La luna bañaba el bosque con su pálida luz, mientras las sombras de los árboles danzaban y se alargaban con el parpadeo de la hoguera. Todo estaba en un silencio absoluto, como esperando la respuesta de Kael. Mientras que las palabras de Darek seguían resonando en su mente:
"Quiero unirme a ti."
Kael no había respondido inmediatamente. Simplemente había observado a Darek intentando descifrarlo. Ahora, mientras la tenue luz de la luna envuelve la noche, Kael decidió que era momento de ver si Darek podía respaldar con hechos sus palabras.
—Levántate —ordenó Kael de repente, rompiendo el silencio como una cuchilla cortando el aire.
Darek tragó saliva, pero asintió.
—Estoy listo, no me pienso rendir.
Kael dejó caer su capa, revelando la espada que llevaba atada a la cintura. Sus movimientos eran lentos y meticulosos mientras desenfundaba la hoja, que reflejaba la luz titilante de la hoguera.
—¿Listo para qué? —preguntó Kael, dando un paso adelante—. ¿Para morir? ¿Para enfrentarte a lo que sea que venga? Porque este camino no es para los débiles, Darek. No te lo voy a decir dos veces.
Darek se puso de pie lentamente. La daga que siempre descansaba en su cadera. Con una firme convicción, la desenvainó, y al hacerlo, la hoja empezó a imbuirse de una luz azul, la manifestación de su magia
Kael observó atentamente, evaluando cada movimiento.
El primer movimiento fue de Darek. Lanzó un tajo reforzado con un chorro de agua dirigido al torso de Kael, pero este se movió con una rapidez y precisión que desconcertaron al joven mago. Kael esquivó con facilidad, el filo de la espada rozando la daga de Darek con una fuerza que hizo temblar su brazo
—Eres lento —gruñó Kael, y su voz parecía cortar tanto como su espada.
Darek apretó los dientes, ignorando el peso de las palabras mientras lanzaba una combinación de ataques, haciendo que el agua formara estocadas rápidas y cambiantes. Pero Kael siempre estaba un paso adelante, anticipando cada movimiento y atacando en el momento exacto en que Darek mostraba una abertura.
Darek envió otro corte de agua, esta vez más amplio, pero Kael se lanzó hacia adelante, cerrando la distancia entre ellos en un instante. Antes de que Darek pudiera reaccionar, Kael desvió la mano que sostenía la daga con un golpe seco en la muñeca, obligándolo a retroceder.
—Tu magia es interesante —dijo Kael, avanzando como un depredador—, pero dependes demasiado de ella.
—Necesitarás más que trucos baratos para sobrevivir.
Darek trató de contraatacar, esta vez invocando una ráfaga de pequeñas lanzas de agua desde el suelo. Pero, a medida que se elevaban, el agua empezó a cristalizarse, convirtiéndose en hielo con un brillo frío. Kael reaccionó con rapidez, moviéndose entre las lanzas con una precisión aterradora, cerrando la distancia una vez más
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Kael lanzó una patada hacia la pierna de apoyo de Darek, desequilibrándolo y obligándolo a retroceder tambaleándose
Kael no dejó de presionar, obligando a Darek a mantenerse a la defensiva. Cada vez que el mago intentaba un nuevo ataque, Kael lo contrarrestaba con una precisión casi inhumana, moviéndose con una agilidad que parecía imposible para alguien con su complexión.
Finalmente, Darek tropezó y cayó al suelo, jadeando. La magia le había drenado la energía, y su cuerpo estaba completamente agotado .
Kael se detuvo frente a él, su espada apuntando hacia el suelo.
—Levántate —ordenó.
Darek levantó la mirada, sus ojos llenos de frustración y cansancio.
—No puedo...
Kael arqueó una ceja, inclinándose ligeramente hacia él.
—¿Eso es todo? —dijo Kael, con un giro elegante de su espada, puso el filo de la espada en su cuello —. ¿Es esto todo lo que traes al campo de batalla? ¿Crees que puedes enfrentarte a Noxar así?
El nombre del imperio cayó como una losa sobre Darek. Su respiración se aceleró, y por un momento, su control sobre la magia vaciló.
Kael lo notó.
—¿Lo ves? —continuó, su tono implacable—. Todavía les temes. Todavía eres su esclavo.
Darek se levantó con un movimiento brusco, sus ojos encendidos por la ira y la desesperación que hervían en su interior. Su respiración era pesada, pero su determinación parecía crecer con cada segundo que pasaba.
—¡No! —gritó. A su alrededor empezó a flotar agua con un brillo azul intenso, esa misma agua se estaba congelando rápidamente.
Kael dio un paso atrás, evaluando el cambio en el mago. Esta vez, la magia de Darek era diferente: más intensa, más controlada. De repente, con un grito desgarrador, Darek alzó su mano, formando una lanza de hielo puro que brillaba con un azul gélido bajo la noche.
—¡Eso no es verdad! —rugió, con una mezcla de ira y dolor en su voz—. ¡Ya no soy su esclavo!
Con toda la fuerza que pudo reunir, arrojó la lanza hacia Kael.
Kael se movió con rapidez, pero no lo suficiente para evitar el roce. La lanza pasó cerca, dejando una delgada línea de sangre en su mejilla.
Por un instante, el ambiente quedó en silencio, roto solo por los jadeos de Darek. El mago casi cae de rodillas, su cuerpo temblaba por el agotamiento. Había puesto todo lo que le quedaba en ese último ataque.
Kael aprovechó el momento. Se movió con la rapidez de un depredador, cerrando la distancia entre ellos antes de que Darek pudiera reaccionar, con un giro rápido lanzo una estocada con su espada deteniéndose a un suspiro del cuello de Darek.
—Eso es mejor —dijo, inclinó la cabeza, sus ojos oscuros y penetrantes—. Recuerda lo que te hicieron. Recuerda cómo te rompieron, cómo te dejaron para morir. Esa es la gente contra la que lucharás si vienes conmigo. Y si no puedes enfrentarte a mí, no tienes ninguna oportunidad contra ellos.
Las palabras de Kael golpearon con más fuerza que cualquier ataque.
—No… no quiero hablar de eso… —murmuró Darek, apartando la mirada.
Kael sonrió amargamente.
—¿De verdad crees que el miedo que sientes por Noxar es algo que puedes dejar atrás tan fácilmente? —dijo Kael, su tono más bajo ahora, casi un susurro lleno de veneno—. Yo lo viví, Darek. No hace falta que te lo cuente. Tú sabes lo que el Imperio hace con los débiles. Lo sabes bien. El miedo que tienes no te lo quitas con magia ni con voluntad. El miedo te sigue, como las sombras te siguen a la luz. Como a mí me siguió, hasta que no hubo nada que temer más que a mí mismo.
Darek tragó saliva, su cuerpo temblando visiblemente. Kael dio un paso más cerca, su presencia más imponente que nunca.
—En Noxar, no hay lugar para la debilidad —continuó Kael, sus ojos fijos en los de Darek—. Los que no sobreviven... se rompen. Y yo vi a muchos romperse. No importa lo que hagas, no importa cuánto intentes luchar. Si no aprendes a controlar ese miedo, te destruirá. Te harás pedazos. Y el Imperio no te dará una segunda oportunidad.
El joven mago vaciló, su respiración se hizo más rápida, como si tratara de encontrar un resquicio de esperanza en medio de la oscuridad que Kael había desnudado frente a él.
Kael dejó que el silencio se instalara entre ellos un momento antes de hablar nuevamente, su voz firme, cortante como un filo de espada.
—Si quieres seguirme, tendrás que dejar todo ese miedo atrás, Darek. Porque si no lo haces, te aseguraré que este camino será tu última caída.
Kael se detuvo y se giró lentamente, como si esperara que Darek no estuviera listo. El mago había creído que había llegado al límite, pero no era así
—Kael, tienes razón en una cosa —dijo, con la voz más firme que había tenido hasta ahora —. El miedo puede destruirme, o puede ser mi fuerza. Y hoy... hoy decidí que no me destruirá.
Darek hizo un pequeña pausa antes de continuar.
—No soy un mago fuerte, Kael —admitió—, pero tengo algo que muchos no tienen. Y no tengo la intención de quedarme atrás, ni de ser una carga para nadie. Si me aceptas... seré todo lo que necesites.
Kael se mantuvo en silencio por un largo rato. Su expresión, hasta ahora dura y fría, se suavizó ligeramente, un gesto casi imperceptible pero suficiente para transmitir aprobación. Finalmente, se dio la vuelta y se acercó un paso más a él.
—Está bien —dijo Kael, su voz grave y cargada de un tono que Darek no pudo descifrar del todo—. Pero tendrás que demostrarme cada día que eres lo suficientemente fuerte para este camino. No es solo magia lo que te llevará hasta el final. Necesitarás algo más.
Darek finalmente suspiro de alivio, miró a Kael a los ojos, ahora más decidido que nunca.
—Lo haré —respondió.
Y, aunque no lo dijo en voz alta, dentro de su mente resonó una promesa: No voy a dejar que me vuelvan a quebrar. No esta vez.