La calma en la pequeña granja duró poco. La familia Maximoff estaba acostumbrada a la incertidumbre, pero había algo diferente en los eventos recientes. La presencia de Sholan y el miedo palpable en sus ojos era una señal de que algo más grande estaba sucediendo.
—Por cierto, creo que las presentaciones son necesarias —dijo el padre de Wanda y Pietro mientras se sentaban a la mesa después de la cena.
Se levantó de su silla y extendió una mano hacia Sholan con una leve sonrisa.
—Soy Olek Maximoff, el padre de estos dos traviesos.
Sholan, aunque tímido, estrechó su mano y murmuró un tímido "gracias".
—Y esta es mi esposa, Iryna Maximoff —continuó, señalando a la mujer que sonreía cálidamente desde el otro extremo de la mesa.
—Es un placer conocerte, Sholan —dijo Iryna mientras recogía los platos vacíos. —Espero que te sientas cómodo con nosotros.
—Ellos son nuestros hijos, como ya habrás notado —agregó Olek, con un tono más ligero. —Wanda y Pietro Maximoff. Son gemelos, aunque no lo parezca con la cantidad de problemas que generan.
—¡Papá! —protestó Pietro, fingiendo indignación.
Wanda simplemente sonrió, mientras Sholan miraba a la familia con una mezcla de incomodidad y agradecimiento. Había algo en su dinámica que le hacía sentir nostalgia por algo que no recordaba.
—Gracias... por dejarme quedarme —dijo al fin, con voz queda.
—Eres bienvenido, hijo —respondió Iryna. —Pero debemos ser cuidadosos. No sabemos qué buscan esos soldados ni por qué estaban tan cerca.
Olek asintió con gravedad.
—Si alguna vez volvemos a verlos, debemos estar preparados para actuar rápidamente.
Mientras la conversación continuaba, Sholan sintió una sensación extraña en su interior. Era como si algo en su ser le estuviera advirtiendo que el peligro no estaba lejos. No podía explicar de dónde provenía esa sensación, pero sabía que no podía ignorarla.
Más tarde esa noche Sholan se quedó despierto mientras la familia dormía. Los sonidos del bosque eran tranquilizadores, pero algo seguía inquietándole. No podía dejar de pensar en los soldados que los habían perseguido.
De repente, un leve ruido en el exterior lo hizo sobresaltarse. Caminó sigilosamente hasta la ventana y miró hacia el horizonte. A lo lejos, luces de linternas se movían entre los árboles.
—No puede ser... —murmuró para sí mismo.
No tenía tiempo que perder. Corrió hacia la habitación donde dormían los Maximoff y golpeó la puerta con urgencia.
—¡Despierten! ¡Vienen hacia aquí!
Olek fue el primero en levantarse, seguido por Iryna.
—¿Qué ocurre? —preguntó Olek, visiblemente preocupado.
—Vi luces... soldados. Se están acercando.
El rostro de Olek se endureció, y de inmediato comenzó a dar órdenes.
—Iryna, despierta a los niños. Sholan, ayúdame a cerrar las puertas y ventanas.
Mientras todos se preparaban, Sholan sintió una presión creciente en su pecho. Esa sensación extraña se intensificaba, y algo dentro de él parecía estar acumulándose, como un río a punto de desbordarse.
Cuando los soldados finalmente rodearon la granja, Sholan sintió que el tiempo se ralentizaba. Los pasos de las botas resonaban cada vez más cerca, y las voces en un idioma desconocido se mezclaban con el sonido del viento.
—¡Tenemos que salir de aquí! —dijo Iryna, sosteniendo a Wanda de la mano mientras Pietro los seguía de cerca.
—No hay tiempo, mamá —dijo Wanda, con el miedo reflejado en su rostro.
Sholan comenzó a respirar de forma irregular. Una sensación de pánico se apoderó de él mientras los soldados golpeaban la puerta principal con fuerza. Quería hacer algo, pero no sabía qué.
Entonces ocurrió.
Una explosión de energía invisible emergió de su cuerpo, iluminando la habitación con un destello repentino. Todo a su alrededor se desvaneció en un instante, como si el mundo hubiera sido tragado por la nada.
…
Sholan abrió los ojos y sintió que el suelo bajo él era diferente. Ya no estaba en la granja. A su alrededor, Wanda, Pietro, Iryna y Olek estaban despiertos, pero tan desorientados como él.
—¿Qué... qué acaba de pasar? —preguntó Pietro, mirando a su alrededor con los ojos abiertos de par en par.
—No lo sé... —murmuró Iryna, sosteniendo la mano de su esposo con fuerza.
Wanda, todavía aferrada al brazo de Sholan, lo miró con una mezcla de miedo y curiosidad.
—¿Fuiste tú? —preguntó, su voz temblando ligeramente.
Sholan se llevó una mano a la cabeza, confundido y aturdido.
—Yo... no lo sé. No sé qué pasó.
Olek dio un paso adelante, observando el entorno con atención. Era un lugar desconocido, con edificios altos que se alzaban hasta el cielo y luces que parpadeaban en la distancia.
—Estamos lejos de la granja, eso es seguro —dijo con tono grave.
—¿Cómo...? —Iryna comenzó a preguntar, pero se interrumpió al ver la expresión de Sholan.
El niño parecía tan desconcertado como ellos, sus ojos reflejaban un miedo profundo que no sabía cómo expresar. Wanda apretó su mano suavemente, buscando tranquilizarlo.
—Estamos juntos, y eso es lo que importa ahora.
Olek asintió, dejando a un lado las preguntas por el momento.
—Tienes razón. Necesitamos mantenernos unidos. Descubriremos dónde estamos.
Sholan miró a los Maximoff, sintiendo una mezcla de alivio y responsabilidad. Aunque no entendía cómo había sucedido, sabía que debía protegerlos. Había algo en ellos, en su bondad y calidez, que despertaba en él una necesidad de ser útil, de devolverles lo que habían hecho por él en especial a Wanda.
Mientras tanto En un campamento improvisado cerca de la granja abandonada, un grupo de soldados discutía apresuradamente.
—¿Lo captaste? —preguntó uno, sosteniendo un dispositivo que emitía un leve brillo.
—Sí, el mismo pulso de energía que apareció hace semanas, justo antes de que comenzara todo esto —respondió otro, examinando la pantalla.
—¿Estás seguro de que es el mismo?
El hombre asintió, con el rostro serio.
—Absolutamente. Esa firma es única. No hay error.
—Entonces significa que estamos cerca —dijo el primero, apretando los dientes.
Lo que los soldados no sabían, es que ese mismo pulso había sido el causante de la aparición de Sholan en este mundo. El pulso de energía que detectaron era algo más que una simple anomalía. El origen de esa energía estaba vinculada a un suceso que cambiaría el curso de todo lo que estaba por venir.