En una habitación desordenada, frente a un computador, un joven de 17 años observaba la pantalla con expresión seria.

—¿Cómo puede ser esto posible? —murmuró, con un tono grave, golpeando la mesa con frustración. Sus vecinos le gritaron desde el pasillo pidiéndole que se callara, pero no le importó.

—¿Cómo esperan que me calme si no ven lo que yo estoy viendo? Si lo hicieran, entenderían perfectamente —dijo, sin apartar los ojos del monitor. La escena mostraba una vez más la muerte de Jiraiya.

Era la quinta vez que veía esa escena, y aún no me cansaba de ella. Solté un suspiro profundo, como si de alguna manera necesitara procesar la impotencia de esa imagen. Ajusté mi postura en la silla, pensativo, mientras una pregunta rondaba en mi mente.

—Si estuviera en el mundo de Naruto, ¿qué haría? —dije en voz baja, tocándome la barbilla. La respuesta llegó rápidamente, como si fuera algo obvio. —Estar con Tsunade... no sería tan malo.

Me levanté sin pensarlo más, me dirigí hacia mi cama, que estaba a unos metros de distancia. La lluvia golpeaba suavemente la ventana, un sonido que siempre me había calmado. Me gustaba ese sonido, el de la lluvia cayendo, el silencio que se generaba a su alrededor. Era algo que siempre me había dado paz, en medio del caos de la vida diaria.

Me acosté y cerré los ojos lentamente, dejando que mis pensamientos vagaran, repasando la historia de Naruto, las estrategias, los personajes, los conflictos. Ya la conocía demasiado bien. Pensé en lo que sería vivir allí, en un mundo lleno de ninjas, de peligros y, tal vez, oportunidades. Si de alguna forma pudiera llegar allí, tendría que estar preparado.

La oscuridad comenzó a envolver la habitación lentamente, como si la noche misma estuviera devorando la luz. La lluvia seguía cayendo, más fuerte ahora, y el sonido se intensificó hasta convertirse en un murmullo constante que casi parecía resonar en mi mente. Cerré los ojos con más fuerza, dejando que el silencio me abrazara por completo.

Y justo cuando el último destello de luz se desvaneció de mi visión, una extraña sensación recorrió mi cuerpo, como si algo más estuviera comenzando a tomar el control. La oscuridad se hizo total, y el silencio fue absoluto. Pero en medio de todo eso, algo se movió dentro de mí, una presencia que no podía comprender, pero que sentía como un peso creciente. En ese instante, supe que algo estaba por cambiar.