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Chapter 3 - Capítulo 3: Ventus: La Frialdad del Norte y el Fuego del Desdén

La sala de desafío permanecía envuelta en una atmósfera pesada, donde el núcleo mágico pulsaba erráticamente, emitiendo destellos cegadores que iluminaban las grietas del suelo y las paredes grabadas con runas brillantes. Sin embargo, la verdadera fuente de presión no era el núcleo ni las figuras mágicas que habían emergido del suelo, sino la figura envuelta en fuego azul que se alzaba en el centro de la sala.

Adrik giró la cabeza lentamente hacia ella, sus ojos hazel afilados como cuchillas.

—Tú otra vez. —Su voz era baja pero cargada de una frialdad que cortaba el aire.

La figura avanzó un paso, y el fuego azul que la rodeaba pareció intensificarse. El suelo crujió bajo su presencia, como si la magia misma cediera ante ella. Cuando finalmente se detuvo, el resplandor de las llamas dejó ver su rostro con claridad: una joven de cabello largo y negro, con reflejos azulados que parecían danzar bajo la luz de su propio fuego. Sus ojos, del mismo azul etéreo que las llamas que la envolvían, brillaban con una mezcla de autoridad y desdén.

—¿Qué intentas probar con esta demostración patética? —preguntó Lyssandra Ignis Aedryn, su tono suave pero lleno de una arrogancia que rivalizaba con la de Adrik.

Elina, aún recuperándose de la explosión anterior, levantó la vista hacia la figura, y su expresión se tornó pálida al instante.

—Adrik… —susurró, con un tono lleno de advertencia—. Es ella.

Pero Adrik no apartó la mirada de la joven. Sus ojos se clavaron en los de Lyssandra como si estuviera midiendo cada movimiento, cada palabra.

—¿"Ella"? —repitió con indiferencia—. ¿Qué me importa quién sea?

El fuego azul alrededor de Lyssandra pareció agitarse levemente, como si respondiera a su provocación.

—Adrik, por todos los cielos... Es Lyssandra Ignis Aedryn. La princesa del reino. —Elina tomó una respiración profunda, tratando de controlar el temblor en su voz.

Por un instante, hubo un silencio que parecía eterno. Adrik ladeó la cabeza ligeramente, como si evaluara la información, pero lo único que cruzó sus labios fue una leve mueca de desinterés.

—Una princesa… —dijo finalmente, su tono cargado de sarcasmo—. No parece tan impresionante.

Lyssandra arqueó una ceja, su rostro permaneciendo sereno aunque sus ojos azules parecieron brillar con un destello más intenso.

—¿De verdad? —replicó con calma, avanzando un paso más hacia él. Cada palabra que pronunciaba parecía aumentar la temperatura de la sala, aunque su fuego no quemaba físicamente. Era una sensación opresiva, como si cada fibra del cuerpo de los presentes quisiera rendirse ante su presencia.

—De verdad —respondió Adrik, con la misma calma gélida. Un aura de frío comenzó a rodearlo, un contraste perfecto con las llamas de Lyssandra.

Los estudiantes del grupo observaban la escena sin atreverse a intervenir. Gregor permanecía cerca del núcleo, cubierto de polvo y sudor por el esfuerzo, mientras su atención se dividía entre el fuego azul de Lyssandra y el hielo que emanaba de Adrik. Incluso Kram, quien normalmente no podía resistirse a intervenir, retrocedió instintivamente ante el peso de la situación.

—Basta. —La voz de Gareth Eldarion resonó como un trueno, rompiendo la tensión que llenaba la sala.

El profesor apareció en el borde de la arena, acompañado por dos asistentes que mantenían una expresión cautelosa. Gareth avanzó con pasos firmes, y aunque su porte permanecía severo, su tono al dirigirse a Lyssandra era marcadamente diferente:

—Princesa Lyssandra, con todo respeto, este no es el lugar ni el momento para esto.

Lyssandra no apartó los ojos de Adrik, pero su sonrisa se ensanchó ligeramente, como si disfrutara del desafío implícito en su presencia.

—No hice nada, profesor Eldarion. Simplemente vine a observar… y a corregir. —Hizo una pausa, inclinando la cabeza ligeramente hacia Adrik—. Algunos aquí parecen necesitar recordar su lugar.

Adrik entrecerró los ojos, y el aura de hielo a su alrededor se intensificó.

—¿Y cuál sería ese lugar, exactamente? —preguntó, sin molestarse en ocultar el filo en su tono.

Lyssandra no respondió de inmediato. En lugar de eso, giró lentamente sobre sus talones, haciendo que el fuego azul a su alrededor se disipara en un movimiento fluido.

—Eso es algo que tendrás que averiguar —dijo finalmente, mientras se alejaba hacia la salida de la sala. Antes de cruzar el portal, se detuvo y lanzó una última mirada sobre su hombro. Su voz resonó con una calma inquietante:

—Espero que seas más interesante la próxima vez.

El fuego azul desapareció junto con ella, dejando tras de sí un silencio cargado de tensión.

Adrik permaneció inmóvil por un momento, sus ojos fijos en el lugar donde Lyssandra había desaparecido. Finalmente, rompió el silencio con un tono bajo y despectivo:

—Patética.

Elina, que había estado observando todo con una mezcla de fascinación y preocupación, soltó un suspiro exasperado.

—¿Patética? ¿Acaso no sentiste esa presión? Podría haber… —Se interrumpió, sacudiendo la cabeza—. Por favor, Adrik. Intenta no buscar problemas con ella.

Adrik no respondió. En su mente, ya estaba analizando a Lyssandra como haría con cualquier posible rival. Su manejo de la Ley Principal de los Fuegos Fatuos era impresionante, pero eso no era suficiente para impresionarlo.

"Sus llamas son más espectáculo que sustancia. Veamos si hay algo más detrás de esa fachada," pensó, mientras el hielo alrededor de él comenzaba a disiparse.

Gareth observó a Adrik con una expresión neutral, pero había algo en su mirada que sugería tanto cautela como curiosidad.

—La prueba ha sido suspendida —anunció finalmente, dirigiéndose al grupo—. Reúnanse en el campo principal. Los resultados serán evaluados basándonos en lo que lograron antes de la interrupción.

Nadie discutió la orden. Uno a uno, los estudiantes comenzaron a salir de la sala, aunque algunos, como Gregor, miraban a Adrik con una mezcla de respeto y cautela.

Adrik fue el último en abandonar la arena. Antes de cruzar el portal, miró por última vez hacia el núcleo que habían estado protegiendo.

Primero esta princesa arrogante, y ahora el desafío se interrumpe. Veamos cuánto caos más trae este lugar.

Con una sonrisa fría en los labios, desapareció a través del portal.

El grupo regresó al campo principal, donde la luz del atardecer teñía el cielo de tonos dorados y anaranjados. Los estudiantes, más de quinientos en total, se reunieron en filas desordenadas mientras los instructores se movían entre ellos con pergaminos mágicos y susurros rápidos. El ambiente estaba cargado de tensión, una mezcla de anticipación y nerviosismo que se podía sentir en cada rincón.

En el centro del campo, el profesor Gareth Eldarion permanecía de pie con su postura rígida y un pergamino enrollado en la mano. Su mirada recorrió al grupo con la misma intensidad que mostraba en el aula, y cuando finalmente levantó una mano, el murmullo de los estudiantes se apagó al instante.

—Los resultados han sido evaluados. —Su voz resonó clara y firme, llena de una autoridad que no permitía distracciones—. Cada uno de ustedes será asignado a una de las cuatro casas en función de su desempeño durante la prueba.

Detrás de Gareth, los estandartes de las cuatro casas flotaban en el aire, brillando con una luz mágica que acentuaba sus colores distintivos: rojo para Ignis, azul para Aqua, verde para Terra y blanco para Ventus.

—La asignación no solo refleja su potencial, sino también su afinidad con los valores y características de cada casa. —Gareth continuó, desenrollando el pergamino—. Recuerden que el mérito individual determinará su éxito, independientemente de su casa.

Adrik, de pie junto a Elina y su séquito, escuchaba con atención superficial. Para él, la asignación era un simple formalismo; estaba claro dónde terminaría. A su lado, Elina mantenía una expresión serena, mientras que las damas de su séquito intercambiaban miradas ansiosas.

En otra fila, un poco más alejado, Gregor permanecía inmóvil, con los brazos cruzados. Su postura era relajada, pero sus ojos reflejaban una determinación tranquila.

Gareth comenzó a leer los nombres, asignando estudiantes a cada casa con precisión. Algunos nobles sonrieron con satisfacción al escuchar sus asignaciones, mientras otros murmuraban decepcionados. Los plebeyos, en su mayoría, permanecieron en silencio, aceptando sus destinos con resignación o alivio.

Finalmente, llegó el turno de Adrik y su grupo.

—Adrik Vhalen, Elina Vhalen, Gregor y el séquito de Elina: Casa Ventus.

El estandarte blanco brilló con intensidad cuando sus nombres fueron pronunciados, enviando una onda de luz hacia el grupo. Adrik no mostró ninguna reacción, aunque en su interior confirmó que era la asignación correcta.

"Estrategia y velocidad. Al menos tienen algo de sentido."

Gregor, por su parte, asintió levemente, mientras algunos nobles cercanos intercambiaban miradas incómodas por tener que compartir clase con un plebeyo de rango Alto. Adrik notó esas miradas, pero las ignoró deliberadamente.

Kram, que también había sido asignado a Ventus, observó a Gregor con una mezcla de desprecio y frustración, pero no dijo nada.

Gareth continuó leyendo los nombres restantes, y cuando terminó, enrolló el pergamino con un movimiento rápido.

—A partir de mañana, comenzarán las actividades de sus casas. Se les informará sobre sus horarios y las competencias internas. Prepárense.

Con esas palabras, el grupo fue liberado. Los estandartes brillaron una última vez antes de desaparecer, y los estudiantes comenzaron a dispersarse hacia sus respectivos dormitorios.

El camino hacia el edificio de la Casa Ventus estaba iluminado por los últimos rayos de sol, que proyectaban largas sombras sobre los senderos de piedra. Los estudiantes caminaban en grupos dispersos, algunos susurrando entre ellos, otros observando a Adrik y Elina con curiosidad y cautela.

Elina ajustó su capa mientras caminaba al lado de su primo, su expresión tan elegante como siempre, pero con un leve destello de interés en sus ojos.

—La Casa Ventus, ¿eh? —comentó, rompiendo el silencio.

Adrik, con las manos cruzadas detrás de la espalda, apenas levantó una ceja ante su tono.

—"Estrategia y velocidad", según ellos. Supongo que eso incluye algo de lógica. —Su voz estaba cargada de desdén, aunque su mente ya estaba trazando un plan para dominar el sistema de la casa desde adentro.

Elina soltó una risa suave.

—No pareces emocionado.

—Emoción es para los débiles —replicó Adrik sin perder el ritmo de su caminar—. Si esta casa tiene algo que ofrecer, lo aprovecharé. Si no, la moldearé a mi conveniencia.

Elina negó con la cabeza, divertida por la inquebrantable confianza de su primo, pero no lo contradijo.

Cuando finalmente llegaron al edificio de la Casa Ventus, ambos se detuvieron frente a la entrada. La estructura era imponente pero simple, construida con piedra blanca que reflejaba un leve brillo bajo la luz mágica de las lámparas flotantes que iluminaban la zona. La entrada principal estaba adornada con un arco alto, tallado con intrincados diseños que representaban corrientes de viento entrelazadas, y sobre la puerta colgaba un estandarte blanco con el símbolo de la casa: un halcón en pleno vuelo.

—Al menos tienen buen gusto en arquitectura —comentó Elina, inclinando ligeramente la cabeza para observar los detalles en el arco.

Adrik no respondió. Su atención ya estaba en los estudiantes que comenzaban a entrar al edificio, algunos mostrando signos evidentes de nerviosismo.

El interior del edificio no era menos impresionante. Un amplio vestíbulo los recibió, con un techo alto decorado con runas que parecían moverse lentamente, formando patrones hipnóticos en tonos blancos y plateados. A los lados, dos grandes escaleras de mármol conducían a los pisos superiores, mientras que un corredor al fondo del vestíbulo conectaba con lo que parecía ser un patio interior.

—Funcional. —Adrik dio un breve vistazo a su alrededor antes de avanzar hacia una de las escaleras—. Aunque un poco ostentoso.

Elina sonrió, siguiéndolo.

—¿Te molesta que no sea tan práctico como el norte?

—Me molesta que inviertan en estética cuando podrían invertir en eficiencia.

Elina decidió no responder. Sabía que discutir con Adrik sobre lo que consideraba "excesos" sería una batalla perdida. En cambio, dirigió su atención a las indicaciones mágicas en las paredes, que señalaban las habitaciones asignadas.

—Por aquí. —Dijo, moviéndose hacia el segundo piso.

Adrik la siguió en silencio, sus ojos observando cada rincón del edificio con atención calculadora. Cada detalle era una pieza del tablero que eventualmente aprendería a controlar.

En ese momento los estudiantes comenzaron a instalarse en sus dormitorios asignados. El ambiente era una mezcla de emoción y tensión, especialmente entre los nobles, que parecían estar más interesados en medir su posición social que en adaptarse al nuevo entorno.

Adrik, Elina y Gregor fueron asignados a habitaciones cercanas, lo que no pasó desapercibido para los demás. Algunos nobles murmuraban en voz baja, cuestionando por qué un plebeyo había sido ubicado tan cerca de figuras de alto rango como los Vhalen.

Mientras Adrik revisaba su dormitorio, que era sencillo pero funcional, Elina entró sin molestarse en tocar la puerta.

—Parece que ya tienes a tus admiradores —comentó con una sonrisa ligera, dejando su capa sobre una silla.

Adrik cerró la ventana que había estado observando y se giró hacia ella.

—¿A qué te refieres?

—Los nobles. Están molestos por la presencia de Gregor en nuestra casa. —Elina se recargó en el borde del escritorio, cruzando los brazos—. Algunos ya están buscando formas de desacreditarlo.

Adrik se encogió de hombros.

—Que lo intenten. Si no puede defenderse, no merece estar aquí.

Elina lo observó en silencio por un momento antes de inclinar ligeramente la cabeza.

—¿Y tú? ¿Qué piensas de él?

Adrik no respondió de inmediato. En su mente, Gregor representaba algo intrigante: un plebeyo con suficiente talento para destacar, pero sin la arrogancia que solían mostrar los nobles de rango Alto.

—Tiene potencial. —Su respuesta fue breve, pero suficiente para que Elina entendiera que Gregor había captado su atención, aunque fuera ligeramente.

El silencio del dormitorio fue interrumpido por un suave golpe en la puerta. Antes de que Adrik pudiera decir algo, esta se abrió ligeramente, dejando entrar a la mano derecha de Elina, una joven de cabello castaño oscuro recogido en un moño impecable. Su porte era elegante, y su mirada estaba llena de determinación, aunque sus movimientos mostraban respeto al entrar.

—¿Interrumpo? —preguntó con voz baja, mirando brevemente a Adrik antes de inclinarse ligeramente hacia Elina.

Elina asintió con una sonrisa tranquila.

—Adelante. ¿Qué sucede?

La joven se inclinó y susurró algo al oído de Elina, lo suficientemente bajo como para que Adrik no lo escuchara. Sin embargo, cuando Elina se enderezó, su expresión ya no era tan relajada.

—¿Intentando humillar a Gregor? —murmuró Elina con un destello de molestia en sus ojos.

Adrik, al escuchar el nombre, dejó de apoyarse contra el escritorio y se enderezó, cruzando los brazos.

—¿Quiénes?

Elina giró hacia él, sus ojos azul hielo evaluándolo antes de responder.

—Un grupo de nobles. Están en la sala común, discutiendo sobre su "derecho" a la Casa Ventus y usando a Gregor como su blanco de críticas.

Por un momento, Adrik no dijo nada. Su mente trabajaba rápidamente, evaluando la situación. Finalmente, asintió y caminó hacia la puerta.

—Vamos.

Elina lo siguió, y cuando salieron al pasillo, las damas del séquito de Elina ya estaban reunidas afuera, formando una pequeña guardia. Al verlos, se inclinaron levemente, saludándolos con cortesía.

—Acompáñennos —ordenó Elina, con un tono que no dejaba lugar a preguntas.

El grupo avanzó por los pasillos, sus pasos resonando suavemente sobre el suelo de mármol. Cuando llegaron a la sala común, las voces de los nobles ya eran audibles, mezclándose en un coro de risas burlonas y comentarios sarcásticos.

Adrik cruzó el umbral con una calma fría, sus ojos recorriendo la habitación hasta encontrar el centro del alboroto: un grupo de cinco nobles de rango Medio Alto rodeando a Gregor, quien estaba de pie junto a una de las ventanas, con los brazos cruzados y una expresión impasible.

—Dinos, plebeyo —dijo uno de los nobles con tono burlón—. ¿Cómo conseguiste entrar aquí? ¿Una carta de recomendación falsa, tal vez?

—O tal vez alguien decidió que necesitábamos entretenimiento —añadió otro, provocando una carcajada entre los demás.

Gregor no respondió. Su postura permanecía firme, pero su mandíbula apretada revelaba el esfuerzo que estaba haciendo para controlar su temperamento.

Adrik avanzó un paso más, y el sonido de sus botas contra el suelo hizo que las risas se detuvieran de inmediato.

—¿Entretenimiento? —preguntó Adrik con un tono bajo pero cargado de intención, mientras su mirada helada se posaba en el grupo.

Los nobles se giraron hacia él, y la confianza en sus rostros se desvaneció rápidamente.

—Señor Vhalen… nosotros… —uno de ellos comenzó a hablar, pero las palabras se le atascaron en la garganta.

Adrik no necesitó levantar la voz para imponer su presencia. Dio un paso más, situándose entre los nobles y Gregor, quien lo observaba con una mezcla de sorpresa y cautela.

—Pensé que la Casa Ventus era para estrategas —dijo Adrik, dejando que sus palabras cayeran como un látigo—. No para idiotas que no entienden el valor del talento, independientemente de su procedencia.

El grupo de nobles intercambió miradas nerviosas, pero ninguno se atrevió a replicar.

Elina, que había permanecido detrás de Adrik, avanzó con una sonrisa tranquila pero llena de autoridad.

—Creo que todos necesitamos un poco de descanso después de la prueba. —Su tono era educado, pero no dejaba lugar a discusión—. Sería una pena que alguien agotara su energía en discusiones innecesarias.

Los nobles asintieron rápidamente, murmurando excusas antes de salir de la sala común.

Adrik no dijo nada más. Se giró hacia Gregor, observándolo brevemente antes de hablar.

—No pierdas el tiempo con ellos. Si no pueden reconocer tu lugar aquí, no valen la pena.

Gregor asintió lentamente, manteniendo su postura firme.

—Entendido.

Con eso, Adrik dio media vuelta y salió de la sala, seguido por Elina y el resto del grupo. Mientras caminaban por el pasillo, una leve sonrisa apareció en los labios de Elina.

—Siempre tan diplomático, primo.

Adrik no respondió, pero en su mente ya estaba trazando un plan para asegurarse de que estas situaciones no se repitieran.

La Casa Ventus, aunque impregnada de un ambiente refinado y ordenado, estaba lejos de ser un espacio de armonía. A pesar de que la intervención de Adrik había puesto fin al conflicto inmediato, las tensiones latentes seguían presentes, especialmente después de la interrupción del desafío y la revelación de Lyssandra.

A la mañana siguiente, el desayuno en la Casa Ventus estuvo marcado por los susurros constantes que recorrían las mesas. Estudiantes de todos los rangos hablaban en voz baja sobre la princesa, especulando sobre su presencia en la academia.

—¿Por qué está aquí? —preguntó un noble de rango Alto a su compañero en la mesa más cercana a la de Adrik. Su voz era apenas un murmullo, pero lo suficientemente clara para ser escuchada—. La princesa no necesita entrenar. Ella ya es una Soberana Celestial.

—Dicen que quiere supervisar el desempeño de los estudiantes por orden directa del rey —respondió otro, mientras jugaba distraídamente con un trozo de pan.

—¿Supervisar? —replicó un tercero, con tono sarcástico—. Tal vez solo quiere asegurarse de que no haya nadie que la desafíe.

Adrik, sentado junto a Elina y Gregor en una mesa ligeramente apartada, escuchaba los rumores sin mostrar interés. Sin embargo, su mente estaba trabajando rápidamente.

"Supervisar… Qué excusa tan conveniente. Más bien parece que ella está aquí para competir, igual que todos nosotros."

Elina, sentada a su lado, le lanzó una mirada mientras cortaba su fruta con precisión.

—¿Qué opinas de todo esto, Adrik?

—De qué, exactamente. —Adrik respondió con indiferencia, sin apartar la vista de su plato.

—De la princesa, obviamente. —Elina inclinó la cabeza ligeramente, como si quisiera captar su reacción—. Interrumpió el desafío, creó toda esa tensión y luego desapareció como si nada.

Adrik finalmente alzó la mirada, sus ojos hazel brillando con una mezcla de frialdad y desdén.

—Es solo una más que cree estar por encima de los demás. Si quiere jugar a ser una Soberana Celestial perfecta, que lo haga. Pero si decide interponerse en mi camino… —Dejó la frase inconclusa, su tono dejando claro lo que implicaba.

Elina sonrió levemente, aunque no sin cierta preocupación oculta en su expresión.

Gregor, que había estado comiendo en silencio, finalmente intervino, su tono calmado pero reflexivo:

—Es poderosa, eso es innegable. Pero eso no significa que sea invencible.

Adrik giró levemente la cabeza hacia él, evaluando sus palabras.

—Exacto. Nadie lo es.

El patio interior de la Casa Ventus estaba bañado por la luz mágica de las lámparas flotantes, que proyectaban sombras alargadas sobre las paredes blancas. Gregor, en un rincón apartado, practicaba en silencio con su Ley Secundaria de la Tierra, "Dominio de la Roca", creando pequeñas formaciones de piedra que emergían y retrocedían con movimientos calculados. Cada pilar que levantaba era preciso, aunque carecía de la potencia de una Ley Principal.

En ese momento, Kram y su séquito de nobles aparecieron en el patio, sus voces resonando con una mezcla de burla y arrogancia. Al notar a Gregor, el grupo intercambió miradas y sonrisas maliciosas antes de avanzar hacia él.

—Mira quién está aquí, el gran plebeyo de rango Alto. —La voz de Kram era burlona mientras cruzaba los brazos, sus ojos ardientes brillando con un leve destello de brasas.

Gregor, aunque escuchó el comentario, continuó con su práctica, levantando un muro de roca pequeño frente a él antes de hacerlo retroceder nuevamente al suelo.

—¿Me estás ignorando? —preguntó Kram, su tono subiendo un poco, mientras los nobles que lo acompañaban soltaban risas nerviosas.

—Estoy ocupado. —La voz de Gregor era firme, pero no desafiante.

La respuesta pareció enfurecer a Kram, quien dio un paso más cerca, extendiendo una mano hacia Gregor. Un leve brillo rojo apareció en su palma, y al instante, una pequeña ráfaga de brasas impactó contra el muro de roca que Gregor había levantado, desintegrándolo parcialmente.

—Ocupado siendo un fracaso, parece. —Kram sonrió ampliamente, girándose hacia su grupo, que rió junto con él.

Gregor finalmente dejó de practicar. Se giró lentamente hacia Kram, con los brazos cruzados y una expresión que permanecía imperturbable, aunque su mandíbula estaba tensa.

—¿Qué quieres? —preguntó Gregor, su tono bajo pero cargado de irritación contenida.

—Solo quiero saber cómo alguien como tú consiguió entrar aquí. —Kram dio un paso más cerca, invadiendo el espacio personal de Gregor—. ¿Algún noble te tuvo lástima? ¿O simplemente eres una anomalía?

Gregor no respondió. En lugar de eso, levantó un brazo y lo empujó hacia atrás con fuerza, creando una breve distancia entre ambos.

—No me toques.

Por un instante, el grupo quedó en silencio. Luego, Kram soltó una risa seca.

—¿Vas a darme órdenes, plebeyo? —Su tono se endureció, y de repente, levantó una mano y lanzó una ráfaga de brasas directamente hacia Gregor.

Gregor reaccionó rápidamente, levantando un muro de roca que bloqueó el ataque. Sin embargo, antes de que pudiera reforzar su defensa, los otros nobles que acompañaban a Kram se lanzaron sobre él, derribándolo al suelo.

—¡Levántate, si puedes! —gritó uno de los nobles mientras Gregor intentaba cubrirse.

A pesar de la desventaja, Gregor no se rindió. Utilizó su Ley de la Tierra para empujar a uno de los atacantes hacia atrás con una columna de roca, pero otro lo golpeó en el abdomen antes de que pudiera levantarse completamente.

Kram observaba la escena con una sonrisa satisfecha, aunque sus ojos brillaban con rabia contenida.

—Esto es lo que pasa cuando los plebeyos olvidan su lugar.

De repente, un fuerte crujido resonó en el patio, seguido de un frío gélido que pareció envolver el ambiente. Kram se giró hacia la fuente del sonido, y su sonrisa desapareció al instante.

Adrik estaba de pie en el borde del patio, su rostro completamente impasible, pero sus ojos hazel brillaban con una intensidad peligrosa. A su alrededor, el aire parecía haberse congelado, y una fina capa de escarcha comenzaba a cubrir el suelo bajo sus pies.

—¿Qué están haciendo? —preguntó Adrik, su tono bajo pero lleno de un peso que hizo que incluso los nobles que acompañaban a Kram se detuvieran en seco.

Kram intentó mantener su compostura, aunque dio un paso hacia atrás instintivamente.

—Solo estábamos enseñándole a este plebeyo a no olvidarse de su lugar. —Intentó sonar confiado, pero su voz traicionaba un leve temblor.

Adrik dio un paso hacia adelante, y con un gesto de su mano, una barrera de hielo surgió entre Gregor y los nobles, empujándolos hacia atrás con fuerza. Los atacantes cayeron al suelo, y Kram apretó los dientes al ver cómo el hielo se extendía lentamente por el patio.

—¿Su lugar? —repitió Adrik con desdén, caminando lentamente hacia Kram—. ¿Y quién eres tú para decidir eso?

Kram no respondió, su mirada alternando entre Adrik y la barrera de hielo.

Adrik se detuvo frente a él, cruzando los brazos mientras lo miraba con frialdad.

—La próxima vez que intentes imponer tu mediocridad sobre alguien que es más competente que tú, asegúrate de que yo no esté cerca.

Kram intentó replicar, pero Adrik levantó una mano, invocando una ráfaga de viento helado que lo obligó a retroceder aún más.

—Largo.

Sin necesidad de más advertencias, Kram y su grupo se levantaron apresuradamente y salieron del patio, aunque algunos lanzaron miradas furtivas hacia Gregor antes de desaparecer.

Elina, que había llegado al patio con las damas de su séquito justo detrás de Adrik, avanzó con una sonrisa tranquila pero cargada de ironía.

—Siempre tan persuasivo, primo.

Adrik no respondió. En su lugar, se giró hacia Gregor, que estaba recuperándose lentamente mientras limpiaba el polvo de su ropa.

—Levántate. —La voz de Adrik era firme pero no despectiva.

Gregor lo miró por un instante antes de ponerse de pie, sin quejarse por el dolor evidente en su cuerpo.

—Gracias. —Su tono era directo, sin rastros de sumisión ni excesiva gratitud.

Adrik lo observó por un momento antes de asentir ligeramente.

—No les des el placer de verte caer otra vez.

Con eso, dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la salida del patio, seguido por Elina y el séquito. Gregor se quedó en el patio por unos segundos más, observando el lugar donde la barrera de hielo de Adrik aún permanecía, antes de regresar a su práctica en silencio.