La oscuridad lo envolvía, un espacio suspendido donde el tiempo no parecía existir. Su cuerpo flotaba, sin gravedad ni dirección, mientras lentamente su conciencia regresaba. Al abrir los ojos, vio un entorno extraño, pero a la vez familiar. No parecía alterado, aunque él mismo se sentía diferente. Su primer pensamiento fue evidente: "¿Dónde estoy?"
Movió su cuerpo, esperando sentir alguna incomodidad por el cambio, pero no lo hizo. Extrañado, se centró en la ligera luz que comenzó a iluminar el lugar oscuro. Fue entonces cuando una pestaña, similar a las de los videojuegos que solía jugar, apareció ante él.
"Bienvenido, anfitrión. ¿Desea reencarnar?"
El asombro fue inmediato. Había visto este tipo de interacción en innumerables fanfics, y aunque le parecía surreal, no podía evitar sentirse emocionado. Siempre había deseado estar en un fanfic en su adolescencia. Su vida había sido bastante normal, pero nunca pudo dejar de soñar con aventuras épicas. Bajo la pestaña, dos opciones brillaban: Sí y No. Sin pensarlo demasiado, seleccionó el Sí. "¿Quién escogería el No?" pensó, pero rápidamente desechó esa duda. No quería saber qué ocurriría si elegía lo contrario.
"El anfitrión ha decidido reencarnar. Comenzando proceso de transferencia…"
Miró la pestaña mientras veía cómo cargaba. No pasó mucho tiempo antes de que un destello cegador lo envolviera. Cuando sus ojos se abrieron nuevamente, se encontraba en un cuarto pequeño de madera, similar a una choza. La curiosidad lo invadió, pero antes de poder explorar más, la pestaña volvió a aparecer.
"El anfitrión ha reencarnado con éxito. Año actual: 1900. Configurando barra de estado…"
Desvió la mirada hacia el entorno. Había un armario gastado, y frente a una ventana, el horizonte se extendía como una escena de los libros antiguos que había leído. Sin embargo, antes de poder observar más, la barra de estado apareció frente a él:
Nombre: Olek Bianchi
Edad: 11 años
Clase: Campesino
Habilidades: Ninguna
Puntos de habilidad: 0
Olek se quedó mirando la barra, confundido. "Me llamo Olek… pensé que conservaría mi nombre o al menos lo elegiría yo…" pensó, frunciendo el ceño. Pero al instante, una oleada de recuerdos invadió su mente, viéndolos en tercera persona, como si fuera otro observador. Olek Bianchi era un niño con una familia numerosa, de clase baja. Su padre, un hombre severo y codicioso, veía a sus hijos como una forma de ingresos.
Un pequeño dolor de cabeza lo hizo tambalear. "¿Quién es Olek? ¿Soy yo o no?" La respuesta vino rápidamente, mientras el sistema cargaba recuerdos del niño que ocupaba este cuerpo.
Luego, una nueva pestaña apareció, más pequeña que las anteriores.
"Misiones principales en curso…"
Habla con tu padre sobre tu futuro
Ve a la escuela
Ayuda a tu padre en su trabajo
Olek observó las misiones, que le parecían simples. Antes de poder reaccionar, la puerta se abrió y una chica entró. Era un poco más alta que él, y Olek la reconoció al instante. Era su hermana, Sophia.
—Olek, ¿qué estás haciendo? Padre te está esperando afuera.—
Olek la miró y, por un momento, se detuvo. Su voz, el tono que usaba… ¿era suyo? Pensó, "¿Qué tan formal suena esto? No soy así."
—Lo siento, hermana. Me distraje un poco, ya salgo.—
Sophia sonrió levemente, pero su tono seguía siendo serio. —No te demores, Olek. Padre se enoja con facilidad.—
—Lo sé.— Olek asintió, mirando el abrigo sobre la silla, y lo recogió rápidamente. —Vamos, hermana.—
Al salir de su habitación, Olek recorrió con la mirada su casa, sintiéndola extrañamente espaciosa, aunque ajustada. Las paredes de madera dejaban pasar ligeras corrientes de aire frío, y el suelo crujía con cada paso. La estructura le recordaba las veces que, en su vida pasada, había visitado áreas rurales durante viajes familiares. Sophia lo guió fuera, donde un hombre alto y de rostro severo lo esperaba. La expresión de disgusto en su cara fue suficiente para que Olek entendiera quién era.
"Al parecer, él es mi padre…" pensó, mientras los recuerdos del viejo Olek se filtraban en su mente. Este hombre lo consideraba inútil, alguien sin talento, y Olek no podía evitar sentir un asco mutuo.
El hombre dio unos pasos hacia él, mirándolo de frente.
—¿Cuál es la demora? —su voz era grave, cargada de molestia—. ¿Andas de vago, es eso?
Olek percibió que la situación podía complicarse si no manejaba las cosas con cuidado.
—No, padre, simplemente… estaba pensando —respondió con calma, aunque en su interior luchaba contra las ganas de enfrentarlo.
El hombre frunció el ceño, insatisfecho con la respuesta, pero no insistió.
—No me hagas hablar más. Vámonos a la ciudad, tienes que ir a la escuela. —Una sonrisa torcida se dibujó en su rostro "Solo te falta un año para que puedas empezar a trabajar".
El tono de su padre era claro: la educación no era más que un trámite para que pudiera convertirse en una herramienta útil. Olek, sin embargo, no dejó pasar la oportunidad de mostrar su nueva determinación.
—Vamos, padre —respondió con una sonrisa maliciosa que desconcertó a Sophia.
Sophia lo miró con extrañeza. Su hermano siempre había sido callado y tímido, pero ahora parecía distinto. Justo antes de que él subiera al caballo junto a su padre, ella se acercó y le tomó la mano.
—Hermanito, procura aprender mucho. Recuerda que tu hermana te quiere.
Por un momento, las palabras de Sophia hicieron que el estómago de Olek se revolviera. Sintió una punzada de melancolía al recordar cuánto la apreciaba el viejo Olek. "Debería cuidar de ella… Al menos eso puedo hacer bien." Le dedicó una sonrisa sincera que sorprendió a Sophia, quien pensó: "¿Dónde quedó mi hermanito?"
El padre, impaciente, tiró de las riendas, haciendo que el caballo comenzara a avanzar. Durante el trayecto, Olek recordó la misión principal: "Habla con tu padre sobre tu futuro."
Con cuidado, formuló sus palabras.
—Padre… desearía hablar de mi futuro. Quiero saber qué camino tomar.
El hombre lo miró de reojo, a punto de responder, pero antes de que pudiera hacerlo, el mundo pareció detenerse. Una nueva pestaña apareció frente a Olek.
"Selección del anfitrión: Lo que seleccione tendrá efecto en la historia de la humanidad."
El corazón de Olek dio un vuelco. Mirando las opciones:
Seguir el camino de Olek (Carpintería)
Intervenir en la historia (Política)
Otro (Seleccionar más adelante según las decisiones tomadas)
Miró fijamente la pantalla, reflexionando sobre lo que significaba. "¿1900? Si no me equivoco, la Primera Guerra Mundial comenzará en catorce años… ¿Estoy destinado a participar en ella?" Pensó con cierto temor, mientras sus ojos pasaban de una opción a otra
Reflexionó durante un momento, pensando en las opciones que tenía. "No quiero seguir los caminos determinados; descartaría el primero. El segundo es muy arriesgado, no estoy seguro de generar cambios. Simplemente me queda el de posponerlo…" Había tomado una decisión, seleccionando la tercera opción.
"El anfitrión ha pospuesto la selección. Reanudando…"
En un instante, el mundo comenzó a seguir su curso. Escuchó las palabras de su padre:
—Tengo entendido que en la escuela a los varones se les enseña carpintería. Es simple entender… que vas a ser carpintero —mencionó con cierto disgusto mientras seguía enfocado en el camino.
—Entiendo… —respondió en calma, mientras pensaba qué podría hacer más adelante. "¿Debería adelantar los avances tecnológicos?", reflexionó, recordando varias cosas de su pasado. "Tengo una base, pero sería complicado replicarlos. Me tomarían por loco, supongo." Recordó a Gregor Mendel, quien puso en la mesa las leyes de la herencia genética, pero sus investigaciones pasaron desapercibidas porque no entendían el alcance de su descubrimiento.
Durante el camino, sus pensamientos siguieron divagando, pero su mirada se posó en la ciudad que se veía más adelante. No pasó mucho antes de que llegaran. Olek se bajó del caballo, observando los edificios, y reconoció que estaban hechos de ladrillo y piedra. Sin embargo, lo que más le impresionó fue notar las ropas de las personas; no le gustaba ese estilo, le parecía muy incómodo.
—Ya llegamos, criatura —dijo su padre con cierta autoridad, mirándolo. La palabra lo extrañó. "¿Criatura?", pensó.
Fue sacado de sus pensamientos al ver cómo su padre caminaba con el caballo entre la multitud. Comenzó a seguirlo, mientras su atención seguía enfocada en su entorno. Se fijó en un hombre que aparentemente vendía hielo. "Es un poco extraño", reflexionó. En el lugar de donde venía, no se vendía hielo; pensó que sería algo de esta época.
Después de caminar durante unos minutos, llegaron a un edificio algo amplio y alto, sugiriendo que era una escuela.
—Nos vemos en casa… —habló su padre con seriedad, comenzando a irse y desapareciendo entre la multitud nuevamente.
Frunció el ceño, algo enojado por la actitud de su ahora padre. Observó la escuela y comenzó a buscar entre sus recuerdos, intentando encontrar alguna idea de qué hacer a continuación. Vio un recuerdo avanzando, hasta lo que parecía ser la entrada, donde un hombre algo mayor lo esperaba. Sin esperar a que iniciara una conversación, habló:
—¿Nombre? —mencionó rápidamente mientras observaba una lista.
—Me llamo Olek Bianchi —respondió, viendo al hombre. Para él, esto era nuevo; recordaba muy diferente su colegio.
—Entras —respondió el hombre, quien con una mirada le hizo una seña para que pasara.
Asintió mientras avanzaba hacia lo que podía llamar su clase. Después de unos momentos, entró al aula y, con gran sorpresa, notó que esperaba ver pupitres, pero todo era diferente a sus expectativas. Había varias mesas para trabajos con madera.
Avanzó a su mesa de trabajo mientras observaba a sus compañeros. Había trabajado en su tiempo en carpintería, pero no sabía manejar la madera. Dudaba que lo que había aprendido le ayudara aquí. Además, en los recuerdos de Olek se notaba que era algo tosco en este ámbito.
En ese momento, miró la entrada. Un señor muy viejo, vestido con un traje que a los ojos de Olek era gracioso, entró al aula mirando a todos.
El ruido de los estudiantes en el aula cesó al notar la presencia del profesor, quien avanzó hasta quedar en una posición centrada.
—Retomaremos las bases para este año de clases. Pueden empezar. Al final del día espero su trabajo —exclamó el profesor mientras toda la clase comenzaba a usar los instrumentos ubicados en sus mesas de trabajo.
Esto desconcertó a Olek, que pensó: "¿Qué debo hacer? No mencionó nada más, ¿solo que habíamos visto las bases?" Su confusión era evidente. "¿Debería preguntar…?" La idea pasó por su cabeza mientras miraba al chico que estaba a su lado, quien puso una cara de disgusto al notar que Olek lo observaba.
—Oye, una pregunta. ¿Qué tenemos que hacer? —dijo Olek de manera relajada mientras lo veía.
El chico lo miró unos segundos antes de responder:
—Desarrolla un proyecto usando las bases. Algo como una mesa o una silla… —respondió con cierta incomodidad, dejando en claro que Olek no tenía una buena reputación en clase.
Olek notó esa actitud, pero simplemente asintió y miró su mesa de trabajo. Allí encontró un pequeño cuaderno y un lápiz de grafito. "Supongo que debería dibujar un proyecto sencillo para hacer", pensó, mientras cogía el lápiz y lo colocaba sobre el papel, tratando de decidir qué construir.
Después de pensarlo por un instante, decidió hacer un pequeño estante para libros, basándose en lo que recordaba de su antiguo trabajo. No pasó mucho tiempo antes de que el olor característico de la madera inundara el aire. Al terminar su boceto, comenzó a observar a su alrededor, notando varias tablas de madera apiladas en una esquina del aula. "Ya me preguntaba de dónde sacaban el material", pensó con una sonrisa antes de dirigirse hacia las tablas. Escogió seis y regresó a su mesa.
Apenas colocó las tablas, una nueva pestaña apareció frente a él:
"Misión secundaria"
Construye un pequeño estante.
"Recompensa"
Nueva habilidad aleatoria.
Olek observó la pestaña, sintiendo cierta emoción. Recordaba su barra de estado, que mostraba que no tenía habilidades aparentes. "¿Qué habilidad será?", se preguntó, imaginando algo útil como mayor fuerza o inteligencia. Eso le dio el impulso necesario para enfocarse en las tablas.
Primero examinó el ancho de cada tabla y separó las más pequeñas de las más grandes. Luego, lijó los bordes para lograr una superficie uniforme. Con cuidado, pegó las tablas con clavos y colocó una base en la parte trasera para fijarlo a la pared.
Miró su obra durante un momento; le parecía sencilla, pero funcional. Aun así, tenía una pregunta en mente: "¿Y mi recompensa?". Pensó que tal vez necesitaba presentar el proyecto al profesor. Miró al hombre mayor, que seguía pareciéndole gracioso, suspiró y tomó su estante.
Mientras caminaba hacia el profesor, algunos compañeros lo observaban, algunos con curiosidad y otros con burla. Al llegar, el profesor lo miró con cierto disgusto y, sin dejarlo hablar, preguntó:
—¿Necesitas algo? —dijo con tono molesto.
—Creo que ya terminé mi proyecto —respondió Olek con una risa nerviosa, algo que el profesor notó.
Este examinó el estante, algo confundido. La estructura tenía forma, pero la base trasera le parecía incómoda.
—Explícame tu proyecto —pidió con seriedad mientras seguía observando el estante.
Olek sonrió antes de responder, lo que impactó al profesor, ya que el chico no era de muchas palabras.
—Hice un estante. Para mayor comodidad, añadí una base en la parte trasera, lo que permite fijarlo a la pared fácilmente.
El profesor estudió la base con interés. Ningún estudiante había mostrado antes un proyecto instalable.
—¿Podrías hacerme una demostración? —preguntó, ocultando su curiosidad bajo un tono calmado.
—Por supuesto —respondió Olek con una sonrisa. Se dirigió a su mesa de trabajo, tomó un martillo y una puntilla, y volvió junto al profesor. —Acompáñeme, por favor.
Aunque la sonrisa de Olek lo incomodaba, el profesor lo siguió. Observó cómo el chico clavaba la puntilla en la pared y colocaba el estante, que quedó colgado perfectamente.
—Por si tiene dudas, profesor, mire esto —dijo Olek, mientras pedía prestado un cuaderno de otra mesa. Lo colocó sobre el estante y continuó: —Calculo que puede soportar unos seis de estos cuadernos.
Esperaba impresionar al profesor, pero este mantuvo la misma expresión seria.
—Tu proyecto es básico para lo que hemos visto, pero tiene originalidad. Por hoy estás bien, vuelve a tu mesa —dijo el profesor antes de regresar a su lugar.
En ese momento, una nueva pestaña apareció:
"El anfitrión ha completado una misión secundaria. Las recompensas se otorgarán al finalizar el día."
Olek observó la notificación y luego al profesor. "Es un hombre de pocas palabras, al parecer", pensó mientras volvía a su mesa. Sin embargo, con el paso del tiempo, comenzó a aburrirse mirando el estante. "¿Debería recogerlo o dejarlo ahí? Es una lástima que la recompensa sea hasta la noche."
De repente, un grito lo sacó de sus pensamientos. El profesor estaba regañando a otro estudiante.
—El tallado de la mesa es inconsistente. Nadie compraría esta basura. Vuelve a pulirla.
El estudiante bajó la cabeza, visiblemente afectado por el comentario.
—Tuve suerte de que no me tocara —murmuró Olek, riendo para sí mismo. Luego se le ocurrió una idea y se acercó al profesor.
—¿Puedo retirarme por hoy? —preguntó con calma.
El profesor, sin siquiera mirarlo, respondió:
—Como quieras.
Olek asintió y salió del aula, caminando por los pasillos en dirección a la salida. Sin embargo, algo llamó su atención: a través de la ventana de una clase, notó que dentro solo había mujeres. Se detuvo un momento, observando cómo cosían concentradas. Comparó la escena con su propia clase y pensó: "Curioso cómo dividen la educación aquí. Parece algo propio de esta época." Recordó brevemente a Sophia, preguntándose si ella también habría aprendido costura.
Mientras observaba, notó cómo las estudiantes seguían su labor con destreza, trabajando con telas finas y colores vivos. Olek se inclinó un poco más hacia la ventana, intrigado por lo que veía. Sin embargo, antes de que pudiera apartar la mirada, una voz burlona lo interrumpió:
—¿Espiando a las mujeres?
Olek giró la cabeza, encontrándose con una chica de cabello recogido en un moño sencillo. Su blusa blanca de mangas largas y su falda ornamentada con bordados delataban su pertenencia a esta época. Ella lo miraba con una ceja alzada y una sonrisa maliciosa, evaluándolo como si estuviera acostumbrada a confrontar a chicos que intentaban pasarse de listos.
—De hecho, no es lo que piensas. Solo me dio curiosidad ver qué clase reciben ustedes —respondió Olek con calma, aunque esbozó una sonrisa traviesa.
La chica soltó una risita incrédula, cruzando los brazos.
—¿No eres demasiado grande para andar inventando excusas?
Olek arqueó una ceja, divertido.
—La gente cree lo que quiere creer, pero la verdadera pregunta es: ¿por qué tú no estás en clase?
El rostro de la chica se sonrojó ligeramente, y desvió la mirada antes de responder con una sonrisa tímida:
—Llegué tarde.
La respuesta intrigó a Olek. ¿Era posible llegar tarde y simplemente vagar por ahí? Recordó cómo el profesor de su clase lo había dejado salir sin más y se encogió de hombros.
—Entiendo —respondió simplemente, observándola con curiosidad.
La chica, sin embargo, no estaba dispuesta a quedarse callada.
—¿Y tú? ¿Por qué no estás en clase?
—El profesor me dejó salir —respondió con tranquilidad.
La incredulidad en el rostro de la chica era evidente.
—Mentiroso. Probablemente llegaste tarde y ahora andas de vago.
Olek soltó una risa.
—Si tú lo dices. ¿Pero dime, por qué me dirigía a la salida entonces?
Ella cruzó los brazos, fingiendo indignación.
—Porque eres un holgazán. Un pervertido, seguramente. ¡Aléjate de mí!
—Como digas, señora. Por mi parte, creo que me retiro. —Olek se despidió con una reverencia burlona y comenzó a caminar hacia la salida.
La chica lo siguió con la mirada, frunciendo el ceño.
—¿A quién llamas señora? ¡Oye, ven acá!
Pero Olek la ignoró por completo, concentrándose en el largo camino que aún le quedaba para llegar a casa.
Al salir del edificio, el aire fresco de la calle lo recibió. Observó la ciudad que lo rodeaba: vendedores ambulantes gritaban para atraer clientes, ofreciendo desde joyas hasta animales exóticos. Los olores se mezclaban, desde el dulce aroma del pan recién horneado hasta el hedor de los establos cercanos.
Mientras caminaba, vio pasar un par de carros lujosos tirados por caballos, probablemente pertenecientes a la clase alta. También se cruzó con niños de su edad, algunos fumando con naturalidad, otros trabajando arduamente, cargando cajas o limpiando zapatos. La vista lo hizo reflexionar: "En mi época, algo así sería impensable, pero aquí parece lo más normal del mundo."
Olek continuó su recorrido, pensando en las palabras de su padre antes de despedirse esa mañana: "Nos vemos en casa.." No había prestado atención en ese momento, pero ahora entendía el motivo. El camino a casa no solo era largo, sino también solitario, un reto que tendría que enfrentar por sí mismo.
Suspiró mientras avanzaba, observando cada detalle del lugar con interés. Su mente divagaba, recordando su encuentro con la chica en el pasillo y preguntándose si volvería a verla. Por alguna razón, había algo en su actitud que le resultaba intrigante.
—Bueno, al menos el día no fue aburrido —murmuró para sí mismo, esbozando una sonrisa mientras seguía caminando hacia su hogar.