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Chapter 4 - El Encuentro Final

En el corazón de las Tierras de Eryndor, Caelith se enfrentó cara a cara con Neroth, que ya no era el dios falso en su forma original, sino una sombra de su antigua gloria. Neroth, aunque debilitado, aún poseía un poder aterrador y una habilidad para manipular los hilos de la vida como ningún otro ser.

—¿Crees que puedes salvar este multiverso? —rugió Neroth, su voz resonando como un eco a través de la grieta. —Los hilos son débiles, y los mortales son frágiles. Todo está condenado a caer nuevamente.

Caelith levantó la espada que había heredado de su antepasado y, con un grito lleno de determinación, cortó el hilo de Neroth. Pero no solo lo destruyó. Caelith entendió algo que nunca antes había comprendido: la verdadera fuerza no residía en la espada o en el poder, sino en la voluntad de preservar la armonía, la vida y la libertad de elegir.

El Hilo del Destino brilló con luz pura, restaurando el equilibrio una vez más. Neroth, despojado de su influencia, fue finalmente desterrado al vacío entre universos, donde no podía dañar nunca más.

Un Nuevo Comienzo

Con la caída de Neroth y la restauración del equilibrio, el multiverso comenzó a sanar nuevamente. Pero esta vez, los mortales, ahora más sabios, entendían que el poder no era solo un medio para ganar batallas, sino una responsabilidad que debían compartir con los dioses verdaderos.

Caelith no solo se convirtió en un héroe, sino en el Nuevo Tejedor del Destino, el primer mortal en ocupar ese lugar sagrado. Junto a él, los nuevos guardianes de los hilos de la vida velarían por la continuidad del multiverso, asegurando que los ecos del caos nunca pudieran destruir lo que tanto les había costado preservar.

Y así, la guerra por los hilos continuaba, pero los mortales, más conscientes que nunca de su poder y responsabilidad, permanecieron vigilantes, sabiendo que la paz era frágil y que el sacrificio siempre estaría presente en el corazón de la existencia misma.

La Destrucción del Velo

Aunque la amenaza de los dioses falsos parecía haber sido extinguida y el multiverso comenzaba a sanar bajo la vigilancia de los nuevos guardianes, las semillas del caos nunca desaparecen completamente. En el fondo de la realidad, donde los hilos de la vida se entrelazan con los del destino, una nueva grieta se formaba, más oscura y peligrosa que cualquier otra que hubiera surgido antes.

El sacrificio de Caelith, al igual que el de Alaric, había sellado el poder de Neroth y otras deidades del caos, pero en un rincón olvidado del multiverso, una entidad aún más antigua y peligrosa comenzaba a despertar. Vharok, la Deidad de los Vacíos, cuya existencia estaba oculta incluso para los dioses verdaderos, había sido encerrada en lo más profundo del Velo de la Realidad por los cinco dioses verdaderos durante la creación del multiverso. Pero su encierro estaba comenzando a fallar. Las grietas creadas por la batalla entre los dioses falsos y los sacrificios de los héroes habían alterado la estructura del Velo, permitiendo que los antiguos y oscuros poderes del caos se filtraran.

La Profecía Olvidada

En las profundidades de los archivos de Mithar, el dios de la sabiduría, existía una antigua profecía que hablaba del regreso de Vharok. Este dios no estaba vinculado a la creación ni a la destrucción, sino a lo que existía más allá de todo eso: el vacío absoluto. La profecía relataba que cuando las últimas barreras del Velo fueran desmoronadas por la interferencia de mortales y dioses, el caos no vendría como un enemigo palpable, sino como una ausencia.

Los Tejedores del Destino, ahora más sabios y poderosos que nunca, sabían que sus esfuerzos para restaurar el equilibrio no podían durar para siempre. Caelith, convertido en el líder de los nuevos Tejedores, fue el primero en percatarse de las señales. A pesar de haber sellado la influencia de Neroth, el eco de algo mucho más antiguo comenzó a hacer vibrar los hilos de la vida. Algo que no podría ser detenido por la fuerza o la violencia. Vharok estaba regresando.

La Llegada de la Oscuridad

El primer síntoma de su retorno fue sutil: una serie de desapariciones en todo el multiverso. No era como la muerte normal, donde el alma simplemente dejaba el cuerpo. En estos casos, las personas desaparecían de la memoria misma de los seres queridos, como si nunca hubieran existido. No había vestigios, no había rastro. Se desvanecían, como si el vacío los estuviera reclamando.

Selene, la hechicera que había sido una de las más grandes aliadas de Alaric, se percató de un patrón. A medida que los hilos de la vida de los mortales se apagaban, las líneas entre los mundos comenzaban a desmoronarse. Los portales entre dimensiones, que antes habían sido firmes, se volvían inestables, dejando pasar criaturas del Vacío, sombras que devoraban todo a su paso. Los Tejedores del Destino sintieron la llamada de la Deidad del Vacío, como si una vasta oscuridad quisiera consumir incluso las luces más brillantes.

La Última Guerra

Caelith y los demás Tejedores sabían que no podían esperar más. La última guerra estaba por comenzar, pero esta vez sería diferente: no enfrentaría a un dios que pudiera ser destruido por la fuerza, sino a un vacío absoluto que no podía ser tocado, ni siquiera comprendido. Para enfrentarse a Vharok, necesitarían una nueva forma de lucha.

Mithar, el Dios de la Sabiduría, apareció ante Caelith, revelando la verdad que nadie conocía. Vharok, la Deidad del Vacío, no había sido sellada por los dioses verdaderos, sino por un hilo perdido que solo los mortales podían entender. Sin ese hilo, el multiverso no tenía esperanza.

—Es tu destino, Caelith, —dijo Mithar, sus ojos brillando con una luz eterna—. Solo los mortales pueden comprender la esencia del vacío. La única forma de sellarlo es a través de un sacrificio que va más allá de la comprensión. Tendrás que abandonar lo que eres, porque el vacío no puede ser destruido, solo reemplazado.

Caelith, al escuchar estas palabras, comprendió el sacrificio que le aguardaba. El sacrificio no sería solo de vida, sino de identidad. Tendría que fusionar su ser con el vacío, convirtiéndose en una entidad que no existía, que no formaba parte del Velo de la Realidad, para sellar a Vharok de una vez por todas.