—Sentí mi esperanza desvanecerse —Jules siseó, y mi corazón dio un vuelco—. Pensar que casi no tomo esta maldita pistola. Pero no podía arriesgarme a que me vencieras. Así que ahora, aquí estamos —sonrió— un gesto sangriento, macabro— su boca cubierta de sangre, intensificando aún más el brillo siniestro en sus ojos.
—Jules —me dolía hablar, mi cuerpo estaba al borde del colapso por el shock y la agonía—. Por favor, no hagas esto.
La mirada de Jules se volvió distante, vidriosa, como si estuviera viendo algo mucho más allá de esta habitación —en aquel entonces, él solo era el ejecutor de Alfa León, su Beta. Pero para mí —su expresión se suavizó por el más breve segundo antes de oscurecerse de nuevo—. Él era mi salvador. Me dio un regalo, Ellen —algo sagrado que nunca olvidaré.