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Chapter 83 - La marca del Fénix

El dolor fue lo primero que sintió al despertar. Un ardor profundo en cada músculo, como si su cuerpo hubiera sido aplastado y reconstruido a la fuerza. Natasha Romanoff no estaba acostumbrada a sentirse tan... débil.

Con esfuerzo, abrió los ojos. La luz tenue de la sala médica de S.H.I.E.L.D. le golpeó la vista, el zumbido de los monitores le resultó insoportablemente molesto, y la presión en su cabeza indicaba que había sufrido más que solo un golpe.

A su izquierda, Clint Barton estaba sentado, brazos cruzados y mandíbula tensa. No la miraba, pero la conocía lo suficiente como para notar que su rigidez no era solo preocupación. Estaba molesto.

—Bienvenida de vuelta —murmuró él, sin apartar la vista del suelo.

Natasha intentó incorporarse, pero una punzada de dolor la detuvo.

—¿Qué pasó?

Clint resopló, sacudiendo la cabeza con frustración.

—Nos destrozó. A todos.

Y entonces, los recuerdos comenzaron a llegar.

Un ataque en plena base. Un intruso moviéndose como una sombra. Fury cayendo primero. Luego Hill, Coulson… y ella. Todo en cuestión de segundos.

Pero lo más perturbador no había sido su derrota.

Había sido él.

—Sholan —susurró, probando el nombre en sus labios.

Fury lo había mencionado antes. Había hablado de él como un activo perdido, como alguien a quien no debía subestimarse. Pero nunca les dio detalles. Nunca explicó qué hacía a ese chico tan especial.

Y ahora entendía por qué.

Cuando Fury mencionó su nombre en el pasado, Natasha había imaginado a otro supersoldado, tal vez un mutante con habilidades sobrehumanas o algún experimento fallido de S.H.I.E.L.D. Pero la realidad era diferente. Mucho más aterradora.

—No es lo que esperabas, ¿verdad? —preguntó Clint con un tono amargo.

Natasha negó con la cabeza.

—Ni siquiera sé qué esperaba.

No tenía la arrogancia de un dios como Thor, ni la brutalidad de un asesino como el Soldado del Invierno. No tenía la frialdad de un agente entrenado desde la infancia, como ella o Clint. No, Sholan era algo más.

Era inevitable.

No peleaba con rabia, ni con crueldad. Se movía con una fluidez que no parecía humana. Cada movimiento era exacto, cada golpe calculado, como si ya conociera el resultado antes de que la pelea comenzara. Los había enfrentado sin esfuerzo, con una calma que resultaba más aterradora que cualquier grito de guerra.

Y lo peor era que, incluso con todo eso… Natasha tenía la sensación de que no estaba peleando en serio.

Su mano tembló al recordar el momento exacto en que todo terminó para ella.

El último golpe.

No había sido un simple ataque. Había sentido algo más, algo que quemaba en su interior. No era solo dolor físico. Había sido… conocimiento.

Llevó una mano a su pecho, sintiendo algo allí, algo que no había estado antes.

—Clint… hay algo diferente en mí.

Él la miró, con los ojos oscuros por la duda.

—Lo sé. Yo también lo siento.

Natasha cerró los ojos y respiró hondo. Intentó concentrarse en esa sensación. Al principio, nada cambió… pero luego, ahí estaba.

Un destello de energía recorrió su cuerpo.

No era mucho. Solo una chispa. Pero estaba ahí.

—Esto es… —susurró.

Clint asintió lentamente.

—Nos lo dio —dijo con un tono que mezclaba asombro e incredulidad—. Con su ataque.

No solo los había derrotado. Les había dejado algo.

Un eco de su conocimiento, una puerta a un poder del que no sabían nada.

Y de repente, todo tenía sentido.

Sholan no los había humillado por diversión, ni siquiera por arrogancia. Lo había hecho para mostrarles lo lejos que estaban de ser realmente fuertes. Para darles un llamado de atención.

Natasha miró sus manos, sintiendo esa pequeña chispa de energía dentro de ella.

Era un desafío.

Y Natasha Romanoff nunca rechazaba un desafío.