—Arrgh, joder cariño... sí, gime para mí, amor —susurré.
—Nieve, te necesito, cariño, por favor...
—Toca tus pechos, cariño, pellizca esos pezones para mí e imagina que los estoy succionando —Zara cerró sus ojos imaginándome haciéndoselo a ella.
—Oh Dios, sí, cariño —gemía fuerte, sus manos moviéndose para acunar sus pechos y masajearlos antes de pellizcar sus pezones.
Había visto que ella hiciera eso, y era excitante.
Estaba cerca, tan jodidamente cerca, y podía sentir las olas de placer sobre mí.
—Joder, cariño, voy a...
—Ven por mí, Nieve —Zara rogó, sus dedos moviéndose más rápido, su respiración entrecortada—. Ven por mí.
—Todavía no, amor, todavía no —dije entre dientes, mis testículos doloridos por liberarse—, solo un poco más.
—Nieve...
—Casi ahí —murmuré, mi respiración saliendo en jadeos bruscos—. Casi... ¡oh joder!