La impotencia es uno de los miedos más grandes de los vivos. Es el terror primitivo, el que roe las almas, la causa del abandono primordial de todos los sueños. Los humanos lo experimentan más que nadie: su ego frágil, oculto tras rostros llenos de desesperación. El abismo mismo nunca ha dejado de admirarnos. No es un lugar, sino una esencia. El último espacio donde coexisten lo irreal y lo tangible, representa el último vestigio salvado de la ira del Creador y lo Creado.
Dos siluetas se alzan en este vacío sagrado. Una desnuda, la piel como un lienzo donde la finitud de todas las cosas habita; la otra envuelta en una armadura tan deslumbrante que parece tejida por las bendiciones del Divino.
El más cercano a Dios tiembla, su miedo primordial estaba a punto de asentarse en este mundo, por lo que declara:
—¿Este nivel último? Así que tenías la posibilidad de derribarlo.
El hombre desnudo de una verdad trascendente asiente a sus palabras. Una sonrisa indescifrable flota sobre sus labios, entre desprecio y diversión.
—¿Derribarlo? Esa palabra no puede calificar lo que le habría podido hacer. ¿Acaso alguna vez será alcanzado? Solo el futuro nos dará una respuesta a toda nuestra curiosidad.
Sus miradas se cruzan, dos abismos de sentido y silencio. El momento se alarga, tenso como la cuerda de un arco, hasta que la única certeza se impone: la fin está cerca...
Terra. Diez veces más vasta que la Tierra, es un mundo forjado en la desmesura, pero quebrado por un mal trascendente. Desde hace más de un siglo, monstruos provenientes de universos paralelos aparecen sin advertencia, como pesadillas surgidas de un vacío maligno. Dejan a su paso ruinas y gritos, mientras la vida, frágil, valiente y temeraria, intenta persistir.
Pero Terra no es un mundo compuesto de mortales ordinarios. Sus habitantes son sobrehumanos, nacidos con dones que desafían la lógica. Fueron creados para sobrevivir, para dominar y para oponer su luz a la oscuridad que los asola.
Para coordinar esta resistencia, ha surgido una organización: Yorquin Ranger Terra. Desde el siglo pasado, es el último bastión de la humanidad. Sus fuerzas, unidas bajo un mismo emblema, luchan con una rabia que solo el miedo a la extinción puede engendrar.
En la ciudad futurista de Deza, una explosión devastadora sacude el corazón de la ciudad, causando el colapso de los primeros edificios, creando un pánico sin precedentes. Un soplo de fuego y polvo arrasa los primeros rascacielos. Las calles están inundadas por una cacofonía de sirenas y gritos. Decenas de miles de civiles caen, barridos como víctimas de una catástrofe climática inevitable.
Luego llegan los monstruos. Esas abominaciones, cuyas siluetas están deformadas por una lógica ajena, emergen de las grietas abiertas en la tierra. Su llegada es un grito de caos. Cada movimiento que hacen es un poema de destrucción, un ballet de terror. Su papel es pintar a Deza con un final espectacular. Son considerados por todos como los más bellos artistas de la destrucción.
En el cuartel general departamental de la región de Retyu, el caos también se escribe en pantallas saturadas de datos. Los escáneres no dejan de alertar. El personal evalúa el nivel de peligrosidad de los monstruos. El personal, atrapado en una danza macabra entre la urgencia y el pánico, lucha por mantener un mínimo de orden.
El estrés los somete a la duda, deben enviar un mensaje de alerta a las fuerzas de combate disponibles mientras crean una estrategia para acabar con esta nueva invasión. Sin embargo, los escáneres detectan una amenaza inusual, diferente a todas las anteriores.
—Comandante, esta oleada de monstruos es diferente, proviene desde el interior de nuestro planeta, a unos miles de metros bajo la tierra. Hemos estimado que su peligrosidad es de rango B.
El comandante levanta una mirada cargada de fría determinación. Está listo para dar su veredicto decisional
—¿Rango B, dices? ¡Es un caso de fuerza mayor! Pidan a todas las unidades presentes que actúen lo más rápido posible. Transmítanles un mensaje para alertarles sobre la llegada de refuerzos. Envíen un informe de los acontecimientos a la sede general de la región.
Pero el respiro es un lujo. Un soldado entra a toda prisa, el aliento entrecortado, los ojos atormentados.
—¡Comandante! Nuestras tropas en Deza están siendo completamente masacradas. Las pérdidas civiles aumentan a un ritmo aterrador. ¡Necesitamos héroes, ahora!
En la ciudad de Deza, que ahora está llena de cadáveres, tiembla una vez más frente a un diagnóstico tan alarmante como inquietante. Sus calles, antes vibrantes de vida, están cubiertas de cuerpos mutilados y escombros.
Los sobrevivientes gritan, sus voces desgarrando el aire como cuchillas. Los héroes están siendo maltratados con tal violencia, horribles gritos de terror y dolor resuenan por toda la ciudad. Las tropas de esta ciudad no son tan fuertes en comparación con las grandes ciudades.
En medio de esta carnicería, un héroe sigue de pie. Su armadura, rota en varios puntos, parece apenas sostenerse sobre su cuerpo agotado. Frente a él, una mujer embarazada abraza a su hija contra sí, sus miradas cargadas de una oración silenciosa. Su deber como héroe lo coloca frente a la bestia.
El héroe se enfrenta a una criatura de rango C, pero sus movimientos son pesados, fatigados. Cada golpe intercambiado es una sinfonía de dolor y desesperación. La criatura, grotesca e implacable, lo rechaza una y otra vez.
La niña tiene lágrimas en los ojos, preguntando con voz temblorosa.
—¿Mamá... Él nos va a salvar?
El héroe vacila, pero se mantiene firme. No por sí mismo ni por el honor. Sino por ellas. Y mientras el rugido del monstruo resuena de nuevo, cubriendo casi la voz de la niña, el destino permanece suspendido, silencioso, inalcanzable.
El héroe se da cuenta de que sus ataques son ineficaces frente a este monstruo. Grita con tono seco y desesperado.
—¡Maldita sea! ¡Este monstruo resiste a mi magia de luz, no puedo perder! ¡Debo protegerlas a toda costa! ¡Magia de luz! ¡Abrazo Sagrado!
Lanza un grito lleno de esperanza y determinación. El monstruo no vacila ante un hechizo que ni siquiera lo afecta.
El héroe decide continuar su asalto mientras la madre y su hija permanecen inmóviles, literalmente paralizadas por el miedo. Usa todo lo que tiene para golpear al monstruo cuerpo a cuerpo. Sin embargo, su indiferencia hacia su empeño hace que retroceda un gran paso.
Brazos inmaculados, forjados con luz pura, surgen de sus manos temblorosas. Se envuelven alrededor de la criatura, se contraen con una fuerza prodigiosa, buscando sofocar a la impenetrable criatura frente a él. Sin embargo, el monstruo no cede. Se mantiene allí, con tal indiferencia, casi desdeñosa, como si ese hechizo no fuera más que una brisa acariciando una montaña.
El grito del héroe es una mezcla de esperanza y furia: ya no tiene derecho a fallar. Detrás de él, una mujer abraza a su hija, sus rostros congelados por un terror paralizante. No se mueven, comparables a verdaderas estatuas vivientes en este infierno de violencia indescriptible.
Abandonando la distancia segura de su magia, el héroe decide enfrentarse cuerpo a cuerpo. Cada golpe que asesta es llevado por la urgencia del sacrificio, cada movimiento una súplica silenciosa al destino. Pero la criatura, masiva e implacable, recibe sus ataques con una frialdad inhumana, forzando al héroe a retroceder con un paso tembloroso.
"¡Daré mi vida por aquellos que deben ser protegidos! ¡No perderé! ¡Magia de luz! ¡Destello cegador!"
Una intensa luz envuelve el campo de batalla, logrando obstruir temporalmente la visión del monstruo. El héroe se lanza al aire. Carga toda la magia que tiene a su disposición. Suspendido sobre la criatura, concentra en sus manos toda su energía mágica.
Sus brazos tiemblan, sus músculos protestan, pero está a punto de lanzar un asalto final. Sin embargo, rápidamente olvida que la mujer y su hija todavía están presentes en el campo de batalla.
Suspendido en el cielo, vulnerable, dice:
"Círculo Fuente: ¡Las lamentaciones del arcángel!"
La concentración desmedida de magia fluye en un flujo constante, una rapidez que rompe decenas de veces la barrera del sonido. Sus brazos, torturados por la densidad mágica liberada, se fracturan varias veces. Era un momento que iba mucho más allá de un instinto de supervivencia; nuestro héroe siente una profunda desesperación. Al contacto con el monstruo, toda su magia se anula por un medio que escapa al héroe, quien cae en las manos del monstruo.
La criatura se ríe. La atrapa mientras cae como una muñeca desarticulada, luego la lanza con un devastador golpe de cola. El impacto lo impulsa contra un edificio, que se derrumba en una cascada de escombros. La onda expansiva pulveriza todo a su alrededor.
Es el momento de ser consumido.
Lamentablemente, no recibió la bendición de una muerte instantánea, y fue en vano para el héroe, que se desploma ante tal dificultad. Sangre brota de sus labios mientras contempla, impotente, los cuerpos de sus compañeros esparcidos por el campo de batalla. El final de Deza es inevitable.
Está irritado por su incompetencia, sus palabras tiemblan bajo la angustia de una muerte posiblemente inminente:
"¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Si existe un Dios, cualquier divinidad, les ruego... ¡Ayúdennos!"
Bajo el impacto, cae repentinamente en un estado crítico entre la vida y la muerte. La mujer y su hija aprovechan un momento de respiro para huir. Pero detrás de ellas, el monstruo comienza su caza. Sus pasos resuenan como tambores de guerra, su mandíbula, llena de colmillos capaces de triturar diamantes, se abre con un apetito macabro. Su aura nauseabunda, capaz de matar a los seres inferiores, los considera meras presas.
Luego desaparecen.
Abren los ojos, desconcertadas, y descubren que están en la frontera de la ciudad. Una silueta se erige cerca del cuerpo inanimado del héroe. Frente al monstruo, un hombre vestido con un traje de combate rojo y una camiseta azul aparece junto al cuerpo aún inconsciente del héroe.
"Eres valiente, joven héroe. Me haré cargo. Eres parte de las criaturas que están sembrando un verdadero caos en esta ciudad."
El monstruo gruñe, su instinto lo alerta.
"Tú, eres fuerte, lo siento. No eres un humano como los demás."
El hombre levanta una ceja, una sonrisa burlona flota en sus labios.
"¿Y tú? Una ofensa para la creación. Tu existencia, tan patética como esas marcas en tu cuerpo deformado, me repugna. No eres más que un experimento fallido, los conejillos de indias como tú terminan siendo reemplazados. No te preocupes, no serás el único en irse."
El monstruo, incapaz de soportar tal falta de respeto, ruge, furioso por esta afrenta, y carga. Su garra desciende como un martillo celestial. Pero el hombre, sin esfuerzo aparente, bloquea el ataque con un simple movimiento de brazo. Realiza una simple elevación de rodilla, que hará desaparecer para siempre a este pobre animal extraviado.
El héroe abre parcialmente los ojos. Vislumbra brevemente al individuo que acaba de salvarlo, pero éste desaparece instantáneamente de su campo de visión. El hombre se desplaza por toda la ciudad, erradicando a los desviados de cualquier rango en su camino. Las abominaciones no caen en combates titánicos; son humilladas, pulverizadas con un solo golpe.
Mientras asesta una humillación total al campo enemigo, el hombre se hace diversas reflexiones.
"Voy a tener que mudarme a una ciudad donde haya héroes más poderosos, estos no parecen estar a la altura. No los culparé, después de todo, es una amenaza de rango B para ellos."
De repente, un monstruo lo intercepta en su carrera dándole un fuerte golpe de puño martillo. Se detiene y bloquea este ataque, parece haber contenido un golpe que podría haber sido fatal para el distrito en el que se encuentran. El monstruo es un humanoide verde, con un cuerpo tan elástico como robusto.
"Mi nombre es Greyo, el monstruo de la adaptación, soy un genio que ha superado la condición terrana. ¿Cuál es tu nombre, humano?"
El hombre se acerca, dominando a la criatura con toda su altura, y responde con calma.
"Mi nombre es Atachi Gosaiblaze, un simple humano que solo quiere regresar a su casa. Ahora te explicaré por qué voy a terminar contigo en unos instantes."
Greyo se queda algo perplejo ante este humano que planea contarle su vida. Atachi comienza su breve relato.
"Para empezar, simplemente quería darme un buen baño, luego preparar un delicioso platillo y finalmente descansar frente a una pequeña serie. Pero tú y tu grupo de monstruos, no solo mataron a inocentes, sino que destruyeron la ciudad de Deza y también mi maldito departamento. ¡Y jamás lo perdonaré! Esta es la 15ª vez que me mudo en 8 meses... ¡Los voy a eliminar a todos desde la raíz!"
Greyo se ríe, una risa áspera y cruel.
"Eres tan hilarante, humano. Déjame carbonizarte, a ti y a todos los miserables que pisan esta tierra. ¡Perforación nuclear!"
Gracias a la extraña estructura de su cuerpo, Greyo acelera los átomos de su cuerpo, creando una explosión nuclear que concentra en la yema de su dedo índice, aumentando la peligrosidad del ataque. Atachi, por su parte, está bastante molesto.
Contemplando el monótono ataque de esta desagradable cosa, Atachi, perdiendo su compostura, decide intervenir. Chasquea los dedos. La explosión, que podría haber pulverizado un planeta, se apaga en un suspiro, acompañada de la destrucción total de los miembros de Greyo. El cuerpo de Greyo, capaz de resistir la explosión de un planeta, es humillado por un individuo que solo quería regresar a su casa.
"¿Eh? ¿Estoy en el suelo, mis miembros han desaparecido por completo? ¿Este humano sería responsable de tal milagro? Toda mi vida, he trabajado para alcanzar la cima de la modificación genética, creando mi propia especie de monstruos. Este avance debería haberte sido fatal. ¿Existen razas superiores a la quintaesencia de la adaptación?"
Atachi no lo escucha, solo ve la ubicación de los héroes que pronto llegarán a estas ruinas.
El impotente nota algo realmente sorprendente sobre sí mismo.
"Pero espera un segundo, mi cuerpo no logró adaptarse a este tipo. Incluso mi regeneración no funcionó. ¿Quién es este tipo?"
"Simplemente no tuviste suerte. Te encontraste con un individuo que no es el más débil de los hombres. Sin demasiada arrogancia, creo ser el hombre más fuerte del mundo."
Atachi avanza hacia el cuerpo que pronto será cadavérico. Coloca su pierna sobre Greyo y termina la ejecución diciendo:
"Tengo que encontrarme un nuevo alojamiento. Bueno, te dejo la oportunidad de una última palabra, espero que tengas algo interesante que contarnos, criatura incomprendida. ¡Habla ahora!"
"¿Crees que voy a morir frente a..."
Atachi lo interrumpe con una voz fatal, lo inevitable va a suceder y Greyo será la víctima.
"¡Cállate ya! Eres bastante molesto..."
Ejercita una fuerza a corta distancia. Sin tocarlo directamente, una onda de choque destruye por completo un agujero de 5 metros de diámetro y 10 metros de profundidad. Siente que los héroes finalmente están llegando. El evento solo duró un minuto.
Desaparece en las fronteras de Deza como un simple civil. Observa atentamente a su alrededor y se da cuenta de que nadie lo ha visto. Luego se dirige al centro de rescate para registrarse.
El balance es sangriento, más del cincuenta por ciento de los habitantes de esta ciudad, es decir, más de diez millones de personas, han sido asesinados, las llamas envuelven cada escombro aún intacto, dejando solo el retrato de una ciudad destinada a caer en el olvido.
En el centro de la ciudad de Deza, los héroes finalmente llegaron en 5 minutos. Sin embargo, frente a ellos no hay ni monstruo ni humano, solo un cementerio donde todas las criaturas vivientes han tenido la mala o buena suerte de encontrar la paz.
Héroe – "¿Cómo es esto posible? Hola, comandante, al informe."
Comandante – "¿Cuál es el balance a su llegada?"
Héroe – "Comandante, todos los héroes han fallecido, excepto uno, que se encuentra actualmente en estado crítico. Pero no tuvimos que actuar, mi comandante, toda la ola ya ha sido aniquilada por un desconocido."