Del bosque aparecieron dos mujeres, una era particularmente joven, de una edad muy cercana a Nailah y Nahir, su cabello era largo, color turquesa y recogido en una larga trenza, en su mano libre llevaba un arco y en su cintura, un carcaj con una flecha; la joven ayudaba a caminar a una mujer de cabello blanco, con una armadura plateada, rota y manchada de un intenso carmesí, con su mano izquierda se presionaba una herida bastante grave en su costado derecho, en su mano derecha sostenía con dificultad una espada con sangre goteando y varias grietas.
Con mucha dificultad dieron unos pasos y cayeron al suelo con fuerza, del bosque aparecieron otras dos personas, primero salió una mujer un poco joven, de cabello rojo que le llegaba un poco por debajo de los hombros, también, le colgaba una capa desgarrada y con algunas manchas de sangre, se dio la vuelta, jadeando, junto a ella había un hombre alto, fornido, de cabello corto color negro.
Él levantó su espada y la apuntó hacia el bosque, nuevamente aparecieron mas personas, cerca de 10 levantaron sus espadas, burlonamente, la joven de cabello turquesa tomó la flecha que le quedaba, tensó su arco y lo apuntó hacia el hombre del centro.
Aquel hombre soltó una risa, incrédulo.
"¡mejor solo ríndanse!"-gritó él.
Con mucha dificultad, la mujer de cabello blanco, que se encontraba tendida en el suelo gritó:
"¡jamás!"
Al mismo tiempo levantó como pudo su espada.
"¡Ent-…!
De pronto una flecha lo interrumpió y se clavó justo en su pecho, cayendo al suelo, sin vida.
El resto se abalanzó con gran brutalidad, a la mujer de cabello rojo la atacaron 3 hombres, uno lanzó una estocada que ella pudo bloquear, el segundo levantó su espada en un ataque vertical, ella logró bloquearlo por poco, el tercero, en cambio, se colocó detrás de la chica y le lanzó tres estocadas: una le hizo una cortada en el muslo de la pierna derecha, el segundo le provoco una herida profunda en el brazo y el tercero la hizo soltar la espada. Los tres hombres la inmovilizaron y la arrastraron al bosque entre risas, mientras ella gritaba y pataleaba, con lágrimas en los ojos.
Al hombre alto, lo atacaron cuatro hombres a la vez, lo rodearon y pese a que pudo bloquear varios ataques, lanzar algunos cuantos y esquivar otros, se distrajo al ver otros tres bandidos que se dirigían a la joven de cabello turquesa y a la de cabello blanco, provocando que recibiera una estocada en su espalda, soltando su espada y cayendo al suelo.
La joven de cabello turquesa tomó la espada de la mujer herida, trató de bloquear un ataque horizontal, pero la espada se rompió en varios pedazos, uno de los hombres le soltó un golpe en la cara, ella se desequilibró y calló, aturdida, los hombres no le dieron tiempo y también las inmovilizaron y las arrastraron al bosque.
Los cuatro que habían atacado al hombre alto, miraron la casa, debatiendo en si entrar o irse. Finalmente los llamaron desde el bosque así que se fueron. Agartha, que observó todo, se había agachado y se cubrió la boca para que no la descubrieran.
"¿Qué hago?"-dijo para sí.
Se armó de valor, se limpió las lágrimas y corrió al bosque, siguiendo los gritos y las risas.
"¡jefe, ya las tenemos!"-gritó uno de los bandidos
"¡hay una gran mansión mas adelante!"-informó otro
"¡¡hay que saquearla, seguro tienen mucho dinero!!"-exclamó otro más.
"¡¿Qué hacemos con estas?!"-pregunto el bandido, refiriéndose a las mujeres.
El líder, sonrió con malicia palpable y dijo.
"hagan lo que quieran"
Los bandidos se burlaron, tomaron a las tres mujeres y desgarraron sus ropas. La mujer de cabello blanco apenas se podía mover, la joven de cabello rojo se quedaba en silencio, sollozando y la chica de cabello turquesa gritaba y se resistía entre llanto. Entre barios la inmovilizaron, la tomaron de las piernas y las separaron, dejándola vulnerable.
Agartha se quedó helada, cubriéndose la boca y llorando.
De la nada Jean apareció, con una aura tan imponente que a todos les dio escalofríos, esto les llamó la atención y los distrajo, soltando su agarre sobre las mujeres, quienes rápidamente se cubrieron como podían.
La mirada roja brillante de Jean se clavaba con gran fuerza sobre los bandidos. Como pudo, el jefe de los bandidos levantó su espada.
"¡¡¿Q-quien eres?!!"-ordenó él
Jean se acercó al bandido, tomó la espada por la hoja y con un simple movimiento la hizo pedazos. Con una voz grabe y despectiva dijo:
"Y TU QUIEN ERES PARA ORDENARME"
Jean colocó su mano sobre el hombro del bandido y con un ligero empujón forzó al bandido a arrodillarse y a golpear su frente contra el suelo. Él levanto extendió su mano hacia los otros bandidos, le dio media vuelta a su mano y la cerro en un puño, en un parpadeo una fuerza inexplicable los jaló, los hizo arrodillarse y golpearse contra el suelo haciendo que sangraran.
"ME DA ASCO TENERLOS ANTE MI"-expresó Jean con una ira tan fuerte que intoxicaba el aire.
Jean se agachó y jalo del cabello al líder de los bandidos, levantó su mano izquierda y de un chasquido el sol desapareció, los animales del rededor se callaron por completo y un fuerte aire de ultratumba sopló.
"POR SUS OFENSAS, QUE EN ESTEPUNTO SON INCONTABLES. LOS SENTENCIO A QUE LAS SOMBRAS LOS CONSUMAN, QUE SIENTAN LA AGONIA MAS GRANDE QUE NADIE PUEDE IMAGINAR… SIN PERDÓN…" -dijo Jean
Como si fuese una orden, las sombras cobraron vida, desgarrando los árboles, quemando la tierra, y levantando una niebla tan densa que apenas se podía ver más allá de las manos. Del suelo se irguió un monolito color ónix, con escrituras en su superficie: 'Aquí yacen, los torturados, grandes pecadores que insultaron a aquel sin nombre y custodiados por su mano izquierda, el abismo más oscuro. Los fieles, dignos, los impuros se hunden'.
Jean miró el monolito, sus ojos habían desaparecido, dejando dos huecos oscuros de los cuales escurría una brea que quemaba la tierra, su boca estaba contorsionada en una sonrisa de oreja a oreja y sus dientes terminaban en puntas, de la comisura de su boca escurría una combinación de una saliva muy espesa y sangre, la sangre poco a poco se expandía por el rededor tocando los árboles, los cuales perdían sus hojas y pudrían su madera; la saliva se convertía en neblina y las sombras se materializaban.
Agartha, que había observado todo el suceso, se levantó del terror, Jean la miro y al instante ella calló en un sueño profundo. Él vio a la joven arquera y caminó en su dirección.
"¡N-NO TE ACERQUES!" – gritó ella, cubriéndose su cuerpo desnudo.
De la nada, la joven se sintió mareada y tras unos segundos calló dormida, igual que las otras dos mujeres. Al despertar, la joven se encontraba descansando en una habitación, las ventanas estaban abiertas, dejando pasar toda la luz del sol, tomó la manta que la cubría y se sentó al borde de la cama.
A unos cuantos pasos de la cama, se encontraba una mesa, sobre la que estaba una camisa verde claro de estilo militar, con detalles oscuros y bolsillos en el pecho. Un cinturón marrón ajustaba su cintura y otro rodeaba sus muslos. Sus pantalones cortos combinaban con medias largas que le cubrían hasta los muslos, y unas botas militares marrón oscuro completaban el conjunto.
Cuando la joven terminaba de vestirse, de pronto llamaron a su puerta.