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Chapter 2 - Capítulo 1: Quebrando la Historia

Lo último que vi fue fuego y gritos.

No era alguien particularmente memorable en mi vida anterior, pero tampoco alguien despreciable. Se podría decir que era adaptable, alguien que flotaba entre las circunstancias sin destacar demasiado. Trabajaba como médico en un hospital, esforzándome por tener una vida decente y tranquila. Entre consultas, mi mayor pasatiempo era leer novelas de fantasía. Algunas eran buenas, otras malas, pero de todas las que leí, la más cliché y olvidable era "El Héroe de la Calamidad es Demasiado Poderoso".

Desde el título, largo y poco inspirado, se podía adivinar lo que te esperaba: una trama predecible y personajes huecos. El protagonista era el clásico héroe perfecto: guapo pero no demasiado, fuerte pero no inalcanzable, y con una personalidad tan plana que casi me daba pena. Lo único "rescatable" era que no gritaba sus sueños cada cinco segundos, pero fuera de eso, no tenía nada que lo diferenciara.

Los personajes secundarios no ayudaban mucho a salvar la obra. De hecho, era más fácil contar con los dedos de una mano los que no te daban ganas de abandonar el libro. Estaba el amigo del protagonista, su rival incondicional, que nunca lo superaría y que, por alguna razón incomprensible, no sentía ni un ápice de envidia. Luego estaba la amiga de la infancia, con una descripción tan detallada que parecía escrita solo para alimentar las fantasías más bajas de ciertos lectores. Aunque, por lo menos, ella no era tan insoportable como el resto del elenco.

Y cómo olvidar al repertorio femenino:

La mujer de 20 años con aspecto de loli genérica.La estudiosa voluptuosa cuyo principal atributo era, bueno, sus atributos.La tomboy tsundere que al principio tenía algo de carácter, pero que después de dos páginas ya le hacía ojitos al protagonista porque "era fuerte".

Lo más irritante era cómo las personalidades de estas mujeres pasaban a ser completamente sumisas en cuestión de una página. Era como si hubieran sido tocadas por una varita mágica, o más bien por la mano descuidada del autor.

Sin embargo, entre todo este desastre literario, había un personaje que sobresalía lo suficiente para que no me provocara arcadas: la directora de la escuela mágica. Probablemente fue la falta de detalle en su descripción lo que la salvó de convertirse en otra caricatura sexualizada. No era un personaje relevante en la trama principal, pero justamente por eso tenía cierta autenticidad. No orbitaba alrededor del protagonista como el resto del elenco, y eso la hacía soportable.

La directora, según la descripción vaga del autor, tenía el cabello rojo como el fuego y ojos del mismo tono. Su rostro era serio, y su figura curvilínea con pechos de tamaño medio (porque, claro, el autor no podía resistirse a mencionarlo) la hacían atractiva sin ser una exageración. Pero lo más destacable de ella era su carácter: seria, profesional, valiente y obstinada.

Su momento más memorable en la historia era su enfrentamiento contra el dragón oscuro, una abominación del tamaño de una montaña que amenazaba con destruir todo a su paso. La directora no dudó en enfrentarlo sola, sabiendo que no tenía muchas posibilidades de sobrevivir. Usó todo su poder para sobrecargar su núcleo de maná y provocar una explosión lo suficientemente poderosa como para herir al dragón. Fue un sacrificio digno, un acto de valentía que debería haber sido el clímax emocional de la historia.

Pero no lo fue.

El autor arruinó todo al hacer que el protagonista entrara después, con su típica entrada "heroica", para terminar al dragón en cuestión de segundos. Su intervención no solo restó importancia al sacrificio de la directora, sino que le quitó toda seriedad al evento. Fue una contradicción tan grande que terminó por convertir esa escena en una de las peores de la novela.

Y sin embargo, aquí estoy ahora, en este mundo absurdo, y no como un espectador. No, yo soy parte de esta historia. No sé cómo ni por qué, pero desperté en el cuerpo de Darius Valtor, el villano de "El Héroe de la Calamidad es Demasiado Poderoso".

Un villano genérico, escrito únicamente para ser derrotado por el protagonista. Una herramienta narrativa, sin un propósito más allá de ensalzar al héroe. Pero si algo tengo claro es que no voy a seguir ese guion. Si el destino me puso en esta posición, lo cumpliré a mi manera. Jugaré el papel del villano, lo haré de forma impecable... y luego desapareceré. Después de todo, aunque quiera evitar al protagonista con todas mis fuerzas, si ese bloque de tofu no tiene alguien con quien combatir y desafiarse, no podrá volverse fuerte, y este mundo se irá al garete —murmuré con un suspiro, rodando los ojos hacia el espejo frente a mí.

En el reflejo podía ver a un niño de cabello blanco y ojos dorados con pupilas rasgadas, como las de un gato. Darius Valtor, el heredero de un ducado ya perdido, el villano cuya única razón de existir era empujar al protagonista hacia su inevitable grandeza.

—Si sigo el camino del Darius original, debería volverme fuerte… pero no lo suficiente como para enfrentar al protagonista de forma seria —dije en voz alta, mientras mi mente comenzaba a trabajar.

Ese era el plan en la novela. Darius debía entrenar y buscar poder para convertirse en un obstáculo digno. Al final, recurriría a la ayuda de un dios maligno para obtener un poder abrumador, sacrificando su humanidad en el proceso. Pero ese poder tendría un precio, y sería el propio protagonista quien lo derrotaría con su atributo de magia sagrada, purgando el mal del mundo con una brillante victoria.

Sin embargo... eso era lo que pasaba en la historia original.

—Aunque... ese sería el caso si planeara seguir la línea original completamente. —Una sonrisa ladeada se formó en mi rostro mientras mis pensamientos comenzaban a desviarse. No planeo seguir las reglas de este juego.

¿Villano? Claro. Cumpliré mi papel, pero a mi manera. El autor había dejado demasiados agujeros de guion, inconsistencias y descuidos en esta obra basura. Si quería sobrevivir, y más importante, si quería mantener mi libertad, tendría que aprovechar cada uno de ellos.

—El problema principal es el atributo demoníaco con el que nací. —Suspiré, cruzándome de brazos mientras observaba mi reflejo. Ese atributo era el núcleo de mi conexión con el dios maligno, un ancla para el desenlace fatal de mi historia. Además, el jefe final requería magia sagrada para ser derrotado, lo que me dejaba en clara desventaja desde el principio.

Mis ojos dorados se desviaron hacia la ventana, donde los primeros rayos del amanecer iluminaban las tierras del ducado que algún día gobernaría.

—¿Por dónde debería empezar? —murmuré, frotándome la barbilla mientras contemplaba las opciones frente a mí.

En la historia original, Darius nunca buscó aliados reales ni recursos fuera de los esperados por el guion. Su único propósito era ser un escalón más en el ascenso del protagonista. Pero yo no soy el Darius original. No tenía intención de convertirme en un simple obstáculo. Si iba a jugar este papel, lo haría con estilo.

Primero, necesitaría una base sólida. Recursos, aliados, y sobre todo, conocimiento. Este mundo seguía las reglas de una novela, pero yo no podía permitirme ser solo otro personaje en ella.

—Si quiero vivir tranquilamente después de mi retiro, necesito dejar este mundo en un estado en el que no se autodestruya sin mí. —Mi sonrisa se volvió amarga. ¿De qué servía retirarme a la tranquilidad si el mundo colapsaba bajo el reinado de ese protagonista insípido?

Mi mirada se endureció al recordar las inconsistencias y descuidos del autor. Esos defectos que tanto desprecié como lector ahora serían mis mayores aliados. Había tantas lagunas y oportunidades que el autor había ignorado en su afán de glorificar al héroe.

—Supongo que primero debo comenzar con lo básico: entrenar y planificar mi camino de salida. —Cerré los ojos y respiré hondo, sintiendo la chispa del atributo demoníaco resonar dentro de mí. Era un poder peligroso, pero si lo jugaba bien, podría ser mi mejor carta.

Abrí los ojos y sonreí con determinación mientras el sol ascendía en el horizonte.

—Muy bien, Darius Valtor. Es hora de empezar a quebrar esta historia.