Las luces se encendieron e iluminaron poco a poco la enorme bodega. El chico soltó una palabrota entre dientes y se apresuró a meterse a la alcantarilla por donde habían salido, se sintió de repente como cucaracha en la cocina sorprendida por un comensal hambriento de un bocadillo nocturno. Revisó el itinerario dentro de su interfaz neuronal, y, aún estaban a tiempo. Los guardias no entrarían ahí hasta después de una hora. Fue una coincidencia o…
—Salgan, hijos de su puta madre— Una voz áspera rompió el silencio, seguido de dos disparos al aire que hicieron eco— ya sabemos que están aquí.
—Te dije, pendejo, que esos cabrones no eran de fiar— Susurró él chico a su compañero, mientras se arrastraban bajo tierra lo más rápido que podían— ya nos echaron de cabeza.
—Cállate y mueve el puto culo, porque si nos atrapan…- Contestó el viejo al chico.
La frase quedó en el aire, no había necesidad de completar el resto. Robarle a la mafia era un suicidio y todos lo sabían. Apagó su linterna y siguió avanzando a oscuras. Su interfaz neuronal le permitía ver en la oscuridad con su ojo derecho, así no llamaría la atención. El corazón le latía a mil por hora, avanzaban lo más rápido que podían, para salir de la bodega. El plan no tenía fallas, lo revisó varias veces y era perfecto. Entrar por el desagüe y sacar la comida, después llevarla hasta el vertedero donde se encontraba el vehículo. Estaba seguro que nadie sabía de esa red de alcantarillado, era de antes de la guerra, las bodegas se construyeron mucho tiempo después. Solo había una opción, fueron traicionados. Varios disparos lo trajeron al presente, faltaban unas decenas de metros para llegar al vehículo. Si tan solo pudieran darse más prisa. Pero, era imposible avanzar más rápido estando casi a gatas, cargando equipo y herramienta. No quería imaginar la clase de torturas que podían hacerles. Sacudió la cabeza y continuó avanzando.
—Allá van dos, tráiganlos — Señaló la misma voz áspera, con un deje de satisfacción en su tono — Nomás no los maten.
El chico, se detuvo al escuchar la voz, habían atrapado a los dos tipos nuevos, los que había invitado el viejo hace algunos días, porque necesitaban un par más para este trabajo. Volteó hacia arriba, los guardias estaban justo encima de ellos sobre una coladera, por suerte no lo podían ver. La luz se filtraba por las rendijas, avanzaron muy despacio buscando no hacer ruido. El muchacho pensó por un momento que los de arriba podían escuchar su corazón latiendo, qué, para este punto, parecía un tambor. Aguantó la respiración mientras pasaban. Siguió avanzando, negaba con la cabeza lamentándose por aceptar este estúpido trabajo. Pero bueno, no es que tuviera otra opción, la mafia tenía la ciudad de Guadalajara bajo su control y todo el mundo sufría por la falta de comida. Ya faltaba poco, solo esperaba que "el Chango" estuviera atento y listo para salir volando. A esta altura, salir vivos, era mucho mejor que traer solo la mitad de la carga.
Un gran halo de luz se colaba por la última alcantarilla, después de mucho avanzar al fin lo habían logrado, solo tenían que pasar el desagüe; el cual, se inclinaba de manera importante para desfogar en un acantilado toda el agua de lluvia. Ahí era donde se encontraba el Chango, el vehículo y la oportunidad de vivir un día más.
—(Estuvo cerca) — pensó el chico.
Ya solo faltaban unos pocos metros. Por fin se permitió pensar en su esposa e hija, ahora sí, ya estaba seguro que volvería a verlas.
Un sonido metálico resonó como campanadas en todo el lugar, una barra de acero que utilizarían como palanca para abrir la alcantarilla al final del desagüe se le había escapado a su compañero y rebotaba mientras rodaba cuesta abajo por todos lados anunciando la ubicación de los fugitivos.
—Eres un pendejo— dijo el muchacho, ya sin cuidar el volumen de su voz, volteando a ver a su compañero con los ojos abiertos de par en par.
Salió casi corriendo sin importar ya, que hicieran más ruido. Ni siquiera utilizó la barra de acero para abrir la escotilla, la fuerza de su brazo artificial fue más que suficiente. Emergió a la superficie listo para iniciar una loca carrera hasta el vehículo, pero fue recibido por un bate de beisbol en cuanto asomó la cabeza. Alcanzó a meter la mano biónica por puro instinto. Sirvió para amortiguar el golpe, pero una parte del bate, se había colado entre su mano y su sien, no le fracturaron el cráneo, pero, el impacto lo puso a ver luces blancas y rojas. Cayó al suelo y perdió el conocimiento.
Despertó con un fuerte dolor de cabeza. Su mejilla tocaba el frío cemento de la bodega, que ahora estaba completamente iluminada. Se dio cuenta de su situación y sintió la panza llena de plomo en un instante, se le enfriaron las manos y los pies. Este era el fin. No veía una posible salida. Ahora sí que no saldría vivo de esta. Se quiso incorporar, pero, escuchó nuevamente la áspera voz que daba órdenes. Aguardó atento sin moverse mientras seguía tumbado.
—Hermanos. — La voz, pausada y sin emoción comenzó a acercase a ellos, podía distinguir sus pasos, vacilantes, como si estuviera borracho, o peor, drogado— ¿Pensaron que podían seguir chingandose a mi patrón sin que nos diéramos cuenta? — Soltó una tétrica risa; como cuando un niño pequeño está a punto de cometer una travesura.
El muchacho se incorporó un poco, quería ver la cara de quien se podía divertir con esta clase de situaciones. Levantando su rostro con lentitud, su vista, aún invadida por luces blancas, comenzaba a enfocar la figura que se erguía frente a él. Y, mientras más observaba, su rostro perdía aún más color.
Frente a él se encontraba un tipo de poco más de treinta años, delgado, de aspecto demacrado, pelo corto con los laterales a rape, los cuales, estaban adornados de numerosos tatuajes; vestía una chaqueta sin mangas verde olivo, botas tácticas, y pantalón negro de mezclilla. Pero, había dos cosas que saltaban, ante todo: dos brazos prostéticos de color negro, marcados de manera profesional con colores neón asemejando tatuajes, sosteniendo una pistola en la derecha. Lo que más inquietaba al muchacho era la mirada penetrante y desquiciada de un par de ojos negros y vacíos, que miraban con inquietante calma. Era como mirar a los ojos a un animal salvaje; sin misericordia ni piedad alguna.
—Hermano, ven aquí— hizo un ademán con la pistola mientras se hincaba— ¿Cómo te llamas? — dijo mientras posaba la mano izquierda en el hombro del aterrado sujeto.
—Me dicen el Chino —titubeo
—¿Crees en la libertad, hermano? —esperó una respuesta. Pero, después continuó— claro qué crees en la libertad, si no, ¿cómo es que entraste aquí? Pues, porque eres libre, pero aún no eres completamente libre. Hermano, haz de saber, que yo me considero un libertador. Así como Miguel Hidalgo, Simón Bolívar, como George Washington —hizo una pausa mientras sonreía sin emoción alguna— En esta vida de hambre y dolor— Volvió a hablar antes de ponerse de pie— Chino, hermano mío, romperé las cadenas de tu sufrimiento— con calma apuntó su pistola a la cabeza y disparó dos veces. Sin inmutarse, sin parpadear siquiera. El silencio invadió la sala mientras levantaba las manos al cielo— ¡Se libre, hermano Chino! — Exclamó mientras cerraba los ojos. Acercó al rostro el cañón humeante de su pistola, saboreando extasiado el olor a pólvora, soltando un gemido placentero— me encanta mi trabajo.
El chico no podía creer lo que había presenciado. Habían ejecutado al Chino frente a todos, a sangre fría. Era un muchacho solo unos pocos años mayor que él, apenas si lo conoció unos cuantos días atrás. Normalmente trabajaban el viejo, el Chango y él. Se dio cuenta que no le habían puesto esposas, sería porque estaba inconsciente.
La adrenalina estaba al tope y un solo pensamiento se apodero de su mente, escapar. De todos modos, lo iban a ejecutar como al Chino, más valía hacer el intento, a pesar de que fuera una estupidez pensar en huir. Una macabra carcajada lo trajo al presente.
—No mames la cara de pendejo que le quedó al Chino— volteo con sus compañeros para compartir la broma— ¿No? No mamen que poco sentido del humor tienen— dijo decepcionado el verdugo. Al parecer ni a sus amigos les gustaba su sentido del humor — Ya pues, ¿Quién sigue? —todos se tensaron al pensar que eran el siguiente— tu, el orejón, ven para acá— el Chango fue arrastrado hasta el pistolero — Chinga tu madre, sí que eres feo— soltó una risa— ¿Cómo te llamas?
—El Chango. Me dicen el Chango patrón— El miedo era evidente mientras lo obligaban a hincarse frente a su ejecutor.
—Mi querido hermano Changuito, te voy a hacer una pregunta— hizo una pausa mientras caminaba a su alrededor— y yo sé que me la vas a responder de manera correcta. ¿verdad que sí? — El chango asintió con la cabeza y el verdugo continuó— Estamos buscando de manera urgente a un vato— hizo otra pausa— le dicen El Capitán. ¿De casualidad lo conoces?
Una rabia enorme y abrazadora le subió desde el estómago al Capitán y se le atoró en la garganta, no lo pensó dos veces, tenía que salvar a su amigo, no se iba a quedar observando cómo le metían dos balas en la cabeza como al Chino. Tenían que escapar, aunque perdiera la vida en el intento. Su mano biónica sirvió como apoyo para comenzar la carrera. Con pasos alargados y firmes no tardó en estar a pocos metros del pistolero, sus movimientos fueron rápidos incluso para él mismo, el sicario tardó en darse cuenta de la amenaza, disparo sucesivamente tres veces a la cabeza del chico, el cual cubrió por completo la boca del cañón con su mano biónica y detuvo las balas, se agachó y con una patada barrió las piernas del verdugo que cayó perdiendo el arma. El Capitán aprovechó para asestar un puñetazo en la cara de éste y amenazarlo con la pistola.
—Sí se mueven lo mato— dijo el Capitán a los otros sicarios que se abalanzaban hacia él, mientras apuntaba al pistolero derribado.
—No, no, no disparen, no disparen— se incorporó el Viejo, con las manos en alto interponiéndose entre los matones y el chico— Él es al que buscan, él es el Capitán.
—No Viejo, no— abrió desmesuradamente los ojos viendo a su amigo, mientras suspiraba todo el aíre que podía queriendo tragar la sorpresa— No puede ser—El temor tomó posesión del rostro del muchacho— No sabes lo que has…
La frase se quedó a medias, una viciosa patada en el costado derribó al muchacho dejándolo sin aire. El pistolero se había recuperado aprovechando la distracción.
Al Capitán se le nublo la vista, tenía la boca abierta en un intento desesperado por jalar aire. El sicario recobró su pistola y golpeó al muchacho con la culata. Recobró el conocimiento cuando estaban examinado su brazo biónico.
—Esto es del ejército, mira, aquí está el número de serie. ¿Ya lo checaron? ¿Qué? ¿Aparece como robado? —preguntó a alguien que el capitán no podía ver, mientras sentía cuando le revisaban hasta el hombro, donde tenía la unión de la prótesis biónica con su cuerpo— No, este brazo tiene la cirugía original, este muchacho debe ser un desertor del ejército. Súbanlo, y dile a "El Jefe" que León ya revisó su interfaz neuronal y sí, es el que andamos buscando. Él es el Capitán. Y pónganle un inhibidor a la prótesis. No queremos otra sorpresa.
Lo subieron a un vehículo en la parte de atrás. Ahora si tenía esposas y un puto inhibidor para prótesis, un anillo metálico que se ajusta al brazo entre el hombro y el bíceps, compuesto de electroimanes, interrumpe el funcionamiento en toda la extremidad. Solo esperaba que fuera de buena calidad, los caseros o improvisados podían dañar irremediablemente un buen brazo o pierna. Se incorporó y pudo ver al viejo. Una incontenible rabia lo invadió. Abrió la boca para reclamarle, la cerró, soltó el aire con un fuerte resoplido, cerró los ojos y se dio la vuelta dándole la espalda.
—Capitán, lo siento, escúchame por favor— silencio, el chico no volteaba— Tengo algo importante que tengo que decirte.
—No, yo tengo algo que decirte viejo: Chingas a toda tu reput…
—Tony, cállate y escúchame— El Capitán se sorprendió que supiera su verdadero nombre y automáticamente guardó silencio— Si; te conozco y también conocí a tu padre. Ahora escúchame— había una urgencia en la voz del viejo— Aunque no parezca estoy ayudándote—El viejo bajó mucho la voz— Tenemos a alguien de infiltrado dentro…
—¿Tenemos? ¿Quiénes tenemos? ¿De qué me hablas?
—Baja la voz ¿quieres? El ejército tiene a alguien dentro, dice que la mafia descubrió algo muy grande y necesitan a alguien que los pueda infiltrar en algún lugar de difícil acceso para recuperarlo. Creo que es un arma que era propiedad del ejército y la quieren de vuelta.
—¿Y yo por qué? ¿Y porque ahora si se interesa el ejército en mí?
—Pendejo, la mafia ya te tiene a ti, a tu esposa y a tu hija, te tienen desde hace mucho tiempo ubicado y agarrado de los huevos, yo solamente aceleré el proceso. Además, ¿A quién de los dos quieres servir? —lo miró a los ojos desafiante— yo fui quien te propuse. Solo tienes que reunir inteligencia y transmitirla, por eso es que necesitan a alguien con interfaz neuronal que pueda transmitir sin muchos problemas
—Pero, ¿Por qué el ejército dejó olvidada un arma así de importante?
—No lo sé pendejo, ¿crees que me dicen todo? No, solo lo que necesito saber.
—Y si hago lo que me dicen, ¿yo que gano?
—Cuando recuperen la dichosa arma, te sacarán a ti y a tu familia de esta pinche ciudad culera y reingresaras de nuevo en el ejército.
—¿Con todos los derechos?
—Si claro, tu familia será recibida también— el vehículo empezó a avanzar, ya había amanecido y se dirigían a la ciudad— ya no te preocuparás por lo que van a comer al día siguiente.