Zona Interna de Virethis, primavera, año 3795 del calendario de Merveilles.
En las calles comerciales de la ciudad y capital Virethis, un enorme mercado se extendía rebosante de bullicio desde la frontera delimitada por una muralla que separaba la zona externa de la interna.
Entre la multitud de comerciantes y viajeros, dos niños de diez años paseaban juguetonamente de puesto en puesto, ocultos bajo una capa que pasaba desapercibida, mezclándose con la multitud que iba y venía sin parar de todos lados.
Cerca de ellos, a unos metros de distancia, dos guardias se juntaron preocupados, como si un evento alarmante hubiera ocurrido en la ciudad.
- ¿Encontraste pistas sobre el desfile de Su Majestad? - preguntó uno de ellos, algo nervioso.
- No encontré nada - exclamó el otro guardia. - Simplemente desapareció por arte de magia.
Los dos niños, escuchando todo esto, se miraron mientras se reían en silencio, alejándose apresuradamente.
- Sí que te tienen alta estima, Esak. Dime, ¿de qué familia eres en Fernoir? ¿Eres un Virethis? - preguntó el niño, cuyo nombre era Dael. Sus ojos brillaban de curiosidad por saber la identidad de este misterioso niño que había conocido por casualidad.
- Se podría decir que soy un Virethis, pero no del todo - respondió Esak, encogiéndose de hombros como si nada le preocupara.
- ¿ De verdad movilizan guardias por ti? ¿Quién eres, un príncipe o hijo de algún pez gordo en la Familia Virethis? - Cuestionó Dael.
- Digamos que soy importante... - Dijo algo irritado Esak, no queria alargar mucho esa conversación.
- Qué maldita suerte tienes de nacer en una familia tan noble como los Virethis. Simplemente escapándote ya tienes a los guardias reales movilizándose por la ciudad buscándote - dijo Dael con envidia.
La familia Virethis era respetada por los Fernoir, quienes le tenían en alta estimación. Resumiendo, sin su sumisión y la ayuda estratégica de los Virethis, la familia Fernoir no sería el número uno de los imperios.
- Así es, mi familia es lo mejor - exclamó orgulloso Esak.
Mientras él presumía, Dael se escabulló detrás de un puesto de frutas de un viejo cuya simple expresión amargaba el día a los transeúntes que lo miraban, ni hablar de su forma de contestar.
- ¡Oye, Esak! ¡Toma! - dijo Dael mientras lanzaba una manzana.
- ¿De dónde sacaste esto? - preguntó Esak, atrapando la manzana con sorpresa. Pero antes de que pudiera obtener su respuesta, Dael ya estaba corriendo mientras una escena se armaba en el lugar.
- ¡Sinvergüenzas! ¡Primero esos bastardos criminales y ahora niños! ¡Ya estoy harto de que me roben siempre mis productos! ¡Atrapen! ¡Atrapen a estos ladrones! - gritó fuertemente el vendedor con una irrazonable ira descomunal.
- ¡Jajaja! ¡Corre, Esak! No vaya a ser que te atrapen y tachen a los Virethis como criminales - dijo el niño comenzando a correr. El cuerpo de Esak no se quedó atrás y se movió rápidamente, corriendo en la misma dirección por la cual Dael había huido.
Dael se reía juguetonamente pensando en salirse cono la suya, pero su sonrisa desapareció cuando tres sujetos aparecieron frente a ellos obstruyéndoles el paso. Cada uno sostenía un palo y no parecían tener la mínima vacilación en golpear a dos niños que por su altura no aparentaban más de 10 años.
"¿No es esto un poco exagerado? " Pensó mientras un sudor frio recorría su espalda.
- Estamos harto de seguir tolerando a estos ladrones, ¡ Si nadie se encarga de darles una lección, yo lo haré, incluso si son unos fetos! - Dijo uno de estos tres sujetos, encendiendo la ira de quienes han sido victimas de criminales.
"Corre", un instinto de supervivencia se apoderó de Dael mientras se lanzaba y destruía un puesto que obstruía un callejón y corría.
"Esto se salió de control" Pensó Esak mientras alcanzaba a su amigo.
Conforme pasaba el tiempo más gente se fue sumando. La multitud comenzó a lanzar piedras al principió con la intención de detener a los pequeños bandidos, pero la situación escaló a un nivel en donde después los perseguidores desenvainaron armas blancas.
"¿Qué le pasan a estos plebeyos? Es una simple manzana, puedo comprar miles de esas y reponérselas." Pensó Esak a sus adentros con inquietud.
Algunas personas prefirieron mantenerse alejadas del problema pensando en lo irracional que estaba siendo esto.
Otras, en cambio, se sintieron indignadas debido a los robos que se han encontrado ocurriendo estos últimos días, así que no dudaron en unirse a la persecución.
"Estoy muerto" pensó Dael mientras era atrapado por un grupo de personas y comenzaban a golpearlo.
- ¡Dael! - Gritó Esak mientras corría para liberar a Dael. Pero antes de que pudiera hacer algo, también fue atrapado por otro grupo de personas.
- Suéltenme, si no quieren morir. - Rugió Esak con enojo mientras golpeaba la mandíbula a un campesino, desfigurándole la cara.
- ¡Bastardo! No me importa si eres un niño. Hoy el pueblo hará justicia con sus propias manos. - Dijo una persona mientras sacaba un cuchillo de su bolsillo y sonreía. El filo del cuchillo brilló con un destello de la luz del sol, pero antes de que pudiera siquiera tocar un pelo de Esak, una presión sofocante cayó sobre la multitud.
Las respiraciones de todos se volvieron pesadas, las personas quedaron paralizadas, algunas se desmayaron mientras otras comenzaron a sudar frío por la espalda.
Una figura emergió de la nada misma entre la marea de gente, caminando con una calma que inquietaba los corazones de todos los presentes. Sus pasos tan lentos y precisos, como un depredador acechando a su presa, hacia que una sensación urgente de peligro surgiera en su instinto de supervivencia.
Su presencia silenció todo los malos pensamientos de ira en la gente, apagando los gritos y ruidos enloquecidos de la multitud.
Esta persona era un hombre alto y joven, de unos 25 años, con un cabello negro tan oscuro como un abismo, junto a unos ojos plateados que brillaban y estremecían todo a su alrededor. Su traje noble, lujoso, estaba hecho de seda negra con relieves de plata que formaban misteriosas runas, dejando en claro que no era cualquier persona.
- ¿Qué creen que están haciendo? - Preguntó el hombre, con una voz tan fría que hizo palidecer los rostros de la multitud.
Sus ojos, recorrieron la multitud, haciendo comprender a todo el mundo que tipo de figura había aparecido.
Esak que solo pensaba en escapar, logró zafarse rompiendo las manos de sus agresores y corrió inmediatamente hacia Dael.
- ¡Atrévanse! Si ustedes ratas plebeyas se atreven a tocarme, sufrirán las consecuencias. - Esak se colocó frente a Dael. Pero al dar un paso adelante, su capa se deslizó de su cabeza dejando al descubierto su peculiar rostro. Pronto, su cabello negro y ojos plateados salieron a la luz, la gente se estremeció al ver aquellas características tan conocidas, sus rostros se tornaron pálidos al solo reconocerlo.
- Un Fernoir… - murmuró uno de ellos en estado de shock, incapaz de pronunciar otra palabra.
La gente se estremeció al ver aquellas similitudes de aquel niño con el otro hombre, simplemente en pensar sobre lo que estaban apunto de hacer, un escalofrió recorriendo sus columnas vertebrales en temor a la ira de quien los miraba con frialdad ahora.
La mirada del hombre Fernoir se fijo en Esak, sorprendiéndose gratamente.
- Con que aquí estabas, Kase, llevamos tiempo buscándote - Dijo el hombre algo irritado, indiferente a la escena que se había armado. - Su Majestad te está buscando, volvamos al Palacio.
"Mierda" El pequeño Fernoir a la distancia maldijo a sus adentros. "De todas las personas que podian encontrarme, tenia que ser Noah."
- Joven, espere un momento. - Exclamó el viejo vendedor . - Estos niños se atrevieron a robarme, necesitan pagar por sus crímenes y ser castigado.
La gente a su alrededor se puso pálida al escuchar las palabras de ese anciano, no sabían si estaba siendo arrogante o había perdido la cordura.
- Explícame la situación, y rápido. - La atención de Noah se posó sobre una mujer a unos pocos metros de distancia, la dama se congeló al sentir la mirada de aquel Fernoir y no dudo en explicar todo.
- B-bueno, verá... Los niños en una travesura robaron algo de la mercancía del señor, por lo que en un acto de enojo comenzaron a perseguir al señorito. - Dijo con timidez la mujer.
- ¡Oh! El mayor tiene razón, los actos de rebeldía deben ser sancionados. Pero nuestra familia Fenoir tiene sus políticas, que son diferentes al sistema judicial aplicado en el Imperio, por lo que su castigo lo establecerá la cabeza de Familia una vez que regresemos.
- Mocoso, no estás entendiendo el punto. Mi negocio va a ir a la bancarrota por culpa de esos ladrones. Tienen que pagar, incluso si uno lleva la sangre de tales esos Fernoir en sus venas, no haré excepciones –refutó el viejo una vez más, mientras la paciencia de Noah titubeaba peligrosamente.
La multitud lo observaba con mezcla de lástima y temor, todos podían notar que el hombre estaba mostrando misericordia hacia el anciano. Era bien sabido que los Fernoir eran crueles y arrogantes, que el viejo siguiera con vida después de decir esas palabras era simplemente un milagro.
- Tú. - Noah miró nuevamente a la mujer. - ¿Cuántas manzanas robaron los niño? - Su tono estaba algo irritado.
- Una manzana, señor. - Dijo la mujer nerviosa. Cuando apenas terminó de hablar, una inmensa intención asesina brotó del cuerpo de Noah.
- ¿Una manzana? ¿Eso es todo? ¿Has perdido la cordura, viejo? Si mi familia se detuviera a castigar cada gran crimen como este, no nos quedaría tiempo para gobernar. - Aunque el tono de Noah era sarcástico, uno podía fácilmente suponer que estaba harto de actuar de buena fé. - Pero sabes... - Odio cuando le doy la oportunidad de paz a alguien y lo desaprovecha.
Noah caminó lentamente y se detuvo frente al anciano. - Una manzana no es motivo para insultar mi sangre... - El espacio a su alrededor se estremeció. La tez del anciano cambió rápidamente cayendo al suelo y vomitando todo lo que tenia en su estomago.
- E- estas abusando de tu poder... - El viejo no se rindió y continuó refutando a Noah.
- Y tengo el derecho de hacerlo. - Dijo Noah, toda aquella bondad y tranquilidad que alguna vez mostró hace unos minutos, se esfumó, solo había maldad.
La gente alrededor estaba muerta de miedo, algunas personas se orinaron al no soportar esto. No paso mucho hasta una mano atravesó el pecho del anciano, arrancándole el corazón que aún se encontraba latiendo.
El viejo vendedor estaba atónito, jamás en su vida pensó que por perseguir a unos niños, terminaría en su muerte. Repentinamente, dejó de sentir su cuerpo y su cabeza se deslizaba de su cuello, cayendo como un balón de futbol al suelo.
- Es hora de que vuelvas al Palacio, Kase. Este lugar no es para un Fernoir - dijo Noah, mientras miraba alrededor incapaz de contener su ira.
Kase miró a Dael por un momento, el niño le devolvió la mirada con miedo, como si estuviera mirando a dos demonios, una expresión que él no se esperaba ver.
"Asi es como me ven? ¿Un monstruo como Noah?" Pensó mientras aquella expresión quedaba grabada en su mente. Quería decirle a Dael que él no era de temer, que no era alguien malvado, pero esas palabras se convirtieron en un nudo en su garganta que al fin y al cabo no pudo expresar. Solo podía mirarse a si como un demonio en el cuerpo de un humano.
Noah negó con la cabeza mientras veía la escena y le tomaba el brazo. - Esta es la razón por la que no puedes salir del Palacio, Kase. - Su voz firme y tranquila alcanzó los oídos de Kase. - Somos caos y eso nadie puede cambiarlo...
La multitud aturdida se encontraba paralizada del miedo no se atrevieron a pronunciar ni una sola palabra, dejando consigo un silencio absoluto.
Las dos figuras pronto desaparecieron del mercado, como si jamás hubieran puesto un pie ahí.
Cuando la punta de sus pies tocaron el suelo del jardín del Palacio, Noah miró de reojo a Kase, observando su expresión antes de apartar la mirada. Con un movimiento de su mano, una esfera transparente con patrones mágicos aparición en su palma.
- He encontrado a Kase, iremos enseguida a la sala de audiencia - El tono indiferente de Noh resonó hacia la esfera.
Kase se tocaba el pecho afligido como si le doliese, recordando la expresión de lo que por un breve momento fue su primer amigo. Aunque su dolor no era uno físico, era una carga emocional de lo que había sido su vida hasta ahora.
"Somos caos..."