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Capítulo 1: El Hambre del Sobreviviente
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La oscuridad era absoluta. Ni un solo destello de luz iluminaba la prisión rocosa en la que Kael había despertado tras la muerte de Liana. Su corazón pesaba tanto como las piedras que lo rodeaban, y el silencio, roto solo por su respiración entrecortada, amplificaba el vacío dentro de él. Tenía frío, hambre, y una sensación creciente de que morir aquí sería lo más sencillo. Pero ese pensamiento le repugnaba. "Liana no sacrificó su vida para que yo me rindiera."
Con un gruñido, se levantó tambaleante. Su cuerpo estaba reparado, sí, pero cada movimiento era una dolorosa confirmación de que estaba vivo. La luz del bastón de Liana había desaparecido, dejando solo un tenue resplandor en el colgante que ahora pendía de su cuello.
Mientras palpaba las paredes rugosas buscando un punto de apoyo, sus dedos se encontraron con algo cálido y viscoso. Retiró la mano con repulsión, pero una parte de su mente —la parte pragmática, entrenada para sobrevivir— lo hizo detenerse. Encendió un pensamiento: "Si estoy aquí, también lo están esas cosas."
El primer monstruo
Una serie de gruñidos guturales resonó en la distancia. La mazmorra no solo era un cementerio de esperanzas, sino también un nido de horrores. Kael se quedó inmóvil, los músculos tensos como una cuerda a punto de romperse. El sonido se hizo más cercano, acompañado de un crujido metálico. Lo vio: una criatura con un cuerpo formado por placas óseas y un núcleo incandescente en su pecho.
Kael, desarmado, apretó los puños. "Si me quedo quieto, muero. Si corro, también muero. Así que... lucharé." La criatura cargó hacia él con un chillido agudo. Kael esquivó por puro instinto, sintiendo el aire cortarse junto a su oído.
"Punto débil... tiene que tener uno." Mientras rodaba por el suelo para evitar un segundo ataque, sus ojos se clavaron en el núcleo brillante.
La criatura se lanzó de nuevo, pero esta vez, Kael no retrocedió. Con una maniobra desesperada, atrapó una roca afilada del suelo y, usando el peso del monstruo contra sí mismo, clavó el improvisado arma en su pecho. El núcleo estalló en un destello cegador, y la criatura se desplomó en el acto.
Kael jadeó, mirando el cadáver. La piedra que había usado estaba cubierta de un líquido negro viscoso que chisporroteaba al tocar el suelo. Pero lo que realmente capturó su atención fue el núcleo, ahora partido en dos y aún emanando un calor extraño. Lo recogió, sintiendo la energía vibrar en sus manos.
"¿Qué es esto?" murmuró, pero su estómago rugió antes de que pudiera pensar en una respuesta.
El primer núcleo
Kael dudó por un momento. La energía dentro del núcleo era tentadora, casi como si lo llamara. En su situación, con hambre y sin fuerzas, no le quedaban muchas opciones. "Si me mata, al menos moriré intentándolo."
Tomó una parte del núcleo y, con asco, se lo llevó a la boca. El sabor era metálico y amargo, pero apenas lo tragó, un calor abrasador recorrió su cuerpo. Sus músculos se tensaron, y su visión se oscureció por un momento. Sintió como si su sangre estuviera hirviendo, pero cuando el dolor comenzó a disiparse, algo nuevo emergió: fuerza.
Sus heridas, las que aún quedaban de la caída, se cerraron por completo. Su cuerpo, aunque todavía magullado, se sentía más sólido, más ligero. Podía notar cada detalle de su entorno con una claridad sobrehumana. "Esto... esto me está cambiando."
Descubrimiento y aceptación
Kael se levantó, observando sus manos, ahora más firmes. Miró hacia el cadáver del monstruo. Había más núcleos ahí afuera, y con cada uno, podría hacerse más fuerte. Liana le había dado una segunda oportunidad, y no iba a desperdiciarla.
Mientras caminaba hacia lo desconocido, algo en su interior había cambiado. Ya no era solo un hombre perdido en la oscuridad; ahora era un depredador. Un sobreviviente que no solo enfrentaría a los horrores de la mazmorra, sino que los devoraría.
Un paso hacia la batalla
El hambre lo guiaba, pero no era solo hambre física. Era un deseo feroz de sobrevivir, de vengar a Liana, y de encontrar un propósito en medio del caos. Cada criatura que enfrentara sería una fuente de poder. Y con cada núcleo consumido, estaría un paso más cerca de salir de la mazmorra.
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