en particular mostraba una calle devastada en Nueva York. Un hombre observaba desde el interior de una tienda. Entre los coches abandonados, una figura tambaleante cruzaba lentamente, su rostro parcialmente visible. Lo poco que quedaba de su mandíbula colgaba grotescamente.

El flujo de información se volvía cada vez más inquietante. En la pantalla de la computadora de Sofia, los tweets de Zero Point World Alert seguían inundando el feed, y la confusión reinaba. Los mensajes, tan dispersos como alarmantes, mostraban una visión apocalíptica del mundo.

En uno de los tweets más recientes, un usuario conocido como RedSun_25 había compartido un video de lo que parecía una ciudad desolada en medio de la noche. Las calles vacías se extendían como un desierto sombrío, iluminadas solo por luces parpadeantes que titilaban como si la vida se estuviera apagando lentamente. En el fondo, una figura vagaba entre los coches abandonados. Su paso lento y descoordinado era tan inquietante como el aire helado que envolvía la escena.

"Este no es el fin del mundo, es el fin de la humanidad. Lo que está pasando ahora no tiene explicación. El gas... no se trata solo de violencia. Es algo mucho peor. No estoy seguro de cuánto tiempo más puedo grabar, pero... no confíen en nadie. Ni siquiera en los que dicen que saben qué hacer."

El tweet venía acompañado de una foto que mostraba el rostro mutilado de una persona, como si estuviera a medio descomponer. La mandíbula rota y los ojos vacíos daban una sensación de horror palpable, pero la peor parte era la actitud. Esa mirada, fija y vacía, sin rastro de humanidad, pero con una intensidad que no podía ser ignorada.

A su lado, NightWatch_42, otro usuario recurrente en el foro, publicó algo aún más perturbador. A diferencia de las imágenes habituales, su mensaje era corto, casi seco. En su tweet no había videos ni fotos, solo una línea que era suficiente para que todos los que lo leyeran sintieran un escalofrío recorrerles la espalda:

"El gas no solo está creando monstruos... nos está quitando lo que somos."

Entre los comentarios, Watcher_99 comenzó a teorizar: "Lo que muchos no entienden es que no solo están volviendo a la gente violenta... Están cambiándolos, por completo. No es solo agresividad, es como si se les borrara el alma. Son... espectros. Y lo peor de todo, nadie los ve venir."

El miedo palpable que emanaba de ese comentario hizo que Sofia y Gabi intercambiaran miradas nerviosas. ¿Serían las cosas tan malas como los usuarios decían? Mientras tanto, un último tweet, cargado de desesperación, apareció:

"Si alguien está leyendo esto, no está solo. Pero no confíen en los demás. Todos los gobiernos están callando esto. Las luces de la ciudad ya no funcionan, la gente está desapareciendo, y aquellos que quedan... no son los mismos. No tengo pruebas, pero... ¿Quién más se ha dado cuenta de que la gente ya no huye del peligro? "

Esa última línea golpeó a todos en la habitación con una fuerza inesperada. Sofia sintió un nudo en el estómago, un sentimiento de impotencia y miedo, mientras las palabras se grababan en su mente. Los comentarios debajo del tweet hablaban de ciudades que caían una tras otra, con informes de ataques similares al del Banco Central Argentino en otras partes del mundo.

La siguiente publicación era un video corto, grabado en una calle de Brasil. La cámara temblaba, pero lo que mostraba era inconfundible: un hombre, aparentemente normal, se acercaba a una tienda de comestibles, como si buscara algo. De repente, su mirada se volvió vacía, como si algo en su interior hubiera sido despojado de humanidad. En un movimiento repentino, comenzó a golpear con sus manos desnudas las ventanas de la tienda, dejando una serie de marcas sangrientas en el cristal.

"Esto no es un ataque terrorista", escribió Lone_Wolf_37 en el tweet que acompañaba el video. "Esto es algo mucho más grande. Si aún no lo entiendes, es hora de despertar."

Toda esa información se apilaba sobre ellos como una montaña de angustia, y cada tweet, cada video, parecía corroborar los temores que ninguno de ellos quería admitir. El gas no solo estaba alterando las mentes, estaba transformando a la humanidad misma en algo irreconocible. Los rostros, las miradas vacías, las acciones violentas sin justificación... todos parecían estar conectados, como si estuvieran narrando el principio de una invasión silenciosa y letal.

Cuando un tweet de ZeroPoint_Alert apareció con un enlace a una recopilación de noticias internacionales, el pánico se desató aún más. Los titulares de los noticieros de todo el mundo coincidían: "Un ataque terrorista en el Banco Central. Los gobiernos piden calma". Pero, mientras los usuarios de Zero Point World Alert conectaban los puntos, las imágenes se volvían más oscuras, los informes más aterradores.

De los Estados Unidos a Sudáfrica, de China a Brasil, todos los países estaban viviendo la misma pesadilla. Las luces se apagaban simultáneamente. Los ataques violentos ocurrían en todas partes. Y lo que más aterraba era la repetición del patrón: personas con miradas vacías, caminando como sombras en medio del caos.

Mientras todos miraban esas publicaciones, un nuevo tweet de ZeroPoint_Alert apareció, acompañado de un enlace a una nueva transmisión en vivo.

"Ya no hay más tiempo. Están aquí. Y no son lo que pensábamos."

La transmisión mostraba una ciudad oscura, pero en el horizonte, algo se movía. No eran zombis, ni criaturas deformes, pero la sensación de horror era inconfundible. Lo que estaba ocurriendo no era un accidente, ni un desastre natural. Era el comienzo de una nueva era. Una era en la que los seres humanos ya no serían los mismos.

—¿Qué es esto?—preguntó Gabi, entre la fascinación y el horror.

—No lo sé. Los llaman "personas violentas", pero… no parece algo normal. Mira esto.

Otro video comenzó a reproducirse. Esta vez, desde Grecia. Las imágenes temblorosas mostraban a un grupo de personas corriendo, perseguidas por algo que no lograban captar del todo. El video se cortaba abruptamente entre gritos. En los comentarios, las palabras "Apunten a la cabeza" y "No confíen en nadie" se repetían como un mantra.

—Esto es una locura… ¿y si no lo es?—murmuró Gabi.

En la sala, Clara había caído dormida en el regazo de Tomás. La televisión seguía encendida, con el volumen lo suficientemente bajo como para no molestar, pero lo suficientemente alto como para que Tomás escuchara las noticias. "Manténganse en sus casas", decía el panelista, "el corte de energía parece estar afectando a múltiples países…"

Y entonces, se fue la luz.

Un grito cortó el silencio. Tomás se levantó de inmediato, dejando a Clara dormida en el sofá. Corrió hacia las habitaciones de los niños.

—¡Sofía! ¡Gabi! ¿Están bien?—preguntó mientras abría la puerta.

Sofía y Gabi estaban juntas, con la pantalla de la computadora iluminando sus rostros pálidos.

—Estamos bien, papá. Solo fue el corte de luz—respondía Sofía, aunque su voz temblaba ligeramente.

Mateo también apareció en la puerta, con el cabello desordenado y el sueño interrumpido.

—¿Qué están haciendo?—preguntó Tomás al notar la pantalla de la computadora.

—Buscábamos información… sobre lo que está pasando—dijo Gabi, mordiéndose el labio.

En ese momento, la pantalla mostró un nuevo video. Era del mismo hombre que había grabado al caminante en Nueva York. Esta vez, el video mostraba al mismo ser tambaleándose hacia una puerta de cristal, tratando de abrirla. No consiguiéndolo, comenzó a golpear con fuerza, sus movimientos cada vez más frenéticos.

El video terminó abruptamente con un texto que heló la sangre de todos en la habitación: "Esto es real. Deséenme suerte."

La imagen de ese ser no desaparecía de sus mentes. Aunque ninguno lo dijo en voz alta, sabían que algo estaba profundamente mal en el mundo. Y esa noche, todos en la casa sintieron que el miedo había encontrado un nuevo hogar entre ellos.