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Chapter 5 - Lagrimas de la niebla

Después de la intensa escaramuza, el equipo de Encai regresó al campamento base, exhaustos y heridos. A medida que cruzaban el umbral del campamento, los sonidos de los ninjas heridos y los gritos de los médicos trabajando incansablemente para salvar vidas llenaban el aire.

Hayate reunió al equipo cerca de una fogata improvisada para un breve descanso. Sabía que necesitaban recuperar fuerzas, pero también entendía la importancia de mantener la moral alta en tiempos de guerra.

—La mayoría de las batallas en esta guerra son como la que tuvimos hoy —explicó Hayate, su voz baja pero firme—. Pequeñas escaramuzas aquí y allá. No es común ver batallas a gran escala debido a la constante movilidad de los ejércitos. La guerra ninja se trata de desgaste y tácticas, y cada enfrentamiento cuenta.

Encai y sus compañeros escucharon atentamente, asimilando la cruda realidad de su situación. La fatiga estaba presente en sus rostros, pero sabían que no podían permitirse bajar la guardia.

Antes de que pudieran sanar por completo o siquiera disfrutar de un respiro, un mensajero llegó corriendo al campamento, su rostro pálido de preocupación.

—¡Hayate! —exclamó el mensajero—. Un escuadrón no ha regresado de su patrullaje. Necesitamos que vayas a verificar su situación inmediatamente. No tenemos suficientes ninjas disponibles, y necesitamos toda la ayuda posible.

Hayate asintió con gravedad. —Entendido. Nos encargaremos de ello de inmediato.

Encai, Akira y Hana intercambiaron miradas cansadas pero decididas. Sabían que no tenían otra opción. A pesar de sus heridas y el agotamiento, se prepararon rápidamente para la nueva misión.

El equipo se adentró nuevamente en el denso bosque, moviéndose con precaución pero con urgencia. La posibilidad de encontrar a sus compañeros en peligro los empujaba hacia adelante.

Tras varias horas de búsqueda, encontraron señales de una batalla reciente. Árboles destrozados, cráteres en el suelo y manchas de sangre eran evidencia clara del enfrentamiento.

—Aquí ocurrió algo —dijo Akira, utilizando sus habilidades sensoriales—. Hay rastros de chakra... Están cerca.

Finalmente, encontraron a los miembros del escuadrón perdido. Todos estaban muertos. La escena era desgarradora: cuerpos de compañeros caídos, rostros congelados en expresiones de dolor y desesperación.

Mientras el equipo observaba la trágica escena, Hayate rompió el silencio con una voz pesada de emoción.

—Podríamos haber sido nosotros —dijo, su mirada fija en los cuerpos—. En esta guerra, la línea entre la vida y la muerte es delgada. Cada decisión, cada movimiento, puede ser el último.

Hana, con lágrimas en los ojos, añadió —Es injusto. La guerra arrebata vidas sin discriminar. Estos ninjas tenían sueños, familias, esperanzas... Y ahora todo se ha desvanecido.

Akira, siempre observador, reflexionó —La vida de un ninja es trágica porque estamos atrapados en un ciclo de violencia. Pero debemos encontrar un propósito en medio del caos, algo por lo que valga la pena luchar.

Encai, tocado por la escena, pensó en su propia reencarnación y en las vidas pasadas de estos ninjas. —Cada vida es preciosa, y cada muerte es una pérdida inmensurable. Aunque no podamos cambiar la brutalidad de la guerra, podemos honrar a los que han caído siguiendo adelante y luchando por un futuro mejor.

De vuelta en el campamento, después de llevar a los cuerpos de sus compañeros caídos, Encai reflexionó sobre la fragilidad de sus vidas y la constante amenaza de muerte. Cada día era una batalla no solo por la victoria, sino también por la supervivencia y la humanidad.

—La vida de un ninja es dura y despiadada —pensó Encai, mirando las estrellas en el cielo nocturno—. Pero mientras tengamos la fuerza de seguir adelante, encontraremos un propósito en medio del caos.

—Honraremos a los que han caído al seguir luchando —dijo Hayate—. No importa lo que nos depare el futuro, lucharemos y protegeremos a los nuestros.

Cambio de Escena: La Batalla Desesperada

En una región montañosa al este de Kirigakure, la batalla se intensificaba entre los ninjas de la Niebla y las fuerzas de Kumo. El comandante Kaito, un veterano ninja de la Niebla conocido por su astucia y valentía, lideraba un pelotón en una lucha desesperada. La situación era crítica: los enemigos habían lanzado un ataque sorpresa y estaban ganando terreno rápidamente.

La batalla se desató con una ferocidad implacable. Los ninjas de la Niebla y Kumo se enfrentaron en un combate cuerpo a cuerpo, utilizando jutsus y armas con una precisión letal. El aire estaba cargado de tensión y el sonido de los choques resonaba en el valle.

Un joven genin de la Niebla, con el kunai en mano, corrió hacia un enemigo de Kumo, solo para ser derribado con un golpe brutal. Su cuerpo cayó al suelo, su sangre manchando el campo de batalla. Los gritos de los heridos y moribundos llenaban el aire, creando una sinfonía de dolor y desesperación.

Un chunin de la Niebla, conocido por su habilidad con el kenjutsu, se enfrentó a tres enemigos a la vez. Sus movimientos eran rápidos y precisos, cortando a sus oponentes con destreza. Sin embargo, la superioridad numérica de los enemigos lo superó. Con un último grito de desafío, cayó al suelo, su espada aún en la mano.

Los ninjas de Kumo avanzaban implacablemente, aprovechando cada debilidad y cada momento de duda. Los jutsus de viento y relámpago atravesaban las defensas de los ninjas de la Niebla, dejando un rastro de destrucción a su paso. La masacre era inevitable.

Un equipo de tres ninjas de la Niebla intentó formar una barrera defensiva, utilizando jutsus de agua y tierra para bloquear el avance enemigo. Sin embargo, un poderoso jutsu de relámpago atravesó la barrera, electrocutando a los tres ninjas y dejándolos caer al suelo sin vida.

En medio del caos, una figura imponente apareció entre las filas de Kumo. Era Yugito Nii, la jinchūriki del Nibi, el Dos Colas. Su presencia imponente y el aura de chakra bestial emanando de ella infundieron terror en los corazones de los ninjas de la Niebla.

Yugito, desatando el poder del Nibi, lanzó un ataque devastador. Con una ráfaga de fuego azul y llamas infernales, incineró a varios ninjas de la Niebla, reduciéndolos a cenizas. Su risa fría resonó en el campo de batalla, como una burla a la desesperación de sus enemigos.

La batalla se volvió aún más caótica y brutal. Los ninjas de Kumo, fortalecidos por el poder de su jinchūriki, avanzaron sin piedad. Las fuerzas de la Niebla eran superadas y diezmadas. Más de mil ninjas de la Niebla cayeron en el campo de batalla, sus cuerpos esparcidos por doquier. La desesperación y el caos reinaban en cada rincón.

Kaito, viendo a sus hombres caer a su alrededor, sintió una impotencia abrumadora. Sus órdenes eran difíciles de escuchar en medio del rugido de los ataques y los gritos de los moribundos. La visión de los ninjas de la Niebla siendo incinerados, electrocutados y abatidos sin piedad quedó grabada en su mente.

A pesar de su valentía, Kaito se dio cuenta de que la retirada era la única opción para salvar a sus hombres. Con una voz cargada de dolor, ordenó la retirada.

—¡Retirada! —gritó Kaito, su voz resonando por encima del caos—. ¡Reagrúpense y retrocedan!

Los ninjas de la Niebla comenzaron a retroceder, cubriéndose mutuamente mientras se retiraban. La batalla había sido intensa y las pérdidas eran significativas. A medida que se alejaban del campo de batalla, la realidad de la masacre se hacía más evidente. Los rostros de los caídos, los gritos de los heridos y la brutalidad de la guerra quedaban grabados en sus mentes.