Chapter 74 - Revelaciones (2)

Trevor tomó la palabra mientras todas las personas en la sala de la mansión X lo miraban sin perder detalle alguno.

—Desde que abrí los ojos por primera vez, supe que estaba destinado a un camino lleno de oscuridad y sufrimiento. —Dijo Trevor con la calma que lo caracteriza.

Mi madre, Marie Belmont, me dio la vida, pero no pudo protegerme del destino que se cernía sobre mí. La tragedia marcó mi existencia desde el principio: mi madre murió a manos de un monstruo, un ser llamado Drácula que se convirtió en el mayor enemigo de la humanidad. Esta fue la versión que me dieron aquellos que me criaron, la Hermandad de la Luz, que me educaron con el propósito de ser un guerrero sagrado, entrenándome para luchar contra las criaturas de la oscuridad y, especialmente, contra Drácula.

Desde niño, me inculcaron una única misión: destruir a Drácula. La Hermandad me enseñó a ver al vampiro como el mayor mal que jamás había existido. A ellos no les importaba el hecho de que mi madre, Marie, hubiera sido asesinada por ese monstruo. Para ellos, Drácula era la personificación del mal, y no importaba lo que se interpusiera en su camino: debía morir, sin excepción.

Mis años de entrenamiento fueron duros, pero necesarios. Me convertí en un cazador, una máquina de guerra capaz de acabar con cualquier bestia de las sombras. A medida que crecía, el odio hacia Drácula se fue apoderando de mi corazón. Mi mente estaba llena de recuerdos distorsionados, recuerdos de un hombre que nunca conocí, pero que representaba todo lo que había causado tanto dolor en mi vida. La venganza se convirtió en mi motor, y mi único objetivo era destruirlo.

La batalla final contra Drácula fue lo que me había estado preparando toda mi vida. Al fin, llegué al castillo, ese lugar maldito donde el monstruo había acumulado todo su poder. Luché con todas mis fuerzas, enfrentándome a los horrores que habitan en sus entrañas. El látigo una réplica del Vampire Killer era mi fiel compañero, y con él, me enfrenté a las criaturas que Drácula había convocado para evitar mi llegada.

Sin embargo, la lucha contra Drácula misma fue más dura de lo que había imaginado. Durante la batalla, Drácula me derrotó brutalmente perforando mi pecho con mi propia arma, dejándome al borde de la muerte. Fue entonces, en mis últimos suspiros, cuando algo inesperado sucedió. En esos últimos momentos de agonía, vi algo, algo que jamás habría imaginado. El Espejo del Destino, esa reliquia que había sido creada para mostrar la verdad oculta de las cosas, se activó frente a mí.

En ese reflejo, vi la verdadera naturaleza de mi ser, y una verdad que jamás hubiera imaginado. Drácula, mi enemigo, mi padre. El hombre que había yo consideraba que había sido responsable de la muerte de mi madre, el monstruo que consideraba que había desterrado la luz de mi vida era, en realidad, mi propio padre biológico.

Mi agonía era insoportable, pero encontré la fuerza para revelar la verdad.

"Ahora lo entiendo... Ahora lo entiendo todo...pelee contra mi destino aun cuando era en vano. Pero tú...aceptaste tu destino y no hiciste nada por cambiarlo. Fuiste traicionado por todos incluso por tu propia mujer. El destino es cruel, en el fondo me das lástima...Padre." esas palabras salieron de mis labios mientras la vida se desvanecía.

Gabriel interrumpió en ese momento el relato de su hijo. —Después de ver la verdad en el espejo del destino quedé horrorizado, en ese instante me di cuenta de lo que había hecho. En un último intento desesperado por redimirme, corrí a su cuerpo y le di de beber mi sangre maldita pero ya era demasiado tarde para Trevor así que lo puse su tumba en lo mas profundo de mi castillo.

Trevor continuo su relato.

Me levanté de esa tumba, convirtiéndome en lo que nunca había imaginado ser un vampiro. Mi humanidad se desvaneció, pero mis recuerdos permanecieron intactos, ya no como Trevor Belmont, sino como Alucard.

La transformación fue completa y ahora como hijo de Drácula, estaba marcado por la maldición que él mismo había desatado. Pero no estaba dispuesto a seguir sus pasos. Mi alma, mis recuerdos, mi odio hacia lo que él había hecho, me mantenían firme en mi propósito. La venganza ya no era suficiente. Había que erradicar el mal desde su raíz, y eso significaba destruir a Drácula, no solo como su enemigo, sino también como su hijo.

Años más tarde, mi propio hijo, Simón Belmont, ingresó al castillo con la intención de vengar la muerte de sus padres. Sin revelarle mi identidad, lo asistí en su misión. Juntos, enfrentamos a Drácula en una batalla épica. Aunque logramos derrotarlo, él juró regresar. Consciente de que la lucha contra el mal es eterna, me retiré a las sombras, preparado para futuros enfrentamientos.