Chereads / LAS CRÓNICAS DE AINCRAD | Vol. 1 / Chapter 21 - 21. Aldea de Morthal

Chapter 21 - 21. Aldea de Morthal

El grupo avanzó en dirección a Morthal, una aldea pequeña ubicada al sur de Tolbana, cerca del Pantano de Llanto, una región famosa por sus aguas cenagosas y las criaturas venenosas que la habitaban. La atmósfera cambió conforme se acercaban: el aire se volvió denso, cargado de humedad, y el sonido constante de ranas y grillos llenaba el ambiente.

Paracelso les explicó en el camino:

—Mi laboratorio está en Morthal, una aldea construida sobre zancos para evitar las inundaciones del pantano. Los aldeanos se especializan en el comercio de antídotos y hierbas medicinales, pero conseguir lo que necesitamos no será fácil.

Rosa, quien siempre mantenía un tono práctico, levantó una ceja.

—¿Por qué?

—Porque para la cura que necesita el joven espadachín —dijo Paracelso señalando a Kirito—, necesitaremos un ingrediente especial: la Flor del Pantano. Es extremadamente rara y peligrosa de recolectar. Incluso los aldeanos más experimentados evitan aventurarse demasiado lejos en el pantano.

El sistema del juego no tardó en confirmar las palabras del NPC. Una nueva misión secundaria apareció frente al grupo:

Nueva misión secundaria: La Flor del Pantano

Descripción: Acompaña a Paracelso a la aldea de Morthal para recolectar la Flor del Pantano.

Recompensa:

Experiencia y monedas de oro

Kirito, a pesar del dolor que aún sentía, mostró una expresión de interés. Ene lo observó de reojo, notando cómo su postura se había endurecido. Aunque seguía afectado por lo ocurrido en la batalla anterior, ahora parecía más decidido a no fallar.

Serif, siempre curioso, miró el pantano con una mezcla de fascinación y nerviosismo.

—¿Qué tan peligrosa es esta flor? —preguntó.

Paracelso se detuvo un momento, ajustando su bastón.

—La flor crece en el corazón del pantano, donde las aguas son más profundas y los Serpientes Ácidas y los Lirios Mortales son más frecuentes. Sin mencionar los venenos naturales del entorno. Será un reto para todos ustedes.

Yezzy soltó una carcajada.

—Perfecto, justo lo que me gusta: una misión donde podemos morir en cualquier momento. ¡Adoro este juego!

Rosa, ignorando la actitud sarcástica de Yezzy, se volvió hacia el grupo.

—Escuchen, esto no será fácil, pero no podemos fallar. Primero llegaremos a Morthal para prepararnos. Una vez allí, recogeremos información y evaluaremos nuestras opciones.

El grupo asintió y continuaron avanzando. El paisaje comenzó a transformarse, los árboles se hicieron más escasos y el suelo se volvió lodoso. Finalmente, a lo lejos, las luces de Morthal comenzaron a brillar débilmente, reflejadas en el agua estancada del pantano.

La aldea era tal como Paracelso la había descrito: pequeñas cabañas construidas sobre zancos, conectadas por estrechos puentes de madera que crujían con cada paso. Los aldeanos, vestidos con ropas sencillas y cubiertos por capas para protegerse de la humedad, los miraron con curiosidad y algo de desconfianza al llegar.

Paracelso lideró al grupo hasta su laboratorio, una estructura más grande que las demás, con una serie de calderos y estanterías llenas de frascos y hierbas. Mientras organizaba sus herramientas, se volvió hacia Thysu.

—Escucha bien, muchacho. Necesitarás aprender rápido. Preparar antídotos básicos será tu primer paso, pero para la Flor del Pantano, necesitarás más que habilidad. Esa planta reacciona al contacto con el agua contaminada, liberando una toxina letal.

Thysu tragó saliva pero asintió, determinado.

—Haré mi mejor esfuerzo.

Mientras tanto, Kirito se apoyó contra una pared, observando a Paracelso con atención. Ene se le acercó, notando que su semblante seguía algo sombrío.

—Kirito, ¿estás bien? —preguntó con suavidad.

Él tardó en responder, su mirada fija en los preparativos de Paracelso y Thysu.

—Estoy bien... sólo quiero asegurarme de que nadie más salga lastimado por mi culpa.

Ene apretó los labios, sabiendo que no importaba cuánto lo consolara, Kirito tendría que superar esa culpa por sí mismo.

—Kirito, ¿cuántas pociones te quedan? —preguntó Rosa con preocupación, cruzando los brazos.

Kirito, aún apoyado contra la pared y con el rostro pálido por el veneno, bebió otra poción antes de abrir su menú. Al revisar su inventario, su voz sonó grave.

—Quedan 42… pero considerando que las tomo cada treinta segundos, no serán suficientes. Si este veneno sigue así, nos quedaremos sin nada antes de llegar al objetivo.

Rosa asintió, calculando rápidamente la situación en su cabeza. Afortunadamente, entre las recompensas por salvar a Paracelso, los materiales recolectados durante la cacería y el oro obtenido al llegar a Morthal, había dinero suficiente para reabastecerse.

—Tenemos que comprar más. Ene, acompaña a los demás y reúnan tantas como puedan.

Sin dudar, Ene asintió y salió rápidamente hacia los comerciantes de la aldea.

—Voy a gastar todo mi dinero en pociones —dijo con determinación mientras se alejaba.

Yezzy, quien observaba la escena con una sonrisa burlona, hizo un gesto exagerado.

—Pues si todos vamos a ser mártires hoy, supongo que yo también gastaré el mío. No quiero que nuestro querido héroe caiga antes de que yo pueda darle una lección.

Serif, MILF y Thysu se miraron entre sí antes de decidir unirse al esfuerzo. Aunque eran novatos y apenas estaban adaptándose al ritmo del grupo, la situación les había hecho sentir parte de algo más grande.

—Lo que sea necesario para mantenernos vivos. —dijo MILF con una sonrisa animada.

Rosa también compró su parte de pociones. Mientras tanto, Kirito, observando cómo todos invertían lo que tenían para mantenerlo con vida, sintió una mezcla de gratitud y culpa. El peso de sus acciones y las toxinas que recorrían su cuerpo parecían más leves en comparación con el impacto emocional que aquello le estaba generando.

—No sé cómo agradecerles... —dijo finalmente, su voz cargada de sinceridad—. Especialmente a ustedes, que ni siquiera me conocen bien.

Thysu, mientras observaba las pociones recién adquiridas, sonrió con una mezcla de inocencia y confianza recién descubierta.

—Estoy seguro de que, así como Rosa salvó nuestras vidas antes, tú también lo harías. Y aunque estás en una situación vulnerable, estás ayudándome a encontrar mi lugar aquí. Nunca pensé que podría ser útil como alquimista, pero gracias a ti estoy tomando confianza.

Ene intervino con un tono más animado, dirigiéndose al grupo entero:

—Para que lo sepan, Kirito no está envenenado por descuido. Esto le pasó porque me protegió a mí. Si él no hubiese intervenido, yo no estaría aquí ahora mismo.

El ambiente se tensó momentáneamente mientras las palabras de Ene calaban en el grupo. Rosa se mantuvo en silencio, pero en su mente, las piezas comenzaron a encajar. Había pensado en Kirito como alguien torpe y descuidado, pero ahora veía otra faceta de él: un protector altruista. Una pequeña llama de admiración comenzó a arder dentro de ella. Rosa rápidamente sacudió la cabeza y volvió a su usual tono de mando, aunque sus palabras llevaban un matiz más suave cuando se dirigió a Kirito.

—Tienes suerte de que todavía estemos aquí para cubrirte. Pero no te relajes, ¿entendido?

Kirito sonrió ligeramente, agradecido por la indirecta muestra de apoyo.

Yezzy, por otro lado, soltó una carcajada mientras ajustaba su espada al costado.

—¿Ya terminamos? Si no nos damos prisa, el veneno terminará siendo el menor de nuestros problemas.

Después de que el grupo se abasteció con pociones suficientes para mantener a Kirito a salvo, Rosa se volvió hacia Paracelso, quien ajustaba su bastón mientras revisaba una lista de ingredientes necesarios.

—Estamos listos. Guíanos hacia esa flor antes de que el veneno lo debilite más.

Paracelso asintió y comenzó a caminar hacia el borde del pantano, pero Rosa detuvo un momento a Kirito y Ene.

—Una pregunta… ¿Hicieron esta misión?

Kirito negó con la cabeza, mientras Ene respondió rápidamente:

—No, nunca la encontramos en la beta.

—Aunque si algo aprendimos de los pisos superiores… —agregó Kirito, mirando al oscuro pantano frente a ellos— es que nada de lo que pase aquí nos tomará por sorpresa.

Rosa asintió, confiada en sus palabras, mientras el grupo comenzaba su marcha hacia el corazón del Pantano de Llanto. 

El Pantano de Llanto se extendía ante ellos como un mar de neblina espesa y árboles retorcidos, cada sombra parecía esconder un peligro latente. Los sonidos del agua estancada y los ecos de criaturas lejanas hacían que el aire se sintiera pesado. El grupo avanzaba con cautela, cada paso resonando en el agua turbia mientras los árboles retorcidos proyectaban sombras inquietantes.

—Toad Digger a las tres en punto —Advirtió Kirito mientras desenfundaba su espada con un movimiento fluido.

El Toad Digger es un anfibio gigantesco de aspecto grotesco que se esconde en terrenos fangosos o rocosos. Este monstruo, de casi 2 metros de altura cuando está erguido, tiene una piel verde oscura con manchas marrones, lo que lo convierte en un maestro del camuflaje en su entorno. Su característica más distintiva es su capacidad para excavar rápidamente con sus patas delanteras musculosas, diseñadas para abrir túneles o preparar emboscadas. Los Toad Diggers son conocidos por ser territoriales y agresivos, atacando a cualquier jugador que se acerque demasiado a su guarida.

A pesar de su torpe apariencia, estos monstruos son increíblemente rápidos en distancias cortas y pueden sorprender a los jugadores inexpertos con ataques repentinos desde el suelo.

—Ya lo vi —respondió Rosa, interceptando al monstruo de que pudiera acercarse.

Ene se unió al ataque con estoque, y pronto el grupo se reorganizó tras eliminar la amenaza sin mayores problemas.

—No son tan diferentes a los que vimos en la beta —comentó Rosa mientras revisaba el área con mirada aguda—, pero el terreno complica las cosas.

—Si, pero los patrones pueden cambiar si nos descuidamos —añadió Kirito aun sintiendo el peso de la toxina en su cuerpo mientras apuraba una poción para mantenerse en pie.

En medio de la exploración, un grito desgarrador rompió la calma. El grupo se tensó, todos con las armas listas, cuando un aldeano emergió corriendo de entre la niebla. Su rostro estaba pálido, y su ropa desgarrada mostraba signos de un ataque reciente.

—¡Ayuda! ¡Por favor, ayuda! —jadeó mientras caía de rodillas frente al grupo.

—¿Qué pasó? —preguntó Ene, acercándose rápidamente para ofrecer apoyo al hombre.

El aldeano levantó la mirada, con los ojos desorbitados por el miedo.

—Voces... voces en el pantano... ¡Una Wisp Errante habló conmigo! Me dijo que su alma está atrapada, que necesita ayuda para liberarse.

—¿Qué es esto? —murmuró Rosa, cruzándose de brazos con desconfianza.

—Por favor, ayúdenme. —El aldeano señaló hacia la espesura del pantano—. Si derrotan a esas criaturas y encuentran el artefacto brillante entre las raíces de un árbol retorcido, esa alma podrá descansar en paz.

—¿Qué ganamos con eso? —preguntó Yezzy, sin siquiera molestarse en ocultar su tono indiferente.

El aldeano, aún temblando, sacó un colgante brillante de entre sus pertenencias.

—Este es un tesoro de mi familia... El "Collar que sana cualquier herida". Se los daré si logran cumplir la misión.

El grupo intercambió miradas. La recompensa sonaba tentadora, especialmente para aliviar la situación de Kirito, quien claramente luchaba por mantenerse en pie.

—¿Qué opinan? —preguntó Ene, dirigiéndose al grupo.

—Es un riesgo —dijo Rosa, pensativa—. Tenemos un objetivo claro: recolectar la Flor del Pantano. Si nos desviamos, podríamos exponernos más tiempo a los monstruos y el efecto tóxico.

—Pero ese colgante podría ayudarnos a ahorrar pociones y darle un respiro a Kirito —replicó Ene, mirando al espadachín con preocupación.

Kirito negó con la cabeza.

—No quiero que nos pongamos en peligro por algo que podríamos resolver después. Tenemos que centrarnos en lo que vinimos a hacer.

Rosa, con el mapa del área extendido entre sus manos, evaluaba la situación mientras el grupo esperaba en silencio. 

—Cierto, pero desviarnos para derrotar a 15 Wisp Errantes y buscar el artefacto enterrado nos retrasaría. Cada minuto que pasemos aquí aumenta el riesgo de que alguien más caiga. No podemos perder de vista nuestro objetivo principal. 

Yezzy, apoyado contra un árbol cercano, sonrió con su habitual aire de superioridad. 

—¿Retrasarnos para salvar al "héroe" del grupo? Qué noble de tu parte, Rosa. Pero no creo que Kirito esté de acuerdo en que arriesguemos nuestras vidas por un accesorio, ¿verdad? 

Kirito, que estaba apoyado en su espada para mantenerse de pie, levantó la mirada con esfuerzo. 

—No quiero que nadie más se arriesgue por mí. Podemos avanzar sin esa misión. 

Antes de que pudiera decir algo más, Ene dio un paso al frente con determinación en su mirada. 

—Yo puedo hacerlo sola. 

El grupo volteó hacia ella con sorpresa. 

—¿Qué? —preguntó Rosa, frunciendo el ceño—. ¿Hablas en serio? 

—Completamente —respondió Ene, su tono decidido pero cálido—. Le debo la vida a Kirito. Él me protegió cuando lo necesitaba, y esto es lo mínimo que puedo hacer por él. Ustedes pueden centrarse en la Flor del Pantano, y yo cumpliré la misión del colgante

—Eso es una locura, Ene —dijo Kirito con preocupación en su voz. Dio un paso hacia ella, pero el veneno aún lo debilitaba, y Rosa lo detuvo con una mano firme. 

—Es una mala idea separarnos, Ene —dijo Rosa, intentando razonar con ella—. Este lugar no es seguro para nadie, mucho menos para alguien que irá sola. 

—No soy una novata. Sé cómo manejarme. Además, si el colgante puede ayudar a Kirito, entonces vale la pena el riesgo. 

Kirito intentó insistir, su voz cargada de preocupación. 

—Ene, no tienes que hacer esto. No quiero que pongas tu vida en peligro por mí. 

Ene le dedicó una sonrisa tranquila, aunque sus ojos mostraban la misma determinación. 

—Tú tampoco tenías que protegerme antes, pero lo hiciste. Ahora es mi turno de devolverte el favor. 

Rosa observó la interacción entre ambos con una mezcla de emociones que no comprendía del todo. Mientras veía a Kirito tan preocupado por Ene, sintió una punzada extraña en el pecho.

—Está bien. —Rosa finalmente habló, su tono más duro de lo necesario, como si tratara de esconder cualquier debilidad—. Si realmente vas a hacerlo, al menos llévate provisiones extra y mantente en contacto. No queremos perderte también. 

Ene asintió con gratitud. 

—Gracias, Rosa. Prometo que regresaré antes de que se den cuenta. 

Yezzy soltó una carcajada desde su posición, disfrutando del conflicto en el grupo. 

—Esto se pone interesante. Una heroína solitaria en busca de redención. Casi me dan ganas de apostar cuánto tardará en regresar arrastrándose. 

—Cierra la boca, Yezzy —le cortó Rosa con frialdad antes de volverse hacia el resto—. Nos enfocaremos en la Flor del Pantano. No podemos permitirnos más distracciones. 

¿Por qué me afecta tanto? pensó para sí misma mientras sus ojos se desviaban momentáneamente hacia Kirito, que luchaba contra el veneno con una determinación silenciosa. Sin embargo, Rosa decidió enterrar esos pensamientos por ahora. Había una misión que cumplir, y no podía permitirse distracciones emocionales en medio de ese peligroso lugar.

Ene se despidió del grupo y se internó sola en el pantano, decidida a completar la misión, Rosa mientras tanto lideró al grupo hacia la zona donde crecía la Flor del Pantano.

El grupo avanzaba con cautela a través del Pantano de Llanto. Los árboles retorcidos y la bruma espesa creaban un ambiente opresivo, mientras el suelo fangoso dificultaba cada paso. En medio de esa tensión, Kirito, Rosa y Ene lideraban al equipo, atentos a los patrones de ataque de los monstruos que rondaban el área.

—Plague Bat a las diez en punto —murmuró Kirito mientras tomaba una poción rápidamente, tratando de mantenerse en pie.

—Yo me encargo —dijo Rosa, atacando con precisión con su espada, derribando al murciélago venenoso con precisión letal.

El grupo avanzó, sus pasos resonando en el lodo viscoso del Pantano de Llanto. Los sonidos de criaturas ocultas se volvían cada vez más inquietantes. Pronto, un Venom Spiker emergió de entre los arbustos, su aguijón brillando con un líquido verdoso.

—¡Cuidado, veneno! —gritó Thysu, esquivando por poco un ataque directo.

—¡Tengo esto! —rugió Serif, alzando su escudo para bloquear el impacto. El aguijón rebotó contra el metal con un chasquido, mientras MILF aprovechaba para cortar a la criatura con su cimitarra.

—No está muerto todavía —advirtió Paracelso, lanzando un vial explosivo que cubrió al Venom Spiker en un fuego verde.

Mientras tanto, Kirito jadeaba, su rostro pálido pero determinado. Tomó otra poción rápidamente, dejando caer el frasco vacío al suelo.

—¿Estás bien? —preguntó Rosa, sin apartar la mirada de los alrededores, buscando cualquier posible amenaza.

—Estoy bien... por ahora —respondió Kirito, apretando los dientes mientras colocaba su mano sobre la empuñadura de su espada, listo para intervenir si era necesario.

No pasó mucho tiempo antes de que un grupo de Plague Bats descendiera en picado desde los árboles.

—¡Cuidado arriba! —gritó MILF, girando sobre sí misma para cortar el ala de uno de los murciélagos venenosos.

Thysu se deslizó con agilidad, su daga atravesando el abdomen de otro murciélago antes de que pudiera atacar.

—¡Dos menos! —gritó Thysu, con una mezcla de adrenalina y miedo en su voz.

—Queda uno —dijo Serif, lanzándose con valentía hacia el último murciélago. Aunque el monstruo logró arañarlo en el brazo, Serif bloqueó con su escudo y lo remató con su espada.

—Bien hecho, chicos —felicitó Rosa, impresionada por el coraje de los novatos.

—No podemos depender siempre de ustedes —dijo MILF, respirando con dificultad mientras limpiaba su cimitarra—. Si queremos sobrevivir, tenemos que empezar a ser útiles de verdad.

—Kirito nos ha salvado tantas veces... incluso ahora, en su estado, sigue luchando —añadió Serif, con admiración en su tono.

Kirito miró a los tres, sorprendido y algo incómodo por la atención.

—Solo hago lo que puedo —dijo modestamente, antes de girar la cabeza hacia Rosa—. Ellos son fuertes, y tú los has guiado bien.

Las palabras de Kirito hicieron que Rosa sintiera una calidez en su pecho, pero también una punzada de envidia. La cercanía de Ene y Kirito seguía rondando en su mente, aunque ahora que Ene no estaba, Rosa quería demostrarle a Kirito lo que podía hacer.

Cuando otro grupo de Toad Diggers emergió del lodo, Rosa tomó la delantera.

—¡Mantened la formación! Yo me encargo de estos.

Con una serie de ataques bien calculados, Rosa los derribó uno por uno, demostrando su precisión y destreza.

Kirito la observaba, no por admirar su fuerza, sino porque veía en ella algo que él no poseía: la capacidad de liderar con claridad, de adaptarse a las necesidades del grupo y de inspirar a los demás.

—Eres buena liderando, Rosa —dijo Kirito finalmente, después de que el último Toad Digger cayera—. Yo nunca podría hacer lo que tú haces.

Rosa, sorprendida por el cumplido, trató de ocultar su emoción.

—¿Eso crees? —preguntó, con una pequeña sonrisa.

—Lo sé. Yo soy malo comunicándome…pero veo cómo logras que todos trabajemos como un equipo, y es increíble.

Las palabras de Kirito resonaron en Rosa, llenándola de confianza.

—Entonces, ¿qué te parece si te enseño? —dijo ella, con una chispa de entusiasmo.

—¿Enseñarme?

—Sí. Puedo ayudarte a comunicarte mejor con los demás. Con tu experiencia y conocimiento, podrías ser un líder aún mejor que yo.

Kirito dudó por un momento, pero luego asintió.

—De acuerdo. Pero no prometo que sea fácil.

Rosa soltó una risa ligera, aliviando un poco la tensión del momento.

—No esperaba que lo fuera, Kirito.

Mientras el grupo avanzaba, las palabras de Rosa y Kirito dejaron una sensación de unidad renovada entre ellos. Aunque los retos del pantano seguían siendo inmensos, la determinación de cada miembro brillaba más fuerte que nunca. Y, mientras tanto, Ene enfrentaba su propio desafío, guiada por la promesa de salvar a Kirito.