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Mas allá del dolor y la soledad

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Synopsis
"mas alla del dolor y la soledad" es una historia intensa que profundiza en los conflictos emocionales y psicológicos de sus protagonistas. Pariz, una adolescente atrapada en un hogar marcado por el abuso y el abandono emocional, enfrenta no solo las cicatrices físicas, sino también las invisibles heridas de la vida. Mientras lucha por mantener una fachada de fortaleza, descubre que detrás de las apariencias se oculta un mundo de manipulación, traición y oscuridad. A través de la llegada de nuevos personajes como Lápiz y Moli, la historia se adentra en la fragilidad de las relaciones humanas, mostrando cómo la manipulación y el daño pueden ser disfrazados de bondad. Con un enfoque en temas de depresión, psicopatía y abuso, "mas alla del dolor y la soledad" expone cómo las heridas interiores pueden transformarse en un camino hacia la pérdida de identidad y control, mientras cuestiona los límites de la fortaleza personal en un mundo lleno de dolor.
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Chapter 1 - Capítulo 1 El peso del amanecer.

El amanecer llego y con él un rayo de luz se coló por un pequeño hueco en la cortina, iluminando una habitación oscura. El desorden era evidente: ropa esparcida sin orden alguno, vendas usadas apiladas en un rincón y un aire pesado, con un olor fuerte y olor metálico a sangre.

no era de las vendas lo que impregnaba el ambiente, el aroma provenía de la única cama donde descansaba una joven llamada pariz.

El rayo del amanecer tocó suavemente su rostro, haciendo que se moviera ligeramente. Poco a poco, abrió los ojos, hinchados y con un leve tono rojizo. Con un suspiro, apartó la cobija que la cubría, dejando al descubierto su delgado cuerpo, sus antebrazos envueltos en vendas blancas y una mancha oscura en la manta rosada.

Se sentó en el borde de la cama, mirando la habitación en silencio por un momento. Estirando su espalda, liberando la tensión. se puso de pie y caminó asía el baño, ubicado justo frente a su cuarto. Al encender la luz, su espejo opaco devolvió una imagen. Su cuerpo, aunque delgado, estaba sano. Pero sus antebrazos, tenía un contraste marcado.

Con cuidado, empezó a despegar las vendas. Estaban pegadas a su piel por la sangre seca, y cada tirón la dejaba temblando, apretando la mandíbula, mientras jadeaba. Al final, logró quitarlas, aunque pequeños trozos de su propia carne se fueron con ellas. En su rostro una lagrima estaba rodando, tragando un sorbo de su propia saliva se limpió el rostro. Ella ya estaba acostumbrada . Sin mirar las heridas, entró a la ducha y dejó que el agua tibia cayera sobre su cuerpo, dándole un respiro. El ardor era fuerte, pero no hizo ningún ruido. Solo presionó los labios y continuo hasta el final.

Al terminar su ducha, se envolvió en dos suaves toallas lista para regresar a su cuarto.

De regreso, se acercó al pequeño cajón junto a su cama y sacó un rollo de vendas nuevo. Con sus manos aún temblando, empezó a cubrirlas otra vez, ocultándolas de ella misma. Cuando terminó, dejó escapar un suspiro, como si ese simple acto le devolviera un poco de tranquilidad.

Miro a la izquierda de su cuarto, dio un par de pasos y abrió el armario.

El fin de semana ya había terminado, y su uniforme llevaba un par de días esperando su momento.

Sacó la una camisa blanca, abrochando botón por botón, arreglando las mangas y continuo con su falda negra, la cual le llegaba casi a las rodillas. Siguió sacando un par de calcetines blancos y los zapatos negros de gala, recordando como ayer los voleo para antes de salir.

Entes de terminar el conjunto, saco de su armario una chaqueta negra, tan ligera pero su larga la protegía, le ayudaba a ocultar lo que no le gustaba.

Desde la cocina se escuchó la voz de su madre:

—¡Pariz, baja a desayunar!

—¡Sí, madre, ya está bajo!

Antes de abrir la puerta, miró un pequeño espejo, sus profundos ojos marrones estaban marcados con unas ligeras ojeras, las cuales se cubrían con un poco de maquillaje. y antes de irse, terminaba de colocarse una cadena de plata alrededor del cuello. Con el uniforme ajustado y la chaqueta con el cierre medio abierto, debajo de las escaleras. Un pequeño sentimiento se alojó en su pecho, Una sonrisa se había dibujado. camino en dirección a la cocina, al cruzar la puerta, su pequeña sonrisa se desvaneció .

su madre, de apenas 31 años, se encontraba en la cocina. Su rostro y cuerpo estaban marcados por moretones, manchas oscuras que contrastaban con su piel. A pesar del dolor que probablemente sentía, volteó hacia Pariz con una sonrisa, que se esforzaba por mantener, como si con eso pudiera decirle que todo estaba bien.

Pariz incapaz de mirarla a los ojos, se sentó en la mesa en silencio.

Su madre notó la tristeza en su rostro y, dejando a un lado su propio sufrimiento, se acercó a su hija.

— ¿Qué tienes, hija? —preguntó, colocando frente a ella un plato humeante de comida.

Pariz la mandíbula se tensó, marcando el mentón.

—No… no es nada mamá. Solo tuve un mal sueño.

Su madre se arrodilló junto a ella y le acarició suavemente la cabeza.

—No deberías ponerte así por un sueño. Tú eres una niña muy fuerte y siempre debes ser feliz, Con una sonrisa.

Poco a poco fue levantando la mirada, mostrando una brillante sonrisa.

—Sí, madre, tienes razón. —Sin embargo, en su mente las palabras eran diferentes: " solo debo ser feliz, mamá quiere eso. Que sea una niña fuerte y feliz "

Su respiración se ajito. Y una intensa comezón comenzó a invadir uno de sus antebrazos, obligándola a bajar la mirada hacia ellos. Su mano derecha, casi de forma automática, comenzó a moverse hacia su brazo izquierdo, haciendo a un lado la venda que cubría.

Pero antes de que pudiese continuar, sintió un estirón jalando su cabello. Era su madre, que había tomado un cepillo. con movimientos lentos y delicados la había comenzado a peinar.

— ¿Nunca has pensado en dejartelo crecer? —preguntó con suavidad—. Corto te queda bien, pero largo te verías como una princesa.

Pariz se quedó en silencio, alejando su brazo derecho, recogió un vaso de agua dándole gran un trago.

—Tal vez… no lo sé.

La comida, que al principio le había parecido insípida, comenzó a saber diferente. Cada bocado ahora tenía un calor reconfortante que no venía del plato, sino del gesto.

—mmm, que bien cocinas, mamá. ¿No has pensado en ser chef?

—jaja. No creo, pero gracias hija,

Esa pequeña acción, le permitió dejar de actuar por un momento. Cuando terminó de comer, se levantó y, sin pensarlo mucho, abrazó a su madre con fuerza.

—¿ahora a ti que te pico?

—nada mamá, solo quería abrasarte.

Antes de que su madre pudiera responder, Pariz tomó su mochila y antes de salir escucho.

—Pariz, a donde vas sin despedirte de papá. —dijo una figura prendida en llamas sentada en el sofá.

Pariz lo volteo a ver y su cabeza era la de un demonio sonriente con cuernos gigantes.

—ya te vas a la escuela y aun no te despides de mí. Ven dame un abrazo.

La obesa figura de aquel demonio se levantó del sofá, extendiendo las manos.

Los ojos de pariz se alzaron, tragando toda la saliva de su boca, quedando congelado. Y antes de poder mover cualquier músculo, aquel demonio la enredo en sus brazos.

Su cuerpo trataba de no temblar. Su nariz al estar tan cerca de él, detecta un aroma que siempre la irritaba, el alcohol .

Espero pacientemente a que el abraso acabara, despegándose lentamente de él.

Lentamente abrió la puerta, saliendo de su casa y cerrando la puerta.

Solo pudo cerrar el pucho, antes de sentir una violenta picazón que no le pedía ser saciada, le exigía .

Caminó por unos metros, dejando atrás la casa, antes de detenerse en la esquina. Sacó de su mochila una pequeña cajetilla de cigarrillos, tomó con dos dedos, lo introdujo a su boca y con un mechero lo encendió.

En su mente se formaron las palabras que nunca había podido decir: " No quiero ser feliz . Quiero que me entiendas, pero ni yo misma logro entenderme. Solo sé que es mejor no sentir a sentir lo que siento.

El humo del cigarro se mezclaba con el aire frío de la mañana mientras Pariz avanzaba hacia la escuela. Llenando sus pulmones, hasta que su pecho resalte. lo exhala con una pequeña tos. Con una lagrima en su rostro que se resbala lentamente se dice a sí misma. — esto es lo único que me ayuda, ¿verdad? — intentando convencerse de que es lo correcto.

Sus ojos empezaron a nublarse; el humo se extendía como una densa niebla, cubriendo cada rincón y apagando todo a su alrededor. Una oscuridad profunda la envolvía, desconectándola de la realidad. Los pensamientos y emociones, tanto negativos como positivos, se desvanecían , dejándola atrapada en un limbo vacío. Solo quedaba el placer efímero del humo tóxico entrando y saliendo de sus pulmones, una y otra vez, hasta que el cigarrillo se agotó. Al disipar el humo. Solo los jadeos quedaron.

La neblina se desvaneció, dejando al descubierto la luz del día y los rostros de los transeúntes. Sus miradas parecían juzgarla, pero también reflejaban una vaga preocupación. Sin embargo, nadie se acercaba a tenderle una mano. Esa imagen de autodestrucción era tan habitual en su vecindario que parecía algo natural.

Continuó su camino, cruzando un puente de piedra. Al otro lado, el ambiente cambió radicalmente. La sensación de seguridad era palpable, pero con ella llegaba también una opresión sutil. Las calles estaban impecablemente pavimentadas, y el césped, cortado con precisión, exhalaba un aroma fresco.

Tras unos minutos de caminar por los senderos de concreto, llegó a las puertas de My Fly High School . Las imponentes paredes, pintadas de blanco y azul grisáceo, despertaron en París una nostalgia que casi la arrastró hacia sus pensamientos. Sin embargo, la campana de entrada resonó como una alarma, grabándole que ya iba tarde.