El Mundo Central estaba en calma, como si los vientos, los ríos y las estrellas contuvieran la respiración. Desde el núcleo del Vórtice, la energía que sostenía el equilibrio del universo había empezado a tambalearse, creando fisuras en la realidad. En ese caos silencioso, nueve niños aparecieron repentinamente en diferentes rincones de este mundo, cada uno entre razas que no eran la suya. Sus pequeñas figuras, ajenas a su verdadero propósito, despertaron una mezcla de confusión, desconfianza y miedo entre quienes los encontraron.
--- Bosques Eternos, entre los Elfos
Una niña abrió los ojos bajo la sombra de un árbol colosal. La luz del sol atravesaba las hojas verdes, pintando patrones dorados en el suelo. Sentía que ese lugar era familiar, aunque no podía recordar por qué. En un árbol cercano, una figura alta emergió de entre los árboles con movimientos agiles, pero cuidadosos. Era una elfa, de cabello oscuro trenzado y ojos verdes. Vestía una armadura de cuero reforzado y portaba una lanza adornada con trazos intrincados de hojas.
La elfa la miro con desconfianza y dijo, "¿Qué hace un niño humano en lo profundo del bosque eterno?" preguntó con voz directa y cortante.
La niña levantó la mirada con los ojos llenos de confusión. "No... sé dónde estoy, no recuerdo nada" dijo, su voz temblorosa. 'Pero siento que ya he estado aquí antes'.
La elfa soltó un resoplido, no conforme con la respuesta. "Esto no tiene sentido, los humanos no pueden cruzar nuestras barreras, no pudieron antes y claramente tampoco ahora, si eres un peligro o no, lo decidirá mi rey."
--- Ciudades Flotantes, entre los Ángeles
Una niña abrió los ojos lentamente, solo para encontrarse rodeada de una deslumbrante luz dorada que hacía que sus pupilas dolieran. Lo primero que percibió fue la sensación de estar suspendida en un lugar etéreo, con el aire vibrando a su alrededor como si estuviera lleno de vida. Bajo su cuerpo, un suelo frío y liso. Cuando miró, vio que estaba hecha de cristal, transparente pero irrompible, mostrando un abismo infinito de nubes y rayos dorados.
La niña, se incorporó con esfuerzo. "¿Dónde estoy?", murmuró, pero su voz fue devorada por el vasto vacío que la rodeaba. Antes de que pudiera procesar su situación, una figura descendió del cielo con un esplendor cegador. Era una mujer alta, de alas blancas enormes que brillaban como el amanecer. Su rostro, perfecto y simétrico, tenía una expresión severa, y en sus ojos plateados parecía haber siglos de experiencia. "¿Quién eres y cómo has llegado aquí?" Su voz resonó como una melodía, pero tenía el filo de una espada.
La niña no se encogió ante la intensidad con la que la miraba la mujer, sostuvo su mirada, y aunque confusa y asustada respondió. "No lo sé. Desperté aquí... no sé cómo llegué." La mujer frunció el ceño, su presencia tan imponente que parecía llenar todo el espacio. "Eso no es posible. Ningún humano puede alcanzar las plataformas cristalinas sin una invitación celestial. ¿Qué clase de engaño es este?" la niña negó con la cabeza rápidamente, su mente inundada de fragmentos de recuerdos que no tenían sentido.
"No... no estoy mintiendo. Lo juro." retrocedió un paso mientras se agarraba la cabeza, su mente asaltada por recuerdos borrosos de tiempos y lugares desconocidos. "No lo sé..." susurró, abrazándose a sí misma. "¿Esto es... el cielo?"
La mujer frunció el ceño. "Da gracias de que puedo discernir la verdad niña, si no fuera por mi curiosidad hubieras muerto en cuanto tocaste este lugar. Pero, ya que hablas con la verdad, quizás el divino te permita permanecer aquí... por ahora."
--- Altas Montañas, entre los Enanos
En la profunda caverna de una montaña, Un niño despertó al calor de un crisol burbujeante. Las llamas iluminaban su rostro mientras se levantaba, sus pequeños brazos temblando por el esfuerzo. A su alrededor, los enanos, robustos y recelosos, lo observaban desde las sombras.
"¿Qué clase de travesura es esta? ¿Un humano en nuestras tierras?" gruñó un enano, su martillo descansando sobre su hombro.
El niño miró a su alrededor, desconcertado. "Hace calor" dijo, su voz apenas audible. "Pero siento... que este lugar me llama."
El enano bufó, pero no pudo ignorar la mirada decidida del niño. "Hmpf. Ya veremos si el fuego de la montaña te consume o te acepta."
--- Llanuras Celestes, entre los Hombres-Bestia
Una niña despertó en medio de vastas praderas, su cabello enredado por el viento. A su alrededor, figuras imponentes la rodeaban: hombres-bestia de diferentes formas y tamaños. Un hombre con melena de león se acercó, su mirada feroz fija en la pequeña humana.
"¿Quién eres y por qué estás aquí, niña?" preguntó, sus garras tensándose mientras hablaba.
La niña se encogió de hombros, intentando controlar el temblor en sus piernas. "No lo sé," respondió, mirando hacia el horizonte. "Pero... creo que este es el lugar donde debía estar."
El hombre-bestia gruñó, pero algo en la tranquila determinación de la niña lo hizo dudar. "Las praderas no son amables con los débiles. Se fuerte... o muere."
--- Reino de Marfil, entre los Humanos
Un niño despertó en una plaza pavimentada de mármol blanco. Las miradas de los ciudadanos lo estudiaban con una mezcla de curiosidad y cautela. Sus ropas raídas contrastaban con la elegancia del lugar. Un sacerdote se abrió paso entre la multitud, acercándose con paso firme.
"¿Qué haces aquí, niño? ¿De dónde vienes?" preguntó, su voz resonando con autoridad.
El niño levantó la barbilla, intentando ocultar el miedo en su interior. "No lo sé," respondió, su tono confiado. "Pero tal vez... los dioses tengan algo que ver."
El sacerdote lo miró con recelo, "Sea lo que sea, este lugar pondrá a prueba tu fe."
--- Tierras Oscuras, entre los Demonios
En una cámara oscura y sofocante, un niño abrió los ojos. Las sombras parecían tener vida propia, moviéndose con una inquietante gracia a su alrededor. Los demonios que lo rodeaban lo miraban con ojos llameantes, sus cuerpos llenos de cicatrices y poder.
"¿Qué hace un humano aquí?" gruñó uno de ellos, sus garras brillando bajo la tenue luz.
El niño se levantó lentamente, sintiendo el peso de la oscuridad en su pecho. "Eso es lo que quiero saber" respondió, su voz firme a pesar del miedo. "Pero no tengo intención de ser su enemigo... siempre que no sean el mío."
Los demonios intercambiaron miradas, sus expresiones indecisas. Hasta que un hombre con cuernos en la cabeza le pateo un pedazo de pan. "Humano o no, este lugar no perdona a los debiluchos."
--- Estepas Inhóspitas, entre los Dragones
Lo primero que vio una niña al despertar fue a un hombre con una mirada seria, tenía cuernos en la cabeza y una cola escamosa, sus ojos eran poderosos, como si supieran todo de ella. El polvo de la estepa cubría sus ropas mientras los vientos soplaban con fuerza, levantando nubes de arena.
"¿Qué hace un cachorro humano en mis tierras?" pregunto el hombre, pero, la niña sentía que ya lo sabía.
La niña suspiró, frotándose los ojos. "No lo sé. Pero si me matas ahora, volveré por ti la próxima vez."
El hombre sonrió levemente, en un momento, su piel comenzó a desgarrarse a la vez que crecía, se volvió un ser enorme de color dorado, a pesar de su apariencia temible, se veía más sagrado y hermoso que ningún otro ser. "Si tienes algo que ofrecer, demuéstralo."
--- Tierras caídas, entre los Ángeles caídos
Un niño despertó con un sobresalto, su pequeño cuerpo envuelto en un frío que parecía surgir del mismo aire que lo rodeaba. Al abrir los ojos, se encontró en un lugar oscuro pero majestuoso. Columnas negras como la obsidiana se alzaban hacia un cielo opaco, y a su alrededor se extendía una vasta ciudad tallada en roca oscura y metal bruñido. A pesar de su corta edad, algo en el reconoció este lugar, aunque no sabía por qué. Antes de que pudiera moverse, una sombra cayó sobre él.
El niño alzó la mirada para encontrarse con una figura alta y poderosa: un ser alado, pero sus alas eran negras como la medianoche, con plumas que parecían absorber la poca luz del ambiente. Su rostro era hermoso, pero sus ojos ardían con una intensidad perturbadora. "¿Qué es esto?" preguntó la figura, su voz resonando como un trueno contenido. "¿Un humano en el corazón de las Tierras Caídas?"
El pequeño retrocedió un paso, su mente confundida por fragmentos de recuerdos que no lograba unir. "¿De nuevo?, no esto no es..." La figura la observó detenidamente, su mirada implacable. "Hablas como un niño, pero tus ojos... tus ojos tienen el peso de algo más."
--- El Imperio Sombrío, entre los Elfos Oscuros
En un palacio de obsidiana, un niño abrió los ojos, el frío de las losas negras calando en sus huesos. Los elfos oscuros lo rodeaban, sus expresiones frías e impenetrables.
"Un humano en nuestras tierras... Esto no es una coincidencia," dijo uno de ellos, su voz afilada como un cuchillo.
El niño levantó la vista, su expresión tranquila pero llena de curiosidad. "Tal vez el destino quiso que estuviera aquí. O tal vez... solo fue suerte."
Los elfos oscuros no respondieron, pero sus miradas dejaron claro que lo observarían de cerca.
--- Colina del Horizonte, en un Pueblo Remoto
Mientras los elegidos despertaban en tierras extrañas, Eyron, un niño de cabello alborotado y ojos llenos de vida estaba en su pueblo natal. En la colina más alta, miraba el cielo con una sonrisa gentil, mientras decía.
"¡Vete a la mierda!" mirando a las estrellas.
Las estrellas permanecieron en silencio, pero el viento que llevaba sus palabras parecía murmurar algo más.