"Así que al fin llegué al lugar más peligroso que existe en el mundo... el continente central."
Dije mientras estaba parado frente a un gran bosque. A solo unos metros, se podían ver árboles y plantas gigantescas. Detrás de mí había un pequeño río y un bote roto, aquel en el que había viajado. Más allá del río, una imponente jungla extendía su oscuridad infinita, bloqueando cualquier rastro de luz solar gracias a los enormes árboles que la cubrían.
—Ya me arrepiento... Solo debería haber aceptado la misión de mi madre. Así no tendría que haber peleado por mi vida contra bestias marinas que casi me devoran —murmuré con pesar, lamentando lo que había pasado. El pequeño bote me había traído hasta aquí, pero este ni siquiera era mi destino original. Ahora no había vuelta atrás.
Rápidamente busqué entre mis pertenencias y encontré un viejo papiro.
—Si lo rompo, me enviará volando para atravesar el bosque mientras nada se interponga. Pero... si falla, con mi nivel de Foundation Establishment no sobreviviré —dije, sosteniendo el amuleto en mi mano mientras evaluaba si arriesgarme o no. Era mi única oportunidad, y probablemente también la más mortal.
—Después de todo, los recolectores que entran aquí siempre van liderados por un anciano en Core Formation... —suspiré, dándome cuenta de lo insensato que era mi plan.
Dejándome caer al suelo, grité con frustración:—¡Shen Wutian! Después de renacer, fuiste considerado uno de los dos genios más grandes en más de mil años del continente de hielo. ¿Y ahora tiras tu vida a la basura así?
Cambio de POV
Shen era lo que se conoce como un transmigrador. Había muerto en su mundo a la edad de 27 años y había renacido en este nuevo mundo, donde había vivido pacíficamente por casi 20 años. Su plan inicial era llegar al continente central, pero solo a los bordes, donde se encontraba una base flotante. Aunque peligrosa, la base estaba protegida por varios ancianos en Core Formation, un lugar ideal para entrenar y aumentar su cultivo con miras a formar su propia secta en el futuro.
Sin embargo, el destino le jugó una mala pasada. Mientras navegaba con su bote, una gran bestia marina, obviamente más poderosa que él, lo atacó. Obligado a desviarse, Shen terminó en un río que lo llevó directamente al continente central. Por si fuera poco, descendió por una cascada, eliminando cualquier posibilidad de regresar por el mismo camino.
El continente central era un lugar temido y desconocido. Incluso los recolectores más experimentados apenas se atrevían a adentrarse unos pocos kilómetros desde los bordes. Este lugar estaba plagado de las bestias más poderosas, plantas venenosas y biomas traicioneros, haciendo imposible que alguien sobreviviera más de un día solo. Por eso, las bases de los recolectores eran flotantes.
Las bases de los recolectores eran estructuras flotantes, construidas en el mar cercano al Continente Central para minimizar el contacto directo con los peligros del territorio continental. Estas plataformas colosales no solo eran refugios, sino también auténticas fortalezas móviles, diseñadas para resistir las embestidas de bestias marinas y otros peligros que pudieran surgir desde el continente o el océano.
Cada una de estas bases flotantes era patrocinada y mantenida por las sectas más poderosas de los continentes vecinos. En el caso del Continente de Hielo, la base flotante estaba bajo la protección y administración directa de la secta a la que pertenecía Shen. Este hecho garantizaba un nivel excepcional de seguridad en la base, ya que ancianos en el nivel de Core Formation y superiores se aseguraban de protegerla constantemente de cualquier amenaza.
A pesar de la peligrosidad del Continente Central, estas bases eran esenciales para el flujo de recursos y tesoros provenientes de su vasto territorio. Los recolectores, a menudo equipos de cultivadores bien entrenados, se aventuraban a los bordes de la jungla y otras zonas del continente para extraer hierbas espirituales, minerales raros y otros materiales de valor incalculable. Sin embargo, incluso estas incursiones cuidadosamente planeadas estaban llenas de riesgos.
Para Shen, estas bases representaban un punto de partida y, en teoría, también una vía de escape segura. Inicialmente, su plan había sido llegar a la base flotante designada por su secta y usarla como un lugar para entrenar, recolectar recursos y ganar experiencia mientras aún contaba con la protección de los ancianos. Desde allí, planeaba fortalecer su cultivo en un entorno peligroso pero manejable, con la posibilidad de retirarse al Continente de Hielo en caso de emergencia.
El continente central, también conocido como el "Continente de la Muerte", era el más grande del mundo antiguo. Todo lo que se sabía de él era que estaba rodeado por una espesa y peligrosa jungla, salvo en un extremo noroeste, donde un desierto interrumpía la línea de árboles. Sin embargo, ese desierto no era menos mortal. Criaturas astutas y peligrosas habitaban sus arenas, capaces de devorar a un viajero con un solo paso en falso. A eso se sumaba el calor extremo, que podía acabar con cualquier intruso antes incluso de que las bestias lo hicieran.
Además del continente central, el mundo antiguo tenía otros cuatro continentes principales. Bueno, tres y medio, ya que uno había sido destruido hace cientos de años, dejando solo un conjunto de islas dispersas. Aquel lugar, conocido como el "Continente Destruido", mostraba un paisaje desgarrado, como si una gigantesca bestia lo hubiera atravesado, dejando un sendero de destrucción.
Luego estaba el "Continente Volcánico", un lugar lleno de montañas ardientes. A pesar de su nombre, no era inhabitable, ya que los volcanes proporcionaban minerales valiosos, y muchas personas vivían allí.
El "Continente de Hielo", tierra natal de Shen, era un lugar gélido donde solo los cultivadores y artistas marciales podían sobrevivir. Los mortales comunes morirían rápidamente congelados. Además, el continente estaba lleno de bestias y gólems de hielo que representaban un peligro constante.
Por último, estaba el "Continente Antiguo", considerado la cuna de los cultivadores. Era el más poderoso después del central y el lugar donde la energía espiritual era más abundante. Este continente estaba dividido en dos grandes facciones eternamente en guerra. Cada diez años, representantes de las dos sectas más poderosas del lugar viajaban a los otros continentes para reclutar a los mejores genios.
Sin embargo, incluso estos continentes palidecían en comparación con el central, donde la energía espiritual, los recursos y el poder eran incomparables. Por eso, siempre había quienes arriesgaban sus vidas para recolectar los valiosos tesoros del continente central. Allí, los humanos tenían que luchar constantemente para sobrevivir, ya que las bestias eran más fuertes, resistentes y ágiles que ellos al mismo nivel de cultivo.
—Este lugar está lleno de tesoros —dijo Shen, observando las plantas medicinales cercanas.
—Lástima que no sobreviviré lo suficiente para aprovecharlos —suspiró, recordando cómo su maestro de secta era capaz de destruir glaciares con un simple movimiento de su espada.
Con resignación, Shen sacó otro amuleto de su anillo espacial y lo rompió. Este generó una barrera protectora a su alrededor, capaz de bloquear todo daño externo. Aunque solo duraría unas horas, esperaba que alguien notara su ausencia y viniera a buscarlo. Sin embargo, era poco probable, ya que había escapado en secreto.
Este amuleto era un regalo de uno de los maestros enchanter más poderoso que conocia, quien se lo dio tras años de insistencia de Shen y con la promesa de que no se metería en problemas.
Los Enchanters eran figuras legendarias en el mundo del cultivo. Su arte consistía en la creación de amuletos, inscripciones rúnicas y herramientas mágicas utilizando runas y hechizos complejos
—Y ahora estoy en el mayor problema de todos... —murmuró Shen, lamentándose.
Shen tenía una suerte única, casi siempre metiéndose en situaciones de vida o muerte, incluso cuando no hacía nada fuera de lo común. A veces, estos incidentes le dejaban recompensas inesperadas, pero eso no quitaba lo peligroso de las situaciones.
Mientras esperaba dentro de la cúpula protectora, Shen sacó una mesa de té y comenzó a relajarse. Sabía que mantener la calma era crucial para no volverse paranoico. A pesar de su aparente tranquilidad, su mente seguía alerta, observando cada rincón del bosque oscuro y peligroso.
—Parece que en este mundo ser un transmigrador no garantiza ser un protagonista... —dijo Shen, sorbiendo su té mientras pensaba en otros como él.: transmigradores y reencarnadores. Porque sí, Shen no era único en este mundo. Había otros que, como él, habían llegado aquí desde otros lugares o habían vivido más de una vida.
Sin embargo, existía un patrón inquietante que parecía envolver a todos estos individuos. Al igual que Shen, la mayoría de ellos atraían la desgracia como si fuera un imán. Situaciones de vida o muerte, misterios irresistibles y artefactos brillantes parecían perseguirlos constantemente.
—Es como si este mundo estuviera vivo—, pensó Shen, observando la cúpula de energía protectora que lo rodeaba. —Como si intentara matarnos mientras nos lanza cebos irresistibles—.
Había un término que Shen había acuñado en sus años de observación: la maldición del mundo. Este fenómeno, según él, no era más que una trampa. Los tesoros, las tumbas ancestrales, los manuales secretos… todos ellos estaban diseñados para atraer a los más curiosos, ambiciosos o ingenuos. Y, más temprano que tarde, esa confianza que estos objetos les otorgaban se convertía en su perdición.
El rostro de Shen se oscureció mientras recordaba las historias que había oído, historias de reencarnadores prodigiosos que lograron ascender rápidamente en el mundo del cultivo, solo para ser devorados por su propia arrogancia.
—Y aquí estoy yo, sentado en este bosque maldito, siguiendo el mismo camino—, murmuró con una sonrisa amarga. —debi haberme quedado en casa como siempre. debo haber enloquecido.
De repente, un recuerdo emergió en su mente: una antigua leyenda que escuchó durante sus días de aprendiz.
Se decía que hace miles de años, un maestro cultivador había alcanzado el penúltimo nivel de cultivo: Immortal Ascension. Su poder era tan grande que podía manipular los elementos a voluntad, dividir montañas con un gesto y controlar el flujo del tiempo a su alrededor. Este maestro, según la leyenda, había decidido explorar el Continente Central, atraído por sus infinitas riquezas y secretos.
Sin embargo, incluso un cultivador de su nivel encontró su final en este lugar. Las bestias, la traicionera naturaleza del entorno y quién sabe qué otros peligros, lo habían superado.
Se decía que antes de morir, el maestro había sellado su vasto conocimiento y fortuna en algún lugar del continente. Tesoros incalculables, manuales de técnicas olvidadas y recursos suficientes para ascender más allá de Immortal Ascension... Todo estaba allí, esperando a ser encontrado.
Shen soltó una carcajada seca.
—¡Claro! Como si encontrar algo así en este lugar fuera posible. Este continente es tan grande que podrías buscar mil vidas y no encontrar ni un indicio de ese tesoro.
De repente, algo llamó su atención. A lo lejos, vio un objeto pequeño que se acercaba a toda velocidad.
—¿Qué... es eso? ¡Espera, frena! —gritó Shen al darse cuenta de que era un libro, que volaba directamente hacia él.
¡Slap!
El libro impactó contra su cara, atravesando la barrera protectora como si no existiera. Aunque no le hizo daño, el golpe lo dejó tirado en el suelo, mirando al cielo.
—¿Por qué...? —murmuró Shen, frotándose el rostro.
—¿Por qué un maldito libro me golpea en la cara viajando a la velocidad del sonido? —gritó, mientras se levantaba con indignación.
Se acercó al objeto que lo había atacado y lo examinó con cuidado. El libro parecía antiguo y desgastado. Sus hojas amarillas sugerían su antigüedad, y las palabras del título apenas eran legibles.
"Manual de vida del Emperador de las Almas", leyó Shen con cuidado.
—¿Qué es esto? ¿Un diario? —preguntó en voz alta, mientras una sonrisa burlona se formaba en su rostro.
—Tal vez es un diario vergonzoso que algún anciano lanzó al continente central para deshacerse de él —se burló, mientras recogía el libro con una mano.
En cuanto lo tocó, sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies. Era como si estuviera cayendo desde una gran altura, con el viento rugiendo en sus oídos.
—¿¡Qué demonios!? —gritó Shen, mientras el vértigo lo envolvía.
—¡Maldita sea! ¡¿Qué es este libro?! —fue lo último que logró decir antes de que la gravedad lo arrastrara hacia un destino desconocido.
Corrección ChatGpt.
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