En un frío amanecer de enero de 1960, la Mansión Slytherin, oculta en los profundos bosques del sur de Inglaterra, quedó envuelta en un aura de silencio. El linaje que había prosperado durante siglos estaba al borde de la extinción. En la soledad de una habitación adornada con emblemas verdes y plateados, una mujer de rostro pálido y expresión cansada sostenía a su hijo recién nacido. Era la última heredera conocida del linaje de Salazar Slytherin.
Ella sabía que su tiempo era limitado. El nacimiento de Richard había debilitado aún más su frágil salud, y los enemigos de la familia Slytherin estaban al acecho, dispuestos a destruir cualquier rastro de su legado. Pero había algo más que la mantenía despierta en las noches: Richard había nacido con una marca inusual en su antebrazo izquierdo, una serpiente enroscada, el símbolo inequívoco de su conexión con Salazar Slytherin.
Consciente de que no podía protegerlo, la mujer tomó una decisión desgarradora. Con un encantamiento complejo y antiguo, vendió el linaje de sangre de Richard para que nadie, ni siquiera los magos más poderosos, pudiera rastrear su origen. Envuelto en una manta de terciopelo verde, con un medallón en forma de serpiente que llevaba grabadas las iniciales RS , fue dejado en las puertas de un orfanato muggle en Londres.
El orfanato, ubicado en una calle sombría y poco transitada, no tenía idea del origen del niño. Las trabajadoras lo recibieron con indiferencia, registrándolo simplemente como Richard Smith, un nombre común para un niño que, según ellas, no prometía nada especial.
Sin embargo, desde muy joven, Richard comenzó a mostrar destellos de su verdadera naturaleza. A los tres años, las luces parpadeaban cuando lloraba, ya los cinco, fue encontrado hablando con una serpiente pequeña que se había colado al orfanato desde el jardín. "No tengas miedo, te protegeré", decía en un susurro que las trabajadoras no lograban comprender.
Aunque estas peculiaridades asustaban a los demás niños, Richard nunca tuvo miedo. Dentro de él, algo le decía que no era como los demás, aunque aún no sabía por qué. No tenía recuerdos de su familia ni pistas de su pasado, pero el medallón que llevaba oculto bajo su camisa parecía ser la clave de un misterio que algún día tendría que resolver.
A medida que crecía, también lo hacía su determinación. A los diez años, mientras otros niños soñaban con profesiones mundanas, Richard soñaba con un lugar diferente, un lugar al que sentía que pertenecía aunque no podía describirlo. Y entonces, un día de verano, llegó la carta.
Escrita en un pergamino grueso y envejecido, con tinta verde esmeralda y un sello que parecía brillar con magia propia, la carta estaba dirigida a él:
**"Señor Richard Smith,
Habitación 7, Orfanato St. Mary, Londres.
Tenemos el honor de informarle que ha sido aceptado en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería."**
El corazón de Richard latió con fuerza. Mientras sostenía la carta, una extraña mezcla de emoción y miedo lo invadió. No tenía idea de lo que le esperaba, pero en su interior sabía que ese era solo el comienzo de un camino lleno de secretos, poder y, tal vez, respuestas sobre quién era realmente.