Chapter 68 - Cazadores y Presas

El viento soplaba entre los árboles del jardín, cargado de tensión. Ningún bando hacía un movimiento innecesario. Magneto, Xavier, los X-Men y la Hermandad observaban con cautela a los intrusos.

Entonces, el muchacho de quince años habló con calma, como si estuviera dando órdenes en un entrenamiento.

—Gabriel, encárgate del animal rabioso.

El hombre de las hachas sonrió levemente y avanzó con pasos pesados hacia Victor Creed.

—Trevor, entretén al tipo de la capa roja.

El espadachín giró su arma en un movimiento fluido y se dirigió directamente a Magneto.

—Yo me ocuparé del de las garras.

Logan soltó un gruñido bajo.

—¿Así que vienes por mí, enano? Maldita sea… me gusta tu actitud.

Antes de que Charles pudiera intervenir, la batalla comenzó.

 

Victor rugió y se lanzó con un salto explosivo, sus garras listas para desgarrar al oponente.

Pero Gabriel no se movió.

No alzó las hachas.

No cambió su postura.

Cuando Victor estuvo a punto de alcanzarlo, Gabriel inclinó su cabeza apenas unos centímetros hacia un lado y luego…

Le estrelló la rodilla en el abdomen con una brutalidad inhumana.

El impacto fue seco, profundo, como si los órganos de Victor hubieran sido pulverizados al instante.

Los ojos de Sabretooth se abrieron con sorpresa y escupió saliva mientras su cuerpo se doblaba por completo.

Antes de que pudiera reaccionar, Gabriel cerró su puño y descargó un golpe descendente sobre su nuca.

Victor Creed cayó al suelo, inconsciente.

Todo en cuestión de segundos.

Los observadores sintieron un escalofrío recorrerles la espalda.

Victor, un depredador natural, había sido neutralizado sin siquiera haber logrado atacar.

Gabriel solo se crujió los nudillos y se apartó de su presa inconsciente, como si el combate nunca hubiera sido digno de su atención.

 

Magneto extendió su mano y trató de controlar la espada de Trevor con su dominio absoluto sobre el magnetismo.

Nada.

No sintió ni una sola partícula de metal en la espada.

Ni en la ropa de Trevor.

Ni en ninguna de sus pertenencias.

El espadachín avanzó con la misma calma con la que había sido llamado a la batalla.

—Curioso… —murmuró Magneto, cerrando el puño y alzando el campo magnético a su alrededor—. Veamos si puedes acercarte.

Trevor simplemente levantó su espada y avanzó.

Cuando entró en el rango del campo magnético, siguió caminando como si nada.

El escudo de Magneto no lo detuvo.

No lo repelió.

El amo del magnetismo frunció el ceño y aumentó la intensidad del campo.

Trevor no se inmutó.

—…Imposible.

Sin cambiar el ritmo, Trevor balanceó su espada.

Magneto sintió un destello de peligro y usó su magnetismo para impulsarse hacia atrás justo a tiempo para esquivar el filo.

Pero algo no estaba bien.

El corte no iba dirigido a él.

Magneto sintió su capa roja desprenderse de su espalda y caer suavemente al suelo.

Había sido cortada con una precisión absoluta.

Si la espada hubiera tocado su piel, habría perdido la cabeza.

Trevor sonrió levemente y cambió su postura.

—No eres mi objetivo. Pero si sigues interfiriendo, me veré obligado a dar golpes serios.

Magneto apretó los dientes y levantó las manos, listo para intentarlo de nuevo.

Trevor solo se acomodó la empuñadura de la espada con la misma paciencia de un duelista esperando que su oponente hiciera su próximo movimiento.

Pero el verdadero combate estaba a punto de iniciar.

 

Wolverine embistió con sus garras de adamantium por delante, su velocidad y fiereza en su punto máximo.

Pero cuando sus garras impactaron contra las manos del joven… se detuvieron.

El metal irrompible chocó contra la piel cubierta por el Haki de Armadura y no pudo atravesarla.

Los ojos de Logan se abrieron con sorpresa justo antes de que una presión indescriptible lo golpeara.

Su cuerpo se arrodilló contra su voluntad.

Haki del Emperador, La pura voluntad de Sholan lo sometió sin necesidad de mover un solo músculo.

Pero Logan no se quedaría abajo.

Gruñendo, se levantó con una fuerza bruta, sus músculos temblando por la resistencia.

Cuando logró ponerse de pie, volvió a atacar con una ráfaga de cortes frenéticos.

Sholan no se movió de su sitio.

Sin apartar los pies del suelo, esquivó cada uno de los ataques.

El filo de adamantium pasó a milímetros de su rostro, de su cuello, de su pecho… pero nunca lo tocó.

Los X-Men y la Hermandad miraban sin poder creer lo que veían.

Sholan no solo estaba esquivando, lo estaba haciendo sin moverse de su sitio.

Y entonces, llegó su contraataque.

Un golpe directo al hígado.

Logan sintió como si una descarga eléctrica recorriera todo su cuerpo.

Su respiración se detuvo, su visión se nubló y su instinto le hizo levantar la cabeza por reflejo.

Fue lo peor que pudo haber hecho.

Porque en ese momento, Sholan conectó un uppercut de derecha que lo sacudió de pies a cabeza.

Logan intentó recuperar el equilibrio, pero Sholan ya estaba en movimiento. Un Dempsey Roll.

El muchacho comenzó a balancearse de un lado a otro, generando un ritmo vertiginoso.

Y entonces, comenzó la ráfaga de golpes.

Puños alternados de izquierda y derecha impactaron con una precisión quirúrgica.

Cada golpe se hundió en el rostro de Logan con brutalidad.

Su cabeza se movió violentamente con cada impacto.

Sudor, saliva y sangre volaron por el aire.

Las piernas de Logan comenzaron a tambalearse.

El ritmo del Dempsey Roll aumentó hasta alcanzar su punto máximo.

Los brazos de Logan dejaron de responder.

Su cuerpo, acostumbrado a soportar el dolor, estaba al límite.

Y entonces, llegó el golpe final.

Un devastador izquierdazo.

El puño de Sholan impactó de lleno en la cara de Logan.

Su cabeza giró violentamente y su cuerpo salió disparado como un proyectil.

Doscientos metros.

El sonido de su cuerpo rebotando en el suelo resonó en el jardín.

Cuando finalmente se detuvo, Logan no se movió.

Silencio absoluto.

Los X-Men y la Hermandad miraban con una mezcla de incredulidad y tensión contenida.

El muchacho que acababa de derrotar a Wolverine permanecía de pie, sin mostrar signos de fatiga.

Sin despegar los pies del suelo.

Sholan bajó lentamente los puños.

Y con la misma tranquilidad con la que había iniciado la batalla, miró a los presentes.

No había arrogancia en su mirada.

No había crueldad.

Solo una verdad innegable.

La diferencia de poder era abismal.