Download Chereads APP
Chereads App StoreGoogle Play
Chereads

Caminos de Escape

🇦🇷Grez_MTC
7
chs / week
The average realized release rate over the past 30 days is 7 chs / week.
--
NOT RATINGS
34
Views
Synopsis
Oscar Cooper, un talentoso luchador de UFC, se encuentra en fuga tras un violento altercado con su ex representante que lo ha dejado marcado como un fugitivo. Con documentos falsos en mano, escapa a una nueva ciudad con su actual representante donde espera encontrar refugio. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando conoce a una chica que le roba el aliento y rápidamente se enamora de ella. Pero la felicidad se ve amenazada cuando descubre que ella está atrapada en un gran problema. Sin pensarlo dos veces, Oscar se lanzará a la batalla no solo por su amor, sino también por su libertad, dispuesto a arriesgarlo todo para protegerla.
VIEW MORE

Chapter 1 - Capitulo 1

Oscar Cooper y su representante, David Jones, llegaban a la nueva ciudad. David acompañó a Oscar hacia su nuevo departamento. Al entrar, Oscar echó un vistazo a su nuevo hogar temporal. No era lo más lujoso del mundo, pero era aceptable. Tampoco era tan grande.

—Esto está bien para mí —dijo Oscar, con una mezcla de resignación y determinación—. ¿Cuánto tiempo estaré aquí?

—Tranquilo, recién llegamos. Estaremos aquí hasta que consiga un lugar decente donde puedas volver a pelear. Resiste. Recuerda que esto no hubiera pasado si no le hubieras dado una paliza a tu antiguo representante.

—Se lo merecía —respondió Oscar, mientras sus ojos se posaban en un cuadro colgado en la habitación.

—Entonces, esperamos a que pase el tiempo... Luego, cuando todo se calme, tengo pensado volver a luchar —dijo Oscar.

—Por supuesto. Si quieres, puedes buscar algún trabajo temporal. Hay un club muy popular por aquí donde podrías trabajar de bartender. Si te quedas aquí sin hacer nada, te aburrirás. Aunque tenemos suficiente dinero para aguantar un buen tiempo, gracias a tus peleas —respondió David con una sonrisa.

—No lo sé —contestó Oscar—. Aunque tal vez lo considere. Sería mejor que estar aquí sin hacer nada.

—Sí, solo te pido que no llames la atención en esta ciudad. Recuerda que estás colgando de un hilo —le advirtió David.

Su representante se marchó del departamento de Oscar, pero antes le dejó la dirección del lugar, por si a Oscar le interesaba ir.

Oscar quedó solo. Se echó en la cama, tratando de pensar con más claridad. La noche ya casi caía.

Decidido, se levantó. Iba a ir al club; tal vez allí se divirtiera un poco, en lugar de quedarse sin hacer nada.

Salió de su departamento y cerró todo con llave. Caminó un rato por las calles, disfrutando de la fresca brisa nocturna. Preguntó a varias personas sobre la dirección que le había dado su representante, ya que no conocía bien la ciudad.

Finalmente, logró llegar. Al ver el club desde afuera, se dio cuenta de que era bastante grande. La emoción comenzó a invadirlo antes de entrar.

Oscar entró al club y quedó fascinado. Era bastante grande y bonito, con mesas de billar y otros juegos de mesa para apostar. La música vibraba y había mucha gente disfrutando del ambiente.

Sin embargo, Oscar solo tenía un objetivo en mente. Miró hacia la parte del bar y comenzó a caminar hacia allí.

Al llegar, se acercó al bartender para hablarle.

—Oye, disculpa, ¿sabes si queda lugar aquí para trabajar? —le preguntó.

—De eso yo no me encargo —respondió el bartender mientras agitaba una bebida—. Tienes que hablar con los encargados; ellos te dirán si hay vacantes.

El bartender le indicó con un gesto, señalando una mesa donde estaban reunidos unos hombres riendo y tomando alcohol.

—Gracias —dijo Oscar al bartender.

Oscar caminó hacia esos hombres y se detuvo frente a su mesa.

—Disculpen, caballeros, ¿saben si quedan vacantes para trabajar aquí?

—No, no lo sabemos. Espera, le avisamos a nuestro jefe —respondió uno de ellos.

Uno de los hombres alzó el teléfono y llamó a alguien.

—Disculpe, jefe, ¿queda algún trabajo? Aquí hay un muchacho que quiere saberlo —dijo en voz baja.

Rápidamente, el hombre colgó el teléfono después de escuchar a su jefe.

—Sí, quedan vacantes, muchacho. Necesitamos otro bartender. Si te interesa...

Oscar sonrió; era justo lo que necesitaba.

—Sí, claro que lo quiero —respondió con entusiasmo.

—Está bien, empezarás mañana. Ahora puedes hacer otra cosa —dijo el hombre.

Oscar asintió, emocionado. Se alejó de la mesa y se sumergió de nuevo en el ambiente del club. Se recostó sobre una columna, observando el panorama que lo rodeaba.

De pronto, Oscar fijó su mirada en una camarera que estaba repartiendo bebidas. No podía dejar de mirarla; quedó encantado solo con verla.

El cabello de la chica, con ondas al final, le provocó escalofríos por todo el cuerpo.

—Creo que me enamoré —murmuró en voz baja—. ¡No! ¿Qué me está pasando? Yo no suelo enamorarme fácilmente, y menos solo por mirar. Pero... ella tiene algo diferente.

Oscar se sentía confundido consigo mismo. No quería perder esa oportunidad y estaba decidido a ir a hablarle. Se ajustó la chaqueta y comenzó a caminar hacia ella, lentamente pero con determinación.

La chica se apoyó en una mesa, aparentemente tomándose un momento para descansar antes de retomar su trabajo.

De repente, Oscar apareció frente a ella.

—Hola —dijo Oscar—. Mucho gusto, yo soy Oscar Cooper y tengo 28 años.

La chica lo miró, sorprendida de que alguien le hablara de la nada.

—¡Hola! —respondió ella con una sonrisa—. Mucho gusto. ¿Quieres una bebida?

Su actitud era agradable y su sonrisa iluminó el ambiente, lo que dejó a Oscar aún más enamorado.

—No —dijo nerviosamente—. No vine por una bebida... Estoy aquí porque, ya sabes, solo quería charlar. ¿Cómo te llamas?

La chica miraba hacia todos lados, como si se sintiera un poco incómoda.

—Soy Miranda Philips, tengo 26 años. Entonces, ¿no viniste por una bebida?

Miranda no dejaba de voltear a todos lados, como si no quisiera que la vieran con él.

—Oye, tranquila. Te veo un poco incómoda. Lo que menos quiero es que te sientas así. Si te incomodo, dímelo y lo arreglamos —dijo Oscar.

—No, no eres tú... Creo que es mejor que no sigamos hablando. Debería estar trabajando. Con permiso —dijo Miranda, a punto de irse.

Pero Oscar la tomó del brazo con delicadeza.

—Oye, ¿a dónde vas? No me dejes aquí como si no estuviera hablándote. Dime qué sucede.

En ese momento, un hombre puso su mano en la chaqueta de Oscar. Él sintió el agarre y volteó su rostro, mirando al tipo.

—Oye, ¿qué rayos crees que estás haciendo? —le dijo el hombre a Oscar—. Sigue trabajando, Miranda. Sabes muy bien lo que no te conviene.

Miranda se fue del lugar, dejando a los dos hombres solos.

—¿Qué sucede? Solo estaba hablando con la chica.

—Escúchame bien, soquete. Nadie puede hablar con Miranda sin la autorización del jefe.

—¿Jefe? ¿Qué quieres decir? ¿Que Miranda es parte de alguien? No me digas esas estupideces. Ella no es propiedad de nadie.

—¿Acaso no escuchaste lo que te dije? ¿O estás sordo? —le recalcó el hombre—. Largo de aquí si no quieres salir lastimado.

El tipo empujó a Oscar hacia la salida, arrojándolo del club como si fuera una molestia. En ese instante, Oscar se contuvo; decidió no hacer nada que pudiera llamar la atención y complicar aún más las cosas.

Una vez afuera, se quedó parado en la acera, sintiendo una mezcla de confusión y enojo en su interior. ¿Por qué no le permitían hablar con Miranda? Su mente se llenó de preguntas inquietantes: ¿Estaba ella realmente bien? ¿Qué estaba sucediendo dentro del club que lo mantenía alejado?

El frío de la noche le mordía la piel, pero lo que más le dolía era la incertidumbre. Cada segundo que pasaba sin saber de ella alimentaba su preocupación. Miró hacia la entrada del club, deseando que las cosas fueran diferentes.