Chereads / The Mech Mage / Chapter 2 - Parte 2

Chapter 2 - Parte 2

El despacho de Lady Melissia volvió a llenarse de vida con un suave toque en la puerta, apenas unos minutos después de que Franel se marchara. 

—Soy yo, Landriel —anunció una voz serena. 

—Adelante —respondió Lady Melissia, su tono suavizándose al instante. En la privacidad, las barreras formales se desvanecían, dejando entrever la cercanía entre ambas. 

Landriel entró con su característico porte sereno. Era una mujer cuya belleza parecía esculpida por manos divinas: Su figura era elegante, con un andar tan natural como la brisa. Su cabello negro como la media noche, recogido en una coleta lateral que caía suavemente sobre su hombro, brillaba bajo la tenue luz, enmarcando un rostro de rasgos delicados. Sus ojos marrones pálido, profundos e insondables, destellaban con una mezcla de inteligencia aguda y una astucia casi imperceptible, como si cada detalle a su alrededor quedara grabado en su mente. 

Lady Melissia se levantó con fluidez, cruzando la habitación para tomar las manos de su amiga. 

—Dime, hermana, ¿cómo avanzan los preparativos del banquete? —preguntó Lady Melissia con interés, sus ojos centelleando mientras se encontraban con la mirada tranquila de Landriel. 

Landriel, siempre serena, dejó escapar una leve sonrisa. 

—Todo está bajo control, Melissia —respondió, su tono tan medido como sus gestos—. Puedes estar tranquila. Todo está dispuesto para asegurar que nuestros invitados clave se sientan debidamente complacidos. 

La sonrisa de Melissia se amplió, y un brillo juguetón asomó en sus ojos, traicionando un lado más relajado de su personalidad. 

—¿Qué haría yo sin ti, Landriel? —comentó, entrelazando los dedos con exageración antes de inclinarse ligeramente hacia adelante. Entonces, con un destello travieso en la voz, añadió—: Aunque, debo decir, esperaba que te animaras a algo más emocionante esta noche. Ya sabes, conocer a alguien interesante… Quizá pasar una noche más movida. Hay más de un noble que estaría encantado de perder la compostura por ti. 

Landriel alzó una ceja, una reacción casi imperceptible que denotaba su infinita paciencia ante las bromas de su amiga. 

— Si los nobles dedicaran tanto esfuerzo a gobernar sus tierras como lo hacen en perder la compostura, Melissia, tal vez no necesitaríamos organizar banquetes para asegurar su cooperación —replicó con calma, —Si tanto interés tienes, ¿por qué no tomas tú la iniciativa, Melissia? Sabes que estas cosas te divierten mucho más que a mí. 

—Vamos, no te pongas a la defensiva —replicó Melissia con una sonrisa que bordeaba lo travieso—. Me preocupo por ti, eso es todo. Desde que Elron falleció, no puedo evitar notar que te has mantenido demasiado reservada, demasiado sola. 

La mención de su esposo fallecido hizo que la sonrisa de Landriel se desvaneciera momentáneamente. Sus ojos se oscurecieron un instante, pero, fiel a su naturaleza, recuperó la compostura con rapidez. 

—Estoy bien, Melissia. No necesitas preocuparte por mí. Quizás deberías mirar tu propia situación. El barón Cohen Rantel pasa más tiempo en la capital que aquí. Entre intrigas y política, parece que casi te ha olvidado. Diría que incluso te has acostumbrado a su ausencia. 

—Quizás no estés equivocada —concedió Melissia con una risa suave que apenas velaba su ironía—, pero no cambiemos de tema tan rápido. De hecho, tengo algo importante que compartir contigo. 

Melissia se inclinó un poco, bajando ligeramente la voz, como si lo que iba a decir estuviera reservado solo para los oídos de Landriel. 

—Hablé con Franel hace un momento. 

El nombre de su hijo atrajo de inmediato la atención de Landriel. Sus ojos, normalmente tranquilos, se iluminaron con una mezcla de curiosidad y aprehensión. 

—¿Franel? ¿Qué sucedió? —preguntó, dejando entrever una preocupación que rara vez mostraba abiertamente. 

—Nada que deba alarmarte —respondió Melissia, su tono calculadamente despreocupado —. Le pedí que nos ayudara a hacer de este banquete algo memorable. 

—¿Qué? —replicó Landriel, frunciendo el ceño—. Melissia, sabes cómo es su situación. No debiste hacerlo. 

—Tranquila, hermana. Franel es más fuerte e inteligente de lo que muchos imaginan —dijo Melissia, con una sonrisa que destilaba confianza. 

Landriel suspiró, dejando que su preocupación asomara por un instante en su rostro, aunque rápidamente intentó reprimirla. 

—Lo sé… pero sigue siendo mi tesoro, mi pequeño. No puedo evitar querer protegerlo de todo. 

Melissia dejó escapar una suave risa, entre divertida y comprensiva. 

—Y por eso está bajo nuestra protección. —Hizo una pausa teatral, dejando que el silencio añadiera peso a sus palabras antes de continuar con un matiz de curiosidad—. Aunque debo confesarte algo, hermana. Estoy… fascinada. Hay algo en Franel… Es tan inteligente, tan maduro para su edad. Y, además, es adorable. 

 

Landriel la miró con una mezcla de sorpresa y exasperación, sus ojos entrecerrados mientras cruzaban los brazos. 

 

—Melissia, no empieces... 

 

—Oh, vamos. —La sonrisa de Melissia era traviesa, pero reconfortante—. Déjalo intentarlo. Parecía emocionado con la idea, y nos tiene a nosotras para apoyarlo si algo sale mal. 

 

Landriel dejó escapar un suspiro más profundo, aunque una pequeña sonrisa asomó en la comisura de sus labios. 

—De acuerdo… pero te advierto algo, Melissia. Conozco tus tendencias mejor que nadie. Vigila tus manos. 

 

Melissia soltó una risa baja, rica y melodiosa, que llenó el despacho con un eco de diversión. 

 

—Ah, Landriel, siempre tan perspicaz. Sabes bien que solía ser... inquieta. —Su sonrisa se amplió, descarada, mientras ladeaba la cabeza con deliberada coquetería—. He estado con muchos hombres y mujeres, pero ¿sabes algo? Todas esas aventuras… vacías. Ya no me satisfacen. 

Hizo una pausa, dejando que sus palabras flotaran en el aire antes de añadir con una chispa de travesura: 

—Aunque… si tuviera que elegir a alguien ahora, querida, serías tú. 

 

Landriel negó con la cabeza, una sonrisa suave curvando sus labios a pesar de sí misma. 

 

—Deja de jugar, Melissia. Tengo asuntos más importantes que atender. Te veré después. 

Se dio la vuelta para marcharse, pero Melissia la siguió con la mirada, su sonrisa aún más amplia, como si acabara de ganar una pequeña victoria. 

—Lo sé, hermana. Pero prométeme que no serás aburrida para siempre. 

Landriel no respondió, pero el ligero movimiento de su hombro, casi como un gesto de risa reprimida, fue suficiente para que Melissia supiera que sus palabras habían tenido efecto. 

 Una sonrisa curvó sus labios, mientras sus pensamientos se dirigían una vez más al banquete por venir. 

 

El aire fresco de los jardines traseros envolvió a Franel cuando cruzó el umbral de la mansión. Sus pasos lo llevaron, casi por instinto, a un rincón apartado bajo el imponente árbol que siempre había considerado su refugio. Las hojas susurraban al compás de la brisa, como si intentaran calmar los pensamientos que revoloteaban en su mente. 

Se dejó caer al pie del árbol, dejando que el peso de las últimas horas se evaporara por un momento. Lady Melissia le había confiado una tarea que todavía no terminaba de asimilar. 

"Creatividad," había dicho ella, pero la palabra sonaba tan abstracta como un lienzo en blanco. Las ideas vagas no bastarían, no con Garet, siempre crítico, esperando el más mínimo error. Necesitaba algo que no solo fuera original, sino capaz de impresionar a todos en el banquete. Algo que demostrara que su lugar allí no era obra de la caridad, sino de su talento. 

El crujir de hojas cercanas lo sacó de sus pensamientos. Giró la cabeza justo a tiempo para ver a Ariel asomarse entre los setos, con una sonrisa pícara iluminándole el rostro. Sus manos en la cintura y la inclinación de su cuerpo le daban un aire de autoridad que era imposible ignorar. 

—¿Y tú qué haces escondido aquí? —preguntó, inclinándose un poco hacia él, como si pudiera sacarle los pensamientos con una mirada. 

Franel intentó esbozar una sonrisa, pero lo único que logró fue un gesto torpe y vacilante. 

—Nada importante… solo pensando. 

Ariel arqueó una ceja, escéptica. —Eso es sospechoso. Cuando te pones a pensar demasiado, algo termina explotando. Anda, dime. ¿Qué quería Lady Melissia? 

 

Franel dejó escapar un suspiro. Con Ariel no tenía sentido tratar de ocultar nada; su insistencia era legendaria. 

—Quiere que ayude con el banquete. Me pidió que aporte algo único al menú. 

 

Los ojos de Ariel se iluminaron como si acabara de recibir la mejor noticia del día. Su entusiasmo era tan contagioso que parecía calentar el aire a su alrededor. 

—¡Eso es increíble, Franel! ¿No lo ves? ¡Es tu oportunidad para brillar de verdad! 

—¿Brillar? —repitió él, inseguro—. Apenas sé por dónde empezar, y Garet, bueno, estará esperando que falle. 

 

—¿Desde cuándo dejas que Garet o cualquiera te detengan? —Ariel le dio un suave golpe en el brazo, sonriendo con confianza—. Tienes talento, Franel. Siempre lo has tenido. Mamá dice que cuando empiezas a dudar, es cuando más tienes que confiar en ti mismo. 

l nombre de Landriel encendió algo cálido en el pecho de Franel, una chispa reconfortante que disipó parte de sus inseguridades. Ella siempre había sido su roca, su refugio, recordándole que su núcleo fracturado no definía su futuro, ni sus capacidades. 

Franel respiró hondo y se enderezó, como si algo nuevo y firme estuviera tomando forma dentro de él. 

—Tienes razón. No puedo fallar, no esta vez. 

Ariel asintió, satisfecha, con una sonrisa tan amplia que parecía iluminar el jardín. 

—Ese es el Franel que conozco. Así se habla. Ahora, dime, ¿qué necesitas? 

Franel inclinó ligeramente la cabeza, sus pensamientos comenzando a alinearse como las piezas de un intrincado rompecabezas. Su voz, firme pero reflexiva, rompió el breve silencio. 

—Necesitamos algo único. Algo que no solo impresione, sino que capture la esencia de un banquete digno de la casa Rantel. 

Sus ojos se encontraron con los de Ariel, que ya parecía perdida en una cascada de ideas. 

—¿Qué ingredientes raros tenemos en la despensa? —preguntó, despertando en Ariel una chispa de emoción que le iluminó el rostro. 

Ariel se llevó un dedo al mentón, frunciendo el ceño en concentración. 

—¿Raros? Veamos… —murmuró, antes de chasquear los dedos con entusiasmo—. Tenemos miel de anthera, esa que solo recolectan en primavera. También esterlaria, la planta que crece en las sombras más profundas. Y flores de rocinea, esas que brillan como estrellas bajo la luz de la luna. Aunque Garet siempre dice que son "un lujo inútil". 

Franel alzó la mirada al escuchar el último nombre, su mente acelerándose. 

—¿Flores de rocinea? —repitió en un murmullo, como si ya pudiera visualizar el plato en su imaginación. Sus ojos brillaron con un destello de inspiración—. Sí, eso podría funcionar… Pero necesitaría algo que realce su dulzura y complemente su fragancia. 

Ariel inclinó la cabeza, atrapada por el entusiasmo de su hermano. 

—¿Un postre? —aventuró, con expectación en cada palabra. 

—No. —Franel negó con firmeza, su tono volviéndose más seguro con cada segundo—. Un plato principal. Algo completamente diferente. 

Su mirada se perdió por un instante, como si estuviera buscando en algún rincón de los recuerdos vívidos de sus sueños. Aquellos platillos atrevidos, mezcla de sabores desconocidos en este mundo, cobraron forma en su mente. 

—Algo que combine lo dulce y lo fresco, pero con un contraste inesperado. 

Franel hizo una pausa, organizando sus pensamientos con meticulosa precisión, como un artesano moldeando su obra maestra. 

—Carne de ciervo —anunció con convicción—. Su sabor fuerte y terroso se complementaría a la perfección con un glaseado de miel de anthera y el toque floral de las rocineas. 

Ariel abrió los ojos como platos, iluminada por la idea. 

—¡Eso suena increíble! —exclamó, llevándose las manos al rostro, incapaz de ocultar su emoción. 

Franel esbozó una sonrisa, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo. Su mente ya trazaba cada detalle con precisión quirúrgica. 

—Si reduzco la miel lo suficiente para crear un glaseado espeso y lo aplico con cuidado… —murmuró, más para sí mismo que para Ariel—. La carne quedará tierna por dentro y crujiente por fuera. 

Ariel lo observó en silencio, maravillada por la pasión que irradiaba su hermano en ese momento. 

—¡Es perfecto! Sabía que podías hacerlo. —Su voz era pura emoción, sus ojos brillando como si ya pudiera saborear el éxito del plato. 

Pero entonces su sonrisa titubeó. Un pensamiento más sobrio cruzó su mente, apagando un poco su entusiasmo. Bajó la voz, como si compartiera un secreto. 

—Aunque… ¿qué dirá Garet? Ya sabes cómo es con los experimentos. Y especialmente con los tuyos. 

El comentario provocó una breve pausa en Franel, pero la sonrisa confiada que se dibujó en su rostro no dejó lugar a dudas. 

El entusiasmo de Franel se enfrió por un instante, como si alguien hubiera arrojado un cubo de agua helada sobre su fervor. Era cierto. Garet era un defensor implacable de la tradición y cualquier desviación de sus métodos estrictos se consideraba un desafío a su autoridad. Pero la determinación de Franel era un fuego que ni siquiera su núcleo fracturado podía extinguir. 

 

—Le mostraré que funciona —declaró, con una firmeza que resonaba como el golpe de un martillo—. Prepararé una pequeña muestra. Dejaré que hable por sí misma. 

 

Ariel lo observó con una mezcla de admiración y complicidad. 

—Entonces será mejor que empieces. Yo puedo ayudarte a conseguir lo que necesites. —Se inclinó hacia él, susurrándole con picardía—. Tengo la llave. Si alguien pregunta, diré que estoy reorganizando la despensa. 

Franel soltó una risa suave, apreciando la astucia de su hermana. 

—Eres increíble. No sé cómo me las arreglaría sin ti. 

—Pues yo tampoco. Así que vamos, antes de que alguien se dé cuenta —respondió Ariel, ya caminando con paso rápido y decidido. 

Franel la siguió, su mente corriendo más rápido que sus pies.