-Aztlán: Primera Representación, Emperador del Ciclo.
El Zorath observaba con una mezcla de incredulidad y furia creciente. Aquél joven, de cabello rosado, estaba deteniendo los colosales brazos de su monstruo con una sola mano. Su rostro no mostraba el más mínimo esfuerzo, como si fuera tan fácil como detener una brisa.
Con un profundo suspiro, el joven empujó los brazos del monstruo hacia arriba con una fuerza tan descomunal que el gigantesco ser de árboles perdió el equilibrio. Cayó con un rugido ensordecedor, rompiendo todo a su paso: árboles, rocas, tierra. La escena fue una mezcla de poder absoluto y pura indiferencia.
-Camarada ¿puedo preguntarte qué estás haciendo?.
( dijo el Zorath irritado)
Su tono estaba cargado de frustración, como si ya no tuviera paciencia para esperar respuestas.
Pero el joven de cabello rosado no dijo ni una palabra. Permaneció inmóvil, indiferente a lo qué sucedía a su alrededor.
-Parece que no me escuchaste. Pero te pregunté qué estás haciendo.
La voz del zorath se volvió más severa, como un rugido contenido, su enojo era palpable y casa vez se veía más irritado.
Morgan, como si no le importara la tensión, dirigió su mirada hacia Adán y Ariel. Los analizó detenidamente, evaluándolos con una frialdad inquietante. Luego volvió su atención al Zorath y, de forma mecánica, repitió la frase que había dicho antes.
-Aztlán, primera representación, emperador del ciclo, rama insectoide, espécimen número uno, Scarabeus Scacer.
El Zorath, sin embargo, no se dejó impresionar.
-Camarada, desconozco las razones por las cuales está interfiriendo en mi camino, pero se lo pediré una única vez: váyase y no se meta en mis asuntos.
( Dijo el zorath de manera hostil )
la amenaza en su voz era inconfundible, como la sombra de una guadaña dispuesta a caer sobre el cuello del joven de cabello rosado.
Adán, que había permanecido callado hasta ese momento, finalmente habló, su voz temblorosa, llena de incertidumbre.
-¿Qué... qué haces aquí? ¿Por qué nos salvaste?.
Morgan volvió a mirar a Adán. En sus ojos no había nada humano, sólo un vacío helado. Sus pupilas habían desaparecido, dejando únicamente unos ojos rosados, sin vida, como si estuviera perdido en otro plano de existencia. Adán pudo ver algo en sus ojos que le heló la sangre: ese joven ya no era humano. Ya no estaba allí.
El Zorath estalló en furia, su rostro retorcido de ira y desprecio.
-¿Acaso te atreves a ignorarme, a MÍ? ¡A MÍ, Lord Etelgan! No sé de qué maldita raza provienes, pero primero me interrumpes en mi dulce encuentro con Iliana y ahora... ¿ahora te atreves a ignorarme, maldito don nadie? ¡Inaceptable! ¡Inaceptable! ¡INACEPTABLE!.
( Dijo etelgan lleno de rabia )
su voz se volvió más gruesa y raposa dejando ver una parte de el más agresiva, como un monstruo que arde de rabia.
Chasqueó los dedos con un sonido seco, y el titán de árboles se levantó, su mirada fija en Morgan, ahora el era su objetivo.
-Parece que tú también necesitas ser castigado... Ah, me has puesto de muy mal humor. Pero no te preocupes, cuando termine con esto, me divertiré un poco con mi dulce Iliana... y quizás podamos hacer que Ariel se una a nuestra pequeña diversión. Ah, qué emoción, qué emoción...
(dijo el Zorath, su voz llena de un deleite retorcido).
El coloso, imponente y terrible, avanzó unos pocos pasos hacia Morgan, haciendo que la tierra temblara con cada movimiento. Cuando estuvo cerca, levantó su pie con la intención de aplastar al joven.
-Bien, terminemos con esto y volvamos a lo que estábamos.
(dijo el Zorath, su voz vacía de cualquier compasión).
De repente, un grito desgarrador cortó el aire.
-¡MORGAN! ¡MORGAN, POR FAVOR, AYUDA A MIS PAPÁS! ¡TE LO RUEGO, TE LO SUPLICO! ¡HARÉ LO QUE QUIERAS, PERO POR FAVOR, AYUDA A MI MAMÁ Y A MI PAPÁ!.
Iliana gritó, las lágrimas bañando su rostro, su cuerpo temblando de puro terror rogando por ayuda.
El Zorath se acercó a ella, con una sonrisa cruel y maliciosa. Le tapó la boca con una mano, apretando su rostro, y la miró con una frialdad monstruosa.
-No, no, no... Las niñas buenas no deben llorar. Así que deja de hacerlo, mi dulce Iliana, o tendré que castigarte también. Y no quiero hacer eso, ¿verdad? ¿Verdad? Por favor, deja de llorar...
( Dijo etelgan fríamente )
La voz del Zorath se volvía cada vez más venenosa, como un veneno arrastrándose bajo la piel.
Se colocó detrás de Iliana, aún tapándole la boca, impidiéndole hablar, y susurró al oído de la niña.
-Mira, esto es lo que sucede cuando me hacen enojar.
Morgan, aún con su expresión impasible, miraba al monstruo a punto de aplastarlo. Pero no se movió ni un centímetro. Su rostro no mostraba nada seguía sin montar ni un solo apice de emoción.
-Bien, hay que decirle a nuestro amigo... adiós, adiosito.
El Zorath murmuró con un tono burlón, tomando uno de los brazos de Iliana y moviéndolo de izquierda a derecha, como si fuera un juguete roto, haciendo un gesto de despedida con su mano.
Con una sonrisa diabólica, Etelgan levantó un dedo y apuntó hacia Morgan, señalando violentamente hacia abajo. El titán de árboles bajó su pie con fuerza, como un martillo, para aplastar a Morgan. Iliana intentó gritar, pero la mano del Zorath la lo impedía. Las lágrimas seguían corriendo por su rostro, su alma quebrada.
-Te dije que dejaras de llorar.
el Zorath le susurró al oído, una amenaza envuelta en dulzura venenosa y con una mirada fría simplemente atemorizante.
El pie del monstruo se estrelló contra el suelo con un estruendo ensordecedor, pero Morgan no se movió. Ni un solo centímetro.
-Bien, ahora sí volvamos a lo nuestro.
Etelgan no pudo ocultar su frustración. Volvió a sonreír, pero esta vez la sonrisa se tornó en una mueca de desconcierto.
El joven de cabello rosado estaba allí, levantando el pie del monstruo con una sola mano, sin esfuerzo alguno.
-¡Imposible! Pensé que la primera vez había sido solo suerte, pero... este tipo está impidiendo que lo aplasten solo con su fuerza bruta.
( Dijo etelgan preocuparo )
-¿A qué maldita raza pertenece este mocoso? No tiene pelo, ni orejas, su cola cola es diferente y no tiene pelo... ¿Drakharys? No... No es de ellos, no tiene alas. Entonces, ¿quién demonios es este.
(pensó el Zorath confundido)
su mente retorcida fue incapaz de encontrar respuestas no sabía lo que estaba sucediendo, el nunca había visto algo igual.
Morgan dejó de detener al monstruo y lo levantó con ambas manos. La fuerza con la que lo arrojó fue tal que el monstruo salió volando a través del aire, como un simple muñeco.
-Muy bien... Si así lo quieres, me tomaré esto en serio. Te mostraré mi karma.
(dijo el Zorath con una voz impregnada de un odio frío y calculador )
-No importa qué tan fuerte seas, puedo ver que tú no fuiste bendecido por él. Así que seré amable contigo... Te mostraré cómo luce el verdadero poder.
(Dijo Etelgan mientras sonreía con arrogancia ).
Entonces, con un gesto calculado, descubrió su muñeca. Un tatuaje que cubría su brazo de manera grotesca: dos raíces entrelazadas que parecían moverse con vida propia.
-¡Tiembla, basura, ante la manifestación de mi karma! Elder Gra.
Etelgan parpadeó, y su mirada se desvió. Morgan ya no estaba donde estaba antes. En su lugar, un abrazo mortal lo apresó por detrás. El joven ya no tenía su armadura, ni los cuernos. Ahora su cuerpo estaba cubierto por un pelaje blanco, y sus manos estaban recubiertas de un negro azabache. Dos mandíbulas afiladas sobresalían de su boca.
Etelgan se quedó paralizado, mirando aquellos ojos vacíos y rosados, los cuales se expandieron para llenar toda la cuenca de sus ojos, y el terror lo recorrió de inmediato. Su cuerpo, que antes era imponente, ahora se sentía completamente vulnerable.
En ese momento, algo peor que el terror se apoderó de él. Las alas insectoides de Morgan emergieron, y un calor sofocante comenzó a envolverlos. El aire se volvió denso, casi insoportable.
-¿Qué es esto? ¡Me quema! ¡Me arde!.
el Zorath gritó con una desesperación palpable, algo que no había mostrado hasta ahora sí arrogancia se había convertido en gritos de súplica y su sonrisa en lágrimas de dolor.
Y con una voz que helaría la sangre de cualquiera, Morgan susurró.
-Aztlán, quinceaba representación, monarca del cielo dorado, espécimen número 231, Apis Cerana.
Fin del capítulo.
Próximo capítulo: pesadillas.