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Chapter 2 - Un Nuevo Comienzo

Los vítores ensordecedores de la multitud resonaban como una ola imparable. Los rugidos de los ganadores, eufóricos en su victoria, llenaban el estadio. El número 7, el mismo que había orquestado el pase letal en el contragolpe, levantó a Kira en el aire con una energía desbordante, expresando su alegría con todo su cuerpo.

(Se acabó. Ganamos.)

Misugi estaba en el centro del frenesí, rodeada de gritos y festejos que parecían no tener fin.

"Hoy, el partido fue una victoria de 2-0 para la Secundaria Matsukaze Kokuo, asegurando su participación en el Nacional…"

El anuncio provocó otro rugido ensordecedor de la multitud. Apuntando su dedo índice al cielo, embriagado por la victoria, en el centro de todo estaba, por supuesto, Kira.

En el mismo campo, los jugadores de Ichinan permanecían agachados en el suelo, derrotados y llorando. Entre ellos, Tada, el chico que había fallado un tiro decisivo, derramaba lágrimas amargas.

"Lo siento… todos… si hubiera marcado… si solo hubiera marcado…"

Tada sollozaba sin consuelo, su voz quebrándose con el peso de la culpa. Un compañero se acercó, colocándole una mano en el hombro.

"No es tu culpa, Tada."

El que lo consolaba también lloraba, compartiendo el dolor de la derrota.

Y entonces, la atención se desvió hacia el centro del espectáculo: la entrevista al Príncipe del Campo.

La entrevistadora no parecía notar el dolor de los contrarios en el aire. Con una sonrisa profesional, le lanzó la pregunta a Kira. "¿Cómo te sientes al ser invitado a unirte al Equipo Nacional Sub-18?"

Jun se quedó en silencio por un segundo, sus ojos recorriendo el campo, donde los jugadores de Ichinan seguían en el suelo, derrotados. Sin embargo, pronto la sonrisa volvió a su rostro. "Eso no esta asegurado, por ahora estoy enfocado en el Nacional, eso es todo lo que importa. El resto… ya vendrá."

"Bueno, siendo mas específicos…" Jun hizo una pausa, tomando aire con la tranquilidad de quien sabe que todo gira a su favor. "Como dije, estoy enfocado en ganar el Nacional con este equipo. Lo único que puedo agregar es que el equipo ha sabido adaptarse. Jugamos diferentes, pero siempre estoy buscando nuevos retos, este partido ha costado un poco más que los anteriores."

Respondió con una confianza que desbordaba la pantalla. Brillaba de sudor bajo el sol de la tarde, y sus dientes blancos como perlas acentuaban su sonrisa perfecta. Las fans femeninas chillaban al verlo, un chico guapo, refrescante, casi irreal.

Mientras tanto, en un rincón del estadio, lejos de las cámaras, Ichinan sufría en silencio.

De regreso a casa después del partido, Jun trotaba a lo largo de la orilla del río, bajo el cielo teñido de naranja por el atardecer.

(Ahora soy un delantero en ascenso, un segundo año con algo que demostrar. Esa es mi realidad…)

El sol se hundía lentamente en el horizonte, sus últimos rayos reflejándose en el agua.

(Me estoy acercando a ser un jugador superestrella… como Johan Cruyff, como Tsubasa. Siempre admiré su libertad. Seguí jugando al fútbol porque sabía que yo también podía lograrlo.)

El río seguía su curso, imperturbable, mientras Kira imaginaba su nombre grabado entre las leyendas.

En su mundo original, Tsubasa ya era una estrella que brillaba en el extranjero.

(Pero ahora parece que mi sueño está más cerca… Representar a Japón, convertirme en una estrella y ganar el Mundial. Es un sueño que he tenido desde niño…)

Jun podía imaginarlo todo: los vítores ensordecedores, el confeti cayendo en cascada, y él, en el centro del escenario, levantando el trofeo con una sonrisa triunfal. Era un futuro que deseaba con todas sus fuerzas.

(Tengo que acelerar el ritmo de mi carrera…)

La sonrisa de Tsubasa cruzó por su mente como un recordatorio incómodo.

El agua fluía tranquila, pero la mente de Kira no encontraba paz. (¿Realmente seré capaz? ¿Soy tan bueno como todos creen? ¿O solo soy una sombra de lo que realmente quiero ser?)

El sol comenzaba a esconderse, y con él se desvanecerían sus dudas, pero no por completo. La sombra de Tsubasa aún flotaba sobre él, un recordatorio de que el camino hacia la grandeza no era sencillo.

El camino a casa estuvo lleno de pensamientos intensos, su mente girando sobre cómo aprovechar mejor su posición como delantero en este nuevo mundo.

Cuando llegó, el sol ya se había escondido por completo, dejando el cielo pintado con tonos oscuros.

"Ya llegué."

"¡Bienvenido! ¿Cómo te fue en el partido?"

Al abrir la puerta, su madre lo recibió con esa sonrisa cálida que nunca pareció desvanecerse.

"Ganamos. Gracias por el tonkatsu de la suerte… ¡y tengo hambre!"

"¡Qué felicidad! ¡Hice tonkatsu otra vez hoy!"

En la mesa del comedor había una generosa cantidad de tonkatsu y repollo rallado, un festín preparado con cariño. Su padre, incapaz de esperar, ya estaba sumergido en su plato.

"Así que más suerte en mi camino…" murmuró Kira, con una leve sonrisa.

Sus nuevos padres eran básicamente parecidos a los de su vida anterior, salvo por un cambio en el color de cabello. Incluso sus personalidades eran similares. No le resultó difícil adaptarse a esta nueva dinámica, como si hubieran sido su familia de toda la vida.

A diferencia de antes, no tenía un padre ni una madre preocupados por su salud o por su pasión por el fútbol. Estos padres entendían sus sueños y lo apoyaban sin reservas.

Mientras comía, su madre le entregó un sobre con un gesto casual.

"A propósito…" dijo ella, dejando el sobre frente a él. "Había una carta para ti, Kira. ¡Es de la Unión de Fútbol de Japón!"

"¿Ah…?"

Unión de Fútbol de Japón. Jun levantó una ceja, intrigado. Ellos supervisaban todo el mundo del fútbol japonés. La razón detrás de esta carta era un misterio para él.

"¿Qué dice?" -preguntó su madre, inclinándose ligeramente hacia él.

"¿Hmm? ¿Una convocatoria?"

Jun rompió el sello mientras sus padres miraban con curiosidad por encima de su hombro. Sus ojos recorrieron rápidamente las palabras.

KIRA RYOSUKE-SAMA ¡HAS SIDO SELECCIONADO PARA UN PROGRAMA ESPECIAL DE ENTRENAMIENTO DE JUGADORES!

"¿Entrenamiento Especial de Jugadores…?"

Jun tragó saliva, su mente procesando lo que eso significaba. (Esto no es un juego. Esto es grande. Muy grande.)

Sus padres lo miraron con entusiasmo, mientras él sostenía la carta con manos ligeramente temblorosas, sabiendo que su vida estaba a punto de cambiar nuevamente.

"¿No es algo bueno?" "¡Ni idea!"

La madre de Kira inclinó la cabeza, mientras su padre respondía con indiferencia. Esa despreocupación característica de ambos era casi cómica, demasiado relajados como para captar lo monumental que era aquello: una invitación directa de la Unión de Fútbol de Japón.

Jun miró a su madre, tan parecida a la de su vida anterior, pero con algo más: una comprensión silenciosa de sus sueños. "Te apoyamos, Kira", dijo ella, como si leyera sus pensamientos.

Su padre, con la calma de siempre, sonriendo. "Hazlo por ti, hijo. No te dejes atrapar por lo que otros esperan."

(Nos volvemos a ver, mi viejo amigo...)

Jun sintió una chispa de emoción recorrerle. El futuro lo llamaba, y en ese futuro, él volvería a cruzar caminos con la selección nacional.

...

Antes de dormir, Jun Misugi se encontró atrapado en una espiral de recuerdos. Su mente viajaba a aquellos días en los que su vida parecía girar exclusivamente en torno a la rehabilitación.

(El maldito corazón. Mi mayor enemigo y mi mayor maestro.)

Recordó las interminables sesiones junto a Yayoi, siempre a su lado, siempre con esa mirada que lo mantenía de pie. La extrañaba. Después de dos años de lucha, su cuerpo finalmente había respondido, permitiéndole regresar al campo de juego para su último año de secundaria.

Claro, todavía estaba limitado a 30 minutos por partido, pero esos treinta minutos eran todo para él. Cada segundo en el césped era una victoria personal.

Los recuerdos de Yayoi eran un bálsamo para su espíritu. Durante aquellos días difíciles, ella había sido más que una compañera; había sido su luz. Los dos se fueron cercanos, inseparables, hasta que finalmente comenzaron a salir. Jun no podía evitar sentir una mezcla de gratitud y amor hacia ella, quien lo había sostenido en sus momentos más oscuros.

"Quiero enfrentarme a Tsubasa otra vez en el torneo nacional. Esta vez será diferente".

Ese pensamiento lo mantenía en movimiento, pero los eventos del torneo de la prefectura de Tokio aún lo perseguían. Su equipo había caído frente a Toho y Hyuga, y una vez más, su enfermedad había decidido el desenlace. En el momento más crítico, su cuerpo lo había traicionado.

(Es tan frustrante... ver a los demás mejorar mientras yo me quedo atrás por esta maldita enfermedad.)

Jun recordó cómo se había quebrado tras aquella derrota. Las lágrimas quemando su rostro, la impotencia que lo corroía.

Yayoi, siempre presente, intentaba consolarlo. "Jun, has hecho más de lo que cualquiera hubiera podido en tu situación. Eres increíble".

Su voz, suave y firme, era como un abrazo que envolvía su dolor.

"Gracias, Yayoi. Pero quiero más. Quiero ser capaz de jugar sin restricciones, enfrentarme a los mejores sin contemplaciones."

Yayoi había sido su roca, su fuerza cuando parecía todo perdido. Recordaba su risa cálida y su abrazo silencioso cuando las lágrimas no cesaban. "Jun, tienes una luz dentro de ti que nadie puede apagar", le había dicho una vez. Y aunque el cuerpo que ahora habitaba no era el suyo, la luz seguía dentro de él.

(Cierto... este no es mi cuerpo.) Ahora habitaba el cuerpo de Kira, un cuerpo fuerte, sano, sin la sombra de una enfermedad que dictara cada movimiento.

(Una segunda oportunidad. Una carta nueva en este juego, y no pienso desperdiciarla.)

Jun vio en esta situación algo más que una casualidad o un accidente. Era un golpe de suerte, una oportunidad de redención. Con este cuerpo, podría superar todas las limitaciones que lo habían atormentado en su vida anterior.

"Voy a mejorar, y cuando vuelva, será invencible. Podré enfrentarme a los mejores, sin que nada me detenga."

Había un fuego en su voz, una intensidad que casi podía sentirse en la habitación vacía. No era solo una promesa al universo; era un juramento a sí mismo.

(No más excusas. No más límites. Esto es personal.)

El sueño de Jun, tan cerca de extinguirse antes, ahora ardía con más fuerza que nunca. Su meta no había cambiado, pero el camino hacia ella sí. Ahora tenía el cuerpo, la capacidad y el tiempo para lograrlo.

Con esos pensamientos, dejó que el peso del día lo arrastrara hacia el sueño. Pero incluso en la oscuridad de la noche, su mente seguía afilando planos, su espíritu seguía luchando. La batalla no había terminado, apenas comenzaba.