La Casa del Águila, conocida por haber tomado acciones similares a la Casa del Cuervo en cuanto a igualdad de educación y medicina para aquellos de castas inferiores que no podían costearlo por su propia cuenta comenzaron poco a poco a ganarse el desprecio de los demás nobles. Los actuales líderes de la Casa del Águila se encontraban fuera de la ciudad visitando las granjas que abastecen de alimentos y materia prima a la Capital. En la mansión sólo quedó Charlotte y un pequeño grupo de sirvientes.
La joven heredera de la Casa del Águila se hallaba en su estudio pintando cómo era su costumbre para mantenerse entretenida en las noches de insomnio que solían acosarla constantemente. Sus manos movían el pincel con gracia y precisión sobre el lienzo, cada estocada aportaba lo necesario para ayudarla a culminar lo que ella creía sería su mejor obra. Sin embargo algo la hizo detener el movimiento de su pincel antes de darle los toques finales a su pintura, agudizó su audición y se levantó de su asiento.
—Hay demasiado silencio… —Musitó con suavidad para ella misma—. Quizá pueda agarrar algo para comer sin que nadie se de cuenta
Tras decir aquello una pequeña sonrisa se formó en el rostro de la chica y con cautela comenzó a dirigirse rumbo a la cocina procurando no ser vista ni escuchada por nadie, al arrivare a su destino comenzó a rebuscar en la despensa encontrando un gran frasco con galletas de con chispas de chocolate.
—Premio gordo —Susurró sonriente mientras le quitaba la tapa al frasco.
Luego de haber cumplido su objetivo Charlotte volvió a su estudio mientras una a una iba comiendo las galletas del frasco. Una vez dentro cerró la puerta y se sentó en su banquillo, cruzando sus piernas y abrazando el frasco de galletas. Miró a su alrededor apreciando todos los cuadros que había pintado, le gustaba tomarse un momento para ver cuánto había avanzado su habilidad con el pincel con el paso del tiempo… sus ojos, eventualmente acabaron por posarse sobre el primer cuadro que había pintado.
Un retrato de ella y un pequeño niño de cabello castaño haciendo el ridículo. Un retrato de ella y su amigo fallecido, Delsin.
—Parece mentira que hayan pasado cinco años… —Susurró melancólica—. Por un tiempo incluso disfruté el no tenerte dando vueltas manchando todo en pintura y monigotes amorfos —Confesó con culpa—. Pero ahora… daría lo que fuera por qué estuvieras aquí haciendo de las tuyas. Incluso extraño ese estúpido apodo que me pusiste
La chica se levantó del banquillo y se acercó al retrato, apoyando con delicadeza sus dedos sobre el lienzo. Aquél retrato se suponía que sería un regalo para Delsin en su decimocuarto cumpleaños, sin embargo cuándo su familia fue hacia La Casa del Cuervo con un carruaje repleto de regalos, no hubo una fiesta o el recibimiento habitual de Delsin y su hermana Alexa… lo único que había eran los escombros humeantes de la mansión y cuerpos calcinados regados por la propiedad. William, Rose y Alexa, sus cuerpos sin vida yacían dentro de los terrenos de la Casa del Cuervo. Pero no había rastro de Delsin.
Aquello hizo que Charlotte tuviera la esperanza de que él hubiera sobrevivido, que de alguna forma hubiera hallado la forma de escapar o encontrar algún lugar donde esconderse. Luego pasaron horas de búsqueda, días, semanas y meses. No había absolutamente nada.
Poco a poco la esperanza de ver una vez más a su amigo mermaba, sin embargo algo dentro de ella siempre mantuvo una chispa de ilusión. Ese optimismo la ayudó a sobrellevar el suceso.
—Me pregunto cómo te verías ahora… —Susurró mirando el retrato.
Se permitió un momento para imaginar cómo el paso del tiempo hubiera afectado a Delsin, según la idea que tenía en su cabeza seguiría siendo el mismo niño flacucho, caótico y errático de siempre simplemente con algo más de altura y malhumor.
—¡Oh, cierto, tengo cosas que contarte! —exclamó la chica mientras agarraba otra galleta—. Mí madre y yo tuvimos una maravillosa y horrenda conversación antes de su viaje —Comenzó a contarle al retrato—. Ella dijo y la citó que estoy en " la edad de casarme " lo cuál obviamente me pareció repulsivo —aclaró rápidamente—. Pero eso no es todo, oh no señor, ambos conocemos a mí madre y su forma de apuñalar y luego darte un balazo… ella quiere que me case con uno de los herederos de la Casa de la Serpiente
Hubo silencio. Estaba hablando sola.
—¿Puedes creerte esa tontería? —preguntó con incredulidad—. Yo, casarme y además ¿con alguien de la Serpiente? —Charlotte negó con la cabeza mientras le daba un bocado a su galleta—. Te lo digo, amigo. Mí madre perdió la cabeza por completo, estamos hablando de clínicamente insana
Charlotte continuó así, contándole al retrato todo lo que se le viniera a la cabeza, pretendiendo que estaba hablando con Delsin. Al menos eso hizo hasta que de la nada escuchó un grito.
—Okay… eso no es usual… —Murmuró mientras se acercaba a la puerta.
Otro grito resonó y ahora podía oler también como algo se quemaba, la chica salió de su estudio curiosa y preocupada a la vez, tardó poco en cruzarse con una de las sirvientas la cuál se veía exaltada y angustiada.
—¿Agnes? ¿Qué está pasando? —preguntó confundida.
—No hay tiempo señorita, tiene que irse, la casa está bajo ataque —Informó la mujer antes de tomarla del brazo y jalarla lejos del peligro.
—¿Ataqué? —preguntó aún más confundida que antes—. ¿Ataque de quién?
La mujer quiso responder, sin embargo antes de que fuera capaz unos encapuchados le cortaron el paso, rifles en alto y una actitud para nada amistosa.
—Gracias por guiarnos anciana —Dijo uno de los hombres—. Éste lugar es un jodido laberinto
Agnes empujó a Charlotte fuera de la línea de fuego, la chica comenzó a correr tan rápido cómo pudo y detrás de ella escuchó varios disparos. Agnes se había sacrificado para salvarla.
Charlotte se ocultó en una de las habitaciones que había en la mansión, comenzó a buscar con la vista algo que usar para defenderse y lo único que fue capaz de encontrar fue un trofeo de su padre hecho de cristal. Se ocultó dónde no podían verla, los hombres encapuchados tiraron la puerta poco después.
—Búscala —Dijo uno de los hombres—. No puede haber ido lejos
Charlotte estaba aterrada, sin embargo se mantuvo firme en su pequeño escondrijo confiando que los hombres dejarían en poco tiempo de buscarla. Sin embargo su suerte no era tan buena, uno de los hombres estaba peligrosamente cerca de su escondite y parecía querer revisar minuciosamente la habitación.
—No creó que esté aquí —Dijo el otro hombre—. Deberíamos ir a otra habitación.
Por suerte lo que el encapuchado dijo distrajo al hombre que estaba a menos de un metro de Charlotte haciendo que éste le diera la espalda, cosa que la chica aprovechó sin dudarlo para golpear al hombre en la cabeza con el trofeo de su padre haciendo que él quedará inconsciente, el trofeo se rompiera y el segundo encapuchado le apuntará con el rifle.
La chica se lanzó al suelo justo a tiempo para evitar que los disparos le dieran a ella. En medio de todo el caos vió en el suelo el rifle que tenía el hombre que había dejado inconsciente, lo tomó y siguiendo la adrenalina que la invadía disparó contra el hombre armado logrando darle dos disparos en el pecho, causando que muera al instante.
—Okay, okay… no entres en pánico, no entres en pánico —Musitó para sí misma mientras intentaba mantener la compostura—. Primero escapa, luego puedes tener una crisis existencial
Charlotte se acercó al cuerpo sin vida del encapuchado y rebuscó en sus bolsillos balas que pudiera usar, cargó su rifle y luego salió de la habitación intentando escapar.
Consiguió salir de la mansión, sin embargo afuera se topó con otros cuatro hombres encapuchados. Alzó el rifle con la intención de disparar, sin embargo uno de los hombres fue más rápido, levantó su mano y una llamarada salió en dirección de Charlotte haciendo que perdiera el balance y caiga al suelo.
Antes de que pudiera levantarse o tomar el rifle otro de los encapuchados estaba justo frente a ella apuntándole en el rostro con un arma.
—Fin del recorrido, niña —Dijo el hombre—. ¿Últimas palabras?
Charlotte, presa del pánico, viendo el cañón del arma a centímetros de su rostro sólo pudo pensar en hacer una cosa. Rogar por su vida.
—¡Auxilió! —Comenzó a gritar desesperada—. ¡Alguien ayúdeme!
Los encapuchados no pudieron evitar reírse a carcajadas de los intentos inútiles de la chica por conseguir que alguien venga a salvarla.
—Eres una perra muy molesta —Gruñó aquél que tenía el arma apuntándole.
Charlotte cerró los ojos aceptando el fatídico desenlace que se cernía sobre ella. Quedó en silencio esperando oír el disparo que le diera muerte, sin embargo nunca llegó.
—¿Cuatro hombres adultos con magia y armas contra una chica desarmada? —Oyó decir a una voz distorsionada y algo exhausta—. No parece muy justo
Cuando Charlotte abrió los ojos lo único que pudo ver fue a un nuevo hombre desconocido parado delante de ella, el hombre que la apuntaba con el arma ahora estaba muerto, con una daga clavada en el pecho. Una daga vagamente familiar.
—Les diré algo —Murmuró el hombre mientras agarraba su daga del pecho del difunto—. Ustedes tres contra mí solo. Eso será más equitativo.
Charlotte miró presa de su confusión a quién acaba de salvarla. El brazo izquierdo era una prótesis mecánica, usaba un abrigo largo sin mangas y con capucha, en su mano derecha sostenía la daga y colgando en su espalda, portaba una espada.
" Un momento… esa espada… ese símbolo " pensó Charlotte para sus adentros " es la insignia de la casa de Delsin. ¡La insignia de los cuervos! "
—¿Quién eres? —preguntó Charlotte, con el ceño fruncido y el corazón latiendo a mil por hora.
—Uhm… no había pensado en un nombre… —Confesó el enmascarado—. Solo dime Spectre —indicó encogiéndose de hombros—. Tú sí que sabes meterte en líos, ¿eh gorrión?
Charlotte abrió sus ojos de par en par al oír aquél apodo, un apodo que hace media década no escuchaba.
—Huye, yo me encargaré de estos imbéciles —Dijo comenzando a caminar en dirección a los encapuchados—. Bueno, ¿vamos a jugar?
El enmascarado se tronó el cuello y empuñó una daga en su mano derecha, Charlotte lo vió alejarse lentamente y mientras lo hacía, una pregunta comenzaba a invadir su cerebro repitiéndose una y otra vez. ¿Podría ser él?