El caos era absoluto.
Los gritos de los sobrevivientes llenaban el aire, acompañados por los sonidos grotescos de los conejos despedazando a su víctima.
Dan retrocedió instintivamente, su respiración acelerada mientras intentaba procesar lo que acababa de ocurrir.
El ángel, observando desde su roca elevada, simplemente sonreía con una mezcla de burla y desdén.
Para él, todo esto era un espectáculo.Entre la multitud, una figura llamó la atención de Dan.
Un hombre alto, de complexión robusta y con una cicatriz prominente que le atravesaba el rostro, avanzó hacia uno de los conejos con una calma que contrastaba con el pánico general. Su presencia era intimidante, tanto como las criaturas que los acechaban.
Dan lo observó con incredulidad, pensando que aquel tipo parecía tan peligroso como los propios monstruos.El hombre se detuvo frente a un conejo que se había separado del grupo.
Con movimientos metódicos, se inclinó para recoger una roca del suelo. El conejo, al percatarse de él, se tensó, listo para atacar.
Pero antes de que pudiera moverse, el hombre lanzó la roca con una precisión impresionante.
La criatura esquivó el proyectil saltando hacia adelante, pero en el aire, el hombre lo atrapó con sus manos, sujetándolo con una fuerza brutal.
En un movimiento rápido y despiadado, le rompió el cuello.El silencio se extendió por un instante entre los gritos.
Algunas personas comenzaron a murmurar, sorprendidas por la acción del hombre. Sin embargo, una chica del grupo le gritó con indignación
—¡¿Estás loco?! ¡Era solo un animal!El hombre la miró sin expresión alguna, mientras dejaba caer el cuerpo inerte del conejo al suelo.
—Si no puedes lidiar con esto, serás la próxima en morir —respondó frío, limpiándose las manos en sus pantalones.
El ángel, que había estado observando con interés, soltó una carcajada que resonó por todo el campo.
—¡Eso es! ¡Miren y aprendan! —exclamó, señalando al hombre—. Aunque dudo que todos tengan su habilidad. De hecho, no necesitan tenerla, porque...Señaló hacia el cielo, donde un número brillante apareció proyectado:
"1000".—Sólo 700 de ustedes pasarán esta prueba. Los otros 300... Bueno, ya saben lo que les espera. ¡Así que dense prisa! ¡
Empiecen la matanza animales retrasados!El pánico se intensificó al escuchar esas palabras.
Algunos comenzaron a correr sin rumbo, mientras otros buscaban piedras o palos para defenderse.
Dan, temblando, se obligó a actuar. Sabía que quedarse quieto era una sentencia de muerte.Buscó desesperadamente en el suelo, encontrando una roca de buen tamaño.
Su mente corría a mil por hora mientras intentaba idear un plan. Nunca había estado en una situación como esta, y el miedo lo consumía.—Esto no puede estar pasando... Esto no puede ser real... —murmuró para sí mismo.Pero lo era. El suelo bajo sus pies, el olor a sangre en el aire, los gritos de los demás... Todo era demasiado real.
Dan retrocedió hasta un árbol cercano, intentando encontrar un punto de ventaja desde donde pudiera observar sin ser visto. Varios conejos habían comenzado a rodear a los grupos más vulnerables, atacando con una coordinación aterradora.
Las personas caían una tras otra, incapaces de defenderse.
—Piensa, Dan, piensa... —se dijo, apretando la roca con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.