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—Violeta no perdió ni un segundo más mientras se dirigía al piso administrativo —dijo—. Había ignorado a Lila, quien le preguntó a dónde iba. Pero la chica no necesitaba saberlo, no cuando podría intentar detenerla.
—La recepcionista levantó la mirada brevemente, luego apenas reconoció la presencia de Violeta, sus ojos volviendo a la pantalla del teléfono frente a ella —murmuró Violeta—. Podía oír el tiroteo estridente de la película en la que la recepcionista estaba absorta, el volumen lo suficientemente alto como para ahogar los leves sonidos de la oficina. No podía decir si su falta de respuesta era una señal para que entrara o se largara. Eligió la primera opción.
—Se acercó a la puerta de la oficina, levantó la mano y llamó firmemente —relató—. No hubo respuesta.
—Violeta llamó por segunda vez, preguntándose si la directora Jameson estaría siquiera en la oficina —se lamentó—. Después de todo, aún no eran las ocho.