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CLUP

🇻🇪Juan_Viale_Rigo
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Synopsis
CLUP es una aplicación de citas que crea perfiles psicológicos con la finalidad de conectar a sus usuarios con otros solteros con los que puedan ser compatibles. La aplicación pide tres o más palabras claves que describan a esa pareja ideal, luego te la sirve como comida rápida para que elijas cuál te gusta más. El problema es que no toda compatibilidad es sana y en algunos casos puede llegar a ser autodestructiva.

Table of contents

Latest Update9
FIN2 days ago
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Chapter 1 - CLUP

Una vieja combi recorría la Av. Brasil, el tráfico se sentía distinto ese día, no habían muchos carros colapsando las vías hasta formar estancamientos kilométricos como de costumbre. En su interior, Josué iba acompañando a dos de sus amigos: Naori y Sebastian, dos tortolitos que le recordaban lo solo que estaba desde hace más de dos años, fecha en la que llegó a Lima desde Venezuela. Según él, estaba soltero porque no le importaba el amor, una excusa un tanto floja. En eso coinciden tanto Sebastian, que se había convertido en su mejor amigo, como Naori, que no lo conocía tanto. Sus dos amigos sabían para sus adentros, que si estaba soltero, era porque rozaba los veinticinco años y no era el tipo más agraciado de la ciudad, al menos ya no lo era, luego de emigrar perdió su cuerpo tonificado y ahora solo se veía descuidado.

—Me bajo aquí, chicos. —dijo Josué— Tenemos que repetir este día.

—Cuídate —contestó Sebastián.

Naori solo hizo un gesto con su mano.

Josué caminó unas cuadras a su apartamento, vivía en un edificio a medio terminar donde intentaba mantenerlo tan presentable como le era posible. El lugar olía siempre a aliños, sudor y hormonas: los aliños eran por el trabajo de cocinero que tenía Josué, mientras que el olor a sudor y hormonas venía de su compañero de piso, Piero. Esa tarde era una de las muchas donde se escuchaban gemidos provenientes del cuarto de Piero, así que el olor se acrecentaba. Josué se metió a su cuarto, después de haber sido un farol en medio de dos enamorados, ahora le tocaba escuchar los gemidos de alguna fémina desconocida con la que Piero estaba divirtiéndose en su cuarto.

En medio de su soledad, recordó que días antes mientras viajaba al trabajo, escuchó de una nueva app de citas creada para encontrar a tu pareja ideal usando inteligencia artificial. La aplicación se llamaba «Clup», según la reseña de la App Store, se trata de un sistema innovador donde luego de hacerte un test psicológico, pasas a escribir las palabras que mejor definen a tu pareja ideal. Todo funciona gracias a un algoritmo que crea perfiles psicológicos de personas, para presentarlas a los demás de la manera más honesta posible. Josué sintió un poco de remordimiento, estuvo preguntando qué tan positivo sería para el que lo presente una inteligencia artificial y no el mismo, embelleciendo su magullada imagen hasta hacerla un mínimo provocativa. Estuvo dando giros con el dedo sobre la pantalla un rato, pero la idea de Clup era demasiado innovadora como no querer probarla, en especial, para un soltero tan desgraciado como el.

Mientras bajaba la aplicación, aprovechó que los gemidos habían cesado para pasar a la cocina por algo de cena: un sobre de Ajinomen, un poco de limón y un huevo. En ningún momento se encontró con Piero, algo que lo llenaba de tranquilidad, en el fondo, sentía cierta envidia por su vida y por todo lo que podía hacer. Siempre traía mujeres diferentes, trabajaba ocho horas —en Perú es más común trabajar doce horas—, entrenaba todos los días y tenía la vida social soñada. Esos eran algunos de los motivos por los que Josué intentaba pasar como un fantasma por la casa, se sentía menos y prefería que lo vieran poco, en especial, las mujeres que lo acompañaban.

Una vez en su cuarto, la aplicación estaba descargada. Acomodo su plato de fideos instantáneos a un costado y comenzó a rellenar sus datos. Las preguntas al comienzo eran normales, pero a medida que avanzaba comenzaban a tomar caminos más surrealistas. Por ejemplo, pedían que el usuario definiera en una escala del uno al diez que tanto temía ser abandonado. Esa pregunta la respondió con un diez, no era para menos, alguien que había perdido a su pareja con la que convivió en un apartamento por años al emigrar, siempre iba a temer que una situación similar le sucediese de nuevo. Su bandera era clara, buscaba usar la aplicación para conseguir una pareja con la cual estabilizarse y empezar una vida normal como la que vive cualquier limeño. Como inmigrante, sentía siempre cierta envidia por los adolescentes que salían de sus colegios en grupos grandes, las familias que comían pollo a la brasa en festividades o en las parejas que se besaban en los parques de la capital.

Relleno sus datos y comenzó a decorar su perfil con fotografías, descripciones y datos personales del tipo: «¿Fumas?» «¿Quieres tener hijos?» y muchas otras preguntas que eran de interés de quién fuese a interesarse en él. Al final, su descripción terminó siendo algo simplista: «Cocinero, amante de los videojuegos y los planes al aire libre. Busco una relación duradera». No hizo falta agregar nada más, tampoco podía hacerlo; tenía una vida ordinaria y era un hombre ordinario. Nada muy mágico, nada muy especial.

Al terminar, llegó la parte interesante de la aplicación, describir a su pareja ideal usando palabras clave. Medito un poco antes de colocar las primeras palabras, pero cuando las tuvo claras, escribió: «Estable económicamente, fiel, parecida a mi». Tres palabras bastaron para que le mostrara veinte resultados distintos. Estuvo deslizando su dedo un rato. Una mujer peor que la anterior, ninguna lograba atraerlo lo suficiente. Estuvo así, hasta que vio a Sara, fue amor a primera vista. Una mujer alta, cintura marcada, cabello negro largo y una nariz perfilada sobre la que descansaban unos lentes de pasta gruesos. Su descripción era todo lo que buscaba: «Me gusta salir a comer, planes tranquilos y comer viendo películas. Voy a cocinarte a menudo». Le dio «me gusta» sin pensarlo dos veces. La pantalla se llenó de corazones verdes al instante, no llegaron a pasar ni dos minutos y ya habían conectado. La cara de Josué cambió completamente, estaba emocionado y quizás, también estaba enamorado. Después de tanto tiempo tenía un nombre en el que pensar cuando quisiera sentirse enamorado. Los primeros mensajes llegaron en cuestión de segundos.

—Hola, ¿qué tal?

—Bien, probando esta nueva app.

—Yo también, hace mucho que no salgo con nadie y pensé que sería buena idea darle una oportunidad a conocer a alguien nuevo.

La conversación fue fluyendo con gran naturalidad, ambos hablaban sin guardarse nada, eran directos y se contaban todo de sus vidas sin detenerse a pensar en si podrían estar aburriendo al otro, el algoritmo había hecho su trabajo. Sara le comentó que trabajaba en el negocio de su familia en el Cercado de Lima, una tiendita de dulces al mayor que llevaba una década en el lugar. También le habló sobre sus planes de casarse, tener hijos, comprar una casa, adoptar un perro y empezó a programar planes para cuanto antes. La mujer mostraba un interés que rayaba en el desespero, no tenía reservas a la hora de contar sus deseos, incluso, los hacía parecer una necesidad más que un simple deseo entusiasta. Josué poco se cuestionaba, parecían querer salir corriendo apenas amaneciera y comenzar su relación cuanto antes.

—¿Entonces vamos a vernos pasado mañana? —preguntó Sara.

—Claro, no quiero perder tiempo con una mujer como tú.

La intensidad de ambos era correspondida, se entendían muy bien, nuevamente, la inteligencia artificial había hecho un trabajo magistral. El problema era que pese a las buenas intenciones que se expresaban, no dejaban de ser dos desconocidos mostrando sus vacíos sin detenimiento.

—¿A dónde te gustaría ir? —preguntó la mujer.

Josué se lo pensó un rato, no tenía mucho dinero, era un pobre diablo que ganaba salario mínimo y era explotado haciendo horas extra en un restaurante. Pero se las ingenio.

—Podemos ir al malecón de Chorrillos a mirar el atardecer, creo que es un buen lugar para conocernos.

—¿Seguro? Había pensado en reservar en un restaurante de Larcomar que me encanta.

«¿Larcomar?», pensó. Como inmigrante había estado un par de veces por el icónico centro comercial, todo le había parecido caro e inalcanzable para él. El hecho de que Sara haya propuesto este lugar lo hizo sentir inseguro sobre si quería seguir con todo esto, su falta de autoestima le comenzó a jugar en contra y llegó a plantearse dejar de responderle. Luego cayó en cuenta de que Sara había aceptado su salida al malecón de Chorrillos, una cita que aunque sea le permitiría conocerla en persona y saber si era la mujer que decía ser. Al final, reafirmó su decisión.

—Si, quiero ver el atardecer contigo.

—Nos vemos ese día.

La conversación murió para ambos luego de eso. Sara intentó reanimarla, pero Josué prefirió hacerse el interesante y terminó por despedirse con una excusa barata.

—Mañana me espera un día muy ajetreado. Debo irme a descansar.

—Si, yo también debería irme a dormir.

Hubo un lapso de tiempo en el que no parecía que habría más respuesta, pero Sara volvió a escribir.

—Descansa.

—Descansa.

La conversación acabó.

Lleno de emoción, Josué dejó su celular en la cama y salió a ver si Piero estaba disponible. Al salir al pasillo, las luces estaban apagadas, no parecía haber nadie más en el apartamento. Toco la puerta de Piero un par de veces y este respondió al instante.

—Pasa.

El cuarto olía a lubricante, las sábanas estaban regadas por todo el suelo y Piero se encontraba en ropa interior acostado jugando con su Playstation. Josué no quiso sentarse en su cama.

—Tengo que contarte algo.

—¿De qué se trata?

Piero seguía pegado a la televisión sin dirigirle la mirada a su compañero de piso.

—Conocí a una mujer.

La frase hizo que Piero dejará el control a un lado para prestarle toda su atención, si se trataba de chicas, él siempre era todo oídos. No había nada que le interesara más.

—¿Una mujer? Cuéntame todo.

—La conocí por una aplicación llamada Clup, donde te buscan a tu pareja ideal en base a palabras claves y perfiles psicológicos.

—¡Guao! Eso suena como mucha mierda.

—Si, pero conseguí a alguien, eso es lo que importa ahora mismo.

Piero estuvo mirándolo con los ojos abiertos de par en par un buen rato. Se notaba que no sabía que decir, o quizás sí sabía, solo que no era lo que Josué esperaba escuchar. Al final, lo dijo.

—Tienes que cachartela.

—De pana que no tienes nada en la cabeza aparte de sexo.

—Escúchame, solo intenta impresionarla en la primera cita, llévala a comer sushi o algo a un buen restaurante y luego le dices que venga a beber a tu apartamento. Yo no estaré.

—Es que ya tenemos planes.

—¿Ah, sí?

—Iremos al malecón de Chorrillos.

—¿Dónde van todos a drogarse y beber alcohol? Mala idea, deberías invitarla a Larcomar.

Las inseguridades se apoderaron de Josué, ya eran dos personas quienes sugerían Larcomar como un buen lugar para la primera cita, la primera persona era la chica que le gustaba. 

—No tengo tanto dinero…

—¡Calla oe! Yo te presto, agarra de ahí de mi mesa. No te saldrá más de cien soles.

—Pero no puedo…

—Agárralo y sal de aquí güebón.

Josué no lo pensó dos veces, tomó el dinero de la mesa de noche.

—¡Gracias!

—Cuando estén cachando me lo agradeces.

Josué salió del cuarto de su compañero de cuarto más animado que nunca. Pese a la envidia que sentía por Piero, también lo consideraba su amigo, lo admiraba, aún cuando pensaba que era un pervertido. Y también un imbécil. Pero en el fondo era su amigo. Luego de ese gesto, más que antes.

Miro el reloj, era la una de la madrugada, el frío entraba con fuerza por las ventanas. Se podía apreciar una ligera capa de neblina cubriendo parte de la Av. Brasil. El paisaje era una escala de grises en la que brillaban las luces amarillas de los postes con suavidad. La noche se sentía diferente.

Cerró la ventana y se llevó esa imagen al mundo de los sueños.