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—Todo se detuvo. Mi tenedor quedó suspendido en el aire mientras las palabras de Tormenta calaban en mí.
—La casa de Papá.
—¿Quién es esta extraña mujer?
—Me golpeó como una tonelada de ladrillos: este chico no tenía idea de quién era yo. Y tampoco Zoe, basada en la mirada de total confusión en su rostro.
Antes de que pudiera responder, Zoe se enderezó, su rostro contorsionándose en una sonrisa burlona.
—Oh, ya veo. Eres solo una de esas mujeres, ¿no es así? Jugando a las casitas mientras la verdadera familia está fuera y esperando meterte en la cama de tu jefe —me quedé petrificada, sus palabras cortándome como una hoja fría.
—La ira surgió en mi pecho, pero apreté los puños bajo la mesa, determinada a no mostrar debilidad.
—Una simple sonrisa que mostraba lo poco afectada que estaba por sus comentarios se formó en mis labios.
—Lo siento, pero... estás equivocada —declaré con firmeza a pesar del torbellino interior—. No soy simplemente alguien que entró bailando aquí.