El sol brillaba intensamente en el cielo de "Ayuda Mundiales", y Leo miraba por la ventana con una mezcla de determinación y locura. La idea de robar un camión de café a la mafia del café no solo era un plan descabellado, sino que también era su única oportunidad de impresionar a su jefa, la temida y enigmática Pacheco. Con su habitual optimismo, se giró hacia Estella, quien estaba organizando su escritorio como si este fuera una obra de arte abstracto, con tazas de café vacías y papeles en desorden.
"Estella, ¡es el momento de brillar! ¡Estamos a punto de llevar a cabo la Operación Café Loco!" exclamó Leo, levantando los brazos en un gesto dramático.
"¿La qué?" Estella arqueó una ceja, sin dejar de mirar sus papeles. "¿Se te ha olvidado que el último plan 'brillante' involucraba un desfile de pingüinos por la ciudad? Y terminó en un caos de plumas y helados de chocolate."
"¡Pero esta vez es diferente! ¡Es café! Y Pacheco ama el café más que a su gato de tres cabezas. Si logramos robarle un camión a la mafia, ¡seremos los héroes del día!" Leo dijo, dándole un ligero codazo a Estella.
"¿Y qué pasa si nos convierten en queso suizo?" preguntó Estella, con un tono de sarcasmo. "Recuerda que son unos profesionales, no estamos hablando de un grupo de aficionados a la cafeína."
Leo sonrió de forma traviesa. "Exactamente. Por eso necesitamos un plan tan loco que ni ellos lo vean venir. La sorpresa será nuestra arma secreta."
Estella se cruzó de brazos, pensando en todas las formas en que su vida podría volverse aún más absurda. "Está bien, pero prométeme que esta vez no habrá pingüinos implicados."
"Prometido. ¡Ahora, a la acción!" Leo se lanzó a la pizarra blanca, donde comenzó a dibujar un esquema que solo él podía entender. "Primero, necesitamos un disfraz. ¿Qué tal si nos vestimos de baristas? Nadie sospecharía de dos trabajadores del café."
"¿De verdad crees que la mafia del café no se daría cuenta de que somos un par de lunáticos disfrazados de empleados?" replicó Estella, pero no pudo evitar sonreír ante la locura de Leo.
"¡Exactamente! ¡Esa es la belleza del plan! Les pareceremos tan absurdos que no creerán que podamos ser una amenaza." Leo continuó dibujando, esta vez añadiendo un bigote prominente y unas gafas de sol a su figura de barista. "Y como además seremos baristas, podemos ofrecerles una degustación exclusiva. ¡Nada los detiene como un café bien hecho!"
"¿Y después qué? ¿Les invitamos a una fiesta de salsa?" rió Estella, sintiéndose cada vez más atrapada en la locura de su compañero.
"¡Exactamente! Y mientras estén bailando, nosotros robamos el camión. ¡Es perfecto!" Leo estaba casi saltando de emoción.
"Vale, vale. Pero si esto sale mal, te prometo que no habrá más café en mi vida. ¡Y eso es un compromiso serio!" dijo Estella, finalmente cediendo ante la locura de Leo.
Después de unas horas de preparación, ambos se disfrazaron de baristas y se dirigieron a la base de la mafia del café, un lugar que se asemejaba más a un café de lujo que a un escondite del crimen. El ambiente era tenso, con aromas de café flotando en el aire y música suave de fondo.
"Recuerda, actúa natural. ¡Como si este fuera un día cualquiera en la cafetería!" Leo susurró mientras se acercaban a la entrada.
"Sí, claro, porque pedir un café a la mafia es algo que hago todos los días," murmuró Estella, sintiendo cómo su corazón latía a mil por hora.
Al entrar, fueron recibidos por un grupo de matones musculosos que los miraron con desconfianza. "¿Quiénes son ustedes?" preguntó uno de ellos, con una mirada que podría cortar el café.
"¡Hola! Somos los nuevos baristas de la zona. Venimos a ofrecerles una degustación exclusiva de nuestro café de la casa," dijo Leo con una sonrisa brillante, extendiendo una jarra de café que había llenado con una mezcla de agua y polvo de café instantáneo.
El matón frunció el ceño, pero algo en la locura de Leo lo hizo dudar. "¿Y qué es tan especial de ese café?"
"¡Es el café más loco que probarán en su vida! ¡Hasta pueden bailar salsa mientras lo degustan!" Leo exclamó, comenzando a mover sus caderas al ritmo de una música imaginaria.
Estella se unió a él, moviéndose con una gracia cómica que hizo que los matones se miraran entre sí, confundidos. "¡Vamos, un poco de ritmo! ¡Café y salsa, la combinación perfecta!" gritó.
Y así, mientras la mafia del café se dejó llevar por la locura de Leo y Estella, la pareja robó el camión, pero no sin antes haber hecho un par de amigos inesperados. Cuando finalmente lograron escapar, con el camión lleno de café, ambos se miraron y estallaron en carcajadas.
"¡Lo hicimos! ¡No somos queso suizo!" Leo exclamó con alegría, mientras Estella sólo podía pensar en la próxima locura que les esperaba.
"Sí, pero ahora debemos asegurarnos de que no nos encuentren. ¿Qué tal una fiesta de salsa en el centro de la ciudad?" sugirió Estella, ya lista para la próxima aventura.
"¡Eso suena aún más loco! ¡Vamos a celebrarlo!" Leo gritó mientras arrancaban el camión, dejando atrás un rastro de café y risas en el aire.
Y así, en un mundo donde la lógica había decidido tomarse unas vacaciones, Leo y Estella continuaban navegando por la locura, un café a la vez.