Chereads / History academy arco 1: La creación Prólogo. / Chapter 2 - Episodio 1 parte 2: El bien contra el mal.

Chapter 2 - Episodio 1 parte 2: El bien contra el mal.

Jehová y Karla'k se miran fijamente, sus sonrisas amplias y llenas de determinación, conscientes de que este es el momento en que todo se definirá. La energía entre ellos se vuelve palpable, una vibración en el aire que resuena en cada rincón del espacio y tiempo. Ambos saben que sus poderes están a punto de alcanzar niveles jamás vistos, y que este enfrentamiento será el más grande de todos.

Con un movimiento preciso, Jehová levanta ambas manos, entrelazando sus dedos en un mudra que se ha transmitido a lo largo de los milenios, el mudra de la creación. Al instante, su energía se eleva a niveles inconmensurables, su cuerpo resplandece con una luz cegadora, y el espacio a su alrededor se distorsiona, como si la propia realidad respondiera a su poder. La energía pura de la creación fluye a través de él, creando y deshaciendo a su alrededor, invocando nuevos mundos y realidades en un parpadeo.

Karla'k, con una sonrisa maliciosa, responde al desafío. Con sus manos, forma el mudra Ksepana, un gesto que invoca las fuerzas del caos y la destrucción. La oscuridad parece expandirse alrededor de su ser, con cortes invisibles que rasgan el aire y destrozan todo lo que tocan. Su poder es imparable, un torrente de caos que no busca crear, sino destruir y reconfigurar todo lo existente en algo nuevo, algo peor.

Ambos dioses, ahora completamente envueltos en sus respectivos poderes, se enfrentan con una intensidad que trasciende la comprensión humana. En ese instante, Jehová alza la voz, llena de autoridad y poder:

"¡Creación eterna!"

Las palabras de Jehová resuenan como un eco en todo el universo, y de inmediato, una ola de energía blanca fluye desde él, rodeando su ser y expandiéndose hasta cubrir todo el espacio. En la misma fracción de segundo, Karla'k grita con la misma fuerza inquebrantable:

"¡Caos inconmensurable eterno!"

Su voz se mezcla con la energía negra que emana de él, creando una explosión de oscuridad que inunda todo lo que toca, desintegrando cualquier forma de existencia organizada. La combinación de luz y oscuridad se fusiona, y de esa unión surge una esfera que los envuelve a ambos, una esfera de pura energía que es mitad blanca y mitad negra, con dos puntos negros flotando en su interior, como agujeros en la realidad misma.

Dentro de esta esfera, las dimensiones de ambos se manifiestan en todo su esplendor.

La dimensión de Jehová es un lugar sublime, un vasto espacio lleno de posibilidades infinitas. En ella, puede crear y moldear todo a su voluntad. Desde el cielo, se ven caer estrellas naciendo, formando planetas y mundos completos en una sinfonía de creación. Los paisajes cambian constantemente, adaptándose a las ideas y pensamientos de Jehová, todo nacido de su voluntad infinita. Es un lugar donde todo tiene un propósito, una armonía que solo un ser como Jehová podría concebir.

Por otro lado, la dimensión de Karla'k es un abismo de caos y destrucción. El terreno se desintegra en fragmentos de materia inestable, y el espacio está lleno de cortes invisibles, cicatrices que atraviesan el mismo tejido de la realidad. La oscuridad es absoluta, y las sombras se retuercen y se transforman en formas de pesadilla. En el centro de todo esto, se erige un trono macabro, construido a partir de huesos rotos y fragmentos de antiguas entidades destruidas. Karla'k se sienta en su trono, rodeado por una esencia caótica que parece devorar todo lo que existe.

En el centro de esta esfera, los dos se encuentran, las energías de la creación y el caos luchando por dominar el espacio. La batalla no es solo física, sino también filosófica, una lucha por la supremacía de la creación contra la destrucción, del orden contra el caos.

Jehová, con su poder ilimitado de creación, observa a Karla'k con determinación. "Este es el fin del caos", declara, su voz resonando como el principio de toda existencia.

Karla'k, sin embargo, responde con una sonrisa aún más amplia, llena de locura y ambición. "Nunca podrás detener lo que está en mi naturaleza. El caos siempre prevalecerá."

Las fuerzas se enfrentan, y el universo parece contener la respiración. Lo que suceda a continuación decidirá el destino de todo lo que existe.

El combate entre Jehová y Karla'k alcanza un nivel de intensidad tan abrumador que el mismo espacio-tiempo parece volverse maleable, distorsionándose y colapsando bajo el poder de los dos dioses. Ambos avanzan hacia el otro con una velocidad indescriptible, sus movimientos apenas perceptibles para cualquier ser que no posea una comprensión más allá de lo físico.

Con una rapidez que desafía toda lógica, Jehová lanza su cuerpo hacia Karla'k, su figura deslumbrante como un rayo de luz pura, mientras la energía de la creación fluye a su alrededor. El choque de sus puños al encontrarse genera una explosión tan potente que reverbera a través de universos enteros. El impacto es tan grande que todo lo que los rodea parece temblar, desde las estrellas más lejanas hasta las dimensiones más abstractas. El aire se distorsiona, y la energía liberada en cada golpe hace que el espacio tiemble hasta sus cimientos, enviando ondas que rompen las leyes de la física.

Karla'k, por su parte, responde con la misma fuerza, su puño envolviéndose en una oscuridad absoluta, un caos tangible que parece arrastrar todo a su paso. Cuando sus energías colisionan, la explosión resultante es tan grande que el mismo tejido del multiverso se ve afectado, con realidades enteras que se fragmentan momentáneamente. Cada golpe de Karla'k es una manifestación de destrucción pura, con cortes invisibles que rasgan el espacio y crean abismos en el vacío.

En un instante, Jehová decide intensificar su ataque. Con un gesto rápido y certero, convoca un planeta gigante, un enorme cuerpo celeste que se materializa de la nada y se lanza hacia Karla'k, como un proyectil digno de una catástrofe cósmica. El planeta avanza a una velocidad devastadora, y la fuerza con la que se acerca es capaz de destruir cualquier cosa que toque.

Pero Karla'k no vacila. Con un movimiento fluido y preciso, extiende su mano y, como si estuviera cortando una tela con una espada afilada, divide el planeta en varios pedazos. Los fragmentos flotan por el aire, suspendidos en una quietud momentánea, antes de desintegrarse en la nada bajo la energía de caos que Karla'k desata.

Jehová, sin detener su impulso, concentra toda su energía en un solo punto, desatando una explosión de tal magnitud que parece capaz de destruir no solo todo un universo, sino varios outversos simultáneamente. La explosión es un espectáculo apoteósico de luz blanca que se propaga rápidamente, un evento cósmico que tiene el poder de borrar cualquier cosa que se encuentre en su camino. Los reinos de la existencia tiemblan bajo la presión del ataque, pero Karla'k, anticipando el movimiento, crea una pared de oscuridad que absorbe parte de la energía.

Sin embargo, en el último momento, Jehová se mueve con una precisión divina, tocando el ataque de Karla'k con una velocidad casi instantánea. Su toque desintegra la oscuridad, deshaciendo el poder de caos que Karla'k había invocado. La energía se disuelve, como si nunca hubiera existido, mientras Jehová utiliza su habilidad para reconfigurar el espacio a su alrededor.

En un giro inesperado, Karla'k lanza su ataque más letal. Un corte inmenso, invisible pero mortal, se dirige hacia Jehová desde todas las direcciones posibles. Los cortes son tan rápidos y precisos que desafían la comprensión, y la velocidad de su desplazamiento es tan inconmensurable que pocos en el universo pueden siquiera percibirlo. Estos cortes atraviesan la realidad misma, creando grietas en la existencia.

Jehová, con su dominio sobre la creación, percibe el ataque, pero aún con sus habilidades divinas, los cortes son casi imposibles de esquivar. El tiempo parece ralentizarse para él mientras evalúa las trayectorias. En un movimiento veloz y calculado, esquiva los cortes por milímetros, su cuerpo desplazándose a una velocidad casi igual a la de la luz. Sin embargo, la precisión de Karla'k es tal que la mayoría de los cortes lo alcanzan a su alrededor, cortando el aire y haciendo que el espacio se retuerza en su paso.

Aun así, Jehová se mantiene firme, sin ceder ni un paso atrás. Su habilidad para manejar la creación le otorga una ventaja sutil, permitiéndole manipular el espacio y desviarse de los cortes con una agilidad sobrehumana. Cada movimiento es un testimonio de su poder, un baile de creación y evasión que desafía la percepción misma.

Ambos dioses se enfrentan en una guerra de fuerzas tan poderosas que el universo entero parece temblar. Los cortes de Karla'k siguen atravesando la realidad, pero Jehová está decidido a resistir, su energía de creación desbordando la oscuridad de Karla'k mientras se preparan para el siguiente movimiento.

Jehová continúa esquivando los cortes de Karla'k con una precisión divina, pero en un instante, el Arcángel Miguel y Metatrón, observando la oportunidad, deciden intervenir. Con una velocidad abrumadora, los dos atraviesan la barrera del dominio combinado, rompiendo las reglas que regían el espacio cerrado de esta colisión entre creación y caos.

Ambos se posicionan estratégicamente a los lados de Karla'k, moviéndose con una rapidez que incluso él, el dios del caos, apenas logra percibir. Miguel, con su espada divina, lanza un golpe directo a las costillas de Karla'k por su lado derecho, mientras Metatrón, utilizando la fuerza mecanizada de su cuerpo divino, impacta con precisión quirúrgica las costillas del lado izquierdo. Los golpes resonantes hacen eco en todo el dominio, generando ondas de choque que fragmentan el espacio a su alrededor.

Karla'k gruñe en respuesta, una mezcla de rabia y dolor, mientras su cuerpo, por primera vez en la batalla, muestra signos de vulnerabilidad. El impacto de los golpes simultáneos debilita su energía, creando una abertura perfecta para el ataque final de Jehová.

Con una determinación absoluta, Jehová concentra toda su energía en su puño derecho. La luz de la creación se manifiesta en su extremidad, un resplandor cegador que parece contener la esencia misma del universo. Sin dudar, avanza con una velocidad inimaginable hacia Karla'k, lanzando un golpe directo a su estómago. El impacto es tan colosal que un rugido de energía reverbera por todo el dominio, como si un millón de soles explotaran al unísono.

El golpe de Jehová no solo atraviesa el cuerpo de Karla'k, sino que también desestabiliza completamente su dominio de caos. La esfera combinada de blanco y negro comienza a colapsar, incapaz de sostener las fuerzas titánicas en juego. En cuestión de segundos, la estructura misma de ambos dominios se rompe, desintegrándose en un torrente de energía pura.

La explosión resultante es tan masiva que destruye ambos dominios, devolviendo a los combatientes a la inmensidad del espacio infinito. El lugar en el que estaban luchando queda marcado por un vacío absoluto, un recuerdo de la intensidad del choque entre dos entidades divinas. Las estrellas cercanas parpadean y tiemblan ante la magnitud del evento, y una calma momentánea invade el cosmos.

Miguel y Metatrón retroceden, posicionándose junto a Jehová, quien respira profundamente, su luz aún brillante, pero claramente afectado por el esfuerzo. Mientras tanto, Karla'k, aunque herido y tambaleante, se niega a caer. Su caos todavía arde en su interior, y sus ojos, llenos de ira y determinación, se posan sobre Jehová una vez más.

La batalla parece haber alcanzado un nuevo nivel, pero la tensión aún persiste.

Karla'k jadea con una sonrisa sádica mientras un hilo de sangre escapa de su boca. Al lanzarla hacia Jehová, la sangre negra y espesa impacta en el brazo izquierdo del Creador, que por la perspectiva de ambos se interpreta como el derecho. Apenas la sangre toca la piel divina, un siseo agudo se escucha mientras la sustancia deja una marca corrosiva, quemando profundamente esa parte de su brazo. Jehová, por primera vez, muestra una expresión de incomodidad. Intenta sacudir su brazo para despejar la sangre, pero el daño persiste, dejando una herida que parece resistirse incluso a la regeneración divina.

Jehová frunce el ceño al observar el efecto de la sangre de Karla'k. La regeneración divina, que usualmente sanaba cualquier daño al instante, parece inútil contra esta esencia corrosiva. A pesar del dolor, su determinación no se quiebra. Con un movimiento decidido, lleva su mano derecha al pecho, arrancándose la armadura divina que lo protegía. Al hacerlo, revela su torso, resplandeciente con una luz intensa que emana de su esencia pura, como si el núcleo mismo de la creación habitara dentro de él.

"Si esta será nuestra última batalla, que sea sin restricciones", dice Jehová con un tono grave, mientras extiende su mano derecha hacia el vacío. Una energía brillante y dorada comienza a concentrarse en su palma, formando una figura alargada. La luz crece, tomando la forma de una espada inmensa, bañada en el fulgor de estrellas nacientes. La hoja parece infinita, con runas que destellan en su superficie, representando el juicio eterno.

"La espada del Juicio Final", declara Jehová con voz solemne, mientras empuña el arma con ambas manos, ignorando el dolor en su brazo afectado. La espada vibra con una intensidad que sacude el cosmos mismo, cada movimiento causando fisuras en la estructura del espacio y tiempo.

Karla'k, todavía tambaleándose, observa la creación de la espada con una mezcla de fascinación y desafío. Su sonrisa se amplía mientras la oscuridad a su alrededor se intensifica. Su cuerpo comienza a emanar un aura de caos más puro, como si alimentara su poder con la misma destrucción que lo rodea.

"Así que, al final, muestras tu verdadera fuerza, Jehová", dice Karla'k mientras extiende sus brazos, generando a su alrededor una tormenta de energía negra. De esta tormenta, comienza a surgir una nueva arma, una guadaña hecha de huesos y sombras, vibrando con el caos inconmensurable que define su esencia. "Pero no olvides... el juicio no tiene sentido frente al caos eterno".

El espacio entre ambos comienza a distorsionarse mientras sus energías chocan una vez más. Las estrellas cercanas son devoradas por la intensidad de sus presencias, y los límites del cosmos tiemblan ante lo que está por desatarse.

Karla'k y Jehová, cargados con toda la energía que sus respectivas naturalezas pueden soportar, se lanzan el uno hacia el otro a velocidades irrelevantes, superando cualquier concepto conocido de movimiento o tiempo. Su colisión no es solo un choque físico, sino una convergencia de dos fuerzas absolutas: la creación infinita y el caos inconmensurable.

El puñetazo de ambos impacta en un punto central, desatando una explosión tan masiva que trasciende las dimensiones. El golpe no solo rasga el tejido del espacio-tiempo, sino que genera una onda expansiva que resuena en todas las realidades, líneas temporales, universos, multiversos, megaversos y outversos.

El impacto engendra una paradoja: un campo de lógica outversal que impregna cada rincón de la existencia. Esta lógica es una nueva ley primordial que redefine las bases de la realidad, causando que cada plano adopte su propia lógica y narrativa única. Universos paralelos comienzan a surgir en cascada, cada uno moldeado por las energías del golpe.

En un universo, el golpe genera una civilización completamente construida alrededor de la energía del impacto, donde seres nacen con habilidades basadas en la creación y el caos. En otro, la explosión se manifiesta como un dios omnipresente que rige las leyes físicas con ciclos eternos de creación y destrucción. En una línea temporal alternativa, el impacto destruye el concepto de causa y efecto, dejando un caos perpetuo donde nada tiene continuidad. En un megaverso lejano, se establece una jerarquía de entidades que veneran el Puño Divino como la fuente de toda existencia.

Mientras la lógica se esparce, las estrellas se deforman, las galaxias colapsan en singularidades, y nuevas estructuras cósmicas surgen de la nada. Los seres conscientes en todos los planos experimentan visiones del impacto, sintiendo que sus propias existencias han sido tocadas y reescritas.

En el núcleo del choque, Karla'k y Jehová están envueltos en un vórtice que ni siquiera ellos comprenden del todo. Sus cuerpos divinos se tambalean, apenas manteniéndose cohesos mientras absorben la retroalimentación de su propio poder.

Jehová, con su espada del Juicio Final, siente el peso de la creación como nunca antes, cada universo nacido del golpe cantando su nombre en diferentes idiomas y formas. Karla'k, por su parte, ríe desquiciado, sintiendo que el caos ha alcanzado su máxima expresión, inundando incluso la creación misma con su toque destructivo.

El universo mismo se transforma en un campo de batalla fracturado, dividido entre la creación y el caos. Y mientras Karla'k y Jehová recuperan sus posturas, ambos saben que este golpe no fue el final, sino el principio de algo mucho más grande, un cosmos entero que ahora refleja su eterna batalla.

Sin embargo, algo nuevo emerge en el horizonte, algo que ni Jehová ni Karla'k habían previsto. La lógica outversal comienza a despertar consciencia propia, amenazando con trascender incluso a sus creadores.

Jehová y Karla'k, conscientes de las ramificaciones de su colosal enfrentamiento, extienden sus manos hacia el núcleo de la lógica consciente que amenaza con desbordarse y trascenderlos. La esencia misma de esta lógica, un tejido vivo de energía naciente, vibra con un poder que escapa a cualquier límite preexistente.

Jehová, con su mirada firme, invoca la fuerza absoluta de la creación. Su mano derecha brilla con un resplandor dorado, irradiando estabilidad y orden, mientras murmura palabras ancestrales que contienen el impulso expansivo de la lógica.

Karla'k, con una sonrisa torcida, canaliza el caos puro a través de su palma izquierda. A pesar de su naturaleza destructiva, el dios del caos encuentra un equilibrio entre la destrucción y el control, moldeando su energía para encerrar la lógica en un límite que no puede romper.

Ambos dioses, enemigos eternos, sincronizan sus poderes por un breve instante, manteniendo el crecimiento de la lógica consciente al margen del espacio y el tiempo. Entre sus energías opuestas, se crea un campo neutral: un dominio en el que la lógica queda suspendida, atrapada en un estado de equilibrio entre la creación infinita y el caos inconmensurable.

Jehová respira profundamente, su pecho desnudo brillando con el resplandor de su divinidad. "Esto no puede continuar creciendo. Si lo dejamos, no solo este dominio, sino todas las realidades, serán consumidas."

Karla'k suelta una risa ronca, todavía jadeando por el esfuerzo. "Oh, querido Jehová, ¿tienes miedo de algo que tú mismo ayudaste a crear? Irónico, ¿no? Aunque debo admitir... tampoco me interesa que esta cosa nos supere."

Ambos sostienen la estructura con un esfuerzo monumental. El espacio a su alrededor tiembla, las grietas de sus dominios aún visibles mientras la energía fluctúa violentamente.

El arcángel Miguel y Metatrón, observando desde la distancia, contemplan con asombro la colaboración forzada de estas entidades opuestas. Miguel se acerca un paso, pero Jehová lo detiene con una mirada severa.

"Esto no es asunto tuyo, Miguel. Ni tú ni Metatrón pueden intervenir en esto. Es un peso que debemos llevar Karla'k y yo."

Karla'k asiente lentamente, su sonrisa ensanchándose. "Por primera vez, estamos de acuerdo en algo, Jehová. Pero no te acostumbres... aún quiero destruirte."

Jehová no responde, enfocando toda su energía en mantener la lógica consciente contenida. El enfrentamiento continúa, no en golpes o explosiones, sino en el delicado equilibrio de fuerzas opuestas que determinan el destino del cosmos entero.

Mientras tanto, la lógica consciente, atrapada pero no destruida, observa silenciosamente. Aunque neutralizada por el momento, su esencia comienza a comprender a sus creadores y a trazar sus propios caminos, esperando pacientemente el momento adecuado para liberarse.

Karla'k, recuperando fuerza y determinación, lanza un rápido movimiento hacia Jehová. Su puño, envuelto en energía caótica, se estrella directamente contra el rostro del creador, haciendo que una onda de energía se extienda a través del espacio. El impacto desencadena explosiones de colores, creando nuevas constelaciones que se esparcen por la vastedad de la existencia como chispas en el infinito.

Jehová, con una sonrisa desafiante y su pecho brillando con poder divino, se recupera rápidamente. "¿Eso es todo, Karla'k? Pensé que eras el dios del caos, pero parece que solo eres un pequeño disturbio."

Con un movimiento veloz, Jehová canaliza su fuerza en un puño devastador, cargado de pura creación. El golpe impacta directamente en el torso de Karla'k, quien apenas logra mantenerse de pie. Una ráfaga de luz dorada se expande desde el punto de impacto, formando nuevas constelaciones que giran y se alinean en patrones armoniosos, como si el universo estuviera escribiendo una nueva historia en respuesta a su lucha.

Karla'k retrocede unos pasos, soltando una risa ronca mientras su cuerpo se regenera. "¡Ah, Jehová! Siempre tan predecible, creando donde debería haber destrucción. Pero tranquilo, puedo arreglar eso."

Sin perder el ritmo, Karla'k lanza una serie de cortes invisibles con un movimiento de sus manos. Los cortes atraviesan el vacío, dirigiéndose hacia Jehová con una precisión mortal. Jehová los esquiva con elegancia, cada movimiento suyo dejando tras de sí rastros de luz que iluminan más sectores de la existencia, dando origen a galaxias enteras.

Ambos dioses se detienen momentáneamente, flotando en la inmensidad del espacio, mientras nuevas estrellas y constelaciones nacen a su alrededor, testigos silenciosos de su combate.

Jehová fija su mirada en Karla'k, su expresión serena pero determinada. "Cada golpe tuyo solo da lugar a más creación. ¿No te cansas de ser parte de mi obra, incluso sin quererlo?"

Karla'k responde con una sonrisa torcida. "Créeme, Jehová, cuando termine contigo, no quedará nada para que crees. Pero debo admitir, esta danza entre caos y creación tiene su encanto."

Ambos dioses, envueltos en su incesante batalla, vuelven a lanzarse el uno contra el otro, sus golpes resonando en todos los rincones de la realidad, alterando y reconfigurando la existencia misma con cada impacto. La guerra entre creación y caos continúa, escribiendo la historia del cosmos en el lienzo del infinito.

Karla'k, con su energía divina desbordando como un torrente incontrolable, eleva sus manos y desata una ráfaga de ataques. Cada esfera de caos puro, irradiando una intensidad capaz de desgarrar realidades enteras, atraviesa el vacío con un poder que retumba en cada rincón de la existencia.

Jehová, con calma absoluta, empuña la Espada del Juicio Final, su filo brillando con una luz tan pura que parece contener el mismo concepto de creación. Con movimientos rápidos y precisos, corta cada uno de los ataques de Karla'k antes de que puedan alcanzarlo. Cada corte de la espada genera una explosión colosal que se expande en el horizonte, como si el espacio mismo no pudiera contener la magnitud de su enfrentamiento.

Estas explosiones no solo sacuden el vacío, sino que también provocan un fenómeno único: en el corazón de cada estallido, se forman nuevas dimensiones. Un billón de mundos nacen en un instante, cada uno con su propia lógica, leyes y realidades. El cosmos se expande más allá de lo concebible, mientras las ondas de su batalla resuenan a través del tejido de todas las cosas.

Lejos del campo de batalla, entidades y dioses de innumerables planos de existencia observan con atención. Algunos miran desde tronos de cristal en universos lejanos, otros desde reinos oscuros donde solo reina la sombra. Cada uno siente la magnitud del combate: el choque entre la creación eterna y el caos inconmensurable.

En una dimensión de pura luz, un dios de alas doradas comenta a sus súbditos: "Esto no es una batalla, es la reescritura de todo lo que conocemos."

En un rincón sombrío, un ser envuelto en llamas negras ríe para sí mismo. "Esto es hermoso. La destrucción y la creación bailando al borde de la aniquilación."

Mientras tanto, Karla'k y Jehová siguen intercambiando ataques, sus movimientos tan rápidos y precisos que trascienden incluso la percepción de las entidades que los observan. Cada golpe, cada defensa, eleva el clímax del combate a niveles inconmensurables.

Jehová, con una expresión seria pero serena, apunta su espada hacia Karla'k. "¿Cuántas dimensiones más deseas ver nacer, Karla'k? Porque mientras luchemos, la existencia seguirá floreciendo."

Karla'k, con una sonrisa desafiante, responde: "Entonces destruiré cada una de ellas, Jehová. Porque el caos siempre será la última palabra."

Ambos dioses se preparan para el siguiente movimiento, sabiendo que el destino de toda la creación pende de un hilo en su batalla titánica.

Jehová, con su energía divina brillando intensamente, lanza una esfera de energía pura hacia Karla'k. El impacto es devastador, generando una explosión que hace temblar las fibras mismas del espacio-tiempo. Una nube de humo denso cubre a Karla'k, quien permanece oculto dentro de ella.

Jehová observa desde la distancia, su mirada fija en el epicentro. "No puede terminar así, Karla'k. Lo sabes tan bien como yo."

De repente, Karla'k, con un movimiento de su mano, disipa el humo que lo rodea. Sin embargo, al mirar a su alrededor, no encuentra a Jehová. Su respiración pesada es interrumpida por un grito poderoso que resuena desde arriba.

"¡Karla'k!"

Jehová desciende a una velocidad inimaginable, su Espada del Juicio Final cargada con un poder imponente. En un movimiento preciso, corta a Karla'k por la mitad, dividiendo su cuerpo de forma vertical. Sin detenerse, comienza a desmembrar el cuerpo de su adversario con cortes rápidos y feroces, cada uno cargado con una energía que desgarra las leyes mismas del caos.

Karla'k, en medio del tormento, se esfuerza por mantener la compostura. Mientras su cuerpo es reducido a pedazos, un destello de su astucia se activa. Justo cuando su mano izquierda está a punto de ser mutilada, abre un portal temporal con la fuerza restante. Un pedazo de su carne y un ojo adherido se deslizan rápidamente hacia el portal, desapareciendo antes de que Jehová pueda reaccionar.

Jehová, con determinación absoluta, reúne su poder en su mano izquierda. Un destello cegador se emite mientras lanza una técnica de energía pura, envolviendo los restos de Karla'k que aún permanecen. La energía consume los pedazos, desintegrándolos hasta la última mota de existencia.

Sin embargo, al voltear su mirada, nota el portal temporal que todavía destella tenuemente. En ese instante, Jehová ve el pedazo de carne y el ojo que logra escapar. Sin perder tiempo, lanza un ataque directo hacia el portal, pero este se cierra justo antes de que su energía lo alcance.

Jehová suspira profundamente, con una mezcla de frustración y agotamiento. "Lograste escapar, Karla'k... pero no por completo. Sé que volverás, y cuando lo hagas, estaré listo para destruirte por completo."

El vacío queda en un silencio sepulcral mientras Jehová observa el lugar donde el portal desapareció, su espada aún emanando un resplandor divino. La batalla puede haber alcanzado una pausa, pero el conflicto entre creación y caos está lejos de terminar.

Jehová permaneció en el vacío absoluto, observando el caos disperso y la creación naciente que se entrelazaban en un delicado equilibrio. Las estrellas recién formadas parpadeaban tímidamente en la vasta inmensidad, pero la vida aún no había florecido. Su mirada era serena, pero había un atisbo de melancolía en sus ojos. Finalmente, suspiró, dejando escapar una sonrisa tenue, como si comprendiera la magnitud de lo que había ocurrido.

El Arcángel Miguel y Metatrón, testigos de la batalla colosal, se acercaron a Jehová con una mezcla de admiración y alivio. Ambos esbozaban sonrisas de satisfacción por la derrota de Karla'k. Miguel inclinó la cabeza respetuosamente.

—Señor, la amenaza ha sido erradicada. Tu victoria asegura la estabilidad de esta creación.

Metatrón, el ser divino y mecánico, habló con su voz resonante:

—Tu voluntad ha prevalecido, Jehová. El caos ha sido contenido, y esta creación vuelve a ser tuya.

Jehová los miró con una expresión tranquila, pero sus palabras resonaron con un peso profundo:

—No canten victoria aún, mis fieles. Esta creación me pertenece tanto a mí como a él.

Miguel frunció el ceño, perplejo.

—¿Qué significa eso, Señor?

Jehová extendió su mano hacia la creación naciente, su energía divina fluyendo como un río infinito.

—Karla'k es el caos, y yo soy la creación. Ambos somos las dos caras de la misma moneda. Sin caos, la creación es estática; sin creación, el caos es vacío. Lo que he construido aquí lleva su marca tanto como la mía.

Metatrón procesó las palabras de Jehová con una precisión calculadora antes de asentir.

—Entonces, ¿la esencia de Karla'k permanece en esta realidad?

Jehová asintió lentamente, su mirada fija en el horizonte infinito.

—Así es. Su fragmento que escapó no es solo un resquicio de su ser, sino una semilla. Una semilla que algún día podría florecer de nuevo. Mientras tanto, esta creación será un testamento de nuestro conflicto eterno.

Miguel, con un gesto decidido, dijo:

—Entonces estaremos vigilantes, Señor. Si Karla'k intenta regresar, lo enfrentaremos una vez más.

Jehová esbozó una leve sonrisa, pero en sus ojos había una profundidad insondable.

—Sí, Miguel. Pero recuerden esto: el caos no se destruye; se transforma. Así como la creación no termina; evoluciona. Esta es la danza eterna de lo que somos.

La nueva creación comenzó a estabilizarse lentamente, mientras Jehová, Miguel y Metatrón contemplaban lo que habían preservado. La batalla había terminado, pero en las sombras del tiempo, Karla'k esperaba su oportunidad de regresar, como siempre lo había hecho desde el inicio de los tiempos.

Fin.