—¿Cómo está ella? —preguntó Aiden mientras observaba a Ewan acercarse, llevando a Atenea en sus brazos.
Apretó su puño, sus ojos ardían con lágrimas, al ver su miserable estado con cada paso que Ewan daba hacia él.
—Mal. Muy mal. Acaba de desmayarse —respondió Ewan, apretando los dientes al recordar lo que había encontrado hacía unos minutos, mientras imaginaba lo que habría pasado si hubiera seguido a Sandro y Zane a casa.
Sacudió la imagen de su cabeza. Le estaba dando escalofríos y un dolor de cabeza cortante.
—¿Viste algo allí? —indagó Aiden, habiendo notado la mirada de tristeza mezclada con ira en el rostro de Ewan.
Ewan se detuvo y miró al hombre, con una mirada ardiente. —Digamos que habría sido una historia diferente si me hubiera ido con Zane y Sandro.
Aiden suspiró y estiró sus manos para poder llevar a Atenea él mismo. —Lo siento. Solo estaba haciendo todo para mantenerlos a los tres a salvo también. Son de familias prominentes, con empresas importantes también.