Chereads / LAS CRÓNICAS DE AINCRAD | Vol. 1 / Chapter 22 - 22. Miasma Croaker

Chapter 22 - 22. Miasma Croaker

El aire del pantano se tornó más denso y pesado cuando Paracelso se detuvo abruptamente.

—¡Ahí está! —exclamó el alquimista, señalando con un dedo tembloroso. Entre un círculo de espinas retorcidas y hongos luminiscentes, la Flor del Pantano brillaba como una gema viva, sus pétalos irradiando un tenue resplandor azul.

Antes de que alguien pudiera reaccionar, un rugido grave y aterrador rompió el silencio, seguido por el sonido de ramas crujiendo bajo un peso colosal. Del fango emergió una criatura monstruosa, una amalgama entre un sapo gigante y una bestia venenosa: Miasma Croaker, un jefe de campo que Rosa reconoció al instante.

—¡No puede ser! —exclamó Rosa con el rostro pálido—. Este jefe... lo enfrentamos en la beta, pero en el tercer piso, no aquí.

—¿Qué sabemos de él? —preguntó Yezzy, sujetando su lanza con firmeza, sus ojos analizando los movimientos del jefe.

—Tiene dos ataques especiales que lo hacen letal —explicó Rosa rápidamente mientras la criatura se erguía y abría su gigantesca boca—. Uno es un ataque de área que paraliza a todos en su rango. El otro es un escupitajo tóxico que inflige el mismo efecto que tiene Kirito ahora.

—Genial —murmuró Yezzy, rodando los ojos—. Justo lo que necesitábamos, otro problema tóxico.

—¡Escuchen! —gritó Rosa, tomando el mando—. No necesitamos matarlo. Nuestro objetivo es tomar la Flor del Pantano. Paracelso, Thysu, es su turno. Vayan por la flor mientras nosotros distraemos a esa cosa.

—Entendido —asintió Paracelso, ajustando su sombrero y tomando a Thysu del brazo—. ¡Rápido, sígueme!

—¡El resto, conmigo! —ordenó Rosa, desenfundando su gran espada recta.

El Miasma Croaker no esperó más. Con un salto sorprendentemente ágil para su tamaño, aterrizó cerca del grupo, haciendo que el lodo salpicara por todas partes.

—¡A los flancos! —gritó Rosa.

Serif se lanzó al frente con su escudo alzado, bloqueando el primer ataque del jefe: un golpe directo con una de sus enormes patas.

—¡Es fuerte! —jadeó Serif, retrocediendo por la fuerza del impacto.

—¡Yezzy, cubre la izquierda! MILF, a la derecha conmigo. Kirito, mantente atrás y apoya cuando puedas —instruyó Rosa mientras esquivaba un barrido de la cola del jefe.

—¿Yo, atrás? —dijo Kirito, su voz cansada pero firme.

—Sí, estás intoxicado. No podemos perderte —respondió Rosa, lanzándole una mirada severa antes de girarse hacia el jefe.

El Miasma Croaker abrió su boca y comenzó a inflar su garganta.

—¡Cuidado! ¡Ataque de área! —gritó Rosa.

Un rugido vibró en el aire antes de que un círculo verdoso se expandiera desde el cuerpo del jefe. Yezzy, MILF y Rosa saltaron hacia atrás justo a tiempo, pero Serif quedó atrapado en el radio.

—¡Estoy paralizado! —gritó Serif, incapaz de moverse mientras el jefe lo miraba fijamente.

—¡Cúbrelo, Yezzy! —ordenó Rosa.

Yezzy se lanzó hacia el jefe con su lanza, moviéndose con una elegancia casi teatral. La punta de su arma encontró su objetivo en una de las patas delanteras del monstruo, haciendo que este retrocediera con un gruñido furioso.

—¡Siempre el héroe, eh, Yezzy! —gritó MILF mientras cortaba una de las espinas que el jefe había lanzado como proyectiles.

—Alguien tiene que hacerlo —respondió Yezzy con una sonrisa arrogante, retrocediendo justo a tiempo para esquivar otro ataque.

Rosa aprovechó la distracción para lanzarse hacia el jefe con un poderoso corte lateral, su gran espada recta impactando contra el costado de la criatura. Un rugido de dolor reverberó por el pantano.

Mientras tanto, Paracelso y Thysu se abrían paso entre el terreno fangoso hacia la Flor del Pantano.

—¡Estamos cerca! —dijo Paracelso, sudando profusamente mientras mantenía su atención en los movimientos del jefe.

El jefe con una agilidad aterradora, saltó hacia MILF y Serif, su enorme cuerpo destrozando un árbol muerto que se interpuso en su camino.

—¡Cuidado! —gritó Rosa, corriendo hacia ellos con su espada en alto.

MILF apenas logró rodar fuera del alcance del monstruo, sus reflejos manteniéndola con vida. Serif, sin embargo, tropezó en el lodo y quedó vulnerable.

—¡Maldita sea, Serif, muévete! —gritó Yezzy, lanzándose hacia adelante.

Con una destreza impresionante, Yezzy saltó sobre una raíz saliente, impulsándose hacia el costado del jefe. Giró en el aire, su lanza brillando con un destello metálico mientras perforaba la gruesa piel del Miasma Croaker.

—¡Eso es, Yezzy! ¡Sigue así! —gritó Rosa mientras se unía al ataque, su gran espada trazó un arco perfecto que cortó una de las patas traseras de la bestia.

Pero el jefe no era tan fácil de doblegar. Con un rugido gutural, giró su cuerpo masivo, lanzando su cola como un látigo. Rosa gritó una advertencia, pero fue demasiado tarde: el impacto envió a MILF y Yezzy volando hacia los árboles cercanos, dejando grietas en los troncos podridos donde chocaron.

—¡Están bien! —gritó Rosa mientras Serif tomaba posición delante del jefe, su escudo alzado y preparado para bloquear.

El Miasma Croaker retrocedió un paso, evaluando a sus oponentes como si fuera consciente de sus movimientos. Sus ojos amarillentos brillaron con una astucia que no debería tener una criatura de su tipo.

Kirito, apoyado contra un tronco seco, observaba con impotencia cómo el jefe se abalanzaba sobre sus compañeros. Su mirada estaba fija en los movimientos del monstruo, notando algo perturbador. Este no era un jefe cualquiera: había algo en la forma en que esquivaba, atacaba y respondía a las tácticas del equipo.

—Esto no está bien... —murmuró Kirito, apretando los dientes mientras el veneno en su sistema lo debilitaba aún más.

—¡Kirito, ni lo pienses! —gritó Rosa, bloqueando un ataque del jefe con un giro rápido de su gran espada recta. El impacto la hizo retroceder varios metros, hundiendo sus botas en el lodo—. ¡No te arriesgues! ¡Nuestra misión es salvarte, no verte morir aquí!

—Rosa... —murmuró Kirito con voz ronca— ¡Ese jefe está aprendiendo! Es como si tuviera...

—¿Inteligencia artificial? —Rosa lo interrumpió, su voz tensa mientras esquivaba otro ataque.

Kirito asintió débilmente.

—Cada vez responde más rápido. No es como los jefes estándar. Está anticipando nuestros movimientos.

Antes de que Rosa pudiera responder, el jefe infló su garganta una vez más, preparándose para su ataque de área.

—¡A cubierto! —gritó Rosa, corriendo hacia Serif y empujándolo fuera del rango del ataque.

Un círculo verde y brillante se expandió rápidamente desde el cuerpo del jefe, derritiendo el lodo y las raíces cercanas.

—¡No puedo moverme! —gritó MILF

—¡Maldita sea, esto no está funcionando! —gruñó Rosa, su respiración pesada mientras intentaba pensar en un plan.

Yezzy, sacudiendo el lodo de su armadura, se levantó con una sonrisa arrogante.

—Si este sapo quiere bailar, vamos a darle un espectáculo —dijo, girando su lanza con movimientos acrobáticos antes de lanzarse de nuevo al combate.

Con una agilidad casi sobrehumana, Yezzy saltó sobre la espalda del jefe, clavando su lanza en su gruesa piel y usándola como punto de apoyo para impulsarse hacia su cabeza. La bestia intentó sacudirlo, pero Yezzy se movía con una precisión que solo alguien de su nivel podía lograr.

—¡Vamos, grandote, dame lo mejor que tienes! —provocó Yezzy, perforando uno de los ojos del jefe con su arma antes de saltar hacia atrás justo a tiempo para evitar el golpe de su cola.

Mientras tanto, Rosa lideraba un asalto frontal junto a Serif, quien usaba su escudo para desviar los ataques del jefe. MILF, recuperada de su parálisis, corría hacia el Miasma Croaker para embestirlo.

—¡Paracelso, date prisa! —gritó Rosa mientras esquivaba un escupitajo tóxico que dejó un agujero burbujeante en el suelo donde impactó.

—¡Casi lo tengo! —respondió el alquimista, sus manos temblando mientras buscaba extraer la flor con precisión milimétrica, sabía que si fallaba por un segundo en cortar correctamente sus raíces, una nube de gas tóxico se dispararía en el ambiente y todos morirían.

El jefe, ahora cegado de un ojo, estaba más furioso que nunca. Con un salto masivo, destrozó otro árbol muerto y aterrizó directamente frente a Rosa, su enorme boca abierta en un rugido que hizo que el aire pareciera vibrar.

Rosa levantó su espada, lista para enfrentar el golpe, pero sabía que estaban al límite.

—¡Kirito, confía en nosotros! —gritó mientras se lanzaba hacia la criatura una vez más—. ¡No vamos a dejar que esto termine aquí!

El Miasma Croaker, con su único ojo restante, observaba a Rosa como si pudiera leer sus movimientos. Ella, con la espada en alto, se preparaba para lo que parecía un ataque directo del jefe. Sin embargo, en un movimiento completamente inesperado, el monstruo flexionó su espalda, y de las protuberancias en su piel disparó una lluvia de espinas tóxicas hacia ella.

—¡Rosa, cuidado! —gritó Serif desde atrás, pero las espinas viajaban demasiado rápido.

Rosa intentó girarse para bloquearlas con su espada, pero no lo lograría a tiempo. Fue entonces cuando una figura oscura se interpuso entre ella y el ataque.

—¿Kirito? ¡No! —gritó Rosa, atónita.

Las espinas se clavaron en el cuerpo de Kirito, atravesando su armadura ligera y perforando su piel. El impacto lo hizo tambalearse, pero se mantuvo firme, levantando la cabeza con una sonrisa desafiante.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —le gritó Rosa mientras corría hacia él, el pánico claro en su voz.

—Tranquila —respondió Kirito con una voz ronca pero decidida—. No puede envenenarme más de lo que ya estoy.

Rosa lo miró, incrédula.

—¿De qué estás hablando?

—Las toxinas de este jefe son del mismo nivel que las de los Poisonous Crawlers del piso cuatro. Ya estoy intoxicado con ese nivel, así que esto no empeorará mi condición.

—¿Cómo... cómo puedes saber eso? —preguntó Rosa, desconcertada.

Kirito soltó una risa ligera, aunque el dolor en su cuerpo era evidente.

—Lo acabo de descubrir. —Su mirada se endureció mientras mantenía su espada lista—. Aposté mi vida por protegerte. Si tú te hubieras intoxicado, la Flor del Pantano solo alcanzaría para una cura, y no podía dejar que fuera yo quien sobreviviera a costa de tu vida.

Las palabras de Kirito dejaron a Rosa sin aliento. Por un momento, no supo qué decir.

—Eres... un idiota. —Su voz temblaba, entre frustración y admiración.

Antes de que pudiera continuar, un rugido ensordecedor del Miasma Croaker los trajo de vuelta al combate. Rosa tomó una decisión rápida: no dejaría que Kirito muriera por su culpa.

Mientras tanto, Yezzy, Serif y MILF, coordinados a la perfección, cargaban un ataque conjunto. Yezzy realizó un salto impresionante, apuntando directamente al cuello del jefe, mientras Serif cargaba hacia el costado con su escudo y MILF lanzaba una ráfaga de cortes rápidos con su cimitarra.

—¡Ahora sí te tenemos! —gritó Yezzy con una sonrisa confiada.

Pero el jefe, con una velocidad que no debería ser posible para su tamaño, saltó hacia atrás, esquivando los ataques. Aterrizó en un charco de lodo con un estruendo, y antes de que pudieran reaccionar, lanzó otro de sus ataques de área.

Un círculo verde brillante se extendió nuevamente desde su cuerpo, paralizando a Yezzy, Serif y MILF antes de que pudieran escapar.

—¡Maldita sea! —gruñó Yezzy, incapaz de moverse mientras la parálisis se apoderaba de su cuerpo.

—¡Es ahora o nunca! —gritó Kirito, girándose hacia Rosa.

Ambos se miraron por un instante, y sin necesidad de palabras, supieron qué hacer.

Kirito y Rosa se lanzaron al ataque juntos. Con una impecable coordinación, Rosa lideró la carga, bloqueando y desviando los golpes del jefe con su gran espada recta mientras Kirito se movía con velocidad y precisión, atacando los puntos vulnerables de la bestia.

Kirito empuñaba su espada con la mano derecha mientras con la izquierda bebía pociones rápidamente para mantener su resistencia y mitigar el veneno que corría por sus venas. Cada ataque suyo era preciso, dirigido a debilitar al jefe sin perder tiempo en movimientos innecesarios.

Rosa, impresionada, no podía evitar admirar su valentía y habilidad. Cada vez que el jefe intentaba lanzarse contra Kirito, ella intervenía, desviando sus ataques con golpes contundentes que resonaban en el pantano.

—¡Sigue atacando! —gritó Rosa, con la respiración pesada pero firme.

El jefe, ahora acorralado, intentó retroceder, pero Rosa no le dio oportunidad.

—¡No vas a ninguna parte! —gritó mientras realizaba un corte diagonal que hizo retroceder al monstruo, dejándolo expuesto.

Aprovechando la apertura, Kirito saltó hacia adelante, girando su espada en un arco perfecto que se clavó en el costado del Miasma Croaker.

El jefe rugió con furia, pero sus movimientos eran cada vez más torpes. La coordinación entre Rosa y Kirito era impecable, como si hubieran luchado juntos durante años.

—¿Qué estás esperando, Paracelso? —gritó Rosa, mirando hacia donde el alquimista y Thysu estaban trabajando frenéticamente en la extracción y asegurándose de que la Flor del Pantano estuviera intacta.

—¡Ya casi termino! ¡Solo unos segundos más! —respondió Paracelso, su voz temblando mientras terminaba de cortar las raíces.

Kirito y Rosa continuaron luchando, cubriendo a sus compañeros mientras el jefe, debilitado pero aún peligroso, lanzaba ataques desesperados.

Rosa, con el corazón latiendo con fuerza, sabía que estaban al límite, pero algo dentro de ella la impulsaba a seguir. Y ese algo era Kirito. Por primera vez, vio en él no solo a un jugador, sino a alguien dispuesto a sacrificarse por los demás, alguien en quien podía confiar plenamente.

El Miasma Croaker, con sus espinas vibrando en un patrón ominoso, volvió a cargar su ataque venenoso. Sus fauces se abrieron, liberando un rugido gutural mientras sus protuberancias tóxicas se iluminaban con un brillo verde enfermizo. Era un aviso de su intención: otra ráfaga mortal de veneno estaba por llegar.

—¡Otra vez no! —exclamó Rosa al notar la amenaza.

Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, Kirito ya estaba en movimiento. Con una agilidad impresionante, se colocó entre el jefe y el resto del grupo, levantando su espada en un gesto desafiante.

Las espinas llovieron sobre él, perforando su armadura y su piel una vez más. A pesar del dolor evidente en su rostro, Kirito no retrocedió ni un paso.

—¡Kirito, basta! ¡No puedes seguir así! —gritó Rosa, su voz cargada de preocupación.

—No hay tiempo para dudas, Rosa. ¡Asegúrate de que el resto siga luchando! —respondió él, apretando los dientes mientras tomaba otra poción con la mano izquierda y bebía rápidamente.

Con una mezcla de frustración y determinación, Rosa dejó de lado sus temores y se abalanzó sobre el jefe. Con un grito feroz, descargó un poderoso golpe con su espada, obligando al Miasma Croaker a retroceder y desviando su atención.

En ese instante, Yezzy, Serif y MILF se recuperaron de la parálisis. Sus cuerpos, aún entumecidos, comenzaron a moverse con renovada energía.

—¡Hora de devolverle el favor! —gritó Yezzy, mientras realizaba un salto acrobático, girando en el aire para lanzar un corte directo a la espalda del jefe.

Serif, con su escudo levantado, cargó hacia el costado del monstruo, bloqueando uno de sus golpes mientras MILF atacaba con rápidas estocadas en sus patas traseras. Cada habilidad ejecutada con precisión, como un engranaje perfecto de un equipo en sincronía.

Mientras tanto, Paracelso y Thysu trabajaban frenéticamente. Con el sudor corriendo por sus frentes, finalmente lograron extraer La Flor del Pantano.

—¡Lo tenemos! ¡La flor está segura! —gritó Thysu, levantándola para que el equipo pudiera verla.

—¡Perfecto! —respondió Rosa, con los ojos encendidos por la victoria ¡Ahora, retírense!

Con un rugido ensordecedor, Rosa descargó un golpe tan fuerte sobre el jefe que lo paralizó momentáneamente. El Miasma Croaker cayó al suelo, temblando bajo el impacto del ataque.

—¡Vámonos, ahora! —ordenó Rosa mientras comenzaban a correr.

El grupo se retiró a toda velocidad, esquivando los escupitajos ácidos y las espinas que el jefe lanzaba en un ataque desesperado. El pantano temblaba con cada paso del Miasma Croaker mientras los perseguía, pero la determinación del equipo era inquebrantable.

A pesar de la lluvia de espinas, Kirito nunca dejó de protegerlos. Cada vez que una espina iba dirigida a uno de sus compañeros, él se interponía, recibiendo los golpes con su cuerpo. Las notificaciones de daño aparecían constantemente en su pantalla, pero su rostro seguía siendo el de alguien que no iba a ceder.

—¡Kirito, basta ya! —gritó Rosa una vez más, mirando hacia atrás.

—Tranquila —respondió él con una sonrisa cansada—. No se preocupen por mí. Solo sigan corriendo.

Con cada espina que impactaba en su cuerpo, Kirito bebía otra poción, manteniéndose en pie contra todo pronóstico.

Finalmente, en sus pantallas apareció la notificación:

Misión de Ene completada.

Recompensa obtenida: experiencia + COL.

—¡Lo logró! —gritó MILF, aliviado pero sin bajar la guardia mientras corrían.

Justo cuando parecía que el Miasma Croaker estaba a punto de alcanzarlos, una figura emergió de entre los árboles como un rayo.

Ene, con una velocidad impresionante, cargó contra el jefe como un meteoro. Su embestida fue tan poderosa que lanzó al Miasma Croaker por los aires, haciéndolo chocar con un grupo de árboles muertos. El impacto fue devastador, destrozando el entorno con una explosión de madera y lodo.

El equipo, al ver a Ene unirse a ellos, sintió una oleada de alivio y renovada esperanza.

—¡Buen trabajo, Ene! —gritó Thysu mientras el grupo corría junto a la montura, ahora con el jefe más atrás.

El Miasma Croaker, aunque debilitado y furioso, no parecía darse por vencido. Sin embargo, con la flor en su poder y Ene cubriendo su retirada, el equipo sabía que tenían una oportunidad real de salir con vida.