Chereads / Dorian Rosier: LEGADO / Chapter 3 - Capítulo III. Visión y Renacimiento

Chapter 3 - Capítulo III. Visión y Renacimiento

El aire de la mansión Black se sentía pesado esa tarde, como si estuviera impregnado de magia antigua y secretos no revelados. El gran salón estaba decorado de forma majestuosa, con candelabros de cristal que parpadeaban suavemente con la luz de las velas, reflejándose en los tapices que cubrían las paredes. El eco de las pisadas de Andrómeda resonaba en el pasillo de piedra mientras se dirigía hacia la biblioteca, el lugar donde Dorian pasaba la mayor parte de su tiempo. Sabía que este momento llegaría, pero no podía evitar sentir un nudo en el estómago.

Andrómeda era consciente de que su visita había sido una de las últimas que realizaría en la mansión Black, pues ya se había decidido a alejarse de esa familia y su vida llena de sombras. La conversación con Dorian era solo el preludio de una despedida inevitable. Dorian tenía solo siete años, pero su mente y su magia ya se habían desarrollado de maneras que pocos niños de su edad podrían comprender.

Al llegar a la biblioteca, Andrómeda encontró a Dorian sentado frente a una mesa, rodeado de libros de hechizos antiguos y pergaminos que apenas se podían leer debido al paso del tiempo. Sus ojos, de un azul profundo y gris, brillaban con un conocimiento que superaba su edad. Cuando la vio, levantó la vista y le sonrió, como si nada fuera a cambiar.

Andrómeda se acercó con una ligera sonrisa, pero en sus ojos había una melancolía que solo él podría entender. "Dorian," dijo suavemente, "el ritual está muy cerca. Ya está todo listo para tu cumpleaños."

"Lo sé," respondió Dorian con una voz madura para su edad. "Me lo dijo abuela Vinda."

Andrómeda observó su rostro, tan serio y tan lleno de determinación. "Estoy segura de que lo manejarás bien, Dorian. Eres más capaz de lo que la mayoría de la gente cree. Aunque no lo veas ahora, este momento será crucial para tu futuro."

Dorian asintió, pero no dijo nada. Sabía que la despedida era inminente, pero no podía poner en palabras lo que sentía. Andrómeda se inclinó ligeramente, con la intención de abrazarlo, pero se detuvo a medio camino.

"Dorian," comenzó, con una mezcla de tristeza y determinación en su voz, "debemos entender que el cambio es inevitable, aunque no siempre lo queramos. Te deseo lo mejor, y sé que serás grandioso. Pero hay algo más, algo que debo hacer… algo que debo dejar atrás. Por ahora, el ritual es solo el comienzo, pero quiero que sepas que mi camino ya no está aquí. Mi destino está fuera de esta familia."

Dorian no respondió de inmediato, su mente absorbía las palabras de Andrómeda, pero algo en su interior ya sabía lo que significaban. Ella estaba preparándose para irse, para dejar todo lo que conocía atrás. Era un adiós silencioso, cargado de significado, pero sin palabras finales.

"Bueno," dijo Andrómeda con una sonrisa triste, "debo irme. Prepárate para el ritual. Regresaré justo antes de que inicie, a media noche."

Antes de que pudiera añadir más, se levantó y caminó hacia la puerta. Al abrirla, se encontró con Narcisa, que esperaba en el umbral, observando en silencio. Andrómeda le dedicó una última mirada antes de salir, su rostro mostrando una mezcla de nostalgia y determinación. "Narcisa," dijo suavemente, "te veré en la ceremonia."

"¿De verdad te irás?" preguntó Narcisa, con una ligera preocupación en su voz.

"Debo hacerlo," respondió Andrómeda. "No soporto que quieran controlar mi vida. Es hora de que elija mi propio camino."

Con una última mirada a Narcisa, Andrómeda se despidió de la mansión Black, dejando atrás una vida que había sido parte de ella, pero que ya no podía seguir. Nadie sabía que en ese momento, Andrómeda estaba dando los primeros pasos para alejarse definitivamente de la familia Black, y tal vez nunca más volvería.

La noche en que Dorian cumplió siete años llegó envuelta en una atmósfera de misterio. La mansión Black, que había sido testigo de tantos eventos oscuros a lo largo de los siglos, parecía contener una energía aún más palpable esa noche. El aire estaba cargado, el viento susurraba a través de las altas ventanas del salón, y las sombras se alargaban como si el mismo tiempo estuviera a punto de doblarse. Los candelabros brillaban con una luz dorada y tenue, creando una atmósfera solemne.

Dorian se encontraba en el centro de la sala, rodeado por las figuras familiares de Vinda, las hermanas Black y algunos miembros selectos de la familia. La abuela Vinda, con su presencia autoritaria y su mirada penetrante, observaba desde un rincón, sin decir palabra. El ritual debía comenzar a la medianoche, como era tradición en la familia Black, y la atmósfera estaba cargada de una expectación palpable.

Dorian, sin embargo, no sentía miedo. En su interior, sabía que el ritual marcaría un antes y un después en su vida. Aunque no entendía completamente su propósito, podía sentir que algo grande estaba por suceder. Era como si una fuerza invisible lo estuviera empujando hacia adelante, hacia una transformación que cambiaría su destino. En su mente, había comenzado a vislumbrar las posibilidades de su propia magia y las formas en que podría controlar la realidad a su alrededor.

Cuando Vinda dio la señal, Dorian levantó las manos y las runas comenzaron a brillar ante él. Pero algo más sucedió. A medida que las runas flotaban a su alrededor, algo dentro de él se despertó, un poder latente que no había conocido hasta ese momento. Las runas comenzaron a cobrar vida, brillando con una intensidad inusitada. Dorian podía verlas, no solo como símbolos, sino como entidades vivas, pulsando con energía. Era como si pudiera percibir cada trazo y cada línea mágica, como si su alma estuviera sintonizada con la vibración del universo.

En ese instante, Dorian sintió un estallido de poder en su interior. Su magia floreció, expandiéndose con fuerza y claridad. Sentía cómo la magia le recorría las venas, envolviendo su cuerpo como un manto invisible. Su mente, antes un caos de sensaciones y pensamientos dispersos, se centró en un solo punto: el dominio de las runas. El poder mágico dentro de él se consolidó, y por primera vez comprendió lo que significaba ser verdaderamente fuerte en la magia.

Fue en ese preciso momento que ocurrió algo inesperado. Dorian sintió una ola de energía más fuerte que cualquier otra cosa que hubiera experimentado antes. Cerró los ojos y, por un breve instante, su mente se apagó. La visión lo golpeó como una tormenta.

La visión comenzó fuera de un imponente castillo, con grandes murallas de piedra que se elevaban hacia el cielo. El viento soplaba con fuerza, arrastrando consigo los ecos de los gritos y susurros de aquellos que se encontraban dentro. Dorian sintió el frío de la piedra y la presencia de un antiguo poder. Poco a poco, la visión se desplazó hacia la cima del castillo, hacia una celda oscura y sombría.

Dentro, una figura solitaria estaba recluida. Era un hombre, de cabello largo y canoso, con una mirada penetrante y una expresión decidida. Dorian no podía evitar sentir una mezcla de asombro y temor al ver la figura. Su nombre apareció en su mente, resonando con una claridad inusitada: Gellert Grindelwald.

La celda estaba fría y sucia, pero la figura de Grindelwald parecía inmune a todo. A pesar de la desesperación que impregnaba el aire, sus ojos brillaban con una calma inquietante. Dorian pudo sentir la conexión, como si estuviera viendo un fragmento de su propio destino. El poder de Grindelwald era innegable, pero también lo era la oscuridad que lo rodeaba.

Con la visión clara en su mente, Dorian despertó, sudando y agitado, sintiendo una extraña mezcla de miedo y fascinación. El aire parecía más denso y la luz de las velas titilaba como si estuviera a punto de apagarse. Su alma se había abierto a un conocimiento mayor, y ahora, algo que había permanecido en la oscuridad de su mente, emergió con una claridad desgarradora. Recordó su vida pasada.

La memoria de su existencia anterior se desplegó ante él como un libro antiguo, lleno de secretos y misterios. Recordó las antiguas batallas, las decisiones que habían forjado su destino, y la presencia de Gellert Grindelwald en su vida. En un instante, Dorian comprendió que su vida en este cuerpo era solo una extensión de lo que había sido antes, y que las decisiones que tomara ahora serían las que realmente definirían su futuro.

---

Fue en ese momento que Dorian se dio cuenta de que conocía muy poco sobre este mundo. La magnitud de la magia y los secretos que lo rodeaban le resultaban abrumadores, y aunque en su vida anterior había visto, leído y escuchado historias sobre magia y mundos fantásticos, nunca imaginó que algo tan complejo existiera en la realidad. Las historias, los libros, e incluso las películas que había visto, no representaban en absoluto lo que este mundo tenía para ofrecer. El conocimiento que creía poseer no era más que una sombra de lo verdadero.

Al mirar a su alrededor, observó a las personas que lo rodeaban, y en un parpadeo, los recuerdos de su vida anterior parecieron superponerse con los de esta. La diferencia era tan palpable que por un momento se sintió perdido entre ambos mundos. Cada rostro familiar le parecía a la vez conocido y extraño, como si fuera un eco lejano de algo que había vivido antes. Su mente intentaba procesar la información, pero la sensación de desajuste era inconfundible. Con un esfuerzo, trató de disimularlo, escondiendo la confusión tras una fachada de serenidad.

Dorian no vio a Andrómeda entre los presentes, pero algo en su interior le dijo que ella ya no estaba allí. Su mente, tocada por los recuerdos de su vida pasada, comprendió rápidamente que su partida no había sido una coincidencia. Andrómeda había elegido irse, separándose de todo lo que conocía, y ahora él entendía por qué. No era solo un acto de rebeldía o un deseo de libertad, sino una decisión basada en algo mucho más profundo, algo que ni ella misma había podido compartir con él. Aunque no podía verlo, Dorian sabía que su marcha era un punto de no retorno.