—¿Algún día mi suerte cambiará? —¿Algún día todo será mejor?

Otro día más. Siempre es lo mismo: lavarme la cara, los dientes, preparar el desayuno... ¡Pero nada en mi vida cambia! Veo a mis compañeros reír en los pasillos, compartiendo historias y planeando salidas. Van a fiestas, tienen novias... mientras yo sigo igual. Me pregunto cuánto tiempo más tendré que soportar esta soledad. Supongo que mi vida se resumirá a videojuegos, anime, manga y hablar con mis novias virtuales. Ja, ja, sí, suena irónico. Pero en este mundo, esa es mi triste realidad.

Suspiro.

Recojo mis cosas, abro la puerta que da a la salida de mi hogar y la cierro con llave. De repente, aparece una chica corriendo a toda prisa. Su cabello plateado brilla con un tono hipnotizante, su piel tersa y luminosa. Su belleza es deslumbrante. Por un instante, logro olvidarme de todas las veces que me han rechazado, insultado y humillado, y de la promesa que me hice de no volver a enamorarme. La chica choca conmigo y caemos al suelo en una posición un tanto... comprometedora. Su cuerpo presiona contra el mío, y por accidente, mi mano roza su pecho.

—Oye, ¿acaso no te fijas por dónde vas? —digo, intentando disimular mi nerviosismo.

—¿Acaso no fuiste tú el que no se fijó? —responde ella con el ceño fruncido.

—¿Eh? ¿Mi culpa? ¡Si eres tú la que viene corriendo como un demonio persiguiendo un alma por todo el departamento!

—¿Ah? ¿Te atreves a llamarme demonio? ¡¿En serio no tienes corazón?! ¡Kyaah! ¡Además te aprovechas de la situación para tocarme el pecho! ¡Eres un pervertido! —exclama con una mirada asesina.

La chica recoge los libros y hojas que se le habían caído tras el choque y se retira.

—Por eso los chicos como tú nunca son populares con las chicas —dice, sacándome la lengua—. ¡Bleh!

Me quedo mirándola alejarse, sintiendo una mezcla de frustración y vergüenza.

—Ja, chicas como ella no deberían decirme qué hacer —murmuro para mí mismo—. Además, no fue mi intención tocarla... Por eso las odio. Solo porque son hermosas no significa que todos los hombres seamos pervertidos.

Me dirijo a la universidad con la cabeza gacha. Al llegar al aula y tomar asiento, pienso en voz alta sin darme cuenta:

—Dios, espero no toparme con otra chica loca como la de temprano. Parecía un jabalí salvaje persiguiendo algo. —Suelto una risa sarcástica.

De pronto, siento una mirada penetrante sobre mí. La chica del cabello plateado está sentada a mi lado, con el rostro rojo de furia. Me mira con desprecio, pero decide ignorarme. Un escalofrío recorre mi espalda. Parece que este día será más complicado de lo que pensé.