—Hermano Li, ¿le desagrada la Hermana Xu? —preguntó.
—No es que me desagrade, pero estar con ella no me hace sentir lo mismo que estar contigo, así que ahora mismo estoy muy angustiado —respondió con franqueza.
Su Yiyi no necesitaba escuchar nada más. Con una dulce sonrisa, dijo:
—Hermano Li, hagas lo que hagas, te apoyaré.
Luego anidó su rostro en el pecho de Li Yifei, su corazón colmado de dulzura.
A la mañana siguiente, Li Yifei dejó a la aferrada Su Yiyi de vuelta en su escuela. En el camino, recibió una llamada de Xu Yingying pidiéndole que la recogiera y la llevara a la empresa.
Li Yifei no tuvo más opción que conducir hasta el complejo de apartamentos de Xu Yingying. Ella lo esperaba en la entrada, subió al coche en cuanto él llegó.