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Chapter 2 - capitulo único

Sala de espera, un ambiente surrealista.

La fila parecía interminable, compuesta por personas de toda clase y tiempo. En una esquina de la sala, un joven con el cabello negro alborotado, lentes redondos, uniforme escolar con túnica y una bufanda roja y dorada, hablaba con alguien. Ese alguien no era cualquiera. Era una figura majestuosa, tal vez un dios, aunque su apariencia no era precisamente intimidante; más bien, desprendía una extraña mezcla de solemnidad y cansancio cósmico.

Marco, observando desde su lugar en la fila, levantó una ceja mientras mascullaba para sí mismo:

—Ese güey se me hace conocido… ¿pero de dónde?

El supuesto dios, con voz grave y paciente, le decía al joven:

—Entiendo que no haya sido fácil. Tu destino estaba marcado desde antes de que nacieras, pero cumpliste con tu parte. La vida te puso pruebas, y tú… sobreviviste. Ahora, regresarás para terminar lo que empezaste.

El joven, con una mezcla de cansancio y aceptación, simplemente asintió.

Fue entonces cuando las palabras del dios resonaron en la mente de Marco:

"Él es el Niño que Vivió."

Un destello de reconocimiento iluminó la expresión de Marco, quien soltó una carcajada mal contenida.

—¡Ah, ya! Ese es el pendejo del Potter. —Se cruzó de brazos, mirando con descaro al muchacho—. La neta, qué puto protagonista tan más pinche tarado.

¿Cómo rayos ese güey fue el elegido?

O sea, un villano que ni al caso más pinche sacado de la manga, el puto del Voldemort que ni se puede regenerar bien, y un prota más manipulado que un títere. ¡No mames! Que Pinche combinación mas pendeja.

Las personas a su alrededor empezaron a voltear, unas indignadas, otras tratando de ocultar una sonrisa. Pero Marco, como siempre, ni se inmutó.

—En serio, ¿no les parece ridículo? O sea, el destino del mundo en manos de ese pendejo. ¡Ya ni la chingan!

El joven aludido giró la cabeza hacia Marco, sus ojos verdes relampagueando detrás de los lentes. Pero en lugar de responder, simplemente suspiró y volvió a hablar con el dios.

Marco solo sacudió la cabeza, divertido consigo mismo.

—No cabe duda, hasta en el más allá me encuentro a cada personaje… pero no mames wey neta tu eres el peor prota que he visto jajajajajajaja

Marco no se contenía, su voz resonaba en la sala como un trueno de sarcasmo puro y muchas grocerias.

—¡Sí, wey, lo que escuchaste! —continuó, mientras algunas personas se volteaban, intrigadas o escandalizadas—. O sea, el pendejo ese que tienes enfrente, Harry Potter, bien podía haber hecho uso de su pinche fama para rifarse. ¿Pero qué hizo? ¡Nada! El señorito prefirió dejar que lo manipularan como si fuera un puto títere de feria.

Apuntó con un gesto exagerado hacia el muchacho de lentes redondos.

—¡Mira nomás! Su supuesto mejor amigo, el pelirrojo, nomás lo usó, lo manipuló. ¿Y qué hace este güey? En lugar de irse con la morra más rifada que tenía a su lado —sí, wey pinche pendejo de mierda la chiquinami de Hermione, ¿quién más?—, ¿qué hace? ¡Se queda con la cabeza de zanahoria! No, no mames wey. ¡Vete a la verga! ¡A saber qué tantas madres le dio esa Ginny para que se quedara todo idiota por ella! Capaz que hasta agüita de calzón le hizo.

Un grupo de personas sofocó una risa detrás de sus manos, pero Marco no se detuvo. Si algo sabía hacer, era soltar toda la artillería.

—¡Y espérate, porque no he acabado! —soltó, con un ademán dramático hacia el dios de la sala—. ¿Y qué pedo con los discursos, del barbas de chivo? ¡"El amor lo vence todo"! ¡No mames, wey! Esa es la mayor pendejada que he oído en mi vida.

Es como si dijera ( y marco asume una pose increíblemente masculina jajajajaja no no decir bien puñal) me protejo me protejo jajajajajaja para detener una puta bala wey jajajajaja

Un hombre que estaba más adelante en la fila, evidentemente incómodo, murmuró un "Cálmate, hermano", pero Marco simplemente lo ignoró y siguió:

—Tienes a un grupo de pendejos con varitas mágicas, todos con años de experiencia, poderes cabrones, y dices: "Nah, que el amor lo resuelva". ¡No me chingues pinche pendejo, tu "sabiduría" parece sacada de una telenovela barata! Ni la pinche rosa de Guadalupe dice esas pendejadas jajajaja

Las risas ya no se podían contener del todo. El joven Potter apretó los puños, pero el dios, con una paciencia inhumana, levantó la mano en un gesto tranquilizador.

—Marco… —comenzó el dios, con voz profunda.

Pero Marco, obviamente, no lo iba a dejar terminar.

—¡No, no me vengas con tus mamadas, barbas! ¡Míralo! ¡Míralo bien! Ese "Niño que Vivió" sobrevivió más por chiripa que por otra cosa. Dime si no. ¡La neta! ¡Admite que tu plan estuvo más parchado que una barda vieja!

El dios suspiró, y el resto de la sala aguardó en tensión, pero también con curiosidad, para ver si este enfrentamiento tenía fin… o si Marco seguiría siendo Marco.

Marco, ahora completamente en su

elemento, se recargó en una pared

imaginaria, sacudiendo la cabeza como si lo que estaba por decir fuera la mayor tragedia del universo.

-¡No, espérate wey, porque esto se pone

peor, wey! -dijo, apuntando

directamente al joven Potter-. ¿Te

acuerdas de la francesa?

¡La francesa,cabrón! ¡Hermosa como ella sola! ¿Qué haces tú, "Niño que Vivió"? ¡Se te arruga el chiquito, cabrón!

¡Dejas que se vaya

por "el bien de la amistad y la puta

escuela"!

La gente en la fila estaba dividida:

algunos horrorizados, otros ahogándose

de la risa. Pero Marco seguía.

-O sea, no mames, wey. Tienes toda la

fama, toda la atención, ipodías

literalmente tirarte a todas las alumnas!Y ahí estás, dejando que te ridiculicen,¿por quién? ¿Por el puto Batman brilloso que ni al caso?

Ese puto Cedric se veía más de un pendejo anuncio de champú que de mago de verdad.

Marco empezó a caminar de un lado a

otro, gesticulando exageradamente

como si estuviera dando una

conferencia.

-Mira, cabrón, más pinche fácil no la podías haber tenido hubieras contribuido a la corrupción.

Tener al

pendejo de Fudge de tu lado. ¡Ah, pero

no! Tú ahí, jugando al santo. ¿Y la

Umbridge? ¡Hasta esa loca te hubiera

chupado los huevos

Un silencio incómodo se apoderó de la sala por un segundo. Incluso Marco se detuvo, frunciendo el ceño como si

hubiera ido demasiado lejos incluso

para sus estándares.

-Bueno, olvida eso último. Ahí sí me pasé de verga -dijo con una sonrisa sarcástica, levantando las manos en señal de disculpa.

El dios finalmente habló, con una voz

profunda y controlada:

-Marco, quizás debas reflexionar sobre

tus palabras. Cada decisión que Harry

tomó fue impulsada por algo que tú

pareces no comprender: sacrificio.

Marco, con una carcajada sarcástica, le

respondió de inmediato:

-¡Sacrificio, mis huevos cabron! Eso no era

sacrificio, eso era ser un pinche pendejo,

barbas. Aprende la diferencia, porque el

resto de nosotros sí la vemos.

El joven Potter parecía a punto de

explotar, pero el dios lo calmó con un

gesto. Marco, por supuesto, no se iba a

callar todavía.

-iLa neta, si así es el héroe del mundo

mágico, mejor vámonos todos a la

chingada! ¿Qué sigue? ¿Un discurso

sobre la magia de la amistad? iQue te

valga verga valedor!

Marco ya no se contenía, su discurso era un huracán de frustración y sarcasmo que hacía temblar la sala.

—¡Sacrificio, mis huevos, barbas! —gritó, señalando de nuevo al dios, quien permanecía impasible—. ¿Sacrificarte por una bola de pendejos que te desprecian, te robaron y te manipulaban? Y para colmo hasta agüita de calzon te dieron!!! ¡No mames! O sea, los conejos cabezas de zanahoria te robaban, te bajaron a la posible novia… ¿y tú, de pendejo, bien agradecido? ¡No, mames pendejo! Encima te quedas con la culera que seguramente te dio agüita de calzón. ¿Qué pedo contigo, Potter?

El murmullo en la sala se volvía cada vez más evidente, con varios tratando de contener la risa, mientras otros seguían mirando a Marco con puro juicio. Pero él estaba en llamas.

—En la pinche escuela eras el pendejo de todos que daba lástima, cabrón. Todo mundo te usaba. ¡El barbas de chivo ese! Literalmente te mandó a rifarte a los vergazos por una profecía de una loca que bien se chingaba su mariguana o honguitos mágicos para su alusin y que seguramente ni sabía leer las cartas bien. ¿Y tú? ¡Ahí vas, de pendejo obediente!

Marco hizo una pausa teatral, miró directamente al joven Potter, y con un dedo acusador, continuó:

—¡Tu pinche archienemigo, cabrón! Ese Malfoy parecía más un comercial de gel para el puto cabello que un villano serio. ¡Y te hacía lo que quería! ¿Y tú? ¡Dejándote! ¡Así, como pendejo!

Algunos no pudieron más y soltaron carcajadas ahogadas. Marco, con una sonrisa satisfecha, siguió construyendo su catedral de críticas.

—Y la francesa, cabrón. ¡La francesa! ¿Qué hiciste? ¡La dejaste ir! ¡Pinche pendejo! Esa mami estaba hecha para que conquistaras el mundo con ella a tu lado. Pero nooo… tú, todo moralista, "el bien de la amistad y de la escuela". ¡No mames! ¡A la verga, cabrón!

Por esa francesa conquistó el pinche universo solo por verla feliz y sonreír hijo d stu pinche madre , fleur delacour y Hermione eran la únicas que valían la pena de ahí pendejo pero no sé las dejas a los putos pobretones y te quedas con la zorra cabeza de zanahoria, no mames mi Potter que pendejo !!!!!

Marco se inclinó hacia el joven Potter, su cara a medio camino entre la burla y el asombro genuino.

—Mira, wey, a mí me ponen en tu lugar, y no mames, conquisto ese pinche mundo. ¡Con todo y Voldemort! Ni se diga de la escuela. ¡Es más, hasta hago que los elfos me sirvan botellas de whisky mientras el barbas de chivo me pule los zapatos! Pero no… tú ahí, jugando al mártir.

El dios finalmente suspiró, como si estuviera reconsiderando toda su existencia. Potter apretó los puños y murmuró algo inaudible, mientras Marco, con los brazos abiertos y un tono triunfal, concluyó:

—¡Así que no me hablen de sacrificios, porque si ese era tu plan, barbas, ¡estuvo más jodido que las secuelas de Star Wars!

Marco ya estaba completamente

encendido, su nivel de burla y sarcasmo

alcanzando dimensiones épicas. Se

cruzó de brazos, miró a Potter con una sonrisa burlona y, con voz alta y clara disparó:

-¡Nel, Potter! No me vengas con tus

mamadas de ardido, wey. Mira, si no

aprendiste nada haciendo el tutorial un

millón de veces, ya no hay remedio,

cabrón. Como dice el dicho: pendejo

naciste y pendejo te moriste.

¡Jajajajajaja!

La fila estalló en murmullos y risas mal disimuladas. Potter parecía a punto de responder, pero Marco, como siempre,no le dio la oportunidad.

iY otra cosa, wey! Neta, iqué pedo con

sus pinches varitas todas culeras? ¡Se

las daban de bien vergas, "oh, somos

todo poderosos", y nomás les quitas la vara y valieron verga! ¿Qué es eso, wey?¡Aprende de los que nos rifamos a mano limpia, culero! ¿Sabes qué? ¡Me la pelas!

Se detuvo un momento, levantando las

manos dramáticamente como si

estuviera dirigiendo un coro celestial.-iY ni me hagas empezar con el Voldy!

O sea, cabrón, si tan mágicos son,

¿cómo es que nadie pensó en usar una

pinche arma? ¡Con un buen revolver, te

chingas al Voldy en chinga! ¡Pum, pum, y

se acabó el "Niño que Vivió"! Fin de la

historia. iGracias por participar!

El dios se masajeaba las sienes,

visiblemente agotado, mientras Potter

parecía hervir de frustración, pero Marco

seguía como una locomotora sin frenos.

-¿No, pues qué? ¿Tanta magia y cero estrategia? Mira, cabrón, te juro que en mi barrio nos rifábamos con menos y salíamos ganando. Ustedes ahí con

varitas que parece que las compraron en el tianguis y ni eso podían manejar bien.¿Qué sigue, que te maten con un pinche palo común y corriente? ¡Jajajajaja!

El silencio incómodo que siguió solo fue roto por algunos aplausos tímidos en el fondo de la fila. Marco se giró hacia el dios con una sonrisa satisfecha.

-iAlgo que agregar, barbas? ¿0 ya

puedo seguir con mi show?

Marco, ahora completamente desatado, se llevó las manos a la cabeza como si no pudiera procesar el nivel de estupidez que estaba describiendo.

—¡No, no, no! ¡Espérate wey, porque el final es la cereza del pastel, cabrón! —exclamó, señalando a Potter con el dedo como si estuviera anunciando una gran revelación—. ¿Qué haces tú? ¡Nombras a tus pinches hijos con los nombres de los culeros que hicieron tu vida un infierno!

La sala quedó en silencio por un segundo, antes de que Marco, con un grito burlón, continuara:

—¡El barbas de chivo! Ese cabrón te manipuló más que un político en campaña. ¡Y el Snape amarguetas! ¡No mames! Ese wey nomás te trataba mal porque estaba ardido por qué no se chingo a tu jefa. ¡Y tú, de pendejo, "sí, vamos a honrarlos"!

Se dobló de la risa, casi incapaz de hablar, mientras algunos en la fila no podían contener las carcajadas.

—Wey, o sea, ¡eres pendejo, no hay duda! Pero hacer eso… ¡Eso es no tener madre, Potter! ¡Jajajajajaja!

Marco respiró profundo, intentando calmarse, pero su risa seguía saliendo entrecortada.

—¿Y al final, qué, wey? ¿Todo tu pinche sacrificio para qué, cabrón? ¡Para que te quedaras como un pinche gato de rango bajo en el Ministerio de Magia! ¿Nada cambió, cabrón! ¡Te aplicaron el clásico: "Gracias por participar. Te partiste la madre, pero chingas a tu madre, no vale"! ¡Jajajajajaja!

El joven Potter, con la cara completamente roja, se levantó de su asiento, pero el dios lo detuvo con una mano. Marco, viendo esto, se cruzó de brazos con una sonrisa socarrona.

—¿Qué, vas a llorar? —dijo Marco, con la misma actitud burlona—. Neta, cabrón, si vas a ser el "Niño que Vivió", mínimo vive con un poco de dignidad. Pero no, ahí estás, viviendo tu vida de perdedor mientras otros se quedan con el crédito. ¡Gracias por nada, Potter!

El dios finalmente levantó su voz, intentando restaurar algo de orden. Pero para Marco, el punto ya estaba claro: Harry Potter, en su opinión, era el héroe más pendejo que jamás existió. Y no había barbas, profecías, ni magia que pudieran cambiar eso.

Marco, después de soltar toda su artillería verbal, se estiró como si hubiera terminado una rutina de ejercicio. Se dirigió hacia la fila con una sonrisa satisfecha, levantando las manos como si estuviera recibiendo una ovación imaginaria.

—Bien, gracias por escuchar, gente. Ha sido un placer. Ahora ya puedo volver a la fila para el infierno. ¡Gracias, gracias, los amo a todos! —dijo, haciendo un par de reverencias exageradas.

Antes de girarse por completo, lanzó una última mirada al joven Potter, que seguía en su lugar, visiblemente frustrado. Marco, con una carcajada desvergonzada, agregó:

—Y tú, Potter… ¡neta, cabrón, eres un completo desperdicio! ¡Jajajajajaja!

La fila estalló en risas y aplausos espontáneos mientras Marco regresaba a su lugar, completamente satisfecho consigo mismo. El dios solo suspiró profundamente, mientras Potter, cabizbajo, murmuraba algo sobre que las acciones hablaban más fuerte que las palabras. Pero Marco, para entonces, ya estaba en su mundo, listo para lo que el más allá le tuviera preparado.

Marco no podía quedarse callado ante el comentario de Potter. Se dio la vuelta, señalando al joven con un dedo lleno de autoridad autoproclamada, y se dirigió al dios con una intensidad que llenó la sala.

—¡Las acciones, wey! ¡No mames, cabrón! —exclamó, con la voz resonando como un predicador en pleno sermón—. Mira, barbas, o lo que seas, neta pendejo, un pinche consejo: no le digas esas mamadas wey. ¡Cágalo en serio, dile hasta de lo que se murió, para que entienda el pendejo!

Marco se giró hacia el público, buscando aprobación, y continuó, elevando su voz aún más.

—No andes con tus frasesitas de "las acciones hablan mejor". ¡No, wey! En cualquier pinche mundo o universo, si no te pones vergas, te carga la verga. ¿O no, mi gente? —preguntó, levantando las manos como si estuviera esperando aplausos.

Varios en la fila asintieron con risas nerviosas, mientras otros murmuraban un "Tiene razón". Marco aprovechó el momento para intensificar su discurso.

—¿Cuántos de nosotros siempre tuvimos que rifarnos el culo para vivir, eh? ¡Y me sales con esas pendejadas, barbas! ¡No mames! Este cabrón, Potter, si algo necesita es que lo cagues como si fuera el pinche fin del mundo, ¡para que vea la realidad!

Volvió a girarse hacia los demás, extendiendo las manos como si estuviera buscando respaldo.

—¿O qué opinan, mi gente? ¿A poco no es cierto lo que digo?

Un hombre al fondo gritó: "¡Cierto, cierto, Marco tiene razón!". Las risas se intensificaron. Marco, alimentado por el apoyo, lanzó su golpe final.

—¡Así que ya sabes, barbas! Si quieres que este pendejo aprenda algo, deja las frases de autoayuda y haz lo que se debe hacer. Porque, la neta, Potter… —se inclinó hacia él, mirándolo directo a los ojos—, eres el ejemplo perfecto de lo que pasa cuando no te pones las pilas en la vida. ¡Jajajajajaja!

El dios finalmente alzó una ceja, pero parecía resignado. Potter, por su parte, optó por el silencio, aunque su cara roja hablaba por sí sola. Marco, satisfecho como nunca, regresó a su lugar en la fila, saboreando cada segundo de su triunfo.

Marco no se aguantó y volvió a soltar su juicio, ahora con un tono completamente arrasador, apuntando directamente a Harry Potter como si fuera el objetivo de una venganza personal.

—¡Y si, pendejo! —dijo con una risa burlona, mirando al joven Potter—. Al chile, tú eres el peor protagonista que he visto en toda mi vida, cabrón. En mi mundo, o en el mundo de cualquiera de los aquí presentes, te carga la verga en corto, wey. ¡Ni cómo ayudarte, mi Potter!

El ambiente en la sala estaba electrificado. Marco aprovechó para hacer una pausa dramática, dejando que sus palabras calaran hondo. Pero, claro, no podía dejarlo ahí.

—Pero neta, wey, ¿qué pedo con la francesa? ¡Esa chiquimami, cabrón! Le daba el pinche universo solo por verla sonreír. ¡Es que no hay duda, wey! ¡Qué pendejo eres, Potter! Ni la puta dignidad tenías.

Se giró hacia el público de nuevo, buscando un respaldo aún mayor, y con una sonrisa cargada de sarcasmo, exclamó:

—¿O no, mi gente? ¡A poco no! ¡Ese cabrón ahí, dejando ir el universo solo por no hacerse el pinche hombre! ¡Jajajajajaja!

La sala comenzó a llenarse de risas, algunos aplausos tímidos, y hasta alguien dijo: "¡Qué gran verdad!" Marco estaba disfrutando del caos que había desatado.

—¡Pinche Potter, no mames! —gritó una vez más—. Si estuvieras en cualquier otro mundo o dimensión, ya estarías más muerto que la carrera de un influencer que se cree filósofo. ¡Pero tu te vas a quedar ahí, con tu puta moral y tu varita de tercera!

Marco, con su actitud desbordante, levantó los brazos como si acabara de dar el discurso más épico de su vida. Miró a su alrededor, viendo las caras divertidas y las risas que había desatado, y con una sonrisa satisfecha, dijo:

—¡Bien, mi gente! ¡Ya me puedo ir al infierno! —se carcajeó, haciendo una reverencia exagerada—. ¡Besitos a todos! Gracias por escucharme, cabrones, ¡no hay como un buen desmadre para sacar todo lo que traía!

Luego, mirando al dios, sentenció con una sonrisa burlona:

—Y neta, barbas, deja las frases de autoayuda. ¡No ayudan! Lo que se requiere es la verdad, como dicen en el pueblo: directa y sin escalas. Así de sencillo, cabrón.

Con una última mirada al joven Potter, Marco se encaminó hacia la salida de la sala, dejando atrás un caos de carcajadas, murmullos y un aire de desdén que llenaba la habitación. Cuando finalmente cruzó la puerta, sus últimas palabras resonaron en el aire:

—¡Gracias por participar, culero! ¡Nos vemos en el infierno, jajajajaja!

El dios, tras ver cómo Marco dejaba la sala en su estela de caos y risas, no pudo evitar una profunda reflexión. Sus ojos se fijaron en Harry Potter, que aún estaba sentado, con la cabeza agachada y los hombros caídos, claramente incómodo.

Después de unos segundos de silencio, el dios, con tono grave y serio, rompió el ambiente con su voz profunda.

—Potter… —dijo, mirando fijamente al joven—, aunque Marco lo haya dicho a su manera, hay algo que debes entender.

Harry levantó la cabeza, temeroso de lo que estaba por venir. El dios no parecía dispuesto a ser suave.

—Escucha bien, muchacho —continuó el dios, con la mirada fija en Potter—. Lo que ese cabrón te dijo no fue solo para hacerte sentir mal. Te dio una lección que, por más cruda que sea, es lo que necesitas. ¿Sabes por qué? Porque la vida no te va a dar segundas oportunidades, y las frases bonitas de moralidad no van a cambiar lo que ya hiciste mal.

Harry se quedó en silencio, asimilando las palabras. El dios suspiró y dio un paso hacia él, como si quisiera asegurarse de que lo entendiera.

—Lo que necesitas no es un puñado de frases vacías, ni un "todo se soluciona con amor" —prosiguió el dios, su tono ahora más directo y duro—. Lo que necesitas es ser real, asumir lo que hiciste y cambiar las cosas de una vez por todas. Si no te pones las pilas, todo lo que sacrificaste no habrá valido de nada.

La mirada del dios se endureció un poco más.

—¿Sabes por qué la gente te usó y te manipuló todo el tiempo? Porque no supiste poner límites. Pensaste que todo era un juego, que la magia lo resolvería todo. Pero no fue así. Tú mismo dejaste que todo se fuera al carajo, porque nunca supiste luchar de verdad, cabrón. Y ahora... —el dios hizo una pausa, como si estuviera evaluando la situación—. Ahora te toca cargar con las consecuencias.

Harry tragó saliva, claramente afectado por la reprimenda. Sabía que no podía desmentir nada de lo que el dios le estaba diciendo.

El dios dio un último suspiro, como si finalmente hubiera dicho todo lo que necesitaba.

—Así que, Potter... sí, las acciones hablan más que las palabras. Pero ahora es momento de actuar, cabrón. Ya basta de ser un pendejo. Si te queda algo de dignidad, empieza a hacer lo que tienes que hacer.

Con esas palabras, el dios se dio la vuelta y, sin decir más, se retiró de la sala, dejando a Potter con el peso de sus propias decisiones sobre los hombros. La lección de Marco, aunque brutal, parecía haber calado hondo.

Harry, completamente agotado y sobrepasado por la situación, levantó la vista hacia el dios, su voz quebrada por la frustración y el cansancio.

—Potter... —dijo, sus ojos llenos de desesperación—. No quiero volver jamás. Estoy harto de todo esto. Si realmente quieres que algo cambie... manda a ese Marco en mi lugar desde el inicio. A ver si es verdad que se rifa como dice. Yo solo quiero ir con mis padres. Por favor, te lo suplico.

El dios se quedó en silencio, con una mirada pensativa, evaluando las palabras de Potter. El peso de la petición flotaba en el aire. Sabía que, aunque la oferta de Potter sonaba tentadora, no era tan simple. La situación no se resolvía con un simple cambio de protagonistas.

El dios caminó unos pasos hacia la ventana, observando el horizonte. Podía escuchar las palabras de Marco retumbando en su mente. "Haz lo que se debe hacer", "Las acciones hablan más que las palabras". Sabía que había algo de verdad en eso, pero también entendía que el joven frente a él ya había sufrido demasiado.

Después de unos largos momentos de reflexión, el dios giró hacia Potter, su rostro serio, pero con un atisbo de comprensión en los ojos.

—No puedo hacer eso, Potter —dijo en voz baja, aunque con firmeza—. La vida no funciona de esa manera. No podemos cambiar los roles, ni hacer que otro cargue con tu destino. Cada uno tiene su propio camino, por más que nos cueste aceptar las consecuencias.

Harry tragó saliva, pero las palabras del dios no parecían consolarlo.

—Lo que puedo hacer —continuó el dios—, es ofrecerte algo más. No te voy a devolver a tus padres, Potter. Pero te puedo dar la oportunidad de decidir cómo continuar desde aquí. Te ofrezco algo que Marco nunca tendría: la posibilidad de aprender, de cambiar, y de finalmente tomar control de tu vida. Elige lo que quieras hacer con esa oportunidad, pero no puedo simplemente borrarlo todo.

Potter, aunque todavía frustrado, se quedó en silencio. Había algo en esas palabras que lo tocaba, aunque no quería aceptarlo. El dios no le estaba ofreciendo una salida fácil, pero al menos le daba la oportunidad de redimirse, de aprender a luchar por sí mismo. Sin embargo, la idea de perder esa oportunidad de reunirse con sus padres seguía pesando en su corazón.

El dios, con un último suspiro, se acercó nuevamente a Potter.

—La decisión es tuya, pero recuerda que, aunque el camino que elijas será difícil, será tu camino. Y eso, al final, es lo único que importa.

Y con esas palabras, el dios dejó a Harry Potter enfrentando la verdad que había estado eludiendo por tanto tiempo.

Marco caminaba por lo que parecía el paraíso del infierno, observando con incredulidad el entorno que se extendía ante él. Casinos con luces brillantes, bares llenos de risas y música, y por supuesto, una multitud de figuras seductoras que desfilaban por el lugar.

—No mames, wey, ¿esto es el infierno? ¡Son casinos, burdeles y sucubos! ¡Sucubos! ¡No me chingues, la madre! ¡Este es el paraíso, jajajajajaja! —exclamó Marco, riendo como si acabara de encontrar el lugar de sus sueños.

Lucifer, quien observaba desde un rincón con una sonrisa torcida, lo miró con una mezcla de sorpresa y diversión.

—Vaya, vaya, hasta que alguien reconoce la belleza del lugar, culero —dijo Lucifer con tono burlón, mientras se acercaba a Marco. Su presencia era imponente, pero la actitud de Marco no mostraba ni el más mínimo atisbo de respeto.

Lucifer continuó, con una risa maliciosa:

—Déjame decirte que ese pinche show que diste allá arriba fue de 10, maldito desgraciado. No me había reído en siglos. Pero, bueno, pásale, mi buen. Las sucubos te esperan. —Lucifer hizo un gesto con la mano, invitando a Marco a adentrarse aún más en lo que parecía ser un "lugar de fiesta" dentro del infierno.

Marco, sin dudarlo, dio un par de pasos hacia adelante, disfrutando al máximo la atmósfera de caos y placer que lo rodeaba.

—No te preocupes, Lucifer, me la voy a pasar de poca madre aquí. Yo siempre dije que el infierno no podía ser tan malo —comentó, con una sonrisa confiada, mientras sus ojos brillaban con anticipación.

Las sucubos se acercaron, un grupo de mujeres con una mezcla de sensualidad y poder que parecían cumplir todos los deseos de Marco con una sola mirada. Lucifer se cruzó de brazos, observando a Marco con curiosidad, como si supiera que este nuevo "invitado" iba a causar más caos del que él mismo había anticipado.

—Disfruta, cabrón, disfrútalo. Este lugar es todo lo que querías… solo asegúrate de no olvidarte de quién manda aquí. —Lucifer sonrió, sus ojos brillando con un toque de maldad.

Marco se encogió de hombros, completamente desconectado de las posibles consecuencias de sus acciones.

—Ya veremos, Lucifer, ya veremos. Pero por lo pronto, ¡esto está de poca madre! ¡Jajajajaja!

Y con esas palabras, Marco se adentró en la "festividad" infernal, mientras Lucifer se quedó observando, con una sonrisa casi orgullosa, sabiendo que había encontrado a alguien que realmente podría hacer de su reino un lugar aún más interesante.