—Tan tierno, tan rebosante... —Mis manos acunaban aquellos melocotones, jugueteando con ellos sin cesar.
Aunque innumerables hombres habían jugado y succionado los melocotones de esta chica antes, la sensación en mis manos seguía siendo fantástica.
—Mmm... Maestro Xu, su técnica de masaje es realmente increíble —Es... es cierto que ha curado mi dolor de estómago... —En ese momento, la chica parecía liberar una naturaleza primordial, su cuerpo delicado y blanco como la nieve yacía desnudo en la cama, retorciéndose sin parar bajo mi amasado.
Especialmente los gemidos conmovedores de sus labios, que nunca cesaban.
—Apúrate... succiona, mmm... apúrate... —De repente, ella rodeó mi cabeza con sus brazos y la presionó directamente sobre su melocotón.
Olí una extraña fragancia en ella, no desagradable, pero definitivamente no era su olor natural.