ALANA QUANT
Desperté, mi cuerpo tenía picaduras de hormigas y zancudos. Tenía muchas ronchas rojas. Me levanté, me sacudí el polvo. Recordé lo que había pasado. Aunque siento como si hubiese pasado un par de días. Mi estómago gruñó. Caminé un buen rato buscando ayuda, aunque siendo honesta creo que me perdí.
Por primera vez, aunque estaba perdida en ese lugar, me sentía libre. Caminé un buen rato, me dolían los pies, había demasiadas piedras en todo ese camino. Llegué a un río o algo parecido.
Lo primero que hice fue ir a tomar agua. Moría de sed, no me importaba si el agua estaba sucia, lo único que deseaba era hidratar mi boca. Mi estómago gruñó de nuevo.
Me metí al río a darme un baño. Escuché como si unas ramas se quebraban. Me puse en alerta. Salí del río lo más rápido que pude. Miraba hacia todos lados, pero no lograba ver a nadie. Empecé a sentir angustia. Me preguntaba, Si era Martin. Si era así, él me llevaría de nuevo a ese asqueroso lugar y yo no quería.
Empecé a correr sin dirección alguna. Llegué a un lugar donde la vegetación era espesa. Empecé a llorar. ¿De qué sirve sentirme libre, si voy a morir en este sitio? Caminé un poco más y había una casa pequeña. Me dio miedo, y si alguien vive ahí y termino igual como antes. Me escondí para ver si podía ver a alguien. Ya pronto anochecía y necesitaba un lugar para descansar. Además, que necesitaba ropa.
— Ya me cansé de seguirte— una voz de una mujer.
Miré hacia todos lado, pero no lograba ver a nadie. Mi piel se erizó.
— Soy Elaine. Estoy detrás de ti— me paralicé completamente y las lágrimas salían— no te haré daño si tú no me haces daño.
Me giré poco a poco y ahí estaba una mujer de unos treinta años, tenía una cabellera larga.
— Me llamo Elaine— volvió a decirme su nombre— ¿Por qué estás desnuda? ¿Te has perdido por el bosque?
— Sí.
— Vamos, te invito a entrar a mi humilde casa. Te voy a dar ropa.
Entré a la casa. Ella me sacó un poco de su ropa. Yo me vestí. Se puso a cocinar algo y me lo sirvió. En cuanto vi la comida, no dudé en comerlo, simplemente lo comí.
— ¿Cómo es que hay una casa aquí, en medio de este lugar?
— Bueno, no sé. Siempre he vivido aquí.
Elaine me miró directo a los ojos.
— ¿Qué eres tú? — preguntó con curiosidad.
— Soy Alana— Elaine me daba cierta confianza.
— No pregunto por tu nombre, ¿Qué especie eres?
—¿Especie? No entiendo. Soy humana.
— Dame tu mano.— le di mi mano y ella la observó.
— No sé que eres, pero siento una energía especial en ti.
— ¿Puedo quedarme está noche aquí?
— Sí.
— ¿Y la gran ciudad donde queda? Quiero ir allá.
— Mañana yo voy allá, aunque viva aquí no significa que no conozca. Yo te llevo.
Ella me ofreció su cama. Ahí dormimos las dos juntas. Al inicio no podía dormir, era la costumbre que siempre de noche estaba despierta porque el trabajo en el burdel era nocturno. Me venció el sueño a eso de las 2 de la madrugada.
— Alana, despierta. Si queremos llegar a eso de la 10 de la mañana, tenemos que ponernos en marcha ya.
Me levanté.
Caminamos varias horas hasta llegar a la carretera. Pude reconocer la ciudad que estaba a un lado. Mi corazón se aceleró un poco, tenía miedo que Martin estuviera cerca.
—¿Vamos a la gran ciudad, verdad? No quiero ir ahí— señalé el otro lado.
— Esperamos el bus que nos llevará a la gran ciudad. Solo que he estado pensando un poco, tú no has de tener más de 16 años. ¿Qué hará una chica en la ciudad? ¿Tienes conocidos, familiares ahí?
— No tengo a nadie y eso es lo bueno. Puedo empezar de nuevo.
—¿Dónde vas a dormir? La ciudad puede ser peligrosa.
— Solo llévame. Lo demás voy a ir resolviendo.
No niego que la gran ciudad me daba miedo, pero no quería regresar a mi ciudad que para mí era un lugar lleno de malos recuerdos. Nunca tuve una verdadera familia y fui explotada desde temprana edad, sin mencionar que ese viejo asqueroso me violó. De Alana solo hay escombro y quería reconstruir esos escombros lejos.
Llegamos a la gran ciudad. No traía nada más que un sueño, empezar de nuevo.
— Aquí estamos Alana. Solo que no me gustaría dejarte aquí sola. Por dónde lo vea, tú solo eres una menor edad.
— Pronto cumplo 16. No soy una niña— miré a un lado— gracias por traerme.
— ¿Dónde te vas a quedar? Te voy a ir a dejar.
— No te preocupes Elaine.
— Sé que apenas te conozco, pero no puedo dejarte aquí sola. Te voy a dejar en un lugar de acogida.
Me llevó a un lugar donde las personas que no tenían hogar le daban un lugar en las noches para dormir.
— La otra semana vendré a verte. Recuerda que tú eres especial, tienes un aura distinta al de un humano.
— ¿Qué piensas que soy?
— En esta vida, hay humanos, y otras especies que conviven con ellos.
La miré un poco sería, sentía un poco de miedo. Soy una miedosa.
— Elaine no digas esas cosas, yo no soy un fantasma ni nada de eso. Solo soy una humana que trata de vivir diferente.
— Me voy. Ya sabes que regreso la próxima semana a verte. Si decides irte de este lugar, por favor deja una notita con la señora Ana, que es la dueña de la casa. Ok
— Está bien.
Elaine se fue. Doña Ana se acercó.
— Te ves muy joven. ¿Cuántos años tienes?
— Eh. Voy a cumplir 16.
— ¿Y tus padres dónde están? Aún eres una niña.
— Ellos me abandonaron. No tengo a nadie más que a mi misma. — un sentimiento tan feo sentí en mi corazón.
Le guardaba un rencor a mis padres. Si es que a esos dos seres humanos se le puede llamar padres.
— Sabe usted si alguien necesita a alguien para hacer limpieza, lavar, planchar o cualquier tarea doméstica.
— El problema es que eres menor de edad. Está difícil que alguien te dé trabajo, pero ayúdame con los quehaceres domésticos, tendrás comida y techo.
— Gracias. Dígame que hago.
Ese día empecé lavando los trastes y barriendo el patio.
Al caer la noche, varias personas llegaban tomaban un colchón y se acostaban. Muchos de ellos se veían cansados.
Yo hice lo mismo, tomé un colchón y me acosté.
— Ven niña— me levanté y seguí a doña Ana hasta la cocina.
— Como serás mi empleada, no hay necesidad de dormir con ellos. Hay un pequeño cuartito cerca del mío, ahí dormirás.
Me llevó hasta el cuarto. Era un cuarto bien pequeño dónde alcanzaba una cama unipersonal y un roperito. Para mí eso era más que suficiente.
—¿De dónde conoces a Elaine? — me preguntó Ana.
— Es difícil de explicar. Llegué hasta su casa sin querer.
— ¿Pudiste ver su casa?
— Si— Ana tenía una cara rara, no entendía sus preguntas.
— Préstame tus manos. — le extendí mis manos.
— Elaine hizo lo mismo. ¿Por qué lo hacen?
Ana me miró sin parpadear. Me sonrió.
— A dormir. Te dejo en tu cuarto— Ana salió.
Mire mis manos.
¿Qué tienen mis manos? ¿No sabía que Elaine conocía a Ana? Siento un poco de miedo. Debería irme de aquí, no quiero repetir malas experiencias.
Esa noche no pude dormir. Sentía desconfianza.
Quedarme aquí sería no salir.
A la mañana siguiente, me puse a barrer el patio, acomodé los colchones y lavé los trastes.
— ¿Cuál es tu nombre, niña?
—Alana.
—¿Ya terminaste?
— Sí.
— Acompáñame— La miré a sus ojos, quedé en silencio.
— No te voy a hacer daño. Vamos a comprar un libro. De paso te muestro la ciudad.
Llegamos a una tienda donde había muchos libros. Ana me extendió uno.
— Este es muy interesante.
— No sé leer.
— No sabes leer. ¿No fuiste a la escuela antes?
— No.
— ¿Por qué? Todos los niños lo hacen, van a la escuela.
Bajé mi mirada.
— Nunca fui. Por qué mis padres me abandonaron.
— Bueno, yo te voy a enseñar a leer y a escribir.
Ana compró cuadernos, lápices y colores. Al llegar a la casa, ella me enseñó las letras.
Pasaron tres año y Ana me enseñaba todo sobre Español y matemáticas y la verdad es que me gustaba aprender. Elaine llegaba una vez al mes a verme. He subido de peso y todos mis morados han desaparecido. Mi cuerpo ha cambiado mucho.
Era mi cumpleaños número 18. Ana y Elaine me celebraron con un pequeño pastel.
—Ana, Elaine gracias. Espero no se molesten con lo que voy a decirle, quiero buscar trabajo y quiero ahorrar para tener mi propio lugar.
— No me molesta. Estás en tu derecho. Eres una chica muy buena.
Jamás le había contado que fui vendida y que fui violada. Esa parte de la historia me daba vergüenza. Pocas veces salía de la casa. Necesitaba encontrarme y valerme por mi misma.
Empecé buscando trabajo sencillo de limpieza. Pasé varios días de un lado a otro, hasta que decidí probar suerte en una empresa grande.
Seguramente aquí necesitan a mucho personal de limpieza. Entré mientras estaba en recepción, entró un hombre muy atractivo, alto, tenía una mirada penetrante e infundía miedo.
Su mirada se clavó en mis ojos. Caminó hacia donde estaba.
— Eres tú — el hombre sonrió.