Chapter 5 - cap 5

El sol apenas asomaba en el horizonte cuando Rufus, conocido en el pueblo como el "Hombre Lobo de la Suerte", se encontraba en la mazmorrra del castillo, un lugar que había decidido explorar en busca de antiguos amuletos de la suerte. Sus planes, sin embargo, no eran tan sencillos. La mazmorrra estaba llena de trampas de fuego, hielo y una, aparentemente inofensiva, que se activaba con el más mínimo movimiento.

"Sparki, ¡ten cuidado con ese ladrillo!" gritó Rufus, pero en su intento de advertir a su hija, su pata se enganchó en una trampa de hielo, y en un instante, se encontró colgado del techo, balanceándose como un piñón descontrolado. "¡Ayuda! ¡Estoy atrapado! ¡Esto no es un buen augurio para la 'suerte'!"

Luna, la torpe pero entusiasta amiga de Rufus, intentaba no reírse mientras examinaba el mecanismo de la trampa. "Quizás si le dices a la trampa que eres un lobo de la suerte, ¡te suelte!" sugirió, riendo.

"¡No tengo tiempo para tus chistes, Luna!" respondió Rufus, mientras su mente pensaba en cómo salir de esa situación ridícula. Fue entonces cuando Sparki, con su característico aire de inocencia y distracción, decidió ayudar.

"Oh, mira, ¡una navaja antigua!" exclamó, señalando con entusiasmo un objeto brillante en el suelo. Se agachó para recogerla, y en ese momento, la trampa se desactivó, y Rufus cayó al suelo con un estruendo que resonó en toda la mazmorrra.

"¿Ves? ¡La suerte está de nuestro lado!" dijo Luna, levantando los brazos en un gesto triunfante. Pero Rufus solo podía mirar a su hija, que había encontrado una daga maldita, con un brillo maligno que emanaba de su hoja.

"Tal vez deberíamos considerar que nuestra 'suerte' no es tan buena como pensamos", murmuró Rufus, mientras se frotaba la cabeza, tratando de recomponerse. "¡Mira lo que hemos encontrado! Esto podría ser la clave para entender nuestra mala fortuna."

"¿Y si la suerte nace de la energía del alma?" sugirió Luna, mientras examinaba la daga. "Tal vez deberíamos hacer algo al respecto, porque nuestra alma es un desastre."

"¡Exacto!" exclamó Rufus, "nuestra mezcla de sangre mestiza nos ha dejado con más magia, pero también con una mala suerte catastrófica. Necesitamos construir una máquina que repare nuestras almas. Pero, ¿dónde encontramos algo así?"

Sparki, siempre un paso detrás de sus pensamientos, de repente iluminó la habitación con su entusiasmo. "¡Los enanos! Ellos son los más ingeniosos del país. ¡Podrían hacerlo!"

"Eso es, Sparki, ¡esa es una idea brillante!" Rufus se sintió revitalizado. "Pero el pueblo de los enanos está a un mundo de distancia, y con nuestra suerte, seguramente nos encontraremos con algún demonio o monstruo en el camino."

Luna se rió, "Siempre podemos usar nuestro talento para atraer problemas. ¡Es lo que hacemos mejor!"

Y así, el grupo se dispuso a salir de la mazmorrra, solo para encontrarse de inmediato con su primer obstáculo: una horda de demonios que parecían haber sido atraídos por la mala suerte que emanaba de ellos. Los demonios, una mezcla de criaturas grotescas y absurdamente cómicas, parecían más confundidos que amenazantes.

"¿Es esto un desfile de demonios o un espectáculo de comedia?" preguntó Rufus, mientras esquivaba un ataque de un demonio que se tropezó y cayó sobre otro. "¡Esto es un desastre!"

"Quizás deberíamos intentar ser amables", sugirió Sparki, mientras se acercaba a uno de los demonios con una sonrisa inocente. "Hola, amigo demonio, ¿te gustaría un amuleto de la suerte?"

El demonio la miró con ojos desorbitados y, en un arrebato de confusión, se llevó las manos a la cabeza. "¿Qué es esto? ¿Un ataque de ternura?"

Mientras tanto, Rufus y Luna se estaban ocupando de otro demonio que intentaba subir una escalera que no estaba allí. La escena era tan ridícula que ambos no podían evitar reírse, a pesar del peligro inminente.

Finalmente, lograron escapar de la mazmorrra, pero no sin antes atraer un desfile de patos que los seguían, quackeando en un tono desafinado y animando a los demonios a unirse a su cortejo.

"Esto es lo que pasa cuando un lobo de la suerte se mete en problemas", dijo Rufus, viendo la absurda escena de demonios y patos detrás de ellos. "¡No sé si debemos reír o llorar!"

"Ambas cosas, probablemente," respondió Luna, mientras se giraba para enfrentar a los demonios que hacían un intento torpe de bailar al ritmo de los patos.

A medida que continuaban su viaje hacia el pueblo de los enanos, la mala suerte seguía persiguiéndolos, pero a cada tropiezo y confusión, el vínculo entre ellos se hacía más fuerte. Después de todo, incluso en medio del caos, sabían que la verdadera suerte era tenerse unos a otros.