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Chapter 7 - Capítulo 3 - Alguien importante.

Luego de quedar inconsciente, desperté por una incómoda sensación de movimiento. Era como si estuviera siendo transportado en un carruaje. Sentí un sacudón cuando una rueda pasó sobre una pequeña roca, y eso me devolvió a la conciencia de golpe.

Abrí los ojos lentamente, parpadeando con esfuerzo. Todo a mi alrededor era madera; las paredes crujían ligeramente con el balanceo del vehículo. Distinguí formas que parecían personas, pero mi visión seguía borrosa. Intenté incorporarme, pero un dolor agudo recorrió mi cuerpo, obligándome a quedarme tumbado.

—¡Agh! ¿Dónde estoy? —murmuré, confundido y adolorido.

—Hasta que, por fin, despiertas, mocoso —respondió una voz con el inconfundible tono de superioridad que ya conocía demasiado bien—. Pensé que ya habías pasado a mejor vida. —Sus risas resonaron con malicia.

—¿Lucifer? ¿Eres tú? ¿Dónde te habías metido? —. Curioso por saber dónde estaba.

—Claro que soy yo, mocoso. Mientras tú luchabas desesperadamente contra ese tipo llamado Leofric, yo estaba ocupándome de conseguir información sobre los atacantes de esta caravana.

—¿Desesperadamente? ¡Maté a siete tipos! —respondí indignado—. Y el último era mucho más fuerte que yo. Tu máscara no me sirvió de nada. Si no fuera por el chico que me salvó, estaría muerto. Por cierto, ¿dónde está él?

—No es mi culpa que seas débil y no puedas sacarle provecho a la máscara —dijo Lucifer con una mueca burlona, recargado con los brazos cruzados en el borde del carruaje. Su mirada irradiaba superioridad. —Te lo dije antes: mientras más fuerte seas, mejor podrás usar su poder. El chico está aquí, pero está dormido; estuvo curándote todo este tiempo.

—¿Todo este tiempo? —. Gruñí, frunciendo el ceño mientras intentaba enderezarme en el suelo. —¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?

—Casi un día entero. Ya no falta mucho para llegar a Columba —. Respondió con una sonrisa arrogante.

—¿Oye y la máscara? No la siento.

—Te la saque cuando te subieron el carruaje ya no la ibas a usar. Total, estabas inconsciente.

Un bostezo repentino me interrumpió, seguido por una voz juvenil y somnolienta:

—¡Huaaah! Me quedé dormido —. Dijo un chico, frotándose los ojos mientras se incorporaba lentamente de su lugar junto a mí. —Veo que ya despertaste; me alegra.

Giré la cabeza para verlo mejor. Su rostro tenía una mezcla de cansancio y alivio.

—¿Eres tú? ¿Eres el que me ayudó? —. Le pregunté, frunciendo ligeramente el ceño, todavía confundido.

—Sí, soy Finan —. Respondió con una sonrisa tranquila, apoyándose contra el costado del carruaje. —No podía quedarme quieto viendo cómo arriesgabas tu vida.

A pesar del dolor punzante en mi costado, me forcé a sentarme con un quejido. La madera del carruaje crujió bajo mi peso, y mi respiración era pesada.

—Ya veo… Te lo agradezco de verdad —. Dije, tratando de mantenerme erguido mientras mi espalda se apoyaba contra el costado del carruaje. —¿Cómo llegué aquí?

—No hay de qué—. Finan se pasó una mano por su cabello desordenado y miró hacia adelante—. La señorita Elena permitió que viajaran con nosotros después de que tu amigo hablara con ella. Le explicó que ustedes también van a Columba.

Pasamos el resto del trayecto hablando. Finan, sentado con las piernas cruzadas frente a mí, parecía más relajado con cada palabra, mientras yo intentaba ignorar las punzadas de dolor en mi costado. Lucifer, en cambio, se mantuvo callado, observando a la distancia con una expresión difícil de leer.

—Soy hijo del Lord de Esperion —. Comenzó Finan, bajando la voz mientras miraba sus manos entrelazadas sobre sus rodillas. —Mi padre murió justo después de que Dios hablara, cuando la masacre comenzó.

—Lo siento… Es una pena —. Respondí, inclinándome un poco hacia él, tratando de entender su mirada perdida.

—No te preocupes—. Sacudió la cabeza y dejó escapar un suspiro pesado. —Aunque era mi padre, su muerte no me afectó mucho. Permitió que Esperion se convirtiera en un caos durante demasiado tiempo. Siempre le insistí que tomara acción, pero nunca me escuchó. Solo aceptaba los sobornos de la iglesia y los vándalos.

Fruncí el ceño, recordando mi propia infancia en Esperion.

—Yo también soy de Esperion, pero de los barrios bajos —. Le dije, recargando mi cabeza contra el borde del carruaje. —Siempre estuve luchando por sobrevivir. Siempre culpé a la iglesia, a los vándalos y, claro, a quienes dirigían Esperion.

Finan bajó la cabeza, su voz se volvió apenas un susurro.

—Perdón… Todo esto es culpa de mi familia. Es imperdonable el dolor y el sufrimiento que hemos causado, no solo a ti, sino a todos los habitantes de Esperion.

Lo miré por un momento, tratando de leer su sinceridad. Luego, suspiré.

—No te culpo a ti —. Dije, con un tono más suave. —No eres responsable por lo que tu padre hizo o dejó de hacer. Pero saber que quieres cambiar la situación de Esperion… Me da algo de esperanza.

Finan me miró sorprendido, pero luego asintió con determinación.

Intenté cambiar el tema para qué Finan no pensará más en lo que hizo su padre.

—¿Quién es la señorita Elena? ¿Es alguien importante? —pregunté, inclinándome un poco hacia él para captar mejor su atención.

Finan levantó la vista y se llevó una mano a la barbilla, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.

—Mmmh... sí —respondió finalmente—. Es la hija del Lord de Columba, su hija mayor.

Mi ceja se arqueó de inmediato.

—¿La hija del Lord de Columba? ¿Qué hacía alguien como ella en Esperion? —dije, cruzando los brazos con curiosidad.

—Estaba aquí en representación de su padre. —Se encogió de hombros y desvió la mirada hacia la lona del carruaje, como buscando algo que no estaba allí—. Pero no sé cuál era el motivo exacto.

—¿Y cómo acabaste aquí, viajando con la señorita Elena? —pregunté, inclinándome hacia adelante, tratando de entender más su historia.

El rostro de Finan se ensombreció, y noté que sus manos empezaron a apretarse contra sus rodillas.

—Fue después de que atacaran a mi familia —dijo con un tono apagado, como si cada palabra le costara. Bajó la mirada al suelo mientras hablaba—. Escapé para no morir.

Hizo una pausa, su respiración se agitó un poco al recordar.

—Mientras corría, me topé con la señorita Elena y sus guardias. Ellos también estaban escapando de todo… Luego se nos unieron algunas personas más, que también huían.

—Guau… —. Murmuré, sacudiendo la cabeza, tratando de imaginarlo—. Pasaste por mucho en tan poco tiempo. Debió ser todo muy traumático.

Finan asintió lentamente.

—¿Toda tu familia murió en el ataque? —. Pregunté con cautela, temiendo la respuesta, pero sintiendo que necesitaba preguntar.

—Sí… —. Respondió, con la voz rota. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, aunque intentaba no dejar que cayeran—. Solo yo pude escapar. Mi madre… ella me protegió de todo, pero murió antes de que pudiera escapar.

Un nudo se formó en mi garganta al escuchar esas palabras. Por un momento, no supe qué decir.

—Lo siento mucho… —. Murmuré, finalmente, con sinceridad. Sabía que nada que dijera cambiaría lo que pasó, pero quería que supiera que no estaba solo.

Me sentía mal por Finan. Había pasado por demasiado en un solo día y aun así, seguía adelante y eso lo respetaba.

—Eres alguien fuerte —. Dije con admiración, mirándolo directamente a los ojos. —Muchos se rendirían en tu situación, además me salvaste. No muchos harían algo así; la mayoría se quedan paralizados sin actuar.

Finan bajó la cabeza, como si tratara de esquivar el cumplido.

—Lo hice sin pensar realmente —. Dijo con un tono bajo, casi apenado. —Simplemente, recordé lo que pasó con mi familia y decidí atacarlo.

Antes de que pudiera responder, una voz se escuchó desde afuera del carruaje, anunciando que habíamos llegado a Columba.

Me levanté como pude, a pesar del dolor. Las heridas todavía dolían, pero la curiosidad me impulsaba. Levanté la pequeña tela que cubría la ventana del carruaje para ver la ciudad.

Era magnífica. Aunque nunca había estado allí, sabía que Columba era una de las ciudades más avanzadas tecnológicamente. Sus armaduras y armas eran las mejores de la región, prácticamente impenetrables, y su sistema de comercio estaba entre los más eficientes.

—¡Guau! Es increíble —. Murmuré, completamente asombrado. El carruaje empezó a detenerse, y me giré hacia Finan—. Creo que ya llegamos.

—Eso parece. Cuando bajemos, podrás conocer a la señorita Elena —. Respondió Finan con una leve sonrisa, ayudándome a mantenerme en pie.

La puerta del carruaje se abrió, y bajé lentamente, apoyándome en el hombro de Finan para no perder el equilibrio. Cada paso dolía, pero la emoción de estar en Columba lo compensaba.

De un carruaje cercano descendió una mujer. Era increíblemente hermosa, con una elegancia que la hacía destacar incluso entre el bullicio de la ciudad. Parecía tener mi edad, quizá 18 o 19 años, y su porte era el de alguien acostumbrado a liderar. Caminó directamente hacia nosotros. No había duda: ella era la señorita Elena.

—Hola, veo que ya te has recuperado un poco —. Dijo con una voz elegante y firme, pero a la vez cálida.

La sorpresa y el nerviosismo me invadieron.

—Eh, hola… sí, ya estoy un poco mejor —. Respondí torpemente, notando cómo mi voz temblaba ligeramente.

—¡Ja, ja, ja! No me digas que te puso nervioso.

—¿Eso es cierto? —. Preguntó Elena, ligeramente divertida al ver mi reacción, pero con un toque de curiosidad en sus ojos. Mi rostro enrojeció de inmediato.

—Bueno… no importa —. Dijo ella, esbozando una pequeña sonrisa que no pude descifrar del todo—. Dime, ¿cuál es tu nombre? Antes no pude preguntártelo porque estabas inconsciente.

El tono de sus palabras seguía siendo tan elegante como su porte, pero había algo genuino en su interés. Por un momento, no supe qué responder, atrapado entre el dolor, el nerviosismo y la curiosidad por conocer más a esta misteriosa mujer.

—Soy Orión y vengo de Esperion, como mi amigo… —hice una pausa, casi por decir el verdadero nombre de Lucifer, pero entonces su voz resonó en mi mente.

("No digas mi nombre. Invéntate otro, la mayoría se impacta al escuchar mi nombre real.")

—Mi amigo Luccy —. Corregí rápidamente, tratando de sonar natural—. Mejor dicho, más que mi amigo, es mi maestro.