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El último reinicio

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Synopsis
¿Alguna vez has sentido que alguien te observa? Es un escalofrío que no viene del frío, un peso invisible que te hace mirar por encima del hombro. No hay nadie ahí, pero lo sabes: hay algo. Algo que no entiendes, pero que siempre ha estado contigo. Ahora estás aquí. Leyendo esto. Pensando que es solo una historia más. Pero, ¿qué pasa si no lo es? En este mundo, los cazadores luchan por puntos, por supervivencia, por sentido. Los espectros acechan en las sombras, y cada muerte marca un cambio, una grieta que nadie puede ver excepto tú. Ella también está aquí, atrapada en un ciclo que la desgarra con cada reinicio, con cada intento fallido de llegar al final. Sin embargo, no hay final. No para ella. No para ti. Porque cada palabra que lees no solo la crea a ella, también te crea a ti. Cada decisión que tomas, cada pensamiento que tienes, alimenta a este mundo. No lo sabes, pero ya eres parte de él. ¿Y si no estás leyendo esta historia por accidente? ¿Y si esta historia es quien te está leyendo a ti? Mira a tu alrededor. Escucha con atención. ¿Seguro que todo lo que conoces es real? No intentes entenderlo ahora. Todavía no. Pero ten cuidado: algunos libros no se terminan. Algunos libros te terminan a ti.
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Chapter 1 - capitulo 1: Todo tiene un fin

El techo tenía grietas que parecían bifurcarse como ríos secos sobre una tierra quebrada. Cada vez que Termina lo miraba, sentía que podía leer algo en esas líneas, como si fueran palabras invisibles que alguien había escrito para ella. Pero no lo eran. No podía serlo.

Estaba sentada en un rincón del pequeño cuarto, con las piernas cruzadas y el codo apoyado en una vieja mesa de madera astillada. A su lado, una botella de agua que apenas tenía un sorbo restante, y una bolsa de sopa comprimida que había estado guardando desde hacía dos días.

El cuarto olía a humedad, mezclado con el tenue aroma metálico del óxido de las cañerías que crujían cada tanto, como si se quejaran del peso del tiempo. Las paredes, limpias pero desgastadas, parecían mantener el lugar unido solo por el esfuerzo del dueño, el anciano Kazuo.

—"¿Otra vez revisando la tabla de calificaciones?"— La voz de Kazuo llegó desde el otro lado de la puerta, ronca pero amable.

—"Solo por si algo cambió,"— respondió Termina sin apartar la vista de la pantalla holográfica que proyectaba en su palma. Los nombres aparecían en una lista interminable, encabezada por uno que parecía tan lejano como un sueño olvidado: Aurora.

Aurora. El inicio de todo. El nombre brillaba en la tabla con un resplandor frío, acompañado de una cifra que parecía infinita, más allá de la comprensión. No importaba cuántas veces lo viera, siempre sentía lo mismo: una distancia insalvable, como si ni siquiera existiera en el mismo plano que los demás.

Termina parpadeó, apartando la mirada de la lista y devolviendo su atención al cuarto. No era tan malo, pensó. Claro, había manchas en el suelo que no saldrían ni con fuego, y la única ventana era tan pequeña que apenas dejaba pasar la luz, pero Kazuo lo mantenía limpio. Incluso el aire olía ligeramente a incienso barato, un intento por ocultar el olor del pasillo exterior.

—"Si sigues ayudándome con los registros, tal vez te dé un punto extra esta semana,"— dijo Kazuo, asomándose por la puerta entreabierta. Su rostro arrugado se iluminó con una sonrisa que delataba que bromeaba.

—"Un punto más sería un milagro,"— respondió Termina, con una media sonrisa que desapareció casi de inmediato.

Kazuo entró al cuarto, con su andar lento pero seguro, cargando una caja de herramientas que parecía más grande que él. —"Milagros… ¿Quién necesita milagros cuando tienes esto?"— señaló la tabla de calificaciones locales que Termina acababa de apagar. —"Solo necesitas llegar a la cima. Eso lo arreglará todo."

Termina soltó una risa seca, más como un reflejo que una respuesta genuina. —"Claro, porque es tan fácil como subir un escalón, ¿verdad?"

Kazuo se encogió de hombros. —"Bueno, siempre hay alguien que lo hace. Aurora lo hizo. ¿Quién dice que no puedes ser tú?"

Aurora. Ese nombre otra vez. Termina volvió a sentirlo, esa punzada extraña que recorría su nuca, como si alguien estuviera detrás de ella, mirándola. Pero al voltear, solo estaba la pared desnuda.

—"¿Te pasa algo?"— preguntó Kazuo, notando su expresión.

—"No, nada,"— dijo rápidamente.

Kazuo levantó una ceja, pero no insistió. En cambio, dejó la caja sobre la mesa y comenzó a revisar las herramientas, murmurando algo sobre cañerías rotas y mala suerte. Termina lo observó por un momento antes de volver a su sopa comprimida.

La abrió con cuidado, despegando el pequeño sello metálico. El olor a caldo artificial llenó el aire, un aroma que se sentía más como un recuerdo de comida que como algo real. Tomó un pequeño sorbo directamente de la bolsa, dejando que el líquido tibio bajara por su garganta.

—"No sé cómo puedes comer eso,"— comentó Kazuo. —"Sabe a cartón."

—"No es tan malo si no lo piensas demasiado,"— respondió Termina.

—"Eso es lo que siempre dices."

Ella sonrió por primera vez en el día, una sonrisa breve pero real. Se recostó en la silla, dejando que el silencio llenara el cuarto mientras Kazuo seguía trabajando.

En algún momento, volvió a abrir la tabla de calificaciones. Sus ojos recorrieron los nombres, deteniéndose en los primeros diez puestos. Cada uno de ellos parecía tan lejos de su alcance que casi no tenía sentido intentarlo. Pero entonces, al final de la lista local, ahí estaba su nombre: Termina.

Solo tenía treinta y siete puntos.

Y aunque no lo sabía, en algún lugar lejano, alguien observaba ese número también.

¿Qué opinas? ¿Crees que debería rendirse?

Kazuo soltó un suspiro mientras apretaba una tuerca oxidada que había comenzado a gotear hacía semanas. —"¿Sabes? Cuando tenía tu edad, también creía que el mundo me debía algo."

—"¿Y qué pasó?"— preguntó Termina, sin mucho interés pero con una pizca de curiosidad que apenas logró ocultar.

—"Me di cuenta de que no era el mundo el que me debía algo, sino yo el que debía algo al mundo."— Kazuo soltó una risita irónica. —"Claro, eso no me impidió seguir esperando que me cayera una fortuna del cielo. Pero, bueno, ya ves dónde terminé."

Termina miró alrededor del pequeño cuarto, como si Kazuo acabara de describirlo por primera vez. Las paredes de yeso estaban cubiertas de manchas de humedad que formaban patrones extraños, casi como mapas de un territorio desconocido. La única lámpara colgaba de un cable desnudo, proyectando sombras que bailaban con cada movimiento de la bombilla.

—"Por lo menos tienes este lugar,"— murmuró ella, más para sí misma que para él.

Kazuo soltó una carcajada corta y seca. —"Sí, claro. Un palacio, ¿verdad? Pero no me quejo. Mientras tenga un techo y algo que comer, estoy mejor que la mayoría."

Esa frase le resonó. —"Mejor que la mayoría."— Era cierto, pero no era suficiente. No cuando Aurora estaba ahí, en lo más alto, tan lejos que parecía intocable.

—"¿Qué pasa si alguien alcanza a Aurora?"— preguntó de repente, sus palabras saliendo más rápido de lo que había planeado.

Kazuo se detuvo, girando lentamente hacia ella con una expresión que no pudo descifrar. —"¿Alcanzar a Aurora? ¿Por qué lo preguntas?"

—"No sé, solo… curiosidad,"— respondió, encogiéndose de hombros.

El viejo se rascó la barbilla, pensativo. —"Bueno, eso nunca ha pasado. Pero si alguien lo hiciera…"— Hizo una pausa, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras. —"Supongo que significaría el fin de algo."

—"El fin de qué."

Kazuo la miró, sus ojos arrugados mostrando un destello de algo que no había visto antes. —"Eso no lo sé. Pero todo tiene un fin, ¿no? Incluso Aurora."

El silencio que siguió fue pesado, como si las palabras de Kazuo hubieran llenado el cuarto con algo tangible. Termina apartó la mirada, sintiendo un escalofrío que no tenía nada que ver con la temperatura.

—"Bueno, basta de filosofía barata,"— dijo Kazuo, rompiendo el silencio con un tono más ligero. —"Tengo que terminar esto antes de que estas cañerías nos inunden."

Ella asintió, volviendo a su sopa comprimida. Pero las palabras seguían dando vueltas en su cabeza. —"El fin de algo."— ¿Qué significaba eso realmente?

---

El reloj de la pared marcaba las 11:47 cuando Termina decidió salir del cuarto. El pasillo estaba oscuro, iluminado solo por una bombilla parpadeante al final. El suelo crujía bajo sus pies mientras avanzaba, y el aire olía a una mezcla de polvo y madera vieja.

Bajó las escaleras con cuidado, evitando los escalones que sabía que hacían más ruido. Cuando llegó al primer piso, se detuvo frente a la puerta principal.

No sabía exactamente por qué, pero sentía la necesidad de salir, aunque solo fuera por un momento. Tal vez era el peso del cuarto, o las palabras de Kazuo, o simplemente el deseo de respirar aire fresco que no estuviera lleno de humedad.

Abrió la puerta lentamente, dejando que el aire nocturno la envolviera. El mundo afuera estaba en silencio, salvo por el lejano zumbido de una máquina que no podía ver.

—"¿Otra vez rondando a estas horas?"

La voz la hizo girar bruscamente. Era Lena, la vecina del edificio de enfrente, una mujer de unos cuarenta años que siempre llevaba un cigarrillo en la mano, aunque nunca la había visto fumarlo.

—"Solo necesitaba aire,"— dijo Termina, intentando sonar casual.

Lena levantó una ceja. —"¿Aire? Aquí afuera no hay mucho de eso."

Termina no respondió, simplemente miró hacia el cielo. Las estrellas eran apenas visibles entre las nubes, y la luna parecía más pequeña de lo que recordaba.

—"Sabes,"— dijo Lena, dando una calada imaginaria a su cigarrillo, —"hay algo en ti que me recuerda a mí cuando era joven."

Termina la miró con escepticismo. —"¿De verdad?"

Lena se encogió de hombros. —"Bueno, tal vez no exactamente. Pero teníamos la misma mirada. Como si estuviéramos buscando algo que no sabíamos qué era."

—"¿Y lo encontraste?"

Lena rió suavemente, un sonido que se perdió en la noche. —"No. Pero eso no significa que tú no puedas."

La conversación terminó ahí, y Termina volvió a su cuarto, pero las palabras de Lena se quedaron con ella. "Buscando algo que no sabía qué era."

Esa noche, cuando finalmente se tumbó en su cama, no pudo evitar mirar el techo otra vez. Las grietas seguían ahí, inmutables, pero esta vez parecían diferentes.

Parecían moverse.

¿Lo ves?. Tú también estás buscando algo, ¿verdad?

---

En un lugar donde la luz parecía una intrusión, donde la oscuridad era total y opresiva, dos figuras luminosas serpenteaban en el aire como proyecciones holográficas: una serpiente blanca de ojos iridiscentes y una azul que brillaba con un resplandor etéreo. Ambas criaturas se enfrentaban en una danza brutal y violenta, mordiendo, enrollándose y desgarrándose con una ferocidad que mantenía a la multitud al borde del frenesí.

Alrededor, decenas de personas se agrupaban, iluminadas únicamente por el brillo de las serpientes y las tarjetas transparentes que sostenían en sus muñecas. Cada tarjeta emanaba un tenue resplandor púrpura, y en ellas se proyectaban números que fluctuaban con rapidez mientras las apuestas se colocaban.

—"¡Hermana Su, tú puedes! ¡Apuesto 100 puntos a que tu espectro gana!" —gritó un joven de cabello desordenado, levantando su tarjeta.

—"¡Reiket, eres la mejor! ¡Voy con 50,000 puntos a tu favor!" —clamó otro desde el fondo, sus ojos iluminados con una mezcla de fervor y desesperación.

Las apuestas crecían, y los gritos de los espectadores llenaban el espacio con un eco casi animal. En el centro, las serpientes seguían su batalla, cada movimiento desatando una ola de tensión en la multitud. La serpiente azul intentó un último ataque, lanzándose con todo su peso contra la blanca, pero esta, con un movimiento preciso, la atrapó en su mandíbula y comenzó a devorarla sin piedad.

La multitud enloqueció.

—"¡Reiket gana! ¡Lo sabía, lo sabía!" —gritó alguien, saltando en el aire como si acabara de ganar la lotería.

En el centro de la arena improvisada, una joven de cabello negro y ojos que se curvaban como medias lunas sonrió con calma. Reiket estaba impecable, sin un solo rastro de sudor o cansancio en su rostro. Con un gesto casi casual, desvió la mirada hacia su contrincante, Su, cuya expresión de derrota era difícil de ignorar.

—"Mejor suerte para la próxima, hermana Su," —dijo Reiket con una voz dulce, pero cargada de una clara superioridad que hizo que algunos espectadores se rieran por lo bajo.

Su apretó los dientes, sus ojos llenos de furia. Sin perder tiempo, dio un paso adelante y señaló a Reiket con un dedo tembloroso.

—"¡Quiero una revancha! ¡Aquí y ahora!"

La sonrisa de Reiket se ensanchó, como si lo hubiera estado esperando.

—"¿Otra vez?" —respondió, inclinando la cabeza. —"Bueno, si insistes. Pero no quiero que llores cuando pierdas de nuevo."

Su ignoró el comentario y extendió su mano hacia el suelo, donde una marca circular comenzó a formarse bajo sus pies. Reiket hizo lo mismo, y un segundo sello apareció, rodeando sus dedos medios con runas que brillaban intensamente.

La multitud contuvo el aliento mientras los números del suelo comenzaban a iluminarse, marcando la cuenta regresiva: 10... 9... 8...

—"¿Qué crees que hará Su esta vez?" —preguntó alguien entre la multitud.

—"Probablemente saque otro espectro de clase alta y pierda de nuevo," —respondió otro con una risa burlona.

—"No subestimes a Su," —intervino un tercero. —"Ella puede ser impredecible."

7... 6... 5...

Ambas combatientes mantenían las manos firmes en el suelo, el sudor empezando a aparecer en la frente de Su, mientras que Reiket parecía tan relajada como siempre.

4... 3... 2... 1...

Con un destello de luz, Su lanzó una ficha pequeña que se transformó en una criatura oscura, casi intangible, un espectro de clase 4 que flotaba en el aire como una sombra viviente. Tenía garras largas y brillantes, y su forma parecía ondular como si estuviera hecha de humo.

Reiket no perdió tiempo. De su bolsillo sacó una ficha aún más pequeña y la lanzó con un movimiento rápido. De ella emergió un espectro mucho más pequeño, un ser oscuro que parecía insignificante en comparación con el de Su.

—"¿Un espectro de clase 3?" —murmuró alguien en la multitud, incrédulo.

—"¡Está loca!" —gritó otro. —"Ese espectro no tiene ninguna oportunidad contra el de clase 4."

Sin embargo, Reiket no parecía preocupada. Con un simple movimiento de su dedo, su espectro se lanzó hacia el de Su con una velocidad que dejó a todos boquiabiertos. Antes de que alguien pudiera reaccionar, el pequeño espectro sombra atravesó al de clase 4 con una precisión quirúrgica, desintegrándolo en un instante.

El silencio en la multitud fue absoluto.

—"¿Qué...?" —balbuceó Su, mirando incrédula el espacio vacío donde había estado su espectro.

Reiket dejó escapar una risa suave, casi amable.

—"Supongo que el tamaño no lo es todo, ¿verdad?"

El comentario desató una oleada de murmullos y gritos entre la multitud.

—"¡¿Cómo es posible que un espectro de clase 3 derrote a uno de clase 4?!"

—"¡Eso no tiene sentido!"

—"¡Debe haber hecho trampa!"

Su, temblando de rabia, dio un paso hacia Reiket, pero esta levantó una mano para detenerla.

—"Cálmate, hermana Su," —dijo con una sonrisa. —"No fue trampa. Solo estrategia."

La multitud estalló en una mezcla de gritos, risas y discusiones mientras los puntos de las tarjetas comenzaban a ajustarse automáticamente, reflejando las pérdidas y ganancias de cada espectador.

En medio del caos, Reiket se giró hacia el público, su sonrisa intacta, y dijo en voz alta:

—"¿Quién más quiere intentarlo?"

El silencio duró apenas unos segundos antes de que los murmullos en la multitud se transformaran en un estruendo. Algunos espectadores discutían acaloradamente sobre la victoria de Reiket, mientras otros se peleaban entre ellos por las apuestas perdidas. Las tarjetas brillaban como pequeñas antorchas púrpuras, proyectando números que se reacomodaban en tiempo real.

Reiket no les prestó atención. Dio un paso hacia el centro de la arena, su figura envuelta en el resplandor residual del espectro de clase 3 que aún flotaba alrededor de ella como una sombra juguetona. Su sonrisa seguía siendo la misma: tranquila, segura, pero con un destello de provocación que parecía diseñado para irritar a cualquiera.

—"¿Qué pasa? ¿Eso es todo?" —preguntó con una voz lo suficientemente alta como para imponerse sobre el caos. —"¿Nadie más tiene el valor de intentarlo?"

Un hombre desde el fondo de la multitud alzó la voz.

—"¡Yo lo haré!"

Todos se giraron para verlo. Era alto, con el cabello oscuro recogido en una coleta desordenada, y sus ojos brillaban con una mezcla de furia y determinación. El ambiente cambió al instante; la multitud comenzó a retroceder ligeramente para darle espacio mientras caminaba hacia el centro de la arena.

Reiket lo observó con curiosidad, inclinando la cabeza.

—"¿Tú? ¿De verdad?" —dijo, sus labios curvándose en una sonrisa burlona. —"No me digas que estás apostando lo que te queda después de perder contra la hermana Su."

El hombre apretó los puños, ignorando la risa que se extendía entre los espectadores.

—"No necesito palabras para demostrarte nada," —gruñó mientras sacaba una ficha brillante de su bolsillo.

Reiket alzó una ceja, interesada.

—"Eso suena prometedor. Veamos qué tienes, entonces."

Ambos colocaron sus manos en el suelo, y el círculo de luz reapareció alrededor de sus dedos, más brillante que antes. El público contuvo el aliento mientras el suelo proyectaba nuevamente la cuenta regresiva:

10... 9... 8...

El hombre cerró los ojos por un momento, concentrándose. Cuando los volvió a abrir, había una nueva intensidad en ellos. Con un movimiento rápido, lanzó su ficha al suelo, y de ella emergió un espectro de clase 5: una criatura colosal que parecía una mezcla entre un lobo y un dragón, con garras afiladas y ojos rojos que parecían perforar la oscuridad.

La multitud jadeó.

—"¡Un espectro de clase 5!" —murmuró alguien.

—"Esto será interesante," —añadió otro, con una sonrisa de anticipación.

Reiket observó al espectro durante un momento, sus ojos reflejando las luces que emanaban de la criatura. Luego, con calma, sacó otra ficha, más pequeña y discreta que la anterior.

—*¿Eso es todo?" —preguntó con una sonrisa que hizo que algunos espectadores se rieran nerviosamente. —"Está bien. Esto será rápido."

Lanzó la ficha al suelo, y de ella surgió un espectro completamente distinto a los anteriores: un pequeño punto de luz que flotaba en el aire, casi invisible. La multitud quedó en silencio, incrédula.

—"¿Qué... qué es eso?" —preguntó alguien.

—"¿Un espectro de clase...? ¿Cero?" —murmuró otro, incapaz de contener su asombro.

El hombre frente a Reiket comenzó a reír.

—"¿Un punto de luz? ¿Eso es lo mejor que tienes?" —dijo, con una voz cargada de desprecio.

Reiket no respondió. En cambio, levantó la mano, señalando a su pequeño espectro.

—"¿Ves esa luz?" —preguntó, su voz tan tranquila que hizo que algunos en la multitud sintieran un escalofrío. —"Es el principio de todo. Y también es el fin."

Antes de que el hombre pudiera responder, el punto de luz se movió. Fue tan rápido que apenas fue visible, pero en un instante atravesó al espectro de clase 5, desintegrándolo por completo en un destello de energía.

La multitud estalló en gritos y jadeos.

—"¡¿Qué demonios fue eso?!"

—"¡Eso no es posible!"

El hombre cayó de rodillas, mirando el espacio vacío donde había estado su espectro.

Reiket se acercó a él, inclinándose ligeramente para hablarle en voz baja.

—"¿Sabes cuál es el problema con la fuerza bruta?" —le dijo, con una sonrisa amable que no tenía nada de compasión. —"Siempre hay algo más pequeño, más rápido... y más letal."

La multitud seguía discutiendo y gritando, pero Reiket se giró hacia ellos, levantando una mano para llamar su atención.

—"¿Quién más quiere intentarlo?" —preguntó, su voz resonando con una confianza que no dejaba lugar a dudas.

El silencio que siguió fue absoluto. Nadie se atrevió a dar un paso adelante.

El bullicio de la multitud comenzó a desvanecerse cuando una voz firme y tranquila rompió el aire:

—"Reiket, IC 7... ¿cómo te atreves a estafar a ignorantes?"

Todos se giraron hacia la fuente de esas palabras, y la multitud se abrió como un río dividiendo sus aguas. Un joven de complexión robusta avanzó con calma, ajustándose los anteojos en un gesto calculado. Su apariencia era la antítesis de lo que uno esperaría de alguien en su posición: su cabello estaba desordenado, su ropa era sencilla y algo arrugada, pero sus ojos destellaban una inteligencia afilada que hacía que cualquiera pensara dos veces antes de subestimarlo.

—"¿Cegd...?" —murmuró alguien.

—"¡Es el IC número 3!" —exclamó otro, y la multitud comenzó a susurrar con emoción.

Reiket, que ya había comenzado a dar la vuelta para retirarse, se detuvo al escuchar su nombre en los labios de alguien con tanto peso. Giró lentamente, con una sonrisa que mostraba más interés que preocupación.

—"Bueno, bueno..." —dijo, cruzándose de brazos. —"Si esto no es interesante. ¿Qué te trae aquí, Cegd? ¿Estabas aburrido de tu torre de cristal?"

Cegd ignoró el sarcasmo y se detuvo frente a ella, sacando una ficha de su bolsillo y haciéndola girar entre sus dedos.

—"¿Torre de cristal?" —repitió con una leve sonrisa. —"Eso es gracioso, viniendo de alguien que se oculta tras trucos baratos y espectros de clase cero."

La multitud se agitó, como si estuvieran presenciando el preludio de un duelo épico.

Reiket alzó una ceja, visiblemente divertida.

—"¿Trucos baratos? ¿Es eso lo que crees que fue mi última victoria?" —preguntó, con un tono de falsa inocencia. —"¿O es solo tu forma de justificarte porque finalmente te atreviste a salir de la sombra de los números uno y dos?"

Cegd no mordió el anzuelo. En lugar de eso, levantó su ficha y la dejó caer en el suelo, donde rebotó con un sonido metálico antes de detenerse.

—"Propongo un juego," —dijo, su voz firme pero calmada.

Reiket entrecerró los ojos, su interés creciendo.

—"¿Qué clase de juego?" —preguntó.

—"Adivinemos el espectro," —respondió Cegd, acomodando sus lentes con un dedo. —"Diez rondas. Cada uno oculta un espectro en su ficha, y el otro debe adivinar su clase. Si fallas, pierdes 1000 puntos."

La multitud reaccionó con un murmullo de asombro y anticipación.

—"¿Y si ganamos todas las rondas?" —preguntó Reiket, inclinando ligeramente la cabeza, con una sonrisa curiosa.

—"Si alguien pierde las diez rondas, renuncia a su puesto en la clasificación, rompe su contrato con la GCR y abandona el coliseo para siempre." —Cegd dejó que las palabras resonaran en el aire. —"¿Te parece justo?"

El silencio se hizo palpable. Reiket miró a su alrededor, notando las miradas expectantes de los espectadores, y luego volvió a Cegd, quien la observaba con una calma que resultaba inquietante.

—"Suena... emocionante," —dijo Reiket, cruzando los brazos con una sonrisa. —"Acepto."

La multitud estalló en gritos y aplausos, y algunos comenzaron a apostar frenéticamente, elevando sus tarjetas púrpuras en el aire.

Desde la multitud, la hermana Su levantó una mano, llamando la atención de Cegd.

—"¡Vamos, hermano!" —gritó, su voz llena de emoción. —"¡Muéstrale lo que significa ser un verdadero IC!"

Cegd asintió en su dirección, pero su atención nunca se desvió de Reiket, quien ya había sacado otra ficha de su bolsillo.

—"¿Primera ronda?" —preguntó ella, levantando una ceja.

—"Primera ronda," —respondió él.

Ambos colocaron sus fichas en el suelo, y los círculos de luz reaparecieron alrededor de sus manos. La tensión en el aire era casi tangible mientras las fichas comenzaban a brillar.

—"¿Clase...?" —comenzó Cegd, observando la ficha de Reiket con una intensidad calculada.

Reiket sonrió, sosteniendo su mirada.

—"Intenta adivinarlo, número tres."

—"Clase dos," —respondió él con calma.

La ficha de Reiket se activó, y el espectro que emergió era, efectivamente, de clase dos. Un murmullo recorrió a la multitud.

—"Uno a cero," —dijo Cegd, con una leve sonrisa.

Reiket frunció el ceño ligeramente, pero no dijo nada mientras se preparaba para la siguiente ronda.

La tensión aumentó con cada ronda. Cegd parecía estar un paso adelante en todo momento, adivinando correctamente los espectros de Reiket con una precisión casi inhumana. Por otro lado, Reiket tuvo más dificultades, fallando en tres rondas consecutivas.

Cuando llegaron a la octava ronda, Reiket parecía notablemente más seria, mientras que Cegd mantenía su expresión tranquila y confiada.

—"¿Clase...?" —preguntó ella, sosteniendo la ficha de Cegd entre sus dedos.

Cegd sonrió.

—"¿Vas a arriesgarte o te vas a rendir ahora?" —preguntó, con un tono burlón.

La multitud contuvo el aliento mientras Reiket hacía su apuesta.

—"Clase cuatro."

La ficha de Cegd se activó, y de ella emergió un espectro de clase cinco.

La multitud estalló en gritos y aplausos mientras Cegd añadía otro punto a su marcador.

—"Última ronda," —dijo él, con una sonrisa calmada. —"¿Listos?"

La tensión estaba al borde del estallido. Cegd y Reiket se miraban fijamente, sus rostros imperturbables, pero en sus ojos se reflejaba el juego que se jugaba más allá de la simple competencia. Ambos sabían que esta ronda podría cambiarlo todo. La multitud respiraba al unísono, y el coliseo estaba en un completo silencio, esperando el veredicto de la última jugada.

Pero antes de que cualquiera pudiera pronunciar palabra, un ruido ensordecedor quebró el aire, como el rugir de una tormenta acercándose a la costa. El sonido recorrió el espacio, reverberando por las paredes del coliseo, haciendo que los asistentes se estremecieran.

—"¡Los jueces están aquí!"

El grito se alzó de las bocas de algunos, y como si todos hubieran estado esperando ese momento, la multitud comenzó a desmoronarse en pánico. Las sillas crujieron, las luces titilaron, y el aire se llenó de voces frenéticas.

—"¡Corre, o perderás todos tus puntos!"

—"¡Que no me quiten lo que he apostado!"

Los rostros se distorsionaron en una mezcla de miedo, desesperación y ansiedad. Varios comenzaron a correr hacia las salidas, atropellándose unos a otros, empujando, sin preocuparse por nada más que escapar.

Reiket no se movió de su lugar, pero pudo ver a las personas corriendo, las luces parpadeando por encima de ellos como si el tiempo mismo se hubiera detenido. Cegd, por otro lado, parecía tan imperturbable como siempre. A medida que el caos se desataba, no hubo ni una chispa de sorpresa en sus ojos. Era como si ya lo hubiera anticipado.

"¿Realmente creen que pueden escapar de esto?"

La pregunta, por un breve momento, atravesó la mente de Reiket, pero no fue más que un susurro en el aire. Cegd parecía estar observando la escena con una calma preocupante. Los murmullos se multiplicaron, y las luces volvieron a encenderse completamente, reflejando las sombras que se alargaban como un recordatorio de lo que estaba por venir.

Un par de personas se acercaron a Cegd, implorando por ayuda, mientras que otros, aterrados, se lanzaban hacia las puertas con las tarjetas brillando en sus manos, apretadas con tal fuerza que los números parecían casi indelebles. Pero Cegd los ignoró, fijando su mirada en Reiket. Sin pronunciar palabra alguna, hizo un pequeño gesto hacia ella, como si todo el caos fuera solo una distracción.

"¿Acaso no los ves?" La idea se asomó nuevamente en la mente de Reiket, pero la pensó solo un instante. Los personajes a su alrededor, corriendo de un lado a otro, no parecían ser más que sombras borrosas, figuras que desaparecían como si no pertenecieran realmente al mismo mundo en el que ella existía.

Y sin embargo, una sensación inconfundible recorría su espina dorsal: que nada de esto era verdadero. Era solo un espectáculo, un juego en el que todos jugaban el mismo papel, cediendo al guion del cual no podían escapar. Los jueces, las apuestas, el caos... todo estaba hecho para que ellos, los jugadores, fueran solo una parte de algo más grande, algo diseñado para controlar el destino de todos.

—"¿Realmente vale la pena?"

Cegd abrió la boca para responder a Reiket, pero en lugar de hacerlo, su voz se mezcló con el sonido del pánico en el aire. Sin previo aviso, dos de los jueces aparecieron en la puerta, altos, imponentes, con sus ropas negras que reflejaban un resplandor antinatural. La multitud se dispersó aún más, algunos corriendo hacia las paredes, otros simplemente cediendo al pánico, pero el silencio, sin embargo, persistió en el aire.

"¿Es acaso esto lo que nos separa? ¿Una simple elección?"

Reiket se levantó lentamente, con el rostro impasible, mientras los jueces comenzaban a atravesar la multitud sin prestarle atención. Cada paso que daban resonaba como un eco de una verdad olvidada. Miró a Cegd, quien no parecía ni impresionado ni preocupado por la escena que se desarrollaba ante ellos.

"Porque, al final, todos estamos destinados a lo mismo."

La idea pasó por su mente, pero, como todo en este lugar, se desvaneció tan rápidamente como había llegado. Los jueces se detuvieron al llegar a la mesa central, donde Cegd y Reiket aún se mantenían firmes, como si todo el caos a su alrededor no fuera más que un mero decorado.

"¿Pero qué sería de esto si no estuviéramos atrapados en esta farsa?"

Reiket apenas pudo contener una sonrisa, porque algo, en lo más profundo de su ser, le decía que este momento no era más que una fragmentada repetición. El mismo juego, las mismas apuestas, las mismas personas; todo se sentía... ajeno. Cegd, con una mirada tranquila, levantó una mano y la hizo girar en el aire.

—"Que los jueces hagan su trabajo", — dijo, en un tono que sonó casi como si estuviera hablando con alguien fuera de la multitud, fuera de la historia misma.

Y, por un breve instante, la realidad misma pareció tambalear.