Chereads / Bajo Proteccion / Chapter 2 - “Horizonte roto”

Chapter 2 - “Horizonte roto”

1.º de agosto, 2055

"En las últimas noticias, Cromia y Armak se han declarado la gue—"

La televisión cambió rápidamente de canal, como parecía ocurrir cada mañana últimamente.

Sin embargo, esta vez Eve no prestaba mucha atención. Estaba pisando el control remoto mientras se miraba continuamente en el espejo.

—Eve, ¿Qué tanto te miras al espejo? —La confusión era evidente en su madre. Su hija no solía preocuparse tanto por su apariencia; de hecho, el día anterior su cabello se asemejaba más a un nido de pájaros que a una cabellera peinada.

—No es nada, mamá. Solo… Bueno, me preguntaba cuándo crecería. Ya sabes, medir 1.40 metros no es precisamente la estatura ideal para mi edad… —La inseguridad se reflejaba en la voz de Eve.

Nunca había pensado mucho en su físico, tanto que la idea de preocuparse por ello siempre le había parecido indiferente.

Pero desde el día anterior, ese pensamiento rondaba continuamente su cabeza. Sabía que su cuerpo no se desarrollaría de forma "normal"; había convivido desde muy joven con el síndrome de Mayer-Rokitansky-Küster-Hauser, o MRKH. Con esa certeza, nunca le había importado demasiado no desarrollar atributos físicos típicos.

Sin embargo, la baja estatura era una preocupación diferente. Entendía que el MRKH no tenía relación alguna con eso.

"Quizá es por mi altura que no tengo amigos", pensó con un deje de tristeza.

—Ay, Eve, te preocupas por cosas que no deberías. Todavía eres muy joven; vas a seguir creciendo. Y si tanto te preocupa tu apariencia, tal vez deberías empezar por peinarte en lugar de dejar que tu cabello vaya por todos lados, o usar ropa que no te quede dos tallas grandes… —Las palabras podían sonar duras, pero llevaban la preocupación sincera de una madre que también sentía un atisbo de tristeza al ver a su hija preocupada por cosas tan triviales.

—…

—…

—Bueno, creo que mi estatura está bien. Sí, voy a crecer… solo necesito esperar mi estirón —declaró Eve, convencida, antes de desplomarse en el sofá, mientras la televisión volvía a sintonizar las noticias.

—Ay, Eve… —Una pequeña risa escapó de su madre. Las preocupaciones se desvanecieron casi tan rápido como habían llegado.

Su hija era capaz de cualquier cosa para evitar arreglarse… hasta sobreviviría a un apocalipsis para no cepillarse el pelo. O, quién sabe, quizá sería la causa del apocalipsis si intentaban obligarla a hacerlo.

Ninguna de las dos se percató de algo que podría haber cambiado mucho las cosas: la pantalla de la televisión.

Aunque el volumen estaba silenciado, los subtítulos llevaban un rato activados, mostrando al presentador de noticias con un rostro tenso y nervioso.

Estaba a punto de dar un anuncio urgente cuando la señal parpadeó y se desvaneció.

Si alguien lo hubiera notado… algunas familias no habrían terminado rotas.

—¿Volverán antes de la noche como siempre? —preguntó Eve con su frase habitual cuando su madre salía con amigos.

A pesar de la distancia reciente con su padre, ambos aún mantenían una conexión, aunque los días parecían llenarse de responsabilidades.

—Sí, antes de la noche. Cuídense, y recuerda preparar la cena a tiempo… También asegúrate de cerrar bien la casa si no llegamos. —El tono se volvió un poco incómodo, como si las palabras no encajaban del todo en esa despedida.

—Está bien, mamá. Lo tendré en cuenta… Te quiero. A ti y a papá también… —Eve no entendía la urgencia que sentía, pero algo le susurraba que no debía dejar que se fueran sin decirles cuánto los amaba.

—Tu padre y yo también te amamos, Eve. Cuídalas bien. —Ninguna de las dos sabía que esa sería la última vez que se verían. Pero nunca se arrepentirán de las palabras que intercambiaron.

"…"

—Bueno, chicas, ¿Qué les parece hacer un fuerte de almohadas? —propuso Eve, dejando de lado el sentimiento imprevisto que se anidaba en su corazón. Sus padres regresaban al anochecer, y mientras tanto, ella cuidaría bien de las niñas.

Ignoró el ulular de las sirenas que resonaban a lo lejos. Nunca habría imaginado que, mientras el eco de las risas infantiles llenaba la sala, la muerte empezaba a susurrar su llegada, disfrazada de luces y sonidos que nadie entendía a tiempo.

Al otro lado de la ciudad, el caos había llegado hace rato, y con él, la tragedia.

Lo que comenzó como una simple protesta se convirtió rápidamente en gritos de desesperación.

El cielo, que debía ser un lienzo oscuro, se encendió con un resplandor infernal, como si el mundo fuera devorado por un fuego que ningún ser humano podría apagar.

Ese brillo fue el último clavo en el ataúd que los humanos habían construido para sí mismos.